Mario de San Juan se ha consolidado como una figura emblemática en el ámbito de la poesía erótica, dejando una huella imborrable en la literatura de la región sur. Miguel Collado lo describe con elogio y certeza:
“Es el mejor cultor de la poesía erótica en toda la región sur. Un heredero de Apolinar Perdomo.”
Esta afirmación no solo resalta la maestría de Mario de San Juan en el manejo del lenguaje sensual y evocador, sino que también lo sitúa dentro de una tradición literaria que encuentra en Apolinar Perdomo una fuente de inspiración y continuidad. Su obra se distingue por una delicada fusión de pasión, estética y profundidad emocional, logrando que cada verso se convierta en una experiencia íntima y transformadora para el lector.
La poesía de Mario de San Juan trasciende lo meramente erótico para adentrarse en los recovecos del deseo humano, explorando las múltiples facetas del amor, la belleza y la seducción. Con un estilo inconfundible y una sensibilidad refinada, ha logrado capturar la esencia de lo erótico sin perder de vista la complejidad y la riqueza del alma humana.
Víctor Bidó, en su valoración de la poética de Mario de San Juan, señala:
“La aventura es distinta. Hurga en nuevos caminos, en la ruta de la magia y el mito. Sus imágenes, un tanto incómodas para el lector habitual, estallan y anonadados nos queda el fuego del cuerpo que se redime en la destrucción del placer.”
En sus textos, el erotismo es una revelación que oscila entre la carnalidad y la trascendencia. José Alejandro Peña, por su parte, apunta que:
“El plano erótico va determinado por esa forma siempre impositiva. Corresponde a la conciencia misma del poeta este mandato o necesidad de sustitución.”
Mario de San Juan no se limita a la descripción del deseo; más bien, lo transforma en un proceso de elevación, una suerte de liturgia donde el cuerpo se convierte en un instrumento de transfiguración poética. Ramón Tejera Rosas destaca su relación obsesiva con el lenguaje:
“Explorador tenaz de la palabra, abrazándola a veces de inusitadas maneras, tal vez queriéndola amar demasiado, exprimiéndola como para sacarle el último respiro.”
Su poesía no solo atrapa por la intensidad del deseo que transmite, sino también por la manera en que envuelve al lector en una atmósfera casi mística, como lo señala Víctor Villegas:
“(…) no bien se comienza a disfrutar la lectura de los textos, nos conducen estos por secretos senderos donde la atmósfera que se percibe nos atrae, nos seduce, al tiempo que envuelve la mente con los destellos de imágenes poéticas sugestivas del más puro amor, del desmaterializado, del descarnado.”
Este erotismo místico encuentra su mayor expresión en Nacimiento de la luz, donde la experiencia amorosa se convierte en una epifanía. Ángela Hernández describe esta cualidad con precisión:
“(…) vislumbra entre las lúdicas transparencias, el extravío, el magnífico riesgo de lo que burla el tiempo, yendo siempre al filo, a lo casi irreal, al punto de la desaparición en donde asoma la totalidad inocente.”
El erotismo místico en la poesía de Mario de San Juan
La lectura de Nacimiento de la luz revela un erotismo que se aleja de lo meramente carnal y se acerca a lo etéreo. La sensualidad en su poesía se construye a través de imágenes que evocan lo trascendental: la luz, el viento, los ángeles, el agua y el vuelo. Estas referencias no solo sugieren el deseo, sino que lo convierten en un camino de comunión entre cuerpo y espíritu.
Los ángeles, símbolos de pureza y elevación, son una constante en su obra. Se presentan como metáforas del deseo sublimado, de la unión entre lo divino y lo terrenal. En esta poética, los cuerpos se funden en un gozo que trasciende lo físico, convirtiendo el acto amoroso en un evento cósmico.
El uso de la metáfora es clave en su estilo. En lugar de representar el deseo de forma explícita, Mario de San Juan lo envuelve en una atmósfera de misterio y contemplación. Frases como “rueda en la palpitación y asimetría de mi piel” y “el clímax es temporalidad que no asusta a Dios ni al rocío” muestran cómo el erotismo en su poesía no es solo un impulso biológico, sino un puente hacia lo sagrado.
Este enfoque lo sitúa en una tradición literaria que comparte elementos con poetas como Pablo Neruda, Rainer Maria Rilke, John Keats y Rumi, quienes también exploraron la intersección entre el deseo y la espiritualidad.
Así, Mario de San Juan continúa inspirando a nuevas generaciones de poetas y lectores, reafirmando su posición como un referente indiscutible de la poesía erótica y consolidando su legado en la historia de la literatura dominicana.
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