Que el destacado Lingüísta y catedrático Maximiliano Arturo Jiménez Sabater haya hecho una contribución valiosa a la dialectología hispanoamericana mediante su rigurosa enseñanza y sus obras fundacionales, “Más datos sobre el Español de República Dominicana” y “Estudios dialectológicos en el Caribe Hispano: un desafío”, hubo de constituir, de igual manera, un reto a la normativista enseñanza de la lengua, que aún predomina, desde el profesorado más elemental a notorios literatos y lingüístas, basada en el excluyente criterio de un único registro estándar, prescriptivista, de corrección y propiedad en cuanto al uso de la lengua por los hablantes.

El humanista verdadero, Jiménez Sabater, de generosidad inconmensurable, fue profesor de una generación de lingüistas, escritores y estudiosos de la lengua, entre los que se encuentran José Enrique García, profesor, célebre escritor, ensayista, autor de textos para la enseñanza de la lengua y, sobre todo, poeta fundamental de la lengua; el autor de esta columna, profesor, escritor, lingüista, ensayista y poeta; Orlando Alba, Félix Fernández y Ana Margarita Haché, profesores y prominentes autores de textos lingüísticos; Belén Capestani, profesora y autora de textos de enseñanza sobre nuestro idioma; Julio Rodríguez, profesor de lengua española, entre otros numerosos discípulos que escapan de mi memoria.

Pero más allá de sus estudios dialectológicos, en el insigne Maestro primó la enseñanza del español ceñida a la diversidad sociolingüística o variedades dialectales y, por tanto, al margen de la norma arbitrariamente prescrita. En ese sentido, roto no sería, intrínsicamente, mejor que rompido, coconete en lugar de conconete, pocilga en vez de pocigla, cogollo en lugar de cojollo, carta mejor que caita, chapeadora en lugar de chapiadora. Y es que para el eminente investigador, bajo su visión estructuralista, ningún modelo dialectal de la lengua es más correcto, mejor, puro, o más lógico que alguna otra forma dialectal de la lengua.

Un aspecto fundamental de sus exploraciones fue la aspiración o la pérdida de la s al final de sílabas, la cual conlleva, en la escala sintáctica, la falta de concordancia, relativa al número, entre el sustantivo y el adjetivo, el sujeto y el verbo, y el artículo y el sustantivo. No obstante, considerábamos que el fenómeno de la redundancia por lo que toca a la pluralidad en el idioma español, o el contexto situacional del hablante, compensarían, en determinada medida, por la referida omisión del fonema /s/. En ese tenor, Jiménez Sabater, quien fuera mi profesor de Lingüística en la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM), me recomendaría que para mí tesina, de la cual fue mi asesor, hiciera una investigación sobre la /-n/ final de palabra en el habla de los dominicanos. Ésta siempre se había considerado en su carácter sistemáticamente velar. He aquí el resultado descrito por mi profesor en su libro “Más datos sobre el español dominicano” (pags. 116-117, ediciones Intec). 

A menos que se hicieran dos ediciones simultáneas, la primera edición de 1975 fue hecha por Ediciones Intec, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, y no por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD.

“Como hube de indicar en el prólogo de este libro, mi propia encuesta estudió de manera harto superficial e incompleta este fenómeno, movido por un prejuicio personal que me llevaba a dar por exactas y definitivas las opiniones que este respecto externaron Henríquez Ureña…y Navarro Tomás. En otras palabras, pensaba yo que la /-n/ final de palabra se pronunciaba invariablemente como n velar, realización ésta que coincidía con mi propia articulación. Al percatarme más tarde de la existencia de otras variantes insté a varios estudiantes universitarios a que analizaran con un material más abundante el fenómeno en cuestión. Los resultados que a continuación expongo son justamente los obtenidos por el estudiante Luis Ernesto Mejía con diez informantes de la localidad de Piedra Blanca, Bonao…El fenómeno fue analizado en alrededor de cien contextos diferentes, teniéndose en cuenta que la /-n/ fuera seguida por las cinco vocales castellanas y que las mismas se encontraran en sílaba acentuada y en sílaba inacentuada…La pronunciación más frecuente resultó ser la pérdida pura y simple de la /-n/, quedando nasalizada, sin embargo, la vocal anterior… tal estado de cosas responde a un paulatino proceso de desgaste que sufre el fonema /n/ en esta posición dentro de la cadena hablada.” Precisamente, en mi tesis de grado señalaba: “Si esta tendencia llegara a triunfar plenamente, el dialecto dominicano acabaría por crear una nueve serie de fonemas vocálicos oronasales tal como ocurrió en el francés o con el portugués.” 

Mucho más que su cátedra, el ejercicio de su imponderable desprendimiento colocan al Maestro en el más alto pedestal como educador ejemplar, docto autor, honesto intelectual y hombre de bien y buen amigo. De hecho, en nuestras vivencias profesor-alumno nunca escatimó esfuerzo alguno para prestarme su altruista mano tanto en el orden académico como humano. Durante aquellos tiempos turbulentos de la revuelta estudiantil que conmovió la UCMM, año1973, y desde donde, finalmente, fuimos expulsados, me protegió en su casa, en el reparto Villa Olga, durante aquellos largos días de incertidumbres. Allí, desde su biblioteca, donde dormía, compartí con su hermosa familia, sus dos mellizos y su esposa. ¡Ah, los sabrosos helados que degustaba después del almuerzo! Así como el traslado gratuito que me daba, ya que vivía en la sección de Piedra Blanca, Bonao, en su  cepillo Volkswagen en su trayecto hacia Santo Domingo o hacia Santiago. Las ayudas monetarias que, como estudiante pobre y de campo, de vez en cuando me caían de sus generosas manos. Además, en su hogar conocí a su padre, el prestigioso académico, sociólogo e historiador, Juan Isidro Jiménez Grullón, quien, lamentablemente, ha sido desterrado del cenáculo de historiadores por la intelectualidad postmoderna. Cuando desilusionado, quizás, partió para Europa, el humilde Maestro me regaló un libro, “Fonética Española en imágenes”, del prominente filólogo y uno de las mayores autoridades en fonética española, Dr. Antonio Quilis. Pero a su pronto e inesperado regreso a Santo Domingo, le devolví el texto para que lo usara en su continua y mística  labor de enseñanza.

Sí, Panini, como yo había bautizado aquel Maestro despojado de pretensiones vanas y ególatras, Maximiliano Arturo Jiménez Sabater. Asimismo, en el recuerdo, enhiesto, con un verso memorable del poeta Antonio Machado que de tanto en tanto declamaba en el aula ante la presencia, emocionado, de quienes, sus alumnos, lo admirábamos como un ídolo. Ídolo marcado, en la contienda sucia de este mundillo incierto, con el sólo propósito, rebosado, del amor, la ternura, y la vastedad de su sonrisa ante el poeta y sus imágenes.

“¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera!”.

Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do