“Enseñar a los estudiantes cómo aprender es tan importante como enseñarles el contenido, porque es importante adquirir tanto las estrategias de aprendizaje adecuadas como los conocimientos previos, sino esencial, para promover el aprendizaje permanente.” John Dunlosky
La respuesta es un Sí rotundo. Al alfabetizarnos adquirimos la competencia básica de la lectura, pero no las estrategias y competencias para hacerlo de forma eficiente.
De hecho, las maneras en que la alfabetización es más efectiva pueden ser contraproducentes si las aplicamos a la lectura, ya alfabetizados. Son dos estrategias distintas, aunque la lectura eficiente depende de que previamente haya ocurrido la alfabetización, que es una precondición.
Pero estar alfabetizado en nada significa que eso nos convierta en lectores competentes.
Nos da la base, pero requerimos adquirir competencias lectoras.
Casi todos podemos correr, pero para convertirnos en corredores profesionales, tenemos que adquirir las destrezas y estrategias apropiadas.
Los dominicanos todos hablamos español, pero eso no nos convierte en locutores: debemos entrenarnos y adquirir las competencias de dicción adecuadas a la función.
Lo mismo sucede con la lectura.
Estar alfabetizados no significa que seamos competentes como lectores
La alfabetización es una precondición para adquirir competencias lectoras, pero no significa que al alfabetizarnos las obtenemos.
Esto así porque la forma en que nos alfabetizan suele ser muy eficiente para pasar de analfabetos a alfabetizados, pero es contraproducente para convertirnos en lectores eficientes.
Y esto es algo en lo que muchos no reparan.
Al alfabetizarnos, nos empiezan a relacionar sonidos con grafías, luego nos enseñan cómo, con la unión de grafías, se forman sílabas y se generan sonidos modificados, todo relacionados con nuestro lenguaje natural.
Posteriormente, nos enseñarán cómo la unión de sílabas nos permite crear palabras. Y la unión de palabras, frases y oraciones.
Ahí concluye el proceso de alfabetización.
Adquirimos un modelo de lectura: la lectura silábica. Relacionamos las palabras con sonidos, más que con sentidos o significados. Y la gran mayoría desarrollamos el mal hábito de la subvocalización y de pronunciar internamente el sonido de las palabras, lo que ralentiza el ritmo de lectura.
Como explica Steven Roger Fischer en su libro A History of Reading, una cosa es la lectura elemental, que es un proceso fonológico lineal (la relación entre unas grafías y unos sonidos), y otra la lectura fluida y eficiente, que es proceso visual-semántico.
Son dos momentos distintos en los que se activan áreas distintas del cerebro, responden a requerimientos distintos y merecen ser entendidos como tales.
“Los lectores novatos utilizan vías cerebrales diferentes a las de los lectores expertos, al leer”, señala el experto internacional en neurociencia educativa David A. Sousa en su brillante libro How the Brain Learns to Read.
La inmensa mayoría fuimos alfabetizados, pero al no entrenarnos en competencias lectoras eficientes, hemos devenido lectores empíricos e ineficientes ¡incluso aquellos que suelen leer libros!
Y para la inmensa mayoría esa, el momento de la alfabetización, ha sido la única formación en competencias lectoras que recibieron en toda su vida.
Por eso la mayoría no lee.
Apropiarnos de los activos cognitivos y gestionar nuestro propio aprendizaje
La lectura y la escritura son creaciones culturales.
Enseñar cómo se aprende y dotar de activos cognitivos (recursos y herramientas de aprendizaje eficiente) a los estudiantes y, en general, a las personas, para que sepan gestionar su propio aprendizaje, es fundamental.
Y uno de esos activos cognitivos indispensables es proveerles las estrategias de lectura eficiente.
Hay que enseñar, como pidió Alvin Toffler en El Shock del Futuro en 1970, a “aprender, desaprender y reaprender”.
Mark McDaniel, coautor de Make it Stick, en el prefacio al libro Teach Yourself How to Learn, de Saundra Yancy McGuire y Stephanie McGuire enuncia el malentendido que está en el origen de muchas tragedias sociales y vitales (porque si fracasamos en la educación, pagamos caro ese fracaso como sociedad, familia e individuo). Y es que hay “una suposición gravemente errónea, una suposición que está implícita en nuestro sistema educativo. Se asume que los estudiantes saben aprender. De hecho, numerosas encuestas publicadas sobre estrategias de aprendizaje y prácticas de estudio aplicadas por estudiantes, desde la secundaria hasta la universidad, indican claramente que estos suelen adoptar y practicar técnicas de estudio y aprendizaje ineficaces”.
Y prosigue: “En resumen, el entorno educativo actual es una gran paradoja. Los educadores exigen que los estudiantes aprendan una cantidad increíble de material, pero al mismo tiempo, la mayoría no les proporciona las habilidades ─el conjunto de herramientas─ necesarias para llevar a cabo esa enorme tarea. Esto es como arrojar a un niño sin habilidades para nadar a una piscina profunda y exigirle que nade. Nunca lo haríamos, porque prevemos que muchos niños no sobrevivirían. Pero en educación, a menudo hacemos precisamente eso: les damos material a los estudiantes, muchos de ellos con poca capacidad de aprendizaje, e insistimos en que aprendan”.
Y afirma, lapidariamente, “muchos estudiantes no saben aprender”.
Ahora, entendamos, él no habla de los estudiantes, habla de usted, de mí, de cualquier persona, porque el aprendizaje continuo es una obligación para estar hoy actualizado.
¿Qué implica ser un lector competente?
Los individuos, ya alfabetizados, requieren adquirir competencias lectoras que les permitan:
- Modular distintas velocidades lectoras según relevancia y familiaridad con la información leída
- Aplicar un sistema para transferir la información de las páginas al cerebro
- Poder optimizar el tiempo lector
- Aplicar al texto el tipo y ritmo de lectura correspondiente
- Implementar un procedimiento que les asegure la correcta y completa comprensión de lo que leen
Los procesos que aplicamos al leer son inconscientes para nosotros. Las regiones del cerebro que se activan, por igual. Solo somos consciente del resultado del ejercicio lector. “La mayor parte de lo que implica la lectura es subconsciente”, escribe en el 2017 Mark Seidenberg en su formidable libro Language at the Speed of the Sight. “Somos conscientes de haber leído algo ─de que lo entendimos, de que nos pareció divertido, de que transmitió un hecho, una idea o un sentimiento─, no de las operaciones mentales y neuronales que produjeron ese resultado. Las personas son narradores poco fiables de sus propias vidas cognitivas. Ser un lector experto no te convierte en un experto en lectura. Por eso existe una ciencia de la lectura: comprender esta compleja habilidad a niveles que la intuición no puede penetrar fácilmente”.
Leer es un privilegio. Una facultad que adquirimos por instrucción.
Durante milenios, sí, milenios, más de 8,000 años (y todavía para vastas regiones del mundo), fue el privilegio de una minoría.
Una antigua estatua egipcia del siglo XIV a.C. muestra a Amenhotep, hijo de Hapu, un escriba egipcio eminente, leyendo un rollo de papiro parcialmente abierto.
La posición de escriba, quien tenía la capacidad de leer y escribir, era exclusiva para una minoría.
Un poema egipción del 1,300 a.C., recomienda:
“¡Sé un escriba! ¡Graba esto en tu corazón
para que tu nombre perdure como el de ellos!
El pergamino es mejor que la piedra tallada.
Murió un hombre, y su cuerpo es polvo,
y su pueblo desapareció de la tierra.
Es un libro el que hace que se lo recuerde
en boca del hablante que lo lee.”
¿Por qué convertirnos en lectores eficientes importa?
No hay ningún otro medio de adquisición de información capaz de cambiar nuestro cerebro, parecido a la lectura.
La lectura crea estructuras subcorticales y circuitos de descodificación y comprensión que diferencian el cerebro de los que leen de manera eficiente de aquellos que son analfabetos funcionales y, más todavía, de los analfabetos totales.
La lectura cambia el cerebro.
Eso significa que nuestro cerebro tiene maneras de descodificar, entender, relacionar y apropiarse de la información de cara a su aplicación, distintas y superiores a las de quienes carecen de esas estructuras.
No son innatas. Son creadas.
Las creamos en el proceso de adquisición de las competencias lectoras y en su profundización mediante el ejercicio de esa competencia.
Ese cambio en el cerebro, la construcción de esas estructuras subcorticales es fundamental para convertirnos en ciudadanos competentes del siglo XXI, para incorporarnos con posibilidades de éxito a la civilización.
Las personas desprovistas de ellas quedarán para tareas de escasa remuneración y complejidad, a merced de otros, manejadas, instrumentalizadas, ineptas para independizarse mentalmente de sus manipuladores, subordinadas de por vida. Ya conocemos a muchas así. Y el aumento de este tipo de discapacitado social es una afrenta a cada persona que entienda que nadie merece que se le condene a esa condición.
¿Qué indicadores existen sobre competencias lectoras?
El mayor activo de cada individuo, de cada sociedad y cada país es el cerebro.
Si entendemos lo anterior, procede alarmarnos por no solo el descuido, sino la agresión en perjuicio de ese órgano vital.
En un estudio publicado conjuntamente por el Banco Mundial y UNICEF en el 2022, en América Latina el 80% (8 de cada 10 niños) de los alumnos de sexto grado encuentran en una condición de pobreza de aprendizaje y son incapaces de leer y comprender un texto simple y no alcanzan el nivel mínimo de comprensión lectora al finalizar la educación primaria.
Son, en los hechos, analfabetos.
Sus cerebros no tienen construidas las estructuras subcorticales que se generan por el aprendizaje de la lectoescritura.
Un estudio publicado por el Instituto de Estadísticas de la UNESCO informa que 6 de cada 10 (60%) adolescentes de América Latina y el Caribe no alcanzan los niveles de suficiencia requerida en capacidad lectora para el momento en que concluyen la educación secundaria.
Y esa masa va, con sus carencias e insuficiencias, a las aulas universitarias. ¿Y qué hacen nuestras universidades para compensar, suplir y reparar esas insuficiencias? ¿Qué programas aplican para desarrollarles competencias lectoras eficientes a esa masa de estudiantes que arriba con esa deficiencia, año tras año tras año?
En los Estados Unidos el asunto no va mejor. David A. Sousa escribe en su libro How the Brain Learns to Read que: “La Evaluación Nacional del Progreso Educativo informa que casi dos tercios de los estudiantes de cuarto grado de familias con bajos ingresos no alcanzan el nivel de lectura competente. (…) Una cosa parece cierta: los estudiantes que no leen bien en sus primeros años siguen siéndolos en sus años posteriores”.
“Ya sea que estén en casa o en la escuela, la mayoría de los adolescentes estadounidenses (…) no realizan mucha lectura independiente voluntaria”, señala Natalie Wexler en su libro Beyond the Science of Reading, de reciente publicación. Y nos recuerda: “Leer por placer, especialmente desde la primera infancia, se asocia con un mejor rendimiento en pruebas cognitivas, un mayor rendimiento académico y una mejor salud mental”.
¿Por qué se condena al analfabetismo funcional y la condición de tarados incompetentes a tantas personas, cuando el mayor activo de una nación es el cerebro de cada uno de sus ciudadanos? ¿No entendemos que seremos todos víctimas de esa locura, porque son el eslabón más débil de todo, toman decisiones y las consecuencias de esas decisiones a todos nos salpican?
¿Cuáles son las diez principales competencias lectoras?
En https://acento.com.do/ publicamos el 22 de diciembre del 2024 un artículo sobre cuáles son las competencias lectoras eficientes y cómo saber si uno las posee (https://acento.com.do/cultura/cuales-son-las-competencias-lectoras-eficientes-y-como-saber-si-las-poseo-9437304.html), Es importante entenderlas.
Suele acontecer de que nunca reparamos en que requerimos competencias lectoras. Creer que la descodificación elemental que nos enseñan en el nivel de alfabetización es todo lo que necesitamos aprender sobre lectura nos conduce a las fronteras del analfabetismo funcional.
- Define propósito, meta y grado de información a adquirir
- Capaz de modular a distintos ritmos la velocidad lectora
- Puede incluir 4 o más palabras por fijación
- Sabe cómo activar el fondo de conocimiento pasivo
- Convierte automáticamente palabras y frases en imágenes
- Sintetiza y estructura la información en un mapa mental
- Hace prelectura y codifica la información en colores
- Codifica en imágenes y sabe superar la Curva de Olvido
- Sabe convertir la información en conocimiento
- Sabe detectar la estrategia, agenda y propósito del autor
Un lector eficiente posee una estrategia para trabajar un libro, extraer la información, transferirla de la página al cerebro y luego, en base a ella, construir conocimiento, habilidades y competencias.
Aprendemos para pensar de manera más eficiente, evaluar los pros y contras de las distintas opciones, aplicar distintos enfoques, no solo el analítico-lógico, sino también el sistémico y el creativo-lateral para tomar mejores decisiones y gestionar mejor nuestras vidas y carreras.
Y aportar, contribuir y dejar un legado. Ser un lector eficiente nos habilita para tener posibilidades de éxito en el siglo XXI.
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