Gráfico recreado del álbum de Bad Bunny. Crédito: Skye Weaver, 42Fifty, vía: https://oh42fifty.org/

En el presente artículo reflexionamos sobre el papel del artista puertorriqueño Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido popularmente como Bad Bunny, nacido en el sector de Vega Baja, Puerto Rico el 10 de marzo de 1994.  Sobre el Conejo Malo, visto como un símbolo de identidad colectiva, resistencia cultural y reivindicación de los saberes ancestrales y territoriales desde la música urbana y a través de una mirada sociológica sustentada en los planteamientos de Pierre Bourdieu sobre los campos culturales y la producción simbólica, analizamos cómo el Rey del Trap Latino reconfigura el espacio musical latino desde los márgenes y lleva una narrativa de orgullo periférico, descolonización estética y promueve una acción política no institucionalizada.

Exploramos también sus giras internacionales como una estrategia de visibilización y puesta en valor de las raíces caribeñas, conectando su obra con otros artistas como Calle 13, Vico C y Tego Calderón. Bad Bunny representa una nueva forma de hacer política desde lo cultural, expandiendo las fronteras del arte comprometido sin renunciar a la estética ni al éxito global.

La música ha sido históricamente una herramienta de resistencia, memoria y afirmación identitaria para los pueblos del Caribe y América Latina. En este contexto, la figura de Bad Bunny emerge como un fenómeno que trasciende la esfera musical para convertirse en símbolo de una generación que encuentra en el arte una forma de confrontar estructuras de poder, revalorizar sus territorios y poner en circulación nuevas narrativas desde las periferias. Con su lírica, estética y presencia mediática, Bad Bunny articula un discurso que, aunque no se proclame abiertamente político, actúa como intervención cultural en los campos del gusto, el goce, la clase, el género y la territorialidad.

La periferia como centro: resignificar el territorio

Bad Bunny no surge del privilegio ni del canon cultural tradicional, sino de Vega Baja, un espacio marginal en la narrativa oficial de Puerto Rico. Su presencia escénica, sus videoclips y su lírica están impregnados de referencias al barrio, al calor tropical, a los abuelos y abuelas, los saberes, los frutos, productos locales y sobre todo a las prácticas de resistencia cotidiana de la gente común.

Como señala Bourdieu (1995), los agentes del campo cultural que logran transformar las estructuras de valoración simbólica son aquellos que reconfiguran los sistemas de percepción del gusto. Partiendo de este análisis Bad Bunny, sin proponerse como intelectual, subvierte las categorías de lo “legítimo” y pone en valor lo popular desde una estética propia, sin renunciar al lenguaje del pueblo.

El capital simbólico del arte popular

Según Bourdieu, el capital simbólico es aquel que otorga prestigio en un campo determinado. En el caso del artista puertorriqueño, su prestigio no proviene del cumplimiento de los cánones académicos o elitistas, sino de su autenticidad y su capacidad de romper moldes, creando una narrativa y una acción política teniendo la música como puente.

Canciones como “El Apagón”, “Andrea” y “Yo Perreo Sola” no solo entretienen, sino que plantean denuncias sobre la gentrificación, la violencia de género y los derechos de las mujeres, planteado desde una estética caribeña sin concesiones y desde una perspectiva de empoderamiento y crítica cultural.

Si analizamos el "El Apagón", la canción, fusiona reguetón con sonidos tradicionales puertorriqueños como la plena y la salsa, como un ejemplo de la evolución del género y de cómo el reguetón puede servir como herramienta para el cambio social, criticando la gentrificación de su país. Mientras que, en el caso de "Yo Perreo Sola", en este tema Bad Bunny rompe con los estereotipos masculinos tradicionales del reguetón, introduciendo temáticas de empoderamiento y diversidad de género. Con "Andrea", similar a "Yo Perreo Sola", también aborda la libertad femenina y el empoderamiento de las mujeres en sus letras.

Saberes ancestrales y orgullo caribeño

Bad Bunny reivindica la memoria oral, la lengua vernácula y las enseñanzas de los abuelos. Su música y sus entrevistas están llenas de referencias a las comidas típicas, las fiestas tradicionales y los valores heredados, dando visibilidad a una espiritualidad caribeña descolonizada y a la sabiduría cotidiana de las periferias, lo que conecta con el concepto de memoria cultural que plantea (Assmann, 2008), donde la música actúa como archivo viviente del pueblo. Bad Bunny convierte su obra en una plataforma para celebrar nuestro Caribe en todas sus dimensiones.

DeBÍ TiRAR MáS FOToS

Desde una perspectiva antropológica, las canciones del último álbum de Bad Bunny, "DeBÍ TiRAR MáS FOToS", es sin duda su obra maestra, una oda a su tierra Puerto Rico. Tengo unos meses analizando las canciones de este álbum y cada detalle desde su portada hasta los géneros musicales rinden homenajes a su isla, su cultura, y hasta se expande a la frontera insular caribeña. A lo largo de las 17 canciones del álbum, Bad Bunny pinta una imagen de Puerto Rico para quienes lo consideran su hogar. En cuanto a su música, se adentra en los sonidos de la isla con salsa, plena, bomba y, por supuesto, reggaetón.

Bad Bunny con sombrero.

Es tan extraordinario este álbum que el artista honra otros artistas de la isla como Gary Núñez, Héctor y TitoEl Gran Combo de Puerto Rico y Andy Montañez. Por esa razon DeBÍ TiRAR MáS FOToS hay que verlo más allá de una postal idílica; también es un acto de activismo, memoria y recuperación cultural, donde se analiza la pérdida de identidad cultural, la gentrificación y el colonialismo, especialmente en el contexto de Puerto Rico, comparándolo con el caso de Hawái.

El álbum utiliza elementos culturales puertorriqueños, el símbolo del sapo Concho y la figura del "jíbaro" para criticar el despojo de las comunidades, la nostalgia por lo perdido y la lucha por la preservación de la herencia cultural frente a la influencia externa y el turismo masivo.

Se evidencias dos temas centrales que aborda el álbum, estos son: colonialismo y la relación con Estados Unidos, donde denuncia el proceso de colonialismo cultural que Puerto Rico, como territorio de EE. UU. comparte con la historia de Hawái, y cómo las políticas económicas han contribuido al desplazamiento de la población nativa. Además, nostalgia y la lucha por el recuerdo, que través del título "DeBÍ TiRAR MáS FOToS", refleja y pone en valor la importancia de los recuerdos y la dificultad de revivir el pasado, conectando con la nostalgia por la cultura y el modo de vida perdido.

Si analizamos los elementos antropológicos de este álbum, se destacan los símbolos culturales, como la figura del sapo Concho, una especie única y en peligro de Puerto Rico, que representa a los puertorriqueños que luchan por su existencia en la isla. La figura del jíbaro (el campesino puertorriqueño), guardián de las tradiciones, se utiliza para simbolizar el desarraigo y la lucha de las comunidades locales por mantener sus costumbres ante el desplazamiento y la referencias a la historia de Hawai, como metáfora de lo que podría sucederle a Puerto Rico, una clave para entender el mensaje de la canción "Lo que le pasó a Hawái", que advierte sobre los peligros de la colonización y la pérdida cultural que ya experimentó el archipiélago tras su anexión a EE. UU.

Otro elemento desde un análisis antropológico es la crítica social y política, la misma canción "Lo que le pasó a Hawái" es una canción de protesta que denuncia directamente la corrupción y las desigualdades en la isla, así como el desplazamiento forzado de las comunidades por intereses económicos y utiliza la metáfora del despojo del barrio y la playa para ilustrar la invasión de la cultura y la propiedad local por parte de intereses externos.

Giras, visibilidad y globalización invertida

Las giras de Bad Bunny no son solo conciertos, sino actos performativos en los que lleva el Caribe al mundo sin traducirlo ni suavizarlo. Reivindica la lengua española, las estéticas locales, el baile libre, los cuerpos diversos, el goce como espacio de resistencia y la comunidad. De esta forma, invierte el flujo de la globalización cultural, poniendo al Caribe en el centro simbólico del mundo.

Otros precedentes: genealogía de la música como resistencia

La historia musical del Caribe y América Latina está llena de artistas que han usado la música como medio de resistencia, tal es el caso de Calle 13, con canciones como Latinoamérica, así como el reconocido Tego Calderón, que introdujo una narrativa afrodescendiente en el reguetón, igual que el muy carismático Vico C, pionero del rap desde una perspectiva muy social. Otros como el propio Rubén Blades, con su salsa consciente, Mercedes Sosa o Bob Marley, íconos del canto como arma. Bad Bunny se inscribe en esta tradición, pero desde un nuevo lenguaje performativo y digital.

Música, resistencia, luchas y continuidad: artistas dominicanos entre lo estético y lo político

En el actual contexto dominicano, donde se disputan derechos fundamentales como el acceso al agua y las mineras, la seguridad social, el respeto a las mujeres y niñas, la protección de los migrantes y la libertad de expresión, se hace urgente una música que acompañe estos procesos. Un "Bad Bunny dominicano" sería un artista capaz de reivindicar lo local con lenguaje global. Cantar con y para los movimientos sociales (campesinos, feministas, amas de casas, estudiantes, migrantes, ambientalistas, etc.)

Recuperar la voz de los barrios, los bateyes y los pueblos periféricos, entendiendo que no se trata de copiar el estilo, sino de asumir el arte como vehículo de sensibilidad política, de ternura colectiva y de verdad territorial. Ya en otros tiempos hemos tenido grandes artistas con esta perspectiva en el país.

Muchos artistas dominicanos han abierto camino, como Xiomara Fortuna y su voz en defensa de la afroidentidad, la ecología y las mujeres; Riccie Oriach que fusiona raíces con crítica social; Marel Alemany, Vicente García, Janio Lora y otros, han reinventado lo dominicano desde lo alternativo. Son ejemplos de cómo se puede hacer arte sin traicionar el origen, sin ceder al mercado y con compromiso social.

Bad Bunny representa una nueva manera de politizar la música sin discursos partidarios, sin renunciar a la estética ni al éxito comercial. Su obra muestra que se puede hacer arte desde el margen y con sentido comunitario. En República Dominicana existe el potencial para construir una escena musical comprometida con las luchas actuales. Basta con mirar las raíces, escuchar las salves, leer los cuerpos danzantes del barrio y comprender que el canto es también resistencia, es memoria y territorio.

Referencias

Assmann, J. (2008). La memoria cultural: Escritura, recuerdo y política de la identidad en las primeras civilizaciones. Gedisa.

Bourdieu, P. (1995). Las reglas del arte: Génesis y estructura del campo literario. Anagrama.

Canclini, N. G. (1999). La globalización imaginada. Paidós.

Hall, S. (2003). Cuestiones de identidad cultural. Amorrortu.

Rivera-Rideau, P. R. (2015). Remixing Reggaetón: The Cultural Politics of Race in Puerto Rico. Duke University Press.

Zubieta, L. (2022). “Bad Bunny y la performatividad caribeña: Estética y resistencia desde el trap”. Revista Latinoamericana de Estudios Culturales, 10(2), 45-60.

Diouf, S. (2003). Servants of Allah: African Muslims Enslaved in the Americas. NYU Press.

Santos, B. de S. (2009). Una epistemología del sur. CLACSO.

EN ESTA NOTA

Jonathan De Oleo Ramos

Antropólogo Social, Investigador, Gestor Cultural,

Jonathan De Oleo Ramos. Correos: jonathan.deoleoramos@gmail.com jdeoleoramos@ccny.cuny.edu Académico e investigador dominicano, doctorando en Educación con orientado a la Investigación, Docencia y Liderazgo. Antropólogo y Cientista Social. Especializado en Antropología de la Alimentación; Políticas Culturales; Ciencias del Folklore; Estudios Afrolatinoamericanos; Derechos Humanos; Periodismo Cultural; Masculinidades y Pedagogía Sistémica. Becario Mellon del Dominican Studies Institute the City College New York, CUNY DSI, como académico, investigador y docente de Studies Afro-Dominican Cultural Manifestations of the Colin Powell School for Civic and Global Leadership. Experiencia en proyectos vinculados a su línea de investigación. Miembro Comisión de Historia, Instituto Panamericano de Geografía e Historia; Federación Mundial de Estudios Culturales y Asociación Internacional de Cultura Tradicional. Autor: Cofradías Dominicanas del Espíritu y Antropología del Plátano, Coautor: La muerte y el día de los Muertos: Una Mirada Antropológica en América Latina.

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