626) Me parece que, en estos tiempos, se ha incrementado —tal vez más que en ninguna otra etapa de la historia humana— el deseo de la mayoría de las personas por hacerse notar, por no pasar desapercibidas. Y da tanta pena que incluso gente notable por sus conocimientos y desarrollo intelectual haya caído también en esto. Se ha llegado a entender que todo hay que mercadearlo, que a toda costa hay que venderse y vender lo que se hace.

627) Es innegable la abundancia de conocimiento, pero la sabiduría anda con la camisa por los hombros. Cada día escasean más las personas capaces de quedarse quietas en su rincón; aquellas que, aunque puedan hacer grandes aportes en cualquier campo, también son capaces de mantenerse a distancia del ruido público, de ese morbo colectivo que pulula en la palestra, principalmente en las redes sociales.

628) Sospecho de todo y de todos. Creo haber aprendido demasiado de mí mismo para que así sea. Sé bien que la caridad puede ejercerse como otra forma de crueldad. A veces, este tipo de crueldad se ejerce hasta por “aprecio” a las víctimas. ¿Acaso no lo saben perfectamente los confiados, los “creyentes”? ¿O no ven estos, permanentemente, en medio de sus dolores, manifestaciones desbordadas de cuánto su dios los “ama”?

629) En términos de vida, soporto el presente con toda su carga infernal porque, sencillamente, quiero vivir; no me queda de otra. En términos literarios, me desagrada dar el “presente” en mis escritos, ser “moderno”, ser actual. Quizás simplemente porque no entiendo el presente, solo lo vivo, lo habito, lo padezco. Sin embargo, hago pequeños esfuerzos por comprenderlo a partir de la lectura de algunos escritores jóvenes que lo asumen, no para celebrarlo, sino para denunciarlo e incluso caricaturizarlo.

630) A veces dan tantas ganas de que todo termine de irse al precipicio; de ser uno mismo quien empuje para que así sea.

631) ¡Oh Dios! Cuánta maldad puede ejercer, sin proponérselo, un esmerado ejercicio de “bondad”. A veces hay tanto egoísmo y miedo en quien mantiene tales cuidados, tales “generosidades” con otros, que teme perder el control sobre quienes están bajo su dependencia.

632) No es que, a pesar de todas las fatalidades humanas, no estalle de vez en cuando ante nuestros ojos la rosa de la esperanza.

633) Tal vez no tenga nada de malo que haya gente que crea que la fe mueve montañas. Lo que me molesta es que muchos de estos “creyentes” quieran convencer a otros de que crean lo mismo. La gente de “fe”, aunque no pueda mover la montaña, no está dispuesta a aceptar que algunos solo podamos ver en ello una metáfora de la esperanza.

634) ¿Qué otra cosa puedo yo agradecer a este abismo sombrío que me cubre, sino la luz que pone sobre mis palabras?

635) No me aparto del todo de cierto fango cotidiano, porque para mí la mejor forma de combatirlo es entrar en él para ficcionalizarlo, claro que guardando la debida distancia, hasta donde me sea posible.

636) Probablemente la felicidad sea todo aquello que siempre echamos a perder. Pero no hay por qué lamentarlo. Nuestro presente de alegría siempre está amenazado por el miedo, por la conciencia de la desdicha. Por eso la felicidad nunca es algo que es, sino que fue y, para muchas almas ingenuas, algo que podrá ser. La felicidad es el paraíso que perdimos, pero que no lo era cuando vivíamos en su infierno presente. La felicidad no es más que la nostalgia de un infierno en el que, sin embargo, no estábamos tan cerca de la muerte.

637) ¿Y qué es vivir sino pelear en la vida y por la vida, con la conciencia de que es imposible salir victorioso de tal confrontación?

638) Sé que estoy en mi destino. Lo que nunca pensé es que fuera tan difícil sobrellevarlo. Sí, estoy en mi destino, solo que este me ha hecho entender la abismal diferencia entre la imaginación y la realidad. Estoy en el destino que soñaba, pero no es lo mismo soñar que estar.

639) Mi negación es una búsqueda, no una afirmación. Mi negación siempre estará abierta al misterio, a lo desconocido. Líbreme mi guía interno de que mi negación pretenda convertirse en afirmación tajante.

640) A pesar de estar en desacuerdo con muchos de sus planteamientos, Pascal es de los pocos pensadores que aún me interesan.

641) Cuatro de la madrugada. Sigo leyendo a Cioran. Ya estoy seguro de que mi insistencia en sus escritos se debe a que, en los últimos años, me he venido especializando en la desdicha y el lagrimeo.

642) La compasión también suele ser una forma de agresión y de burla que solo los ingenuos pueden ignorar. Si esto es válido incluso entre quienes te quieren, imagina cómo será en alguien a quien nunca le importaste; imagina que la compasión venga de alguien que tú sabes que siempre manifestó desprecio, resentimiento y recelo hacia ti. Si este último llegara a compadecerse de tu desdicha, lo haría solo para manifestarte el gozo que le produce tu desgracia.

643) Hay goces tan exquisitos que solo pueden producirse en el plano de la fantasía. Y, sin embargo, resulta frustrante el hecho de no poder trasladarlos a la realidad, consciente de lo hiriente que esta puede llegar a ser; sabiendo que, de convertirse en reales, se correría el riesgo de echarlo todo a perder.

644) Es verdad: la vida no solo nos lanza piedras, también nos arroja flores, y uno recoge estas como alivio contra tantas pedradas recibidas, consciente de que las flores también pueden devenir en pedradas.

645) Tener que soportar la arrogancia de un cristiano indigente de espíritu, que me dice —a veces sin expresarlo— que mis males provienen del hecho de haber renegado de Dios. Con qué prepotencia suelen actuar esos pobres de espíritu a los que Jesucristo prometió el reino de su cielo.

646) Ahora la tristeza se desborda sobre mí como un río de aguas turbias. Y las palabras son solo las pobres armas que puedo levantar en mi defensa, los únicos instrumentos que ahora tengo a mano para combatir este veneno y estos puñales del desengaño; contra esta gran bofetada propinada al cielo de mi fe.

647) Las críticas a Montaigne que hace Pascal en sus Pensamientos no hacen más que apuntalar mi devoción hacia el primero.

648) Cuánto me gustaría que la compañía de la soledad me fuese suficiente, pero soy tan tristemente débil. Debería bastarme el disfrute a solas de la belleza de la música, y de esa otra música que es la poesía. Debería bastarme la discreta claridad solar en el jardín florecido, el cotidiano concierto que las aves del huerto ejecutan para mí sin ellas saberlo. Debería bastarme el sabio silencio de los libros. Pero soy tan tristemente débil, tan sencillamente humano.

649) Una de las líneas esenciales del pensamiento “cristiano” de Pascal consiste en resaltar el valor y la necesidad de que el cristiano se sienta lo más insignificante posible, lo más poca cosa ante su dios, que lo es todo. ¿Qué puede esperarse de alguien que se considere una basura, una insignificancia, aunque amada por Dios? Supongo que de ella solo puede esperarse orgullo, prepotencia, necedad, irracionalidad… y hasta violencia.

650) Si un cristiano común y corriente —como suele ser la mayoría— recurre a Pascal, y si tiene al menos un mínimo de entendimiento, de ese encuentro saldrá más lleno de dudas que de fe. Como bien lo expresa Cioran: “Pascal es un pensador para incrédulos. A eso se debe su perennidad.”

651) Yo, a diferencia de Nietzsche, sí le perdono al cristianismo “que nos haya arrancado un alma tan grande como la de Pascal”. Bien leído, nos damos cuenta de que Pascal, desde su posición de cristiano aparentemente atormentado (algo tan caro al Unamuno de Del sentimiento trágico de la vida), ha jugado un papel de primer orden a favor del escepticismo.

652) Es muy probable que todo escritor serio esté siempre inmerso en la lectura de los clásicos, quienes contribuyeron a conformar su estilo y hasta a perfilar la forma de su sintaxis. Pero ese mismo escritor, por compromiso con su oficio, también dedica tiempo a la lectura de ciertos autores contemporáneos, aquellos que, por la calidad de sus textos, representan el presente de la literatura —y que, tal vez, lleguen a ser los clásicos del porvenir.

José Martín Paulino

Escritor

Abogado, escritor y crítico literario.

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