Escribir un poema es escuchar la voz de lo que callamos".– Manuel del Cabral
En cada niño y adolescente hay un mundo que busca palabras para existir. La poesía, con su ritmo y su profundidad, se convierte en un puente entre el pensamiento y la emoción, en una herramienta que les permite explorar su identidad y expresar lo que muchas veces no pueden decir de otra forma.
Las aulas dominicanas han sido testigos de cómo la poesía transforma vidas. Leer a Salomé Ureña, Pedro Mir, Manuel del Cabral o Aída Cartagena Portalatín es descubrir nuevas formas de mirar la realidad. En Hay un país en el mundo, Pedro Mir retrató la esencia de nuestra tierra y sus luchas:
"Hay un país en el mundo
colocado en el mismo trayecto del sol".
Sus versos evocan imágenes de identidad y patria, enseñan que la poesía puede ser un arma, un grito o un consuelo.
El arte de crear: un ejercicio para las aulas
Escribir poesía es un acto de valentía. En mi clase de Apreciación y Producción Literaria, los estudiantes participan en una práctica de redacción que los desafía a construir versos a partir de tres palabras al azar. Por ejemplo, si reciben : soledad, mar y edificio, deben crear un poema donde estas palabras sean el eje central.
Este ejercicio estimula su creatividad y los obliga a tener un proceso de introspección. Un estudiante podría escribir:
"En la orilla del mar,
la soledad es un edificio vacío
donde mi voz se pierde en el viento".
Cada verso es un reflejo de su mundo interior. A través de esta dinámica, los jóvenes descubren que la poesía es más que un conjunto de rimas, es una forma de entenderse, de expresar lo que sienten y de plasmar en palabras lo que a veces no pueden decir de otra manera.
En un contexto donde la educación muchas veces se enfoca en la memorización, esta práctica ofrece una oportunidad para que los estudiantes desarrollen su pensamiento crítico, exploren su sensibilidad y se conecten con la palabra desde la emoción y la experiencia personal.
En cada aula donde se escriben versos, hay un niño descubriendo su voz y un adolescente encontrando sentido en sus palabras. Llevar más poesía a las escuelas dominicanas no es un lujo ni una opción, sino una necesidad. Porque un poema puede ser el comienzo de un cambio. Porque hay versos que salvan.
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