Prólogo

“Inadaptados”, libro de cuentos de Stanislaw Peña.  Al parecer, el título es bastante sugestivo. Nos llevaría directo a lo que la inmediatez sugiere: un grupo de personas que son anormales y punto. Serían personajes que no se ajustan a las normas sociales. Y lógico, desde el punto de vista de lo establecido, las normas nos indican la forma de actuar correctamente. Hasta ahí todo está bien. Ahora, ¿quién establece las normas?

Consultaríamos primero a Friedrich Nietzsche, quien en su libro “Genealogía de la moral”, cuestiona el concepto de moral, es decir, qué está bien, qué está mal. Tal vez sea Nietzsche el autor occidental que mayor aportes ha hecho con respecto a la relación verdad y poder. Y es a partir de él que entendemos que lo bueno y lo malo son conceptos establecidos por el grupo que en el momento está en el poder. Por eso, cuando un autor como Michel Foucault habla de la locura, es decir los locos, que son los anormales, nos habla de una creación que surge a partir de su antítesis: la razón. Sin razón, la locura es imposible, pero la locura necesita la razón para justificarse. Los locos son posibles solo a partir de la cordura. He mencionado a Foucault, porque es él quien incorpora el concepto de espíteme para analizar de la manera más objetiva posible la relatividad de las verdades a través de la historia. En cada etapa las verdades se establecen de acuerdo a un sistema de valores estatuidos a partir de ciertos criterios que se imponen desde las instancias del poder. En nuestra cultura hay por lo menos tres instituciones que regulan nuestro comportamiento: la Iglesia, la Familia y el Estado. Cuando nuestras conductas riñen con las normas establecidas por estas instancias, entonces entramos en el terreno de la anormalidad. De modo que si queremos ser aceptados por esa sociedad, entonces debemos someternos a las normas. Los conflictos surgen cuando el individuo comienza a cuestionar esas normas, quizás porque se da cuenta, como lo hizo Freud, de que esas normas aplastan al individuo en beneficio de la sociedad. En estos cuentos de Stanislaw Peña, observamos este hilo conductor. Los personajes centrales de sus cuentos, de alguna manera se rebelan contra lo establecido, y en la mayoría de los casos son aplastados por el orden social imperante.

Antes de entrar en detalles sobre cada uno de los textos que conforman este libro de relatos, vamos a hacer una breve panorámica de la visión de Stanislaw con respecto al cuento. Una de las primeras impresiones que percibimos, es que Stanislaw es un estudioso, no solo del cuento como tal, sino un hombre que asume con conciencia el arte o el oficio de la escritura. Preocupado por la alta cultura a la que hace alusión T. S. Eliot. Eso permite que sus cuentos fluyan y, con ello, logra crear el ambiente de verosimilitud necesario para crear ese pacto de connivencia que se establece entre escritor y lector. Esa magia que logra Bertolt Brecht a través de su distanciamiento en sus obras de teatro.

Entre otras virtudes, la solidez cultural del autor, que nos permite asistir de manera precisa a eventos y referencias exactas, crea la magia de que los hechos narrados son evidentes y por ello están dotados de credibilidad. Por otro lado, la conciencia en el manejo de los recursos narrativos, hacen de los cuentos de Stanislaw una obra narrativa que trasciende el mero localismo. El conocimiento y estudio de los grandes representantes del cuento en el mundo, llevan a Stanislaw a proceder, sin imitarlos, como ellos procedieron. Por ejemplo, la universalidad lograda por Joyce, Proust, por Faulkner, Rulfo, Bosch… es una universalidad que parte desde el localismo de estos autores. Tal vez porque como diría Borges, la historia del mundo se repite en cada hombre. Yo lo diría de la siguiente manera: en cada átomo está el universo.

La fuerza en la narrativa de Stanislaw, está fundamentalmente en los personajes. Al parecer, él prefiere tomar personajes que estén marcados por aspectos similares. En este caso, los personajes se caracterizan por algún desajuste que los pone de frente a la sociedad en que habitan.

El primer cuento: Todos contra Leo. En el fondo seria, Leo contra todo y contra todos. Cuando pienso en Leo, creo que su inadaptación es quizás su incapacidad para diferenciar la realidad de los símbolos, a lo que Roland Barthes llama asimbolia. Pienso más bien en ese mundo hegeliano, en el que Hegel habla de ese gran circo en que vivimos los seres humanos, pero él hace énfasis, más que en el individuo, en las instituciones, en el sentido de que estas instituciones se la pasan, a veces, desarrollando proyectos. Pero esto solo interesa como actuación o justificación de otros proyectos. Leo es un inadaptado porque vive en lo que él cree que es la realidad, no es capaz de entender ese juego la vida. Es incapaz de entender que las personas prediquen una cosa y vivan otra.

La chismografía decía muchas cosas de ellos. Que eran medio locos, antisociales; el hombre mucho más que la mujer. Cierto, Leo era un tipo raro: rígido, intolerante. 

   ––Entonce  al vecino Ramón se le orvidó lo que le dije, que no quería esa agua chorriando por ahí. 

   ––¡Pero Leo! Él te lo dijo y te lo dijo Francia, que iban a bucar un plomero pa solucioná ese problema. 

   ––¿Y cuánto hace eso?, él tenía que hablarme claro…

En este pequeño fragmento podemos percibir el conflicto. Tenemos las dos perspectivas, cómo es percibido Leo desde la sociedad, y cómo Leo percibe la sociedad desde el punto de vista de las normas. Al parecer, el que está bien es Leo. La que debe adaptarse es la sociedad que no cumple con lo que discursivamente promueve. La esposa no es una inadaptada, más bien es una doble víctima: se somete a los dictámenes de Leo, es su marido y la sociedad legitima eso. Este cuento, como otros, está narrado alternativamente; hay un narrador omnisciente que ve, desde todas las perspectivas el accionar de los personajes, al parecer, desaprueba las conductas inadecuadas, esto le da al cuento un carácter didáctico. Por otro lado están los personajes que actúan a través de los diálogos. Estos diálogos nos permiten ver sin el filtro del narrador, primero, la visón que sobre la realidad tienen los personajes, y también, nos pone ante la realidad pragmática del discurso. Desde Sarmiento, entendemos que las normas gramaticales académicas, son solo una parte del discurso. De a ahí que los grandes analistas de discurso como Bajtin o Van Dijk, entiendan, más que como algo académicamente normativo, algo más bien pragmático. Los personajes se expresan acorde con su grado cultural. Así se recogen algunos giros lingüísticos que son propios de nuestra región.

El segundo cuento se titula El último tiro. Aquí, tenemos a dos personajes que chocan de frente. Hay que destacar la precisión con que Stanislaw describe los ambientes en que se desarrollan los cuentos. En el caso del personaje militar, cómo describe ese submundo en el que vive sumergido este personaje. En este cuento, la inadaptación de estos personajes hace frontera con la patología. El primer personaje, un militar veterano de guerra retirado, que no logra insertarse al mundo social después que termina la guerra y se refugia en una semisoledad, cuyo único contacto con el mundo exterior son unos compañeros, también veteranos de guerra, que se reúnen cada jueves para compartir experiencias, tragos y estrategias militares. El primer párrafo de este texto puede ilustrarnos bastante acerca de este personaje. 

Esas luces iluminaban toda la casa. Las puertas de entrada, de madera y fino hierro como de estilo barroco. Las ventanas de vidrio y con arcos germinales. En la cocina no cabía una botella vacía de whisky. Una vieja estufa ya poca cosa calentaba. Con niños, o una esposa, fuera otra casa. Pero no era otra casa, era la misma: la casa de Dante Ubiera. Veterano de guerra, un embajador de la soledad. Una espectacular colección de armas limpiaba o lustraba dos veces por semana. Atesoradas esmeradamente en vitrinas. Un esqueleto de un Collier 1920, y en mejores condiciones, una Browning. Una Luger que todavía podía matar. Dos AK 47. Una trilogía de Magnum… tres alfanjes de origen persa, una bandolera antiquísima… También guardaba en ese cuarto todos los aperos que conservaba: botas, guantes, cantimploras, quepis, correas. Y dos estantes llenos de medallas y condecoraciones. Los cuadros de la casa, reproducciones de calidad. Nada tenían de doméstico o de familiar. “La Rendición de Breda”, de Velásquez. “Los Fusilamientos del tres de Mayo”, de Goya. “La Batalla de Trafalgar”, de Jack Wilson. “La Balsa de Medusa”, de Géricault… Y bustos bien tallados de Napoleón, Carlos V y Alejandro Magno. Un dibujo impresionante de “El Arco del Triunfo”.  

Técnicamente, este cuento es bastante interesante, debido a que es como una moneda, con dos caras. Por un lado, está Dante Ubiera, personaje que acabamos de describir, y por el otro, un personaje innominado que solo se conoce como el Ladrón. Ambos están confinados a su oficio. El de uno, es matar: el del otro, robar. Fuera de ese ámbito son como los albatros en la tierra: inútiles, como diría Baudelaire.

El tercer texto: Sin ti, pienso que es como una negación del concepto de inadaptados. Salvo el caso de Izzy, el hermano de Charlotte, que es el vago y ladroncito de barrio. Paul ha encontrado la mujer ideal, y al parecer, el problema radica en eso. Charlotte es una persona que cumple con los requisitos de cualquier hombre: no jode, ya eso es bastante, siempre está dispuesta a complacer sexualmente a su hombre. El problema que atormenta a Paul es esa excesiva capacidad para ser feliz que tiene Charlotte. Él sabe que ella es feliz con  él, pero podría serlo con cualquier otro. Más bien es un cuento con un alto contenido sentimental.

Tal vez el único defecto de Charlotte sea su afición al sexo. En este caso vuelvo a pensar en Hegel. El exceso de falsa moral exige a la mujer disimular su deseo sexual, de manera que parezca que el único interesado es el hombre, en tal sentido, una mujer que exprese abiertamente que le gusta tener sexo con frecuencia puede ser percibida como una inadaptada social. Esto es un mito. En la mitología griega hay una alusión a este tema. Tiresias es un personaje ciego que vive por varias generaciones. Es un personaje muy singular, porque vivió siete años como mujer, por eso pudo resolver el problema de quién siente más placer en las relaciones sexuales, si el hombre o la mujer. Obviamente, según este personaje, la mujer siente 90 por ciento más placer que el hombre, dato que, al parecer, pocos hombres conocen, y las  mujeres disimulan muy bien.

Los demás relatos siguen más o menos la misma línea de unificación. Es el caso de Si Nelson ’tuviera vivo. Es un típico ejemplo de vandalismo, de rebeldía, con el agravante de que los muchachos del relato manifiestan su rebeldía a través del satanismo, esto visto desde el punto de vista de la madre, una persona muy ligada a la iglesia. No puede ser más dramático y aberrante. Es sin duda, el caso más evidente de inadaptación. Es el extremo. Repito, desde el punto de vista de la madre.

Siguen Racing Team y Los Renato. En el primero, un grupo de jóvenes desafía las reglas sociales. En este caso, su desafío es a través de la velocidad. Pienso que aquí aparece en Stanislaw, ese interés a través de la literatura, de enviar una alarma social con la finalidad de que se mantengan las buenas costumbres que se revelan por medio de los discursos. Como en las fabulas antiguas, estas personas que desafían ese orden establecido, terminan de alguna manera enfrentando alguna dificultad. Esto puede ser, que reciban alguna lección que los obligue a someterse al carril, y una ejemplificación para las generaciones por venir.

En el último cuento,  La costumbre, Stanislaw plantea una complejidad que tiene que ver con el género humano. Somos humanos, porque hemos creado una vida artificiosa en la que vivimos y la confundimos con la vida natural. Oscar Wilde se refiere a esa artificiosidad en su ensayo La Decadencia de la mentira. Schopenhauer habla más bien de la voluntad. Esa voluntad que nos impulsa a lograr cosas que una vez logradas no satisfacen nuestro deseo y nos lleva a desear otras, y así infinitamente. Tito deseaba con ansia su jubilación. Su felicidad estaba cifrada en la consecución de su jubilación. Estaba harto de ese guía, cuando logra su objetivo, entonces se deprime. Los románticos, para evitar esas desilusiones se proponían amores imposibles, entendiendo, como después lo plantearía Kavafis, que el destino es lo menos importante, importante es el trayecto.

Stanislaw, como cuentista reúne dos condiciones imprescindibles en este arte: tiene cosas que contar y utiliza adecuadamente los recursos para contarlas. Debemos sentirnos orgullosos de tener en nuestra provincia a un narrador con el talento de Stanislaw Peña.

Eulogio Javier. Houston, Texas

10/06/2019.

"El último tiro", cuento de Stanislaw Peña

Esas luces iluminaban toda la casa. Las puertas de entrada, de madera y fino hierro como de estilo barroco. Las ventanas de vidrio y arcos germinales. En la cocina no cabía una botella vacía de whisky. Una vieja estufa ya poca cosa calentaba. Con niños, o una esposa, fuera otra casa. Pero no era otra casa, era la misma: la casa de Dante Ubiera. Veterano de guerra, un embajador de la soledad. Una espectacular colección de armas limpiaba o lustraba dos veces por semana. Atesoradas esmeradamente en vitrinas. Un esqueleto de un Collier 1920, y en mejores condiciones una Browning. Una Luger que todavía podía matar. Varias AK 47. Una trilogía de Magnum… tres alfanjes de origen persa, una bandolera antiquísima… También guardaba en ese cuarto todos los aperos que conservaba: botas, guantes, cantimploras, quepis, correas. Y dos estantes llenos de medallas y condecoraciones. Los cuadros de la casa, reproducciones de calidad. Nada tenían de doméstico o de familiar. “La Rendición de Breda”, de Velásquez. “Los Fusilamientos del tres de Mayo”, de Goya. “La Batalla de Trafalgar”, de Jack Wilson. “La Balsa de Medusa”, de Géricault… Y bustos bien tallados de Napoleón, Carlos V y Alejandro Magno. Un dibujo impresionante de “El Arco del Triunfo”.

Dante Ubiera, un hombre solo. Pero la suya no era una soledad plena. El club de veteranos se reunía semanalmente en su casa. Cada jueves se congregaban todos esos excombatientes a hablar de lo mismo, con música de fondo de Ray Conniff, Paul Mauriat o André Kostelanetz. A esos expertos no les alcanzaba la noche para solemnizar su épica trayectoria militar. En cada encuentro se realizaba una sección en la que cada uno leía un breve texto, una especie de tesis, tomando como referencia una beligerancia reciente. Cuando se marchaba la exclusiva visita, la insonoridad de la casa cobraba mayor fuerza. Dante recogía las copas y las tiraba en la cocina. Cualquier día, una sirvienta de ocasión se encargaba de tal cuidado. Solamente los veteranos y la sirvienta podían entrar a esa casa. A ningún extraño, a ningún conocido, a ningún vendedor le abría Dante su puerta. A ningún mendigo, a ningún testigo de Jehová, a nadie.

En la casa había un robusto dóberman y dos gatos que parecían dos tigres. Una voluminosa biblioteca llenaba un salón: ensayos sobre guerras y armamentos la mayoría de libros. Casi llegando al patio había un gimnasio donde Dante se ejercitaba habitualmente. Hombre alto y fuerte, de cara recia y corto mirar. Semirubio. Nada calvo. Su mundo se había reducido considerablemente. Ya para él no existía el sexo ni la Navidad, ni los días de playa, ni una noche en un café; de hecho, casi nunca existieron. Las recepciones y otros encuentros diplomáticos ni falta le hacían. Su único ambiente estaba dentro de esa casa. Conocidos veteranos, una sirvienta ocasional, dos gatos y un perro era todo lo que podía respirar cerca de Dante. Se había inventado un sinnúmero de medidas de seguridad. Una noche, los ladridos de su perro lo despertaron. Se levantó y llegó encorvado al iluminado patio empuñando una pistola. Encontró al animal con las dos patas delanteras sobre el pecho de un hombre que yacía en el suelo, sobresaltado, aterrorizado. Dante silbó y el perro salió del patio. Apuntándolo, le ordenó al desconocido levantarse y caminar delante según le fuera indicando. Le quitó un revólver calibre 22. Entraron al gimnasio, y coaccionado por el dueño de la casa, el intruso se sentó en el piso. Dante, a prudente distancia se acomodó en una banqueta.

––Si quiere salir con vida de aquí tendrá que decirme la verdad… ¿Qué buscaba en mi patio?

––Quería entrar a la casa… a robar.

––Tengo muchos enemigos, ¿cómo puedo estar seguro que venía a robar y no a matarme?

––No… no lo conozco señor, solo pensaba robar.

––Si no me conoce, cómo se le ocurre robar en una casa de alguien que no conoce.

––Me pareció una casa de gente rica, me arriesgué, es que, estoy pasando por una mala racha; bueno, parece que me equivoqué.

––Sí, se equivocó, ¿de dónde es?

––De la capital.

–– ¿Y qué hace por aquí?

––Bueno, uno tiene sus contactos, pero nadie tuvo que ver con… fue un error solo mío.

––Sí, un gran error, mi perro no lo devoró porque está rigurosamente entrenado. Usted es un entrometido, un invasor. Puedo llamar a la policía, o yo mismo llevarlo… o matarlo.

–– ¿Matarme? ¿No exagera señor?

––Pero usted llevaba un revólver 22, pudo haberme matado bajo determinadas circunstancias.

––Así pudo ser… pero no se dieron esas circunstancias, y ahora estoy a su merced… creo que la cosa es diferente.

––Lo ve usted diferente.

––Es diferente señor, sería un fusilamiento.

(Déjá vu: Los que quedaban del pelotón avanzaban

por el flanco derecho de la colina. Inexorablemente

había que avanzar. Emprender  tal progresión se hacía

un poco difícil escoltando a cinco abatidos prisioneros

de guerra.)

Dante respiró hondo. Alzó su vista hacia el techo. Luego retornó mirada en dirección al ladrón.

––¿Fusilamiento? Oiga ladrón, yo he matado tanta gente que ya no sé discernir entre lo que es fusilamiento y lo que no lo es. He matado tantos milicianos enemigos como civiles de cualquier bando. Si me contabilizaran mis muertos, tendría un cementerio. No hay cosa en mi vida que no me acuerde alguna muerte. Mis muertos rondan indignados por mis sueños. Solo tengo amigos artilleros como yo, que de vez en cuando nos juntamos a rememorar jalones de gatillos y tácticas genocidas, porque ya no sabemos hacer otra cosa. Cuántas veces tuve frente a mí a un derrotado, a un condenado que casi siempre terminaba acribillado. Sepa usted que yo era un comando despiadado. Mi padre también fue comandante y combatiente de guerra, pero era una estratega, y yo un carnicero. A los seis años ya vestía de militar, y todos mis juguetes eran de guerra. Me quedó el orgullo y la dignidad de nunca haberle sido desleal ni a mi ejército ni a mi patria. Ahora me pregunto si valió la pena, me pregunto si… oiga, realmente, ¿vino a robar o a matarme?, dígame, dígame la verdad y le prometo que lo dejaré ir.

––Ya se lo dije, solo vine a robar. Soy un maldito ladrón que nunca había vivido una experiencia como esta.

––Que tal vez sea la última. Si lo dejo ir, ¿qué haría?

––Nada, seguir robando. Soy ladrón, siempre he sido ladrón. Robo desde niño. Robaba en mi casa, en las otras, en la escuela… Mi papá no fue ladrón pero no puedo decir que fuera un hombre enteramente honesto, y a mi mamá como que le importaba un bledo cada cosa. Un día me aparecí con un pavo en la casa y ellos se sorprendieron: “¡Muchacho!, ¿y ese pavo?”, pero cenamos pavo esa noche. No tengo hijos, nunca me he casado; pocas mujeres se casarían con un ladrón, con un ladrón feo como yo. Si ahora mismo pudiera reunir todo lo que he robado en mi vida, fuera multimillonario. He robado en mafias, en bandas; pero desde hace mucho trabajo solo. He caído preso, sí, muchas veces, estoy refichado. También he matado, no para tener un cementerio como usted, pero también he matado. Mis muertos también a veces rondan en mis sueños, pero como son pocos los puedo ahuyentar. Si no robara, pasaría hambre, me moriría, no sé hacer otra cosa, y los que me conocen no me permitirían hacer otra cosa. Vivo en hoteles baratos, me divierto con mujeres de poca monta. Cuando doy buenos golpes me voy de farra y me mudo en buenos hoteles, y busco mujeres de más categoría. Cuando se me acaba la plata vuelvo al hotel barato.

––Su discurso no me conmueve, usted no es más que un vulgar ladrón, y yo, un abominable criminal de guerra. Es indudable que somos dos seres despreciables, dos auténticos transgresores de la convivencia humana.

Dante apuntó a la cabeza del ladrón. El bandido gesticuló, atemorizado. El exmilitar retrocedió su antebrazo y metió el cañón de la 45 en su boca… y se disparó. Los dos gatos comenzaron a maullar. El ladrón, desconcertado, salió del gimnasio y emprendió la huida, pero el perro lo alcanzó.

Stanislaw Peña

Escritor

Stanislaw Peña. Escritor, profesor y publicista dominicano (Nagua, provincia María Trinidad Sánchez). Está considerado como la máxima representación literaria del municipio de Nagua. Como exponente del socio-realismo, Stanislaw cultiva una vigorosa narrativa enmarcada a lo que es una nueva técnica de escribir cuentos. Dueño de un estilo conciso, peculiarísimo, deslumbrante. Stanislaw es un acróbata de la palabra dentro del contexto literario. Es un estudioso, no solo del cuento como tal, sino un hombre que asume con conciencia el arte o el oficio de la escritura. Preocupado por la alta cultura a la que hace alusión T. S. Eliot. Eso permite que sus cuentos fluyan y, con ellos, logra crear el ambiente de verosimilitud necesario para crear ese pacto de connivencia que se establece entre escritor y lector. Esa magia que logra Bertolt Brecht en sus obras de teatro. Entre otras virtudes, la solidez cultural del autor, que nos permite asistir de manera precisa a eventos y referencias exactas, crea la magia de que los hechos narrados son evidentes y por ello están dotados de credibilidad. Por otro lado, la conciencia en el manejo de los recursos narrativos, hacen de los cuentos de Stanislaw una obra narrativa que trasciende el mero localismo. El conocimiento y estudio de los grandes representantes del cuento en el mundo, llevan a Stanislaw a proceder, sin imitarlos, como ellos procedieron. Por ejemplo, la universalidad lograda por Joyce, Proust, por Faulkner, Rulfo, Bosch… es una universalidad que parte desde el localismo de estos autores. Tal vez porque como diría Borges, la historia del mundo se repite en cada hombre. Como cuentista, Stanislaw reúne dos condiciones imprescindibles en este arte: tiene cosas que contar y utiliza adecuadamente los recursos para contarlas. Stanislaw ha publicado cuento, teatro y poesía, y entre sus libros inéditos también cuentan novela y ensayo. Ganador del segundo lugar del Concurso de Cuentos Juan Bosch, FUNGLODE 2015. Ganador del segundo lugar (Regional 14 de Nagua) del Primer Concurso Escribir desde las aulas 2023, patrocinado por Dominicana Lee y el MINERD. En el 2018, recibió la dedicatoria María Trinidad Sánchez en la Feria del Libro y la Cultura Cotuí 2018. Sus cuentos también han aparecido en importantes antologías dominicanas. Creador del grupo de teatro Taínos RD en su pueblo natal. Imparte periódicamente cursos de ortografía y de escritura creativa.

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