Epifanía. Fulgor. Relámpagos en el pensamiento. Mil ojos abiertos. Un frenazo. Un stop. Un bastonazo en los sentidos a la manera Zen. Eso es lo que provoca en el lector el título de este libro: Morir es verse, asombro escrito por el poeta Eloy Alberto Tejera y recién llegado a la luz y a la sensibilidad de todos los hombres.
Un viaje sonoro
Sesenta y siete poemas, escritos en tonalidades equivalentes que afinan en una armonía singular y propia, marcada por los ritmos, las cadencias, los acentos del verso y las pausas del lenguaje.
La voz es única y diversa, y el lector la percibe de inmediato al leer los títulos que integran este libro: Malestar vencido. Un bosque que huyendo me divierte. Hay quien está demandando la muerte. Bajo la carpa enemiga. Demasiada inocencia me criminaliza. Beber, beber. Toda carne es luz. Es mi palabra, espada atravesada que atraviesa. La cunita amaneció con gran sueño. ¿Habrá alguna arruga haragana? Cuerpos tirados. Morir es verse.
Estos títulos son más que nombres; son frases sonoras, música para el oído. El ojo escucha cuando lee, y percibe sonoridades difíciles, ritmo y rima, semejantes a las antífonas de un coro griego. El autor pitagoriza en sus constelaciones, como recomienda el poeta Rubén Darío en su poema Ama tu ritmo.
La voz propia del poema
Al leer estos poemas, de inmediato se intuye que tienen voz propia. Y al intuirlo nos preguntamos: ¿qué es tener voz propia? ¿Cuál es el germen, la célula sonora, el Potens lezamiano que permite identificar y particularizar la voz en un poema?
La poesía es una voz. De hecho, en su origen, la poesía empezó siendo canto. La voz y la sonoridad de los poemas, la dimensión musical de la poesía, el tempo y la cadencia, el ritmo, son lo que permiten el florecer de una voz propia. “Piénsese el sentido como algo que tiene voz”, reflexiona Jean-Lois Nancy en su texto Al ecoite.
Los poemas de Eloy Alberto Tejera son como una partitura que marca el ritmo de una voz que armoniza en melodías y acordes, en versos, acentos y pausas. Son unidades sonoras, habitadas por la voz como presencia, como ausencia, como herida, como cuchillo. La voz es el límite del reino sonoro donde acontece la poesía.
Una lectura musical, no solo literaria, es lo que nos proponemos al leer Morir es verse.
“…El poeta tiene una voz que misteriosamente es y no es suya…”, escribe Octavio Paz en su ensayo El Arco y la Lira.
La línea melódica de estos poemas, los acordes, los silencios y el ritmo revelan la voz del poema. Palabra y voz, jinetes en el aliento de un ágil caballo ligero y transparente.
¿Qué leemos en un poema cuando el yo, la palabra viviente, lo interpreta, leyendo sus versos como una melodía, cada pausa como acordes verbales y, luego, el silencio lleno de sugerencias?
Ritmo, tempo y compás
El ritmo en los poemas es la alternancia de pulsos fuertes y débiles, un ritmo que acentúa un pulso y desacentúa otro.
- El pulso del poema es la unidad básica para medir el ritmo en la melodía y en el poema.
- El acento es el énfasis que se aplica a un pulso determinado.
- El tempo es la velocidad y la frecuencia con la que fluyen los sonidos.
- El compás es la organización del tempo, de los impulsos y los acentos.
Al leer Morir es verse, sus equivalencias sonoras nos permiten descubrir el ritmo propio en cada poema, donde se destacan los ritmos binarios: 3×8, 6×8. El ritmo de las palabras en la melodía, el ritmo del universo, el ritmo del mar, el ritmo del corazón y el ritmo de la respiración del poeta.
Ejemplos rítmicos
Leamos o, mejor, escuchemos con los ojos:
Ritmo Binario: Hay quien está demandando la muerte… Hay quien demanda la muerte / Saber de su carne. / A quien está retando la herida / Que sabe aliada del cuchillo… (pág. 13, Morir es verse).
El Ritmo de la acción y de los gestos: Hay quien dice nunca creer / en la suerte / Cuando cruza la calle / Y llega a la otra acera y se persigna / Y suspira y susurra. (pág. 13, Morir es verse).
El Ritmo 4/4: Desde mi condición… (pág. 15). Desde mi condición / Tal vez no es condición / Yace lo triste. Y vuelve el poeta y repite el ritmo, buscando el significado… Me doy cuenta que la tierra, / contaminada ya, / y que hay bestias en rezago / y para domar no hay ganas. (pág. 15).
Y el Ritmo 3/4: Bajo la carpa enemiga. (pág. 17). Bajo la carpa, el cuchicheo del otro / en la acera contraria, / me desplazo, nado, y no zozobro en aguas de la burla. / Huyo, huyo, ¡ah qué epopeya tan descalza! Un pedazo de tela azul en el bolsillo derecho / Me recuerda el cielo.
Y el ritmo 6/8 que el poeta alterna en el mismo poema: Me he alejado / a lo lejos me he ido / apocando / con los tuétanos del tullido se hizo el arco por donde paso / entre los cartones que moja la lírica lluvia / siento la dicha.
Y vuelve el poeta a revertir el ritmo de 6/8 a manera de Coda en el cierre: Pobre mi yo, pero sin asociarse al ego, / asiento con la aguda serenidad: / “Quien posee en demasía / se le rebosan cuentas o cántaros / envidia a los mendigos, y rema de manera inexorable / hacia el pillaje” (pág. 18, Bajo la carpa enemiga, Morir es verse).
La sonata en forma de libro
Ritmos, versos, acentos, compases y cadencias del tiempo y del lenguaje desembocan como un río en la forma del libro Morir es verse, con sonoridades que componen una sonata. Una Sonata en Re menor es todo el libro, tonalidad que es el tono de la gravedad, de la ironía, de la muerte y de la tristeza. Es una sonata porque los temas y sus variaciones que vuelven, retornan y desaparecen, conforman los motivos de una sonata.
La forma sonata se caracteriza por una introducción, que se compone con un movimiento lento, casi un adagio, donde se crea la atmósfera emocional del discurso:
Malestar vencido. Adagio, (pág. 9). Aunque ya no esté la alegría / Me gustaría que me cubriese / Un malestar vencido / Y lo que viniere a llegar / Siempre de noche…
Luego la melodía continúa fluyendo hacia el segundo bloque sonoro, que es la exposición, donde se exploran variaciones del tema en diferentes tonalidades. Malestar vencido. Segunda variación. Andante. (pág. 9). Desplazarme y evocar rencos / Hasta hallar los pasos, el recorrido. / A hurtadillas y afantasmado / En la celda que yace el ladrón de misterios.
Y la forma libro-sonata llega a su desarrollo, donde se buscan posibilidades armónicas y melódicas en los temas, creando la tensión necesaria para su progresión. Bajo la carpa enemiga. Andante con brío. (pág. 17). Bajo la carpa, el cuchicheo del otro / En la acera contraria / Me desplazo, nado y no zozobro en aguas de burla…
En el intermedio de la forma sonata-libro Morir es verse, sopla un viento que refresca, un silbo apacible y delicado, un movimiento casi danzario, un minueto que produce un respiro en la lectura: Un bosque huyendo me divierte. Minueto, (pág. 56). Un bosque huyendo me divierte / El cazador ha sido identificado / Ociosas ramas me aburren / Al no entrar en contacto con el viento.
Y al final, como un juego de versos, trina la estrofa: Es mi palabra, espada atravesada, que atraviesa, / La rima cuando le viene en ganas, / Acusada o no de anticuada o aviesa… (pág. 57).
La melodía asciende en la forma libro-sonata, llegando al cuarto tema, donde se exploran nuevas posibilidades armónicas y melódicas, y las variaciones de movimientos son un scherzo en tensión con las cadencias y el movimiento del lenguaje: Me imagino que lo que me cubra. Scherzo, (pág. 54). Imagino lo que me cubra / Sean estos huesos / Y que aquello venga a dañarme / Chille, resbale, ante la imprevista contextura.
La forma sonata-libro continúa con dos variaciones en Adagio y en Andante antes de llegar al clímax final en Crescendo y, luego, una Coda. La cunita amaneció con gran sueño. Andante adagio. (pág. 47). La cunita amaneció, gran sueño, un muerto estaba debajo de ella, sopleteándole, hablándole con pomposidad sobre quien nace, narrándole la aburrida historia del que muere sin familiares contando las malas prácticas, el llanto, y la esperanza que se acumula en paredes de hospitales, la cunita tenía bellas orejas que competían con el saxo del vecino…
Con énfasis, la melodía del libro-sonata sube en un crescendo con mucho brío y en un ritmo trepidante, donde confluyen los temas de todo el libro: Cuerpos tirados. Scherzo in crescendo. (pág. 36). Cuerpos tirados, cuerpos marcados por rúbrica de una caligrafía / absurda, cuerpos recogidos por la esperanza, cuerpos lanzados / hacia el cansancio que vitupera los nervios, cuerpos recogidos / por familiares sin esperar llegadas de fantoches médicos legistas, / cuerpos albergados por las actas de defunciones firmadas por temblorosas / manos, cuerpos lujuriosos, cuerpos lujuriosos, cuerpos baleados…
Así continúan las enumeraciones, el ritmo progresivo de los versos en un Scherzo in Crescendo que nos recuerda la Fuga en Re menor de Johann Sebastian Bach, la Fuga de la muerte de Paul Celan y la Muerte sin fin de José Gorostiza.
Acercarse a la música de los poemas de Morir es verse, leer en cada verso el ritmo, el compás, la melodía, la belleza sonora de los versos como si fuera música, es una plenitud que justifica su lectura.
Plenitud que remata en una Coda: Morir es verse. Coda. (pág. 59). Morir es verse / Acorralado / Por el silencio / Ir sabiendo por monólogo la vida / Que se hace más corta / Y el pestillo de una línea cerrará la garganta. / Sentir ya ahorcado el calendario / Para nosotros / Y que la noche, dulcemente, espere por el otro.
Epifanía. Fulgor. Relámpagos sonoros. Asombro escrito. Música para los oídos es este libro, Sonata en forma de libro, Morir es verse, escrito por el poeta Eloy Alberto Tejera y recién llegado a la luz y a la sensibilidad sonora de todos los hombres.
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