El autor y su obra
A Luesmil Castor Paniagua lo conocí de manera personal en agosto de 1997, segundo semestre del año académico, mientras viajábamos juntos al Centro Regional Universitario Curno-Valverde, Mao, yo como profesor por la Escuela de Letras y él por la Escuela de Comunicación Social. Dos años: 1997 y 1999, pero las conversaciones amistosas e intelectuales fueron escasas. Luego la amistad académica y literaria se inició cuando en el período enero-mayo del año 1999, nos trasladaron al Centro Regional Universitario Curso-Barahona, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), hoy elevado a la categoría de Recinto UASD-Barahona, donde ambos llevamos 25 años de labor docente, es decir, desde 1999 hasta la fecha.
Es toda una vida juntos, lo que desde luego se proyecta a toda la comunidad sureña. Agrego además, que también cambiaron de región para llevar el pan de la enseñanza, en este caso, la enseñanza superior otras maestras y maestro: Germania Bello del área de Letra también; Ramón Rodríguez Espinal, de la Escuela de Lenguas Modernas y Alicia Martin, de la Escuela Matemáticas, Facultad de Ciencias.
Entonces de ahí en adelante, encontrarnos de manera personal y directa en los pasillos, en la guagua de ida a las 6:00 AM los viernes y de regreso los sábados en la noche, semestre tras semestres de cada año, así como también en los salones de profesores, tanto allá en Barahona como aquí en la Facultad de Humanidades, Sede Central y profundizar esta buena amistad del pasado y por venir, me ha permitido, entre otras cosas, disfrutar de dos agradables experiencias: uno, la de conocer de primera mano sus amplios conocimientos literarios, por el momento desconocido por mí y, número dos, la de conectarme con él y aprovechar esa condición de Luesmil periodista y trabajador de la prensa escrita, para publicar mis escritos literarios. Siendo el primero, una reseña sobre su libro titulado, “Una mirada distinta al Gran Ezra Pound” (ensayo), 2018, que yo llamé, “Ezra Pound en el otro lado de la oscuridad del poder”.
La segunda condición, fue adentrarme a fondo sobre el sincretismo, tema completamente ausente en área de mi saber. Porque Luesmil Castor nos demuestra su gusto y dominio sobre el tema que aborda, en este caso, discriminado en nuestra sociedad podrida y manipulada por intereses mezquinos, al negarnos a reconocer la herencia africana. Es un autor polifacético en su ejercicio literario, evidenciándose esto en la cantidad de abordajes temáticos que ha cultivado dentro sus producciones, como lo hizo primero con “El ojo del hechizo y otros relatos mágico-religiosos”, cuentos 2020.
En esta última, titulado Bondyé, dentro del género novela, nos lleva a pensar en la lucha de las creencias, esas enviadas por el Dios o las impuestas por los hombres que tienen el poder. Pues con Bondyé el novelista climatiza su sitial en la narrativa dominicana contemporánea, manifestando su compromiso con solidez y desafiando la estilística de los géneros para crear su propio universo con resultados incuestionables.
En la teología haitiana y en el vudú, Bondye es la fuente suprema de poder y el responsable de mantener el orden universal, ya que en el vudú haitiano caribeño de influencia colonial francesa a esta entidad se le denomina Bondye, derivado del francés bon Dieu (buen Dios) o Mawu que en algunas ocasiones se hace referencia a una pareja, Mawu y Lisá, regente del mundo sobrenatural.
La creencia en estos espíritus del mundo sobrenatural africano y otros que citaremos más abajo, llegó al Nuevo Mundo por medio de los negros esclavizados que trajeron los franceses a la parte este Saint Domingue de la isla La Española, que por causa de las Leyes de Indias traficar esclavos estaba prohibido en el Imperio Español. Provienen, específicamente, desde la región de Dahomey hoy en día llamado Benín. Pero agrego también, que no solo los franceses traficaban esclavos de África, sino los ingleses, los holandeses y los portugueses. De ahí los negros del país de Norteamérica, las Antillas mayores y menores, y en Suramérica: Brasil, porque aquellos cuatro países europeos eran los líderes en el mercado negrero hacia el nuevo mundo.
Los africanos veneraban y rendían cultos a estos espíritus del inframundo. Ya esclavos aquí, los españoles prohibieron a los africanos practicar su religión y querían inculcarles una nueva cultura y costumbre obligándoles a servir y venerar a las imágenes de santos católicos blancos. En un esfuerzo para mantener sus creencias y costumbres, un sincretismo ocurrió entre el cristianismo y las creencias africanas e indígenas (taínos). Los africanos veneraban las imágenes de los santos católicos, pero en realidad estaban adorando sus dioses, en este caso, cuando veneraban por ejemplo a San Santiago estaban adorando a Ogún Balendjó.
Eso mismo ocurriría para los indios de Mexicas con Tonantzin, llamada por ellos “Nuestra madre”, además de personificar el símbolo de las fuerzas femeninas de la fertilidad. También madre de todo lo que existe. El sincretismo de la guadalupana como método de sustitución y con una herencia machista occidental nos ha mostrado a una virgen sumisa y relegada. Esa fiesta popular que se celebra a la virgen de Guadalupe es una visión indígena de María, que los católicos creen que se apareció a un campesino llamado Juan Diego, en 1531. El lugar se ubica en las faldas del cerro de Tepeyac, al norte de la ciudad de México dedicado a la diosa Tonantzin-Guadalupe.
El sincretismo de creencias africanas y europea es un fenómeno en el Caribe entero, igual que en el norte, sur y Centro América, incluyendo Brasil, Cuba, Puerto Rico, Estados Unidos, República Dominicana, Haití y las Antillas Menores.
Los principales espíritus o “Lua”, dividido por reinos y responsabilidades se trata de un complejo panteón con características sincréticas dentro del Vudú. El término “Loa” o “Lua” (Lu-ah) es equivalente a espíritu o misterio, usado en el Vudú del Caribe. Los principales espíritus o loases en el panteón Vudú dominicano y haitianos son: Belié Belcán Candelo Cedife, Anaisa Pye, El Barón del Cementerio, Ogún Balendjo, Marta la Dominadora, Gran Toro y Ti Jean Petró.
Los espíritus de las 21 divisiones tienen la capacidad de apoderarse de los cuerpos de personas y manifestarse por medio de ellos, caminar, bailar, hablar, comer, beber, fumar, etc., y son espíritus muy conocidos en Haití, República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos. Tiene su propio color, gustos y cualidades, entre los cuales podemos mencionar los siguientes espíritus: Anaisa Pye / Santa Ana; Belie Belcán / San Miguel; Filomena / Santa Marta; Ogún Balendjo / San Santiago; El Barón / San Elías; Metresili / La Dolorosa.
Las 7 Divisiones
Los Ogunes: deidades guerreras, elemento aire, gusto por el ron, tabaco, color azul. Principales Lowas: Ogun Balenjod, Ogun Fegay, Ogun Panama, Ogun Batala. Santo: San Santiago.
Los Indios: perteneciente al panteón indígena, elemento agua, gusto por las frutas, maíz, pescado, tabaco y ron. Princilaes Lowas: Maria Lionza, Enriquillo, etc.
Los Petroses: deidades guerreras muy agresivas, gustan de ron, carnes, sangre y tabaco, elemento fuego.
Principales Lowas: Gunguna, El Barón del Cementerio y Santa Marta la Dominadora.
Los Candelos: deidades protectoras gustan del tabaco y el ron, color rojo, elemento fuego y tierra.
Principales Lowas: Papa Candelo, Candelina, Fegay, etc.
Los Belie: entidades que luchan contra el mal y los demonios, gustan del ron, tabaco, chivo, elemento aire y color verde.
Principales Lowas: Belie Belcán/ San Miguel.
Los Guedes: entidades propias para los comercios, gustan de ginebra, moros de habichuelas negras, cazabes, batatas asadas, arenques y talcos, elemento tierra. Principales Lowas: Papa Guede, Guede Limbo.
Las Metresas: son las deidades femeninas no tienen una división propia, más bien están repartidas en todos los grupos, estas gustan mucho de las prendas, perfumes, cidras, cervezas y bizcochos. Principales Metresas: Metresili, Anaisa, Santa Marta, etc. (Ver Wikipedia).
Datos biográficos
Luesmil Castor Paniagua es educador, poeta rebelde con sus versos, ensayista, narrador, periodista y gestor cultural. Nació en San Rafael del Yuma, provincia de La Altagracia. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), academia donde labora como catedrático desde 1994.
Publicaciones:
Antología de poesía Yumera (incluido) 1983.
Antología de poesía de la crisis (incluido) 1985.
Herencia del dolor (poesía), 1996 y 2021, segunda edición.
Una mirada distinta al gran Ezra Pound, (ensayo), 2018.
Antología del sur al sur (cuentos y poesías) incluido, 2019.
El ojo del hechizo y otros relatos mágico-religiosos (cuentos), 2020.
Cosecha de palabras, volumen 1 (poesías), 2020.
Mamá Tingó en temblor de agua (poesías), 2021.
Cosechas de palabras, volumen 11 (poesías), 2021.
La sombra homicida de Ángel Hernández Acosta (cuentos recopilados), 2022.
Estrujamiento de la piel. Cantos de isla y mujer (poesías), 2024.
El manotazo de la muerte (novela), 2024.
Ciudad confesada (relatos breves), 2024.
Bondyé (novela), 2024.
Otros 12 títulos en el campo de la comunicación, el periodismo y las relaciones públicas.
Contenido
La novela, Bondyé consta de 7 capítulos breves, cada uno titulado según la trama o tema a tratar. Estos son: El despojo del espíritu, (págs. 23-28). El parto, (págs. 29-35). La echada al mar de los ancestros, (págs. 36-41). El camino al ministerio, (págs. 42-47). Los demonios de la comarca, (págs. 48-67). Bruñé en el altar de la sanación, (págs. 68-77). Y el fin de la humanidad, (págs. 78-82). Está estructurado con oraciones extensas, casi siempre compuestas subordinadas y coordinadas, y párrafos cortos, poco uso de los signos de puntuación y la forma dialogada y la descripción, pero con una lectura muy asimilable y dinámica. Está distribuido en 82 páginas.
No tiene ilustraciones internas, aunque posee una breve biografía con una foto del autor en la solapa.
La portada y contraportada es de color rojo anaranjado y algunas ilustraciones con la imagen de tres hombres, uno con características, a jugar por la silueta aristocrática, de un sultán o un rey mago del mundo oriental, con barba negra larga y copiosa, cabello negro cubierto por un turbante, muy bien vestido, acompañado a ambos lados de otros dos hombres negros. Más abajo un fenómeno cadavérico, aterrador y fantasmal y otros utensilios, con simbolización a la muerte, que a la vista analística generan pánicos al observarlos.
La diagramación está a cargo de Amado Ludwig S. Medina, y, por último, desde las páginas 15 a la 21, la presentación de la obra a cargo de José Miguel Cruz, que es un comentario importantísimo del contenido plasmado en la escritura ficción. Veamos los primeros dos párrafos:
“Bondyé, es una novela verdaderamente fascinante y valiente, pues desafía abiertamente el canon que ha venido moldeando la prosa dominicana, cuando se trata de la temática mágico-religiosa y de la religión popular, por lo regular desarrollada en lugares fuera de nuestros territorios y siempre abordada desde una óptica marginal y satelital al núcleo de la propuesta tradicional religiosa. Cuando digo que el autor de Bondyé aborda valientemente la temática mágico-religiosa en la novela que nos ocupa, quiero indicar que maneja el tema liberado del tabú que ha mantenido a la mayoría de nuestros narradores privados y alejados de un recurso tan potente, con tantas posibilidades e incomparables fuerzas, que Luesmil Castor se ha atrevido a poner en el centro del quehacer literario y como centro de esta importante obra.”
La impresión y edición es de: TNTditores, Tiempo de Nosotros Editores, Santo Domingo, RD, 2024. Contiene, además, una página para dedicatoria a cuatro de sus seres queridos, que dice así: “A ellos, que son el aliento, la inmensidad del amor… Bebé, Ithiel, Habeerlyn, y Lyha. En ellos a toda la familia”, (pág. 11). Además, otra página agradecimientos, cuyo texto dice: “A mi editor Alejandro Santana, un hermano de toda la vida. A los miembros de los colectivos de escritores Tiempo de Nosotros y Grupo Cultural Sur Santo Domingo”. (pág. 13). Luego, después del índice de contenido y antes de la página de dedicatoria al dios Bondyé, que también es el título de la novela en la cual escribe:
“Bondyé o Dios, en el espacio de la africanía caribeña considerado la entidad superior. A menudo lo llaman “Bondyé” o “Granmet”. Toda la existencialdad del universo, todo lo que vive y respira está bajo su autoridad suprema”.
En esta lectura analística de la obra encontramos un lenguaje evocador, y a veces, hasta pintoresco, con abundancia de imágenes vivas y recursos literarios muy propios en el cultivo de esos temas mágicos religiosos y socio-raciales. Algunos de los elementos que desnudan y alimentan su secreto mágico y narrativo en esta corta novela son: mar, belleza, gato negro, bailes, tambores, golpes, cantos, caminos, los perros, la noche, grilletes, gato negro, tribu, ceremonia, brujo, mortaja, emancipación, poder especial, el difunto, el viernes santo, las luciérnagas etc., igualmente que el contraste de elementos referentes a los temas abordados. Por ejemplos, la oposición de los blancos y los negros, de la luz y la oscuridad, del antes y el después, del bien y el mal, el día y la noche; más el paso arrasador por el caribe de la tormenta Flora, el 26 de septiembre de 1963, siendo este último elemento de naturaleza indomable, un aviso de lo que podría ocurrirnos en cualquier momento y tiempo, y que nosotros los hombres somos incapaz de dominar, aun con las crecientes tecnologías, las modernizaciones y los cambios que intentamos imponer para reconstruir el pasado histórico, y de esa manera, borrar esa cultura negrita mezclada en nuestros cultos religiosos. Es decir, que los rituales mágico-religiosos del pasado remoto de herencias africanas ni los cultos europeos de nada sirven al momento de contrarrestar tales fenómenos impulsados por la fuerza de la naturaleza.
¿De qué trata la obra?
La cantidad de personajes de la obra de Luesmil Castor Paniagua, tomando en cuenta la brevedad, son muchos, y a juzgar por la falta de apellidos, podríamos calificarlos de ausencia de carácter en algunos, de historia, de psicología y personalidad. Algunos llevan apodos humildes como simples designaciones para suplantar el nombre propio. Muchos de los apodos son jocosos y a veces simpáticos. Pero es parte de la costumbre de la gente de nuestros barrios, de nuestros campos y de nuestro hogar familiar. Es común oír al padre o a la madre llamar a sus hijos “Chichí”, “Bebé”, “Cosita”, “Mon”, “Pipe”, “Sacao”, “Mecho”, “Bebe lindo”, etc.
Por ejemplo, si observamos el apodo “Sacao”, recuerdo a una señora de campo que parió 10 hijos de forma natural, y un número 11 que lo tuvo por cesárea porque se le complicó el parto. Por esta razón no hubo manera de llamarlo por un nombre digno, como es normal, sino: “Sacao”. Ella dijo que ese niño no lo parió, sino que se lo sacaron del vientre. De ahí el sobre nombre de “Sacao”.
Aquí citamos la nómina de los personajes por su nombre o apodos:
Bruñé, La gemela Changué que las brujas devoraron el día que ella cumpliría tres meses de nacida. Esquilache o Tío Corujo, Decena, Buye, Doña Ladín, Viruta es el perro sarnoso, Cucha. Los asesinos que enterraron vivo a Maryú: Temito, Gengué y Jacovito. Asamau, Ogou, el viejo Bao, Ñaño, Lobo, Gorda, Toñito, Marga, Valen, Chiquito, Bernabé, doña Mena. Doña Mindalia y Salvina, mujeres que llevaron en una litera al cura Rogel (padre Rogelio) al altar de sanación de Bruñé. Buli, el hombre que preparó la litera, el reverendísimo señor Obispo que pidió al padre Rogel denunciar con las autoridades a Bruñé, acusándolo de practicar actos de brujería y oscuridades en el inframundo del mal.
Son 24 los personajes de carne y hueso, más dos perros. Sumando, además, otras divinidades o deidades que parecen venir de la cultura africana, como herencia del tráfico de esclavos arrastrados por los blancos europeos al caribe colonial, y están presentes en los primeros de apartados, estos son: Papá Legba, Ogou, Petró, Luá, Bolelé, Mamba Cecile Fatiman, Francois Makandal, Dutty Boukman.
Bondyé es un dios supremo con atributos y facultades universales para intervenir en el curso de la naturaleza. Tiene poder para provocar la lluvia, los relámpagos y los truenos. Alteraciones estas a la naturaleza que en la literatura mitológica quedaban facultadas solo para Zeus y Júpiter, dioses de la mitología grecorromana, y según las creencias religiosas judía-cristiana, Jehovah.
En la novela, Bondyé es solo el título de la historia narrada. Sin embargo, el personaje central es Bruñé. Bruñé, es un ser raro, diminuto y feo, con poder de sanación y que al morir solo tenía diecisiete años, su tumba es elegida por los habitantes del pueblo como punto de peregrinaje.
“Mientras todo sucedía Bruñé salió al patio, colectó pencas de distintas maticas de sábila y en medio de ellas improvisó un espacio justo del tamaño de su cuerpo y allí se acostó y cerró los ojos para siempre y cuando su cuerpo diminuto dejó de respirar, toda la comarca se iluminó y cesaron los truenos, la lluvia, los relámpagos y los rayos.
El sol de verano empezó a brillar de manera intensa aun siendo las siete de la tarde-noche y el aullido y ladridos de Viruta y el responder de los demás perros estremeció los cielos y el alma y corazones de la gente que le escucharon.” (pág. 80)
En las páginas 42 a la 43, el autor lo describe así:
Bruñé era un ser de rostro muy feo, de primera impresión despreciable a la vista de los demás, digamos que una doliente perturbación visual permanente.
Todo, de sus hombros hacia arriba era incómodo de ver, una cabeza distinta a los demás, misma que no era ni cuadrada, ni redonda, era especie de un óvalo extraño con ningún parecido a otra en la humanidad, unos ojos que parecían rasgados por el manotazo de algún demonio de La divina comedia.
De tal magnitud era este hecho, que cuando él miraba, era como una puñalada que la gente recibía en su cuerpo e indefectiblemente tenían que voltear a mirarle quedando estos impactados y contrariados la mayoría de las veces.
Él, en cambio, no se daba por enterado, vivía ignorante de este estado de sensación que provocaba a los demás que le rodeaban, ya que fue tan pobre y tan santo que murió sin mirarse en un espejo.
Sin embargo, la vieja Ladín lo miró con de pena rastreándole el cuerpecito de arriba abajo aquel desnudo color de la noche que ahora estaba cenizo y envuelto en un baño de frío la estremeció, la pena le retorció por dentro y solo se dijo para sí cavilando de Dios en su memoria…
-eso es mandado de Dios para que se haga la obra”.
De los apartados antes citados, sintetizamos: el primero, representa el inicio, donde todo comienza; la oposición del día y la noche, hay cantos, procesiones y sombras: /En la noche ven y monta tu caballo, en la noche, por la noche/Ábreme el portón/. En el segundo, hay nacimiento, violencia, tormenta con rayos, truenos, relámpagos, lluvia a torrenciales, muerte, destrucción y sangre de los blancos. En el tercero, está Bruñé, el personaje en quien recae el principio de su historia-ficción y un barco negrero portugués arribando a la isla del caribe. Muerte del viejo Baó. De la gemela y sus padres. Destrucción causada por el huracán Flora…
En el cuarto, se muestra el mandado de Dios en las manos divinas de Bruñé, Todo inicia cuando él cura la Vieja Ladín y al perro Viruta de la sarna, solo untando la resina de penca de sábila.
En el quinto, la furia y rebeldía entre perros y gatos se agudiza, Temito es enterrado vivo por Chiquito, Toñito y Jacovito, hay varias sanaciones de las manos salvadora de Bruñé en toda la comarca, pero también destrucciones causadas por los demonios.
En la sexta, se climatiza la sanidad de las manos divinas de Bruñé, se construye el altar de sanación en el que recibirá a los enfermos y salvará a los pobres de la comarca. El pueblo lo llamaba el hijo del Altísimo, cura al padre Rogel de los riñones. El Arzobispo visita el pueblo y pide a Rogel (Rogelio) expulsar a Bruñé, acusándolo de hacer el bien con brujerías, actos de hechicería y oscuridades en el inframundo del mal.
En el séptimo y último apartado, es donde se ejerce su apostolado. Bruñé cambia el dinero, el lujo, los bienes y la rutinaria vida social por la felicidad que le traía hacer el bien. Murió acostado en un simple lecho, donó a los pobres todos los regalos que le hicieron la gente que el curó y rodeado las pencas secas de sábila con la que sanaba, más rodeado por los habitantes de la comarca lanzado a las calles venerando a su dios.
“La gente salió en medio del fuerte e incesante calor que aceleró en un santiamén, siento doña Ladín la primera en lanzarse a la calle y tras ella, unos y otros más y de repente su traspatio estaba lleno de gente viendo el pequeño y endeble cuerpo de diecisiete años de Bruñé, tendido sobre y en derredor de las sábilas, y junto a él, Viruta, quien desde su llegada hacía diez años al poblado, había sido su inseparable amigo hasta aquel Viernes santos.” (pág. 81)
En síntesis, Bondyé es una excelente novela. Un aporte valiosísimo en esa línea mágico-religiosa que iniciaste con, El ojo del hechizo y otros relatos mágico-religiosos, y que ahora con, Bondyé, climatiza tu estilo en nuestro medio literario. Es una muestra de las tradiciones y creencias latentes en nuestras entrañas caribeñas, producto de nuestra fe, imaginación y formación. La práctica al culto oscurantista y la creencia a fenómenos sobrenaturales de ultratumba es una realidad en el mundo caribeños, aunque algunos la practican de manera camuflados.
Felicidades para el amigo, para el escritor, para el poeta y para el maestro universitario Luesmil Castor Paniagua. Continúa tu línea escritural en la narrativa cultivando esa temática tan descuidada por nosotros, solo por mezquindad, aunque sabemos que es parte de nuestra sangre mezclada.
Castor Paniagua, Luesmil, Bondyé (novela), Tiempo de Nosotros Editores, Santo Domingo, DN., Octubre 2024
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