En el discurrir de la Guerra Restauradora en la localidad extramuros de la ciudad de Santo Domingo, se produjeron importantes combates que cortaron la ruta de abastecimiento  del Ejército colonial en sus esfuerzos por dirigirse y apoderarse de Santiago, que era el centro de la revolución. Esta soslayada hazaña fue vital, con la participación de centenares de criollos bajo la dirección de los comandantes Eusebio Manzueta y Marcos Adón, que encabezaban la línea de combate Ozama, con operatividad desde Haina hasta Pajarito (Villa Duarte) y la Barca de Santa Cruz (La Barquita), incluyendo las áreas de Yamasá, Guanuma y Monte Plata.

Tras la batalla del 6 de septiembre de 1863, la ciudad de Santiago fue tomada por los dominicanos, estableciéndola  como su cuartel general y capital de la República en armas. A partir de entonces la estrategia colonial consistió en tratar de desalojar a los criollos de Santiago y su  periferia. Pedro Santana con varios miles de soldados, desde la Capital se dirigió hacia el camino de Guanuma para tratar de infiltrarse en el Cibao y aplastar el movimiento rebelde en su cuna.  En esos urgentes instantes no contaban con una flotilla suficiente en el puerto para marchar con tropas rumbo al Cibao.

De acuerdo con el general español José de la Gándara, Santana salió con 2,100 hombres con el propósito de atravesar la Cordillera Central e introducirse en el Cibao por Cotuí o Bonao.  Acentuaba que la falta de provisiones, transportes y refuerzos: […] obligaron al general Santana a permanecer más tiempo del conveniente en unos parajes que cada día suscitaban nuevos embarazos y mayores dificultades”. (José de la Gándara. Anexión y Guerra de Santo Domingo.  Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo, 1975. pp. 31-33, 41). Cerca de seis meses se mantuvo Santana tratando de alcanzar su objetivo de manera infructuosa.

Lo cierto es que el operativo de llegar al Cibao por el camino de Guanuma se empantanó por la resistencia de las guerrillas volantes criollas, que siempre presentaron hostilidad, como lo reconocía el propio general Gándara cuando apuntó para la historia:

“Porque entre los campamentos y la capital se extendía a orillas del Ozama una tierra cubierta de impenetrables bosques, habitada por gente suelta y reñidora, como la de Haina y San Cristóbal, cuya más agradable y precisa ocupación era acechar el convoy y disparar a tenazón la carabina. Este tiroteo habitual, a medida que el país se iba levantando contra nuestra dominación, había tomado tales proporciones de seria escaramuza y luego de combate, que en rigor podía decirse que Guanuma y Monte-Plata estaban incomunicados con Santo Domingo”. (José de la Gándara. Obra citada. p. 145).

Gándara el más aguerrido de los gobernadores españoles, al momento de escribir su obra admitía el éxito de las guerrillas en las comunidades limítrofes a la ciudad intramuros. El capitán hispano Ramón González Tablas en su libro sobre la guerra, coincidía con Gándara en lo difícil que se tornó para  ellos cruzar la indicada zona:

“Las tropas establecidas en el Seibo recibían sus víveres y socorros de todas especies de la capital. Apenas se salía de esta, se pasaba el río y se dejaba atrás el pueblo de Pajarito para ir a Guerra, se tomaba un camino bastante ancho y cómodo que atravesaba un inmenso bosque que en el país llaman Montegrande. A izquierda y derecha de él había unos altos paredones, formados por árboles seculares que recorrían unas cuantas leguas y que estaban rodeados de maleza, bejucos y otras mil enredaderas. Allí aguardaban siempre emboscados los del país el paso de los convoyes a los que traidoramente hacían muchas bajas”. (Ramón González Tablas. Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo.  Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo, 1974. pp. 317-318)

Los insurgentes les tenían bloqueado el camino de acceso al Cibao y el Seibo. La línea del Ozama estaba dirigida por Eusebio Manzueta y Marcos Adón.

El gobernador Felipe Ribero ordenó una concentración de tropas coloniales en Santo Domingo, temeroso de un asaltó a la ciudad amurallada. En realidad los rebeldes no tenían el material bélico necesario para esa acción, pero mantenían en asedio permanente a las tropas de Santana en Guanuma. Este no podía avanzar, los insurgentes se encargaban de cortar todo el suministro, que se hacía por la vía de los ríos de la zona y por caminos que se tornaron intransitables para el Ejército colonial. Además los rebeldes se presentaban en actitud beligerante frente a las murallas de la ciudad.

A finales de 1863, en la prensa madrileña se publicaban informaciones de Santo Domingo, sobre las dificultades para el avance hacia Santiago:

“Nuestra gente animadísima; tenemos algunos enfermos que se atienden lo mejor posible hasta que se puedan ir mandando al Yabacao. El deseo general es de marchar adelante, y nadie se ocupa de riesgos ni fatigas, sino de la gloria de volver a elevar nuestra bandera sobre las ruinas de Santiago y de devolver a este desgraciado país, mal que pese a una parte sus hijos la paz y bienestar de que empezaba a disfrutar bajo su sombra”.  (La Discusión.  Madrid, 25 de diciembre 1863).

El historiador Manuel Ubaldo Gómez, logró entrevistar a combatientes de la Restauración, comentó sobre las actividades de los insurgentes a finales de 1863:

“Para estos días el general Marcos Evangelista Adón dominaba toda la parte inmediata a la Victoria, pueblo fundado durante la guerra, dificultando con ello la  navegación del Ozama y el Yabacao por donde iban los convoyes al campamento de Guanuma”. (Manuel Ubaldo Gómez. Resumen de la historia de Santo Domingo.  Editora de Santo Domingo. Santo Domingo, 1983. p. 214).

El río Yabacao era vital para él envió de refuerzos, material bélico y provisiones al Ejército que se mantenía estancado entre Guanuma y Monte Plata, también  el regreso de los heridos y enfermos. La guerrilla de Marcos Adón tenía como objetivo sabotear esa línea de abastecimiento. El 18 de febrero 1864, la prensa madrileña insertaba una nota del periódico colonial de Santo Domingo, La Razón,  del 16 de enero, anunciando como los rebeldes inutilizaron el vapor Majestad, que pretendía llevar refuerzos a las tropas coloniales, aunque alegaban ganaron el combate, se establecía que:

“El 9 al amanecer salió de este puerto el  vaporcito como de costumbre, con municiones y víveres para el campamento de Monte-Plata, a cargo del factor de administración militar don Modesto Riverón, y custodiado por solo 20 hombres del regimiento de España, al mando del teniente don José Pareja. A las diez de la mañana, y como a una legua del campamento del Yabacao, una fuerza rebelde, que el capitán del vapor calcula en 250 hombres, atacó al buque repentinamente desde la orilla con un fuego de fusilería que ocasionó algunas bajas en la escasa tripulación; pero esta, a pesar de la sorpresa, contestó enérgicamente, mientras el referido capitán ordenaba poner en juego la artillería del buque para defenderlo como para la alarma al campamento vecino”.

La nota tomada de La Razón,  concluía con las “albricias” que los rebeldes no pudieron tomar el vapor Majestad:

“El vapor Majestad llegó a este puerto en la tarde del mismo día 10, mostrando en sus jarcias y obra … los obstinados esfuerzos de que había sido objeto por parte del enemigo y el encarnizamiento con que fue atacado por este”. (La Epoca,  La Esperanza,  La Iberia, El Clamor Público.  Madrid, 18 de febrero 1864).

Esto significaba que aunque el barco fue atacado solo con fusiles, se inutilizaron entre otros los palos y las vergas responsables de las velas de la embarcación.  Esos ataques, se hicieron rutinarios para evitar el reabastecimiento de las tropas anexionistas. Manuel Rodríguez Objio, el cronista militar de la guerra, resaltó que las avanzadas revolucionarias que operaban desde Haina a Santo Domingo, las dirigía Marcos Evangelista Adón. (Manuel Rodríguez Objio. Luperón e historia de la Restauración.     Editorial El Diario. Santiago, 1939. T. I p. 216). Gregorio Luperón también se hizo eco de la victoria sobre el vapor Majestad:

“El comandante Marcos Adón, atacó el vapor de río que remontaba por el Ozama hasta la boca del Yabacao, causándoles grandes bajas y muchas averías; quedando el vapor paralizado por más de cuatro horas, enredado en los árboles de las orillas”. (Gregorio Luperón. Notas autobiográficas y apuntes históricos.  Editorial El Diario.  Santiago, 1939. T. I  p. 240).

El tránsfuga Antonio Abad Alfau, el 5 de marzo enviaba un oficio al gobernador colonial, manifestándole que los campamentos de Monte Plata y Guanuma, se tornaban inútiles:

“El largo tiempo que ha transcurrido desde que ocupamos este punto habrá probado a V. E. suficientemente que su posesión no había impedido el que la insurrección se propagase al Seibo, se sostengan los del Ozama, Yamasá, Botados, Isabela e Higuera, todas ellas en perfecta comunicación por diferentes puntos, y que  nos tienen completamente encerrados con el alejamiento y rebelión de los habitantes de Sabana Grande y demás puntos de tránsito a la barca de Santa Cruz, que en mi concepto son los que atacaron el último convoy”. (Adriano López Morillo. Memorias sobre la segunda reincorporación de Santo Domingo a España.  Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo, 1983. T. III p. 17).

Abad Alfau admitía los rebeldes los tenían encerrados en las comunidades periféricas a la ciudad. No obstante,  fue enviado de nuevo en el mes de junio con tropas para tratar de reforzar a los estancados en el campamento de Guanuma. La prensa ministerial tergiversaba el asunto planteando que Abad Alfau, “derrotó” a los rebeldes y regresó en dos días a la ciudad. Lo cierto es que no pudo avanzar, veamos la información en la prensa oficialista desde la metrópoli:

[…] habiendo dispuesto que el 14 saliera de la capital una columna de 1,000 hombres al mando del mariscal de campo D. Antonio Alfau, dicha fuerza había recorrido el territorio de la Isabela, destruido el campamento del rebelde Manzueta, deshecho la trinchera que los insurrectos habían construido en el paseo de Santa Cruz y regresado a los dos días sin otra novedad que la de haber tenido un muerto y cuatro heridos en el tiroteo sostenido en varios puntos”. (La Epoca.  21 de julio 1864).

Ocultaban que la misión de Abad Alfau era llegar a los campamentos coloniales de la zona. Era ilógico que para un área de guerra se enviara un contingente muy poderoso, para patrullar por solo dos días. Al final se escapa algo de la verdad, cuando se advierte las tropas sostuvieron “tiroteo sostenido en varios puntos”.

Los rebeldes de manera sorpresiva realizaban actividades de ataques próximo al interior de la ciudad, lo que llenó de pánico al Ejército colonial y se ordenó construir fortificaciones en sus alrededores, en Pajarito (Villa Duarte), Montes de Galindo (próximo a Villa Francisca) y en San Carlos (El Clamor Público.  21 de abril 1864). Adriano López Morillo, oficial del Ejército colonial, en su libro sobre la guerra apuntó que el general Gándara cuando entró a la ciudad amurallada el 31 de marzo: “Desde los muros de la Capital veía Gándara cómo algunos atrevidos corredores del enemigo se acercaban a nuestras alambradas”.  (Adriano López Morillo. Obra citada, p. 26).

Eusebio Manzueta enviaba proclamas a los habitantes de la ciudad instándoles a unirse a la revolución. Esta actividad repercutió en Madrid, diarios oficialistas empezaron a cuestionar la actitud de Manzueta, en una nota publicada por  periódicos madrileños:

“Casi diariamente, da parte Manzueta de haber ganado una batalla y se ha hecho creer al pueblo ignorante que la rebelión posee una escuadra de guerra, la cual bloquea a Santo Domingo, como también que ahorcamos los prisioneros”. (La Unión.  Madrid, 7 de marzo 1864).

Tergiversaban la noticia, en realidad los rebeldes tenían bloqueado el envío de refuerzos y vituallas a los campamentos de Monte Plata y Guanuma, a través de las guerrillas volantes que operaban en el área del Río Yabacao. Era cierto que fusilaban rebeldes y ciudadanos sospechosos eran apresados y enviados prisioneros a Cuba y Puerto Rico.

Ante la persistencia de la resistencia en la periferia de la ciudad amurallada, y las proclamas de Manzueta exhortando a los criollos a unirse a la rebelión, el tristemente célebre obispo Bienvenido Monzón, envió una carta pública de sonsaca a Manzueta, tratando de quebrantar su actitud de promover  la resistencia en el área. Se decidió le respondiera Ulises Francisco Espaillat a nombre del Gobierno Restaurador, rechazando sus pretensiones. (Emilio Rodríguez Demorizi. Actos y Doctrinas del Gobierno de la Restauración.   Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 1963. p. 95).

Manzueta y Adón eran naturales de esas zonas y las conocían muy bien. Por eso insistieron que Manzueta volviera a su redil, para que condujera las tropas coloniales por un lugar que pudieran penetrar a la Cordillera Central sin mayores inconvenientes.

El 4 de marzo Manzueta logró un importante triunfo en el cantón del Ozama, pero requería pertrechos. Sobre el particular Rodríguez Objio añadía: “Que el comandante Marcos E. Adón batió un convoy de remesa de soldados compuesto de 300 hombres en Sabana Grande, matando 35 soldados y cinco caballos, y tomando 12 prisioneros. Que hacen falta pertrechos”.  Informaba el 18 de mayo, Adón y sus tropas hostilizarían al enemigo en Monte Grande. Adón se preparaba para ocupar a Guanuma el 10 de junio, fue tomada. Manzueta estaba alerta porque esperaba la reacción colonial. Mientras Marcos Adón colocó una pieza de artillería en el puesto estratégico de la Barca de Santa Cruz. (Manuel Rodríguez Objio. Obra citada. pp. 168, 190, 194-195).

Se hizo muy difícil el reabastecimiento colonial a través del Rio Yabacao. La jefatura decidió buscar otras alternativas para el ataque a Santiago. En la metrópoli, el periódico reaccionario La Epoca,  publicaba la siguiente información:

“Según cartas de la Habana, el brigadier Espinar trae el encargo de pedir refuerzos y aun aconsejar el abandono de la isla porque la insurrección no cede y las enfermedades producen bajas enormes. El medio de triunfar sería desembarcar en Monte-Cristo para atacar a la insurrección en su propio terreno. Más para esto faltaban fuerzas”.  (La Epoca, 18 de febrero 1864).

En aquellos momentos los anexionistas se convencieron, no era posible la ruta de Guanuma para penetrar al Cibao. Se dispuso organizar una gran expedición desde Cuba, con más de 8,000 soldados para tomar a Montecristi y avanzar hacia Santiago, invasión que sería dirigida por el nuevo capitán general José de la Gándara. Lograron tomar a Montecristi en mayo, pero con muchas bajas. No obstante, la incursión cobró sus efectos negativos en los patriotas, que se sintieron desmoralizados.

El capitán general Gándara aprovechó la oportunidad para ofrecer negociaciones, pero la única propuesta era que los dominicanos se rindieran. El presidente Pepillo Salcedo  pretendió se aceptara la oferta, lo que provocó graves desavenencias en el movimiento insurgente, cuyo resultado final fue su derrocamiento y el ascenso de Gaspar Polanco, quien reactivó la acción revolucionaria y los dominicanos pasaron a dominar la guerra. Ya en diciembre el Congreso español empezaba a discutir la salida de Santo Domingo.

Bajo el nuevo auge revolucionario que proporcionó el Gobierno de Polanco, las guerrillas que rodeaban a Santo Domingo también tomaron mayores bríos. El Boletín del Gobierno Restaurador,  desde Santiago, informaba el 20 de octubre:

“A ULTIMA HORA. Según las últimas comunicaciones recibidas de los campamentos del Este, los españoles no pueden asomar la cabeza por ninguna parte, y las guerrillas que destaca sin cesar el bravo General Marcos E. Adón, llegan a vista de las murallas de Santo Domingo”.  (Emilio Rodríguez Demorizi.  Diarios de la Guerra Dominico-Española de 1863-1865.  Centenario de la Restauración. Homenaje de la Fuerzas Armadas. Santo Domingo, 1963. p. 225).

Marcos Adón en su condición de subjefe de la línea de operaciones del Ozama, el 30 de octubre, lanzaba una proclama a los pueblos de Pajarito y Guerra instándolos a unirse a la revolución casi triunfante, les planteaba entre otros aspectos:

“Nuestra causa no es ya una empresa incierta ni casual en su éxito: su triunfo es un hecho infalible, y el cual no violentaremos para dar lugar a nuestros hermanos que, ya alucinados con mentiras, ya comprometidos por la opresión con que se les retiene, tengan lugar de cumplir con su deber y enorgullecidos puedan decir mañana: “Fui soldado de la segunda cruzada de nuestra Independencia”.  (Emilio Rodríguez Demorizi. Actos y Doctrinas del Gobierno de la Restauración.   p. 202).

El memorable 11 de julio de 1865, cuando el Ejército colonial huyó en horas de la madrugada de la ciudad de Santo Domingo, las primeras tropas que penetraron a la ciudad varios días después, fueron las del Sur dirigidas por José María Cabral y las de la periferia que encabezaban Eusebio Manzueta y Marcos Adón. Salvo algunos errores políticos de Cabral, todos se mantuvieron fieles a los ideales de la patria liberada y lucharon contra los posteriores  intentos de Báez de anexar el país a los Estados Unidos, en su tiranía de seis años. Inclusive Manzueta fue fusilado en esta jornada y Adón murió en el exilio.

Eusebio Manzueta era natural de Yamasá, Marcos Adón de la Victoria. La sociedad dominicana agradecida ha dedicado dos populares calles de la ciudad de Santo Domingo con sus nombres proceros. También la fortaleza del Ejército en Monte Plata lleva el nombre de Eusebio Manzueta, mientras en Yamasá y San Francisco de Macorís dos  escuelas tienen su nombre y en La Victoria una escuela ha sido designada como Marcos Adón. Muy bien.

No obstante, siendo ambos combatientes en las zonas periféricas de la Capital, ahora que se piensa extender las líneas del Metro de Santo Domingo a Los Alcarrizos y Punta en Villa Mella, sería un loable homenaje a estos héroes designar dos de las nuevas estaciones con sus nombres en reconocimiento a la gran responsabilidad que contrajeron y cumplieron de extender la Guerra Restauradora en toda la localidad extramuros de Santo Domingo. La pólvora patriótica de ellos también alcanzó al Ejército colonial en el territorio de las nuevas estaciones del Metro.

Santiago Castro Ventura

Médico e historiador

Médico, historiador.

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