La conservación del patrimonio cultural atraviesa una transformación profunda en la era digital, marcada por la irrupción de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (IA), la digitalización 3D, la realidad aumentada (RA) y la ciencia de datos. Estas herramientas no solo amplían las posibilidades técnicas para documentar, preservar y difundir el patrimonio, sino que también reconfiguran las bases epistemológicas, ontológicas y políticas de lo que consideramos “patrimonio” hoy.

En este contexto, se vuelve urgente examinar cómo estas transformaciones impactan a los territorios, especialmente a regiones como el Caribe, donde los patrimonios materiales, inmateriales y afroindígenas se entretejen con historias de resistencia, oralidad, movilidad diaspórica y espiritualidad.

Como parte de mis estudios doctorales en Humanidades y Patrimonio Cultural y en el marco de la asignatura Conservación del Patrimonio, que nos imparte el Dr. Andrés Ruiz Escobar, desarrollada conjuntamente con las practicas residenciales del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia (ICPA) en Medellín Colombia, comparto con los lectores de esta columna un análisis que dialoga con las perspectivas contemporáneas sobre conservación digital desde la experiencia regional y local dominicana. A la vez, inscribo esta reflexión en los debates globales propuestos por la UNESCO, el ICOMOS, el ICCROM y múltiples investigadores que exploran la intersección entre tecnología, memoria, derechos culturales y sostenibilidad.

La era digital como un cambio de paradigma en la conservación

La UNESCO (2021) reconoce que las humanidades digitales, la IA y las tecnologías de visualización están transformando las formas en que los Estados y las comunidades protegen su patrimonio. Este cambio no es únicamente técnico: afecta la definición misma de patrimonio, ampliándola hacia nuevas categorías como: Patrimonio digital; Paisajes culturales virtuales; Memorias comunitarias digitalizadas y Datos culturales como bienes comunes.

Autores como Cameron y Kenderdine (2010) refieren que la era digital crea nuevas ecologías museológicas donde la interacción, la simulación y la accesibilidad reemplazan modelos exclusivamente custodiales. Por su parte, Floridi (2014) plantea que vivimos en la infosfera, un entorno donde lo digital y lo físico son inseparables, lo que obliga a repensar la ontología del patrimonio.

Digitalización, IA y nuevas posibilidades de conservación

La digitalización del patrimonio se ha convertido en una estrategia clave para la preservación, investigación y educación. Hoy es posible: Digitalizar objetos y sitios en 3D. Ejemplo: el proyecto CyArk, que ha escaneado digitalmente monumentos en riesgo en más de 40 países. Reconstruir elementos perdidos: La IA permite recrear fragmentos de documentos, imágenes coloniales dañadas, paisajes históricos o arquitectura desaparecida.

Prevenir daños o anticipar riesgos: Modelos de IA pueden predecir deterioro estructural, cambios atmosféricos y riesgos climáticos sobre monumentos y democratizar el acceso, ya que la digitalización elimina fronteras físicas: archivos coloniales, colecciones afrocaribeñas o fotografías patrimoniales pueden ser consultadas por cualquier persona, en cualquier lugar.

Caribe y República Dominicana: una mirada situada

La República Dominicana vive un momento clave para la conservación digital del patrimonio cultural. Algunos casos ejemplares incluyen: Archivos digitales afrocaribeños, ya que la preservación digital de los tambores, las salves, manifestaciones como el gagá, los rituales de cofradías como la de Villa Mella, los altares de la religiosidad afrodescendiente y otras festividades comunitarias ofrece una oportunidad sin precedentes para difundir la memoria de prácticas que tradicionalmente han sido orales, performativas y efímeras.

Cartografía digital y memoria territorial: Proyectos universitarios están utilizando georreferenciación para mapear rutas históricas de cimarronaje, prácticas festivas, oralidades y “paisajes rituales” como los de San Juan Bautista en Baní, Los Congos de Villa Mella, el culto licorista en San Juan de la Maguana y los rituales de la manifestación de San Francisco de Asís en el municipio de Bánica en la provincia Elías Piña.

Museos dominicanos en la era digital: El Museo del Hombre Dominicano, Museo de las Casas Reales, Museo Taino, Museo de la Catedral y otros museos en el interior del país han iniciado procesos de virtualización y colecciones digitalizadas, aunque aún existen brechas tecnológicas y estructurales, que también están vinculas obviamente a las políticas públicas culturales que se llevan a cabo en los diferentes gobiernos.

Desafíos éticos, epistemológicos y ontológicos

La conservación digital también presenta riesgos que deben ser discutidos críticamente, por ejemplo, ¿Quién controla los datos patrimoniales? El patrimonio digital puede quedar atrapado en plataformas comerciales o corporativas, generando nuevas dependencias tecnológicas o lo ahora en el mundo de los estudios patrimoniales le llaman la
descontextualización cultural, a sabienda que digitalizar no significa comprender, si tomamos como referencia un altar del vudú, un velorio de angelito o una danza cocola, estas requieren interpretación situada, respeto ritual y sobre todo epistemologías propias.

Otro elemento es el riesgo de apropiación cultural digital, que es la
facilidad de copiar, manipular y extraer imágenes o sonidos patrimoniales puede aumentar el extractivismo cultural. Ejemplo cercano: Videos de ceremonias, velaciones, rituales o altares afrodominicanos subidos a las redes sociales sin consentimiento de los portadores de tradición, lo que puede convertirse en contenido viral sin ningún reconocimiento, protección o contextualización de las comunidades patrimoniales y originarias.

Si tocamos estos temas, no podemos dejar de analizar la IA sesgada, que hace referencias a los modelos de IA que no integran conocimientos locales o voces comunitarias de los territorios, lo que siempre termina produciendo incluso en los trabajos de investigaciones, reproducciones de imaginarios coloniales, invisibilizar prácticas afrodescendientes y
distorsionar la iconografía de tradiciones vivas, lo que se convierte en un atentado a las manifestaciones patrimoniales.

UNESCO, ICOMOS e ICCROM: lineamientos globales

La UNESCO aborda la conservación del patrimonio digital a través de sus lineamientos, como la Carta sobre la preservación del patrimonio digital (2003) y las Directrices UNESCO/PERSIST (2021), que enfatizan la necesidad de preservar el patrimonio digital para garantizar su accesibilidad universal y protegerlo contra la obsolescencia tecnológica. Los principios clave incluyen el acceso equitativo, la cooperación entre sectores, la protección de la información privada y la concientización pública sobre la importancia de este patrimonio. Señalando la importancia de plataformas seguras, accesibles y con participación comunitaria.

El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, (ICOMOS), organización no gubernamental que trabaja para conservar y proteger el patrimonio cultural mundial y dedicada a la teoría, metodología y tecnología de la conservación, sirve como asesor del Programa de Patrimonio Mundial de la UNESCO, desde su red de expertos en diversas disciplinas relacionadas con el patrimonio cultural en el año 2017, publicaron un documento que aborda los “Principios para la preservación digital de monumentos y sitios”, enfatizando la autenticidad y la trazabilidad de los mismo.

Mientras que el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM), organización intergubernamental dedicada a la preservación del patrimonio cultural en todo el mundo a través de programas de formación, información, investigación, cooperación y sensibilización pública desde el año 2020 impulsa la capacitación en tecnologías digitales para comunidades patrimoniales y gestores locales de los territorios. Un elemento clave de estas instituciones es que la digitalización nunca sustituye la preservación física, sino que la complementa.

Algunas comparaciones internacionales

Italia y Grecia: Han utilizado digitalización 3D para reconstruir templos y generar modelos de conservación predictiva.

México y Colombia: Desarrollan museos virtuales que permiten a comunidades indígenas conservar memoria incluso fuera de sus territorios.

Brasil: Cuenta con grandes repositorios digitales afrodescendientes como Baobáxia, una “internet quilombola”.

Comparado con estos países, la República Dominicana tiene avances parciales, pero aún carece de políticas públicas robustas en materia de conservación digital y de una infraestructura nacional interoperable.

El papel de los portadores de tradición en la conservación del patrimonio digital

En la era digital, los portadores de tradición como: músicos, artesanos, cofrades, curanderos, cantantes de salves, sabedores, guardianes de altares, cocineras tradicionales, líderes comunitarios y practicantes de ritualidades afrocaribeñas no son solo “informantes” en las investigaciones y trabajos etnográficos, sino verdaderos productores epistemológicos y agentes activos de conservación y de saberes originarios. Su rol se amplifica en un contexto donde la digitalización puede tanto preservar como distorsionar sus prácticas.

Custodios de la autenticidad performativa

Muchos patrimonios caribeños son esencialmente corporales, orales, comunitarios y rituales. En estas prácticas, el conocimiento se transmite a través de:
la corporalidad (pasos, gestos, ritmos); la oralidad (cantos, rezos, invocaciones); la espiritualidad (altares, cosmologías) y la territorialidad (fiestas, procesiones, espacios de memoria). La digitalización ofrece registro, pero no reemplaza las condiciones rituales, contextuales o simbólicas en las que esos saberes viven. Por ello, los portadores siguen siendo la fuente de autenticidad y continuidad cultural.

Derechos culturales y control comunitario

La UNESCO enfatiza que las comunidades deben participar en la toma de decisiones sobre su patrimonio digital. En República Dominicana, esto implica: consentimiento informado para grabaciones, participación en decisiones sobre archivo y acceso público, custodio comunitario de repositorios digitales y reconocimiento de propiedad intelectual colectiva, debate sobre quién puede usar, editar o difundir materiales digitales. En definitiva, hay que tener bien claro que, sin una participación directa de los portadores de identidad, la digitalización corre el riesgo de convertirse en extractivismo cultural.

Experiencias caribeñas

En Villa Mella, por ejemplo, miembros de la cofradía de los Congos del Espíritu Santo nos han expresado su preocupación en varias ocasiones sobre grabaciones que circulan sin permiso de ellos. En Haití, houngans y mambos denuncian a investigadores amigos sobre videos de rituales subidos a las redes sociales, extraídos de contextos sagrados que descontextualizan sus rituales. En Jamaica, los Rastafari han creado archivos digitales comunitarios para controlar la narrativa de su cultura, acción que aplaudimos y la que se debe tomar como referencias en los países de la región.

Investigadores, gestores culturales y la ética de la conservación digital

La era digital redefine completamente el rol del investigador, el antropólogo, el sociólogo, el historiador, el archivista y el gestor cultural. La investigación ya no se limita al terreno físico, lo que en antropología llamamos el enclave: implica navegar entornos digitales, plataformas, algoritmos y narrativas globales. Pero sobre todo implica formación y actualización continua.

El investigador como mediador crítico

Frente a una avalancha de imágenes, videos y datos, el investigador tiene el deber de:
contextualizar, interpretar respetuosamente, evitar la circulación irresponsable, generar vínculos éticos con las comunidades y reconocer las epistemologías propias de los pueblos afrocaribeños. El trabajo no es solo académico: es político, moral y cultural.

IA, algoritmos y humanidades digitales

Sobre este tema el investigador y gestor actual debe conocer:
lenguajes digitales, metodologías de preservación digital, analítica cultural, archivo digital seguro, ética algorítmica, los derechos culturales digitales, pero también debe evitar caer en una “fetichización tecnológica”, entendiendo que la tecnología es un medio, no un fin como lo plantean el ICCROM y el ICOMOS sobre los nuevos estándares éticos, como reglas emergentes: consentimiento previo y explícito, evitar exponer rituales sensibles, informar sobre el uso de IA en reconstrucciones, proteger datos personales y comunitarios y promover el retorno digital de archivos.

En el caso dominicano, reitero nueva vez, que es común ver personas grabando velaciones, rituales y manifestaciones sin pedir permiso y subiéndolos a redes como si fueran contenido de entretenimiento. Un investigador o gestor cultural que se respete debe denunciar estas prácticas, acompañar a las comunidades y velar por el respeto de sus espacios sagrados.

Gobiernos, políticas públicas culturales y conservación digital

La conservación digital requiere voluntad política y marcos normativos que garanticen:
infraestructura tecnológica; acceso libre y seguro; protección legal; formación técnica; financiamiento sostenido y algo muy importarte la soberanía cultural sobre los datos.

En América Latina, países como Colombia, México y Brasil han avanzado con sistemas nacionales de patrimonio digital, repositorios interoperables, museos digitales estatales y legislación propias sobre datos culturales.

En República Dominicana, aunque existen esfuerzos, aún falta consolidar una política nacional de patrimonio digital, un repositorio estatal único, directrices sobre IA aplicada al patrimonio, reglamentos de protección de datos culturales, protocolos para grabaciones en ceremonias y festividades y formación de gestores culturales digitales.

El Estado como garante de la memoria colectiva

La digitalización del patrimonio afrodescendiente, indígena y popular no puede recaer exclusivamente en universidades o iniciativas privadas. Se requiere una política que promueva la accesibilidad, que fomente la participación comunitaria, garantice la conservación a largo plazo, proteja contra usos indebidos e integre la educación patrimonial digital.

Otros componentes son los riesgos que se corren cuando no existen políticas adecuadas para la gobernanza digital del patrimonio, que pueden surgir pérdida de archivos culturales, dependencia tecnológica de plataformas comerciales, apropiación corporativa del patrimonio digital e invisibilización de patrimonios subalternos.

La conservación del patrimonio en la era digital transforma nuestros modos de comprender, preservar y transmitir la memoria colectiva. En el Caribe y República Dominicana, donde la riqueza patrimonial combina raíces afrodescendientes, indígenas, europeas, comunitarias y diaspóricas, estas transformaciones implican oportunidades inéditas, pero también nuevas responsabilidades éticas y políticas.

El futuro de la conservación digital no puede construirse sin portadores de tradición, guardianes de la memoria viva, investigadores y gestores culturales, que actúan como mediadores éticos, gobiernos e instituciones, responsables de políticas públicas robustas, comunidades, que deben participar activamente en la toma de decisiones

La era digital nos exige repensar la conservación no como un acto técnico, sino como un territorio donde se cruzan soberanía cultural, justicia epistémica, tecnologías emergentes y derechos colectivos. El desafío no es solo conservar el pasado, sino hacerlo de un modo que respete la dignidad, agencia y cosmovisiones de quienes han sostenido, celebrado y defendido el patrimonio durante generaciones.

Referencias

Cameron, F., & Kenderdine, S. (Eds.). (2010). Theorizing digital cultural heritage. MIT Press.

Floridi, L. (2014). The Fourth Revolution: How the infosphere is reshaping human reality. Oxford University Press.

ICOMOS. (2017). Principles for the Interpretation and Presentation of Cultural Heritage Sites.

ICCROM. (2020). Digital Heritage Training and Capacity Building Report.

UNESCO. (2015). Recomendación relativa a la conservación y el acceso al patrimonio documental, incluido el patrimonio digital.

UNESCO. (2021). Digital Heritage and Emerging Technologies Guidelines.

CyArk. (2022). Digital Documentation Projects.

Baobáxia. (2020). Red de memoria digital quilombola.

 

Jonathan De Oleo Ramos

Antropólogo Social, Investigador, Gestor Cultural,

Jonathan De Oleo Ramos. Correos: jonathan.deoleoramos@gmail.com jdeoleoramos@ccny.cuny.edu Académico e investigador dominicano, doctorando en Educación con orientado a la Investigación, Docencia y Liderazgo. Antropólogo y Cientista Social. Especializado en Antropología de la Alimentación; Políticas Culturales; Ciencias del Folklore; Estudios Afrolatinoamericanos; Derechos Humanos; Periodismo Cultural; Masculinidades y Pedagogía Sistémica. Becario Mellon del Dominican Studies Institute the City College New York, CUNY DSI, como académico, investigador y docente de Studies Afro-Dominican Cultural Manifestations of the Colin Powell School for Civic and Global Leadership. Experiencia en proyectos vinculados a su línea de investigación. Miembro Comisión de Historia, Instituto Panamericano de Geografía e Historia; Federación Mundial de Estudios Culturales y Asociación Internacional de Cultura Tradicional. Autor: Cofradías Dominicanas del Espíritu y Antropología del Plátano, Coautor: La muerte y el día de los Muertos: Una Mirada Antropológica en América Latina.

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