Preguntas de Joel Julio García a Alberto Garrido

¿Cuál crees que es el papel de la poesía en un mundo saturado de información y estímulos?

El de una eterna disidencia en la tierra. La poesía, hoy más que nunca, ante la civilización del espectáculo y el reality show en el que se ha convertido el hombre posmoderno, opone el alma como arma, la capacidad de asombro en un mundo de incrédulos, el oficio de vidente contra la maldad, la alta cultura contra la imbecilidad.

¿Puede un poema sostenerse sin transmitir un mensaje claro o definido?

Un poema se sostiene en la autonomía de su propio universo: las palabras y sus secretas reverberaciones. Puede ser claro o hermético, puede estar lleno de gritos y silencios, de preguntas y respuestas (los poetas solemos tener más preguntas que respuestas). La claridad es una palabra peligrosa cuando hablamos de poesía. 

¿Cómo entiendes la relación entre lenguaje y pensamiento en tu proceso poético?

Más que entenderla, la intuyo. A veces es un enemigo rumor de piedras; a veces son olas y ondas que pasan sobre mí.

Poe mintió descaradamente en su ensayo “Filosofía de la composición” cuando diseccionó los pasos para construir su poema El cuervo. Jamás pudo hacerlo de esa manera. Es un misterio.

¿Consideras que la poesía atraviesa una crisis de significado en la actualidad?

El ser humano atraviesa una crisis de significado. Es el resultado de la incredulidad del mundo posmoderno, de las trampas de la psicología, de la muerte de los grandes presupuestos filosóficos y religiosos, y de los lobbys que han destruido el sentido común. El poeta es un ser humano común en medio de esas crisis universales. Un hombre o una mujer atropellado por este camión de basura que sobrevive, se levanta y escribe. Un monstruo hermoso que escribe y sobrevive.

¿El discurso poético puede funcionar como forma de resistencia frente a la homogeneización cultural?

Si es verdadero, siempre. La poesía es un arma cargada, no sé si de futuro, pero sí de verdad.

¿Piensas que el poeta debe tener presente las connotaciones históricas de las palabras que elige?

¿El poeta elige o es elegido por las palabras? Yo, que soy un vago habitual de la literatura, que tengo 22 o 23 libros publicados no sé cómo (y este año deben de aparecer tres más), pudiera recomendar a un joven escritor que escriba todos los días. Pero ¿se puede acaso escribir poesía como se escribe crítica literaria o reflexiones al pie de Instagram? Un amigo mío tiene un blog que usa “para calentar el brazo”, para que el instrumental técnico no se melle o enmohezca. Él sabe que la poesía viene. O si acaso llegas a ella, tocas a la puerta y ella dirá si quiere abrirte; si eres tú quien ella espera que la alumbre.

¿Qué te sugieren los textos que rompen deliberadamente con las estructuras del lenguaje tradicional?

Hay un movimiento pendular en la poesía en todos los tiempos y en cada nuevo movimiento las estructuras del lenguaje tradicional han sido rotas. Así que es saludable, cuando no solo destruyen, sino que logran crear algo nuevo. La lengua es un organismo vivo y la poesía es su corazón.

En tu obra, ¿qué lugar ocupa la forma en relación con el contenido?

El qué es el cómo en mi obra. Soy obsesivo con eso, gracias a mis maestros. Hay una grandeza en las pequeñas cosas y en la música de las palabras que excavan dentro de esas cosas. El cómo es lo más importante. Shakespeare no tuvo reparos en tomar argumentos de escritores menores de su época y convertirlos en las únicas obras que se recuerdan de ese período. Todo escritor sueña al menos una noche de verano en ser Shakespeare. Tú puedes extraer una muela como un torturador o como un cirujano. Si lo que te importa es solo decir cosas, ahí tienes tu sala de torturas; si te importa el arte, sabes que estás entrando no solo en tierra santa, sino en terra incognita. 

¿Crees que el poeta carga con alguna responsabilidad social a través de sus textos?

Como ciudadano, sí. Tiene derechos y deberes. Como poeta, debe tener cuidado de que sus compromisos sociales no lo limiten. He visto aquí a muchos escritores que me han decepcionado por sus lambonismos políticos, por su manera de ejercer la autocensura. Tal vez porque estaba acostumbrado a ver la censura y la autocensura en otro contexto y por haber sido siempre un rebelde. Tal vez se debe a que en Cuba siempre estuve, como diría el gran poeta Heberto Padilla, “fuera del juego”.

¿Qué consejo le darías a quienes empiezan a escribir poesía en este tiempo?

Que no se apuren en publicar. Que lean y escriban y rompan lo que escriben y vivan y vuelvan a escribir. Así podrán entrar en ese terreno que es la literatura, en el que podrán morir mil vidas y vivir mil muertes. La tierra donde podrán ser libres, enteramente libres. 

Preguntas de Alberto Garrido a Joel Julio García

El oficio de poeta está condicionado por la experiencia de siglos acumulados de poesía. ¿Qué libros clásicos consideras más importantes para tu formación como escritor?

Al principio uno cree que escribe solo, pero hay libros que te agarran del brazo y te arrastran al centro del lenguaje. La Divina comedia construye un más allá del lenguaje. Altazor suelta al idioma en paracaídas. Los heraldos negros lanzan piedras al silencio. Piedra de sol inventa un tiempo circular, y Vlía, ese poema de Freddy Gatón Arce, se habita como una casa sin techo, pero con estrellas. Sin ellos, para mí sería bailar sin música. 

¿Qué libro reconocido mundialmente jamás volverías a leer ni recomendarías?

Algunos libros parecen escritos no para ser leídos, sino para probar la paciencia del lector. Ser y tiempo de Heidegger es uno de esos. Lo leí con un diccionario en una mano y la duda existencial en la otra. Lo respeto como se respeta una tormenta desde una cabaña segura, pero no lo volvería a leer. La filosofía no debería necesitar un machete para ser comprendida. Hay otros, claro, pero con este basta. No quiero que después algunos académicos digan que me dedico a atacar elefantes con alfileres. 

He notado cierta obsesión por definir la poesía en tus publicaciones en las redes. ¿A qué se debe? ¿Cuál es la mejor definición de poesía que has leído?

Insisto en definirla, aunque la poesía es como un pequeño río entre las piedras. Es un intento de atrapar lo que no se deja atrapar. Lezama lo dijo mejor: ¿La poesía? Un caracol nocturno en un rectángulo de agua. Es una ilusión tan real que nos deja con la sensación de que todo lo que decimos sobre ella es una mentira deliciosa. 

¿Qué te hizo escribir poesía? ¿Por qué no escribes otros géneros literarios?

La poesía me eligió, no al revés. Apareció como una forma de responderle al mundo sin explicarlo. Mientras tanto, tengo cuentos que aún no han salido a la superficie; descansan como semillas bajo un suelo tibio, aguardando su estación, pero es la poesía la que me permite andar sin mapa, donde el sentido no se impone, sino que se insinúa. Allí habita lo que no tolera jaulas. 

¿Cuál es el último libro que te afectó más como lector que como escritor?

El oficio de vivir, de enseñar, de escribir, de Norberto Bobbio. Me tocó más como lector que como escritor. Bobbio deja caer una verdad sin levantar la voz: el mundo habla, sí, pero casi nunca se escucha. Ese libro no me enseñó a escribir, me enseñó a desconfiar del ruido. 

¿A qué escritor traerías del infierno o del paraíso para conversar en un café? ¿Qué le preguntarías? ¿Qué le dirías del estado de la poesía actual?

Si tuviera la oportunidad de sentar a Juan Gelman frente a mí, le preguntaría cómo logró que el lenguaje, tan esquivo y a menudo traidor, no solo volara, sino que retumbara en la carne misma del verso. Le hablaría de la poesía actual, atrapada en su propio espejo, donde se ha olvidado de su poder renovador. Le preguntaría si aún es posible escribir algo que siga ardiendo en los ojos de la humanidad.

¿Cuál libro de otro escritor te hubiera gustado escribir?

Me habría gustado escribir El bosque enfrentado de Adrián Javier. Ese libro es un territorio donde las fronteras se desdibujan. Es una selva de palabras donde uno entra por curiosidad y sale con los zapatos llenos de musgo y la gramática extraviada. Allí, la lógica se despinta y el sentido tropieza con raíces invisibles. Este libro te deja con las huellas de algo que no sabías que existía. 

Ya no estás en el grupo Escalera de papel. ¿Qué importancia tuvo este grupo para tu formación?

En Escalera de papel no solo se leía: se conspiraba. Allí supe que escribir es una travesura seria, y que la poesía, si no te despeina, no vale la pena. Era una conspiración alegre contra la rutina del lenguaje. Aprendí a celebrar el error, a escuchar los silencios con la misma atención que las metáforas. Aunque ya no esté, sigo escribiendo como quien baja por esa escalera con una linterna encendida en la lengua. 

En el contexto latinoamericano, ¿en qué posición catalogarías la poesía dominicana que se escribe hoy?

La poesía dominicana avanza, aunque no siempre de la manera que esperamos. Es un viaje con sus baches y sus momentos de claridad. No todo va mal, hay libros que, como una brújula, nos siguen orientando, nos siguen diciendo que hay algo más que esperar, que todavía queda mucho por explorar. 

Imagina que ahora saco una pistola y te obligo a elegir entre estos autores. No puedes decir que los dos. Solo uno. Los poetas de la Generación del 27 en España o los poetas beatniks norteamericanos:

Los del 27, porque no se les cae el sombrero al entrar en el verso.

Huidobro o Neruda:

Huidobro, por lanzarse desde el idioma sin red.

Joan Margarit o Bécquer:

Margarit, porque convierte las ruinas en catedrales y el cansancio en música que uno tararea sin saber por qué.

Whitman o Jaime Sabines:

Sabines, ya que escribe como si confesara un crimen hermoso: amar demasiado y decirlo sin pedir permiso.

Pedro Mir o Juan Carlos Mestre:

Pedro Mir, por hacer que la isla se vuelva página. 

Luis García Montero o Karmelo C. Iribarren:

García Montero, por tener el don de afeitar la nostalgia sin cortarla.

Alberto Garrido o Joel Julio García

La pistola está en el aire, el dedo tiembla, y yo, que suelo esquivar balas con adjetivos, esta vez acepto el reto. Elijo. Claro que elijo. Garrido. No solo porque tiene buena puntería y está al frente del interrogatorio, sino porque escribió Una casa llamada sueño, y todavía intento salir de una habitación de ese libro. Además, entre tanta gloria póstuma, se agradece un poeta que aún respira y hace que uno quiera vivir ahí, entre sus páginas, aunque sea de alquiler. 

Escribe tu decálogo para escritores noveles.

Escribe con las manos sucias: La poesía no se encuentra en la perfección, sino en el caos que la precede.

Desprecia el miedo: Si no te asusta un verso, entonces no lo estás escribiendo bien.

Haz que el silencio te grite: A veces, lo no dicho es más fuerte que todo lo demás.

Lee como si estuvieras revelando un secreto: El buen libro no se abre, se escucha.

La belleza es solo una excusa: La poesía no es para ser admirada; es para ser vivida.

No busques un público, busca una idea: La verdad no necesita aplausos.

Convierte cada error en un poema: La imperfección es solo otro nombre para la revelación.

Que el lenguaje te arda: La palabra debe despojarte, dejarte desnudo.

Escribe para no morir: Si no te cambia lo que escribes, ¿qué sentido tiene?

No finjas que sabes, nunca lo sabrás: La poesía es un camino sin mapa, un destino que no puedes pronunciar.