En diciembre pasado, asistí como oyente a un seminario de investigación auspiciado por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE). Entre los estudios presentados, uno abordaba una de las preocupaciones más persistentes en nuestro sistema educativo: la alarmante debilidad en los niveles de lectura y escritura de los estudiantes dominicanos.

Lejos de ser una revelación, los hallazgos del ponente confirmaban una realidad dolorosamente conocida. Más allá de los índices de comprensión lectora o fluidez, el problema radica en un vacío estructural: una alta proporción de familias no posee ni un solo libro en casa. Aunque también se mencionó un grupo menor con al menos cinco libros, la desigualdad en el acceso al material de lectura sigue siendo una grieta que divide oportunidades y perpetúa el rezago.

A pesar de la familiaridad de los datos y de que muchas soluciones ya han sido propuestas y en algunos casos, ensayadas el desafío no ha sido enfrentado con la determinación que requiere. Resulta imprescindible que se implementen políticas públicas educativas decididas, sostenibles y sistemáticas, que asuman la lectura no solo como un objetivo académico, sino como un derecho fundamental que debe garantizarse desde los primeros años de vida escolar.

Los docentes de educación inicial desempeñamos un papel protagónico en este esfuerzo. Acompañamos a los niños en la etapa más fértil para sembrar el amor por los libros y las palabras. Pero nuestro trabajo necesita apoyo. Los espacios de participación que ofrece el sistema educativo, como las Juntas de Centro, los Comités de Curso y las asociaciones de padres, deben activarse con una visión estratégica para involucrar a las familias en el proceso lector, no como meros observadores, sino como protagonistas en la formación de lectores competentes.

Contamos con recursos valiosos que muchas veces son subutilizados. El currículo del Nivel Inicial incorpora objetivos concretos relacionados con el hábito lector, y las aulas del Nivel Inicial disponen de zonas de biblioteca. Además, los grupos pedagógicos constituyen espacios ideales para sensibilizar y formar al cuerpo docente sobre el impacto de la lectura en la vida de los niños y en su propia práctica pedagógica.

Porque leer no solo enseña a leer: leer transforma. Y cuando ese hábito se modela en los primeros años de vida con gestos, entonaciones, cuentos y miradas compartidas, se construye algo más que conocimiento: se construye vínculo, pensamiento crítico, y ciudadanía.

El país necesita una estrategia nacional de lectura robusta, con presupuesto, formación docente continua, dotación de libros y acompañamiento técnico sostenido. Solo así la lectura dejará de ser un privilegio y se convertirá en lo que siempre debió ser: un derecho garantizado desde la cuna.

Patricio León

Educador y artista multidisciplinario

Patricio León. Educador y artista multidisciplinario. Educador, actor, escritor y músico. Doctorando en Ciencias de la Educación en la Universidad Anáhuac (México), con experiencia en formación docente, educación infantil, gestión curricular y literatura infantil. Ha publicado ensayos, ficción, poesía y teatro. En escena, ha interpretado personajes clásicos y contemporáneos en obras de autores como Beckett, Lorca y Sábato. Su trabajo integra arte y pedagogía, fomentando la formación integral a través de la palabra y el escenario. patricioleoncruz@gmail.com

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