“Culpar a los otros
es patrimonio específico
de los corazones inferiores”.
Horacio Silvestre Quiroga Forteza (1878-1937) nació en el último cuarto del siglo XIX y apenas llegó a vivir casi cuatro décadas del siglo XX, su vida y su obra a casi cien años de su muerte ejerce un atractivo sobre todos los escritores, está considerado como el mejor escritor uruguayo de la literatura argentina.
Vivió en soledad, en el murmullo de la selva escuchando el canto de los pájaros, junto a la vegetación y el clima sofocante.
Su vida estuvo marcada por la tragedia desde su nacimiento, tenía apenas dos meses de vida, cuando su padre se mató de un escopetazo. Su madre Pastora Forteza se vuelve a casar en el año 1891 con Mario Barcos, quien en 1896, tuvo un derrame cerebral y queda paralítico y se vuela la cabeza de un escopetazo casi en presencia de Horacio.
En 1901 sus dos hermanos mueren de la fiebre tifoidea y estando en El Chaco y ayudando a su amigo Federico Ferrando a limpiar un revólver lo mata sin querer. Absuelto de culpa, deja el Uruguay y se va a la Argentina donde ejerce de profesor a la vez que publicaba en Caras y Caretas, PBT Tipos y Tipetes y el diario La Nación.
Era fotógrafo, gustaba del ciclismo y la química, algunas de sus pasiones. Con la herencia de su padrastro se va a París, de donde regresa sin un céntimo.
La “Oda a la desnudez” de Leopoldo Lugones lo deslumbró. Se relaciona con escritores e intelectuales, su primer libro Los arrecifes de coral se lo dedica a Lugones, quien le propone que sea su fotógrafo en un viaje para estudiar Las Misiones Jesuíticas de San Ignacio y queda deslumbrado.
Compró una chacra o granja para dedicarla a la agricultura de 185 hectáreas sobre el Alto Paraná, plantó un tacuaral que es una especie de bambú de cañas huecas, leñosas y resistentes, que alcanzan los doce metros de altura y un yerbatal de mate, planta originaria de Argentina, Paraguay y Uruguay.
(La palabra mate nace del término quechua 'matí' que significa calabaza, ya que el recipiente originario para tomar esta bebida estaba hecho con la piel de esta hortaliza).
Horacio era muy creativo, hizo un taller, construye su propia casa de madera, sus muebles, inventó un aparato para extraer caucho, un mecanismo para matar hormigas y un método para destilar naranjas, y una embarcación llamada Gaviota, una casa de piedra para su suegra que no quería dejar sola a su hija.
Era profesor de literatura y se enamoró de una de sus alumnas Ana María Cires que vivía en Banfield, se casaron el 30 de diciembre de 1909 y se instalaron en Misiones. Fue Juez de Paz anotaba los nacimientos y defunciones en papelitos que guardaba en una caja de galletas.
En 1911 nació su primera hija Egle y Darío al año siguiente, pero en febrero de 1915, la desgracia vuelve a asomar a su vida, se suicida su esposa con una sustancia que él usaba para revelar las fotos, tenía apenas veinticinco años. Ella está sepultada en el cementerio de San Ignacio.
¿Tendría algún presentimiento la madre de Ana María Cires, su hija no quería vivir allí, y ella no quería dejarla sola con el escritor?
Horacio regresa a Buenos Aires y vive miserablemente en un sótano.
Obras:
1917 Cantos de amor, de locura y de muerte
1918 Cuentos de la selva
1921 Anaconda
1924 El desierto
1926 Los desterrados
1935 Más allá
Horacio Quiroga tuvo una estrecha relación con Alfonsina Storni (1892-1938) entre los años 1919 y 1922 pero ella fue aconsejada por Quinquela Martin que no se fuera con ese loco Quiroga para Misiones.
Era enamoradizo el profesor Quiroga, se fijó en Ana María Palacio, una joven de diecisiete años, pero sus padres la llevaron lejos de él.
En 1927 se enamora de María Elena Bravo que era compañera de su hija Egle, le lleva treinta años, ella tiene veinte, tuvieron una hija María Elena Quiroga Bravo (Pitoca).
A los 60 años le diagnosticaron cáncer de próstata, se lamentaba con su amigo Ezequiel Martínez Estrada de que se estaba quedando tan, tan cortito de afectos e ilusiones y abandonado que sentía que perdía pedazos de vida. Fue a la farmacia compró polvo de cianuro lo tomo el 18 de febrero de 1937 y falleció al día siguiente. No había dinero para enterrarlo, después en Uruguay le rindieron honras fúnebres.
El destino autodestructivo que rodeó su vida no terminó con su muerte, pues al año siguiente de su partida, su hija Egle se suicidó y su hermano Darío en 1952.
Al año siguiente de la partida de Horacio Quiroga, se suicida Alfonsina Storni el 25 de octubre de 1938, en Balneario La Perla, Argentina.
Alfonsina Storni dijo “Morir como tú Horacio en tus cabales, y así como en tus cuentos, no está mal, un rayo a tiempo y se acabó la feria… allá dirán”.
Me gusta el cuento El almohadón de plumas, los cuentos: A la deriva, El hijo y el Cóndor son terribles y dolorosos pero excelentes.
Adjunto dos poemas de Quiroga
Tu agonía
La tarde se moría y en el viento
la seda de tu voz era un piano,
y la condescendencia de tu mano
era apenas un suave desaliento.
Y tus dedos ungían un cristiano
perdón, en un sutil afilamiento;
la brisa suspiró, como en el cuento
de una melancolía de verano.
Con tu voz, en la verja de la quinta,
calló tu palidez de flor sucinta.
La tarde, ya muriendo, defluía
en tu sien un suavísimo violeta,
y sobre el lago de tersura quieta
los cisnes preludiaron tu agonía.
El juglar triste
La campana toca a muerto
en las largas avenidas
y las largas avenidas
despiertan cosas de muertos.
De los manzanos del huerto
penden nucas de suicidas,
y hay sangre de las heridas
de un perro que huye del huerto.
En el pabellón desierto
están las violas dormidas;
¡las violas están dormidas
en el pabellón desierto!
Y las violas doloridas
en el pabellón desierto,
donde canta el desacierto
sus victorias más cumplidas,
abren mis viejas heridas,
como campanas de muerto,
las viejas violas dormidas
en el pabellón desierto.
https://www.youtube.com/watch?v=a8w7S8rVRsw&t=3s
Compartir esta nota