En esta misma secuencia veremos una relación de las otras figuras, más concisa:

1: El teniente y Renato se obsesionan con la abogada Sera Peña Blanca. Renato como amante de ella y el teniente luego de conocerla al interrogarla sobre el crimen de aquel.

2: El teniente y Renato son asesinados.

3: El teniente va al apartamento de Renato, luego de la muerte de este, y se pone sus pantalones. Con ellos puestos morirá: ha ocupado el lugar de Renato.

4: El teniente tiene en sus bolsillos un poema escrito para Sera (pp. 128 y 140), presumiblemente por Renato, pero se sugiere que el autor puede ser el teniente; en fin, un poema de la figura teniente Imanol-Renato-Gustaff; recordemos que Gustaff es poeta también (p. 18). Lo convencional sería que el autor fuera Renato, amante de Sera, pero no estamos en el territorio de esa lógica. El teniente apenas la conoció cuando la interrogó sobre el crimen, pero quedó obsesionado con ella y hasta en la hora de su muerte es a ella a quien recuerda. La voz del narrador extradiegético siembra la duda de si el teniente escribió o no el poema. Al empezar la novela el teniente tiene una libreta en los bolsillos (p.14).

5: El doctor Gideón trabaja con el cadáver del teniente al final, igual que al inicio con el de Renato.

6: Ambos pretendieron interrumpir la boda de Sera. Renato por celos y el teniente porque la creía culpable del crimen.

7: No hay agua en casa del teniente, y de Renato, drogadicto, se dice que no le gusta bañarse.

8: Tanto en la relación de Renato y Sera, como en la de Gustaff y la muchacha flaca sin nombre, y en la del Teniente y Candela, hay una despedida y alusiones a la muerte. En la página 126, que aborda el encuentro sexual de Gustaff y la muchacha flaca, el pasaje «ese acento de asesina que lo está rescatando del silencio y de la culpa, de esa vida paralela que lleva todo ser, aunque lo ignora por la inevitable inercia del día a día» (la cursiva es mía), la palabra «asesina» cobra sentido no porque la muchacha mate a Gustaff, lo cual no ocurrirá, sino porque Sera mata a Renato, al menos en una versión de la historia. Esos dos amantes se revisten en esa cita de las circunstancias fatales de otros personajes con los que se unen en sus respectivas figuras.

9: El teniente sube las escaleras para encontrarse con Sera. El lugar es similar al hábitat de Lubrini, donde Candela sube. La escena mortal entre Sera y Renato también es en un piso al que hay que subir.

10: Página 84: «La muchacha flaca y hermosa dejaba la boda para ser penetrada por el Hombre de Plata», esto indica que Sera es también la joven que vive con La Buela y copula con Gustaff, quien es el Hombre de Plata, de quien se dice también que «tenía en la cara una pena terrible, como si estuviese sufriendo la muerte de un hermano» (ver p. 120). Hacia el final, Sera sueña con el hombre de plata, que es la figura teniente-Renato-Gustaff.

11: Es cuando Renato muere que el teniente puede ocupar su lugar como el que desea a Sera (aunque no tendrá una relación con ella), como el que quiere interrumpir su boda (como pretendió Renato) y comparte el desenlace fatal de este ser asesinado.

12: Las relaciones de orden amoroso o erótico entre las figuras principales son Renato-Sera, Gustaff-Lubrini, Gustaff-muchacha flaca, teniente-Sera (solo deseada), teniente-Candela. Esta última es de cliente y prostituta, pero ella recibe con turbación la noticia de su muerte, queriendo haber tenido un vínculo más cercano (p.131). Las relaciones terminan con muerte, desaparición o escape; fluyen en un mismo viaje al agujero negro.

13: Sera Peñablanca, abogada de clase alta, mata a su amante Renato con un cuchillo de cocina y se libra de cualquier responsabilidad al sobornar a las autoridades policiales. Se casa por negocios familiares, sin amor, con Luciano. Tiene fantasías sexuales con varios hombres. Es deseada obsesivamente por el teniente, quien apenas la conoció. Por otro lado, está la muchacha flaca, personaje sin nombre, aunque tiene más presencia en la novela que otros personajes fugaces con nombre y apellido. Vive con La Buela y Ánforo. Tiene un encuentro sexual con Gustaff, le pide marcharse con él y al final decide irse donde una prima para luego tomar una yola hacia Puerto Rico. Estos personajes cristalizan en un patrón similar de voluptuosidad sexual y transformación dramática de su situación personal.

14: Que Lubrini y Candela son una unidad queda claro cuando Gustaff le lee a Renato «un poema que hablaba de piscinas llenas de alacranes, mientras las efemérides solitarias destrozaban la inmensidad virgen de un rocío joven que apenas tartamudeaba» (p. 18). Esta es una alusión al relato místico de Rotóvolo y Trazza (pp. 79-85). Se cuenta allí la creación de Candela-Lubrini: «La pobre mujer […] susurra Candela, hija mía» (p.83), y luego: «Aquel patito feo y rosado fue destinado a llamarse Lubrini» (p. 85). La comadrona es La Muda: «La mujer imprescindible queda muda» (p.83). De Candela se cuenta, en otro parte, que es hija de la dominicana Rotunda de los Santos, muerta al parir, y el haitiano Jean-Marie Pieggot, alias Francisco Ruiz (p. 35). Fue criada, «con mucha brujería alrededor y sin creer en Dios», por su tía La Muda, a quien el cáncer le pudrió la boca y falleció cuando Candela tenía 10 años (p. 35).

15: Se cuenta que Candela empezó a repartirse en las casas de La Buela y Doña Caridá (p.36). En la página 74 se especifica, sin embargo, que su tía La Muda la dejó al cuidado de La Buela. Aunque Candela es parte de la familia, de manera adoptiva, tanto de La Buela como de Doña Caridá, no participa en el mismo nivel de realidad de Renato y Gustaff; no se encuentra con ellos ni con la muchacha flaca en ningún momento; sí con Ánforo. En lugar de ser contradicciones, se trata de posibilidades de la historia de Candela.

16: El Coro de las Mamasijaya, llamado también «El Coro de las Hermanas», «las bestias», etc., es una voz colectiva y hermética de mujeres que viven con Doña Caridá que no son identificadas con claridad por el narrador. Esta figura se revela de forma explícita en su naturaleza plural.

Otros personajes no responden al formato de la figura; pululan en un ámbito secundario, pero comparten parte de los rasgos de otros o sus actos y palabras se mueven en una zona de tinieblas, como los doctores Gideón Illset y Macoserio Tarántula; Ánforo Castratte, tío de Renato y Gustaff, quien violó a Candela cuando esta era adolescente; el padre de Lubrini que no opina de nada; Luciano L. Maravilla: novio y luego esposo de Sera, de clase alta. Se resalta que a la mañana siguiente de la boda se va sin explicación —la desaparición, por muerte, escape o salir sin rumbo es común en la novela: el teniente y Renato muertos, Gustaff y la muchacha flaca se van, Luciano se ha marchado de la luna de miel, Lubrini ha desaparecido; Candela es quien permanece en su hábitat, cuyas circunstancias permanecen intactas—; Martina Buenombre, esposa de Gideón; agente Aceituno, quien trabaja con el teniente y finalmente cubre su cadáver; el capitán Rosanna; Fello González (amigo de Renato).

IV

Aunque Reynolds Emmanuel Andújar, performero, narrador, dramaturgo, ensayista, catedrático, ya venía cosechando lauros con su novela El hombre triángulo (2005) y sus cuentarios El factor carne (2005) y Amoricidio (2007), se convirtió, a partir de Candela, en un escritor dominicano paradigmático del siglo XXI. Su estrategia narrativa se situaba a la par de grandes novelistas internacionales. El tiempo ha confirmado y ensanchando su precoz talento, con multitud de distinciones. La magia mayor de Candela es la inmensa contribución que hizo al género de la novela en República Dominicana, que ha tenido una tortuosa historia.

En su libro La novela dominicana 1980-2009. Perfil de su desarrollo, Avelino Stanley divide en dos la historia del género de la novela en nuestro país, tanto en términos cuantitativos cuanto cualitativos. En primer lugar, desde la fundación de la Republica en 1844 hasta 1979, y en segundo término desde 1980, con la publicación de la novela Solo cenizas hallarás, de Pedro Vergés. Es esta novela, para Stanley la que genera una ruptura con los desfasados recursos del siglo XIX con que aun escribían los novelistas dominicanos, a saber, el uso casi absoluto del narrador omnisciente en tercera persona, normalmente juzgando la historia desde una perspectiva moral o pedagógica; el manejo lineal del tiempo; la aplicación de fórmulas criollistas, realistas, costumbristas y nacionalistas hasta muy tarde en el siglo XX, cuando ya incluso la novela latinoamericana había encabezado una renovación mundial con el Boom. Otros críticos, como José Alcántara Almánzar en Narrativa y sociedad en Hispanoamérica y Bruno Rosario Candelier en Tendencia critica de la novela dominicana coinciden en que hasta 1979 en República Dominicana se seguía escribiendo con los vetustos y ya inútiles moldes del siglo XIX mientras el ambiente literario internacional experimentaba constantes transformaciones. Andújar deviene en una piedra angular para la inserción de la novela dominicana en el horizonte más actual de las técnicas literarias y en el mapa literario internacional.

La novela que nos ocupa se divide en 4 capítulos titulados: «Aquel tiempo, el primero», «Tatuajes de puñal», «El tiempo marginal», «Desde el frente local» y un Epílogo titulado «Los damnificados». Esta división evoca La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa; también en el dilema moral del teniente Petafunte ante la muerte de Renato y la connivencia de sus superiores hay una reminiscencia de la actitud del teniente Gamboa ante la muerte del cadete Ricardo Arana «El Esclavo», en la novela del Nobel peruano. Candela bebe de los protagonistas y antecesores del Boom. El cataclismo mortal que se acerca al país y los nombres extraños, ridículos, cómicos y casi siempre con apellidos (Imanol Petafunte, Macoserio Tarántula, Luciano Maravilla, Jorge Rapacuello, etc.) remiten a García Márquez y Rulfo. Más allá de las posibles influencias en esta novela de Andújar, su sello se gestó, en esta y otras creaciones, en un abrazar íntima y ferozmente el español dominicano. Recoge palabras y frases que permanecen en la oralidad dominicana, y otras que han perdido vigencia, aunque eran comunes en la década de los noventa, que es donde se ubica temporalmente la historia (el huracán sin nombre sería el Georges, de 1998), como «men», mencionada varias veces, incluso por Renato ante Sera, que es mujer, así como por José Levi ante el teniente. Esta forma coloquial de llamar a un interlocutor, sonido en español de la palabra inglesa «man», que significa «hombre», la escuché mucho en mi infancia en la República Dominicana, pero ya no es muy usada. Hay un vasto repertorio de palabras y expresiones locales que se ponen no solo en boca de los personajes, sino en la del narrador que todo lo sabe: «se encueran», «bolsa», «trotes», «güevo», «teriquito», «chichigua», «singando», «motoconcho», «no me cuadran», «grajo», «panas», «quitao», «encojonada», «jeva», «meter mano», «dende», «asidente», «se viene», etc.

Otras cuestiones del estilo prosístico de Andújar que llaman mi atención son la elección de un narrador omnisciente en la mayor parte de la obra. Lejos de constituirse en un dios moralizante ofrece una mirada panorámica sobre todo acontecer para que el lector pueda atar cabos. Ahí radica su motivación, en ser un recurso práctico, no tradicional. Este narrador recoge los pensamientos de algunos personajes de forma lírica, como los de Gustaff (pp. 15, 16), y organizada, como los de Candela (pp. 132,133). Mayormente predomina un lenguaje indirecto libre. Para las escenas sexuales se reserva algunas veces un lenguaje poemático que contrasta con la crudeza de otros pasajes. Se cambia la tipografía a cursiva en los pasajes escritos Lubrini y en el poema de Renato.

Los diálogos descargan la seriedad de las tragedias. Suelen ser burlescos, de una lucidez inoportuna, como cuando el teniente agonizante dice que ojalá sea un ciclón batatero el que llega al país. Desde un punto de mira, algunos pasajes podrían ser más convincentes, como cuando el teniente y Gustaff están en las inmediaciones de la Catedral, pero es cierto que, en esta novela de figuras y casualidades, el recurso del deus ex machina puede no ser tomado tan en serio, porque también hay un trueno de humor negro respecto a la propia experiencia de narrar. Lo mismo puede decirse del balbuceo de Renato al morir. Luce que casi se llega al melodrama, pero es realmente un acto sarcástico. Candela se balancea en el contrapunto perpetuo.

En la novela hay mucha gente en constante movimiento (y no para bien de ellos); a todos están sobreviniéndoles acontecimientos grises, y hay un peligroso huracán avanzando hacia la República Dominicana. No hay nadie en un estado contemplativo. Hay muertos, amenaza de muerte, puñaladas, miseria, santería, maricones, falta de agua, falta de energía eléctrica, a uno le falta una mano, prostitución, estupro, corrupción, tráfico de influencias, uno no se baña, otro está desquiciado, a otra no la quieren porque es haitiana. Hay mal olor, hay balazos, hay mugre, hay miedo. Se disecciona la cultura dominicana en la sexualidad y los cultos religiosos, en las clases sociales, en los géneros, en la negritud. En ese escenario desfilan los «personajes», en una atmósfera de fatalidad, marginalidad, corrupción, discriminación, hipocresía y familias disfuncionales que en un momento será llamada Mierdópolis. Ese retrato descarnado de la realidad dominicana, que es uno de los grandes aciertos y atrevimientos de la novela, ha tenido como consecuencia que hayan primado lecturas de esta obra en clave sociológica, como si fuera meramente una obra de denuncia de las amarguras y las hipocresías dominicanas.

He querido respetar, pero guardar distancia de esas interpretaciones en este trabajo. Es cierto que Candela muestra con mordacidad la verdadera y adolorida República Dominicana, pero también es una obra de arte que merece mayor atención en el logro estético de cómo fue concebida y escrita. A mí me parece, y así he querido demostrarlo, que Candela, sobre todo, es una novela de acertijos.

Bibliografía:

Andújar, R. Candela. (2020). Corregidor.

Fuentes, C. (2019). Julio Cortázar y la sonrisa de Erasmo. En RAE y ASALE (Eds.). Rayuela: Edición Conmemorativa (1ra. ed.). RAE.

Steinberg, J. (s. f.). Articulaciones para armar: Del coágulo a la figura en Julio Cortázar. [Senior Thesis, New York University]. Academia.

Juan Herández Inirio

Escritor, profesor y gestor cultural

Juan Inirio es escritor, profesor y gestor cultural. Nació en La Romana, República Dominicana, en 1991. Ex director provincial de Cultura de La Romana, fundador de la Feria del Libro de esa ciudad y de la Fundación Modesto Hernández (MODHERNA). Es Licenciado en Educación mención Letras, Magna Cum Laude, por la Universidad Dominicana O&M. Tiene un máster en Cultura Contemporánea: Literatura, Instituciones Artísticas y Comunicación Cultural por la Universidad Complutense de Madrid y la Fundación Ortega-Marañón. Ha publicado los libros Cantar de hojas muertas, Musa de un suicida, El oráculo ardiendo, La insurgencia de la metáfora. Treinta poetas de los años sesenta y El nieto postizo. Textos de su autoría han aparecido en periódicos, revistas y antologías latinoamericanas. Ha dictado conferencias en República Dominicana, España e Italia. Su trayectoria le ha merecido diversos galardones, entre los que se destacan ser declarado como ¨Hijo distinguido de La Romana¨ en 2017 por el ayuntamiento de esa ciudad y ser reconocido por la Academia Dominicana de la Lengua en 2019. jhernandezinirio@gmail.com

Ver más