Si bien la ciencia ha influido con la superación de muchos mitos subyugantes del ser humano, también es cierto que cada día se generan muchos más. El mito suele ser asumido como modelo, consciente e inconsciente de pensamiento, capaz de hacer obrar a los individuos y sociedades. Y en medio de ese modelo simbólico la humanidad se justifica y asume criterios de verdad. Los mitos proporcionaron a los arcaicos de ayer y de hoy (creyentes) los modelos y arquetipos, de conducta humana. Al mismo tiempo le dan valor y significado a la existencia humana (Martínez, 2011).
Hay mitos asociados a colosales sacrificios humanos, al fuego —en el Popol Vuh—, a inundaciones, catástrofes, fuegos, destrucciones, venganzas e infidelidades. Algunos refieren al alma, la materia, la naturaleza del hombre y su relación con su mundo. Ejemplo: el mito de Prometeo, el cual lo metaforiza como indefenso ante el frío y el hambre.

Antropólogos, filólogos, sociólogos y estudiosos del llamado funcionalismo, entre ellos Radcliffe-Brown, B. Malinowsky y Evans-Pritchard, se preocuparon por la explicación del funcionamiento social de los mitos en los destinos humanos. Abordaron su influencia en la vida misma, sin darles significación espiritual o intelectual. O los casos de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung que, desde perspectivas filosóficas y psicológicas, reconocieron la proximidad entre los mitos y los sueños. Carl Jung deduce la existencia de los arquetipos al observar que los mitos contienen ciertos motivos que se repiten a través de los tiempos y en diferentes culturas.
Freud y Jung definen el mito desde el inconsciente, aproximándolo al sueño o al delirio; revelan la existencia de formas irreductibles del pensamiento del ser humano (Bermejo, 1994). Además, Gadamer es enfático al afirmar que los mitos son sobre todo historia de dioses y de su acción sobre los hombres (Gadamer, 1997). Nicolai Bardiaiev en su libro El sentido de la historia puede presentar el mito como una reconstrucción profunda de la vida. Domingo Cía Lamana en un ensayo sobre Nietzsche dice que el mito pretende expresar la dimensión profunda de la historia y constituye un elemento de todas las manifestaciones de la inteligencia de la historia. (Eliade, 1961) define el mito como una historia verdadera ocurrida en el comienzo del tiempo y que sirve de modelo al comportamiento de grupos humanos. Y Durkheim encontraría en la construcción de verdades mitológicas una de las llaves fundamentales, no solo para el estar-en-común, sino fundamentalmente para el actuar-en-común (Gomara, 2010).
Como una enfermedad del lenguaje definió el origen del mito Friedrich Max Müller en su obra Mitología Comparada. Explica los fenómenos naturales, donde los sentimientos de temor y respeto del hombre primitivo frente a los fenómenos de la naturaleza, fueron los que inspiraron sus ideas de la divinidad, expresado en un lenguaje impreciso y ambiguo. Aquí prevalece el concepto de que los dioses son ideas de las fuerzas de la naturaleza y esto justifica la presencia del mito entre los seres humanos, ya sea producto de la cultura, del inconsciente o de la enfermedad del lenguaje.
Desde sus definiciones a través de diversas disciplinas, el mito forma parte de la presencia humana. Nos acerca y nos aleja de los dioses, descubre verdades y mentiras de la condición humana y, sobre todo, nos regala una dosis de misterio para la autodefinición individual y social.

En cada individuo viven y perviven los mitos. Son sistemas de imaginarios reproducidos socialmente. El mundo mítico tiene fuerza de verdad con categoría dogmática. Muchas maneras de actuar de las personas responden a un determinado mito, lo simbolizan y lo hacen vivo. Generalmente, obedecen a su mandato y modelo, a su manipulación e influencia ideologizada, sin darse cuenta. Si se reflexiona con cualquiera de los amigos, familiares o conocidos, y se estudian sus maneras de actuar y comportarse en su calidad de individuo y ente social, es notorio observar su traje mitológico.
A veces sorprenden ciertos dramas humanos por su similitud con los mitos. Se pone, por ejemplo, la historia de Ángela: su novio se fue para los Estados Unidos y antes de marcharse le hizo la promesa de amor de retornar a buscarla. Aquella joven “alborotaba el barrio” con su voluptuosidad y belleza; todos “le hacían esquina”, pero ella seguía enamorada de su novio ausente. Pasaron semanas, meses y años, y el novio no regresaba. La gente le advertía: “¡Ángela, búscate un novio que ese hombre no vuelve!”. Ella, confiada, no les hacía caso. Sus enamorados se fueron poco a poco de la ciudad, casándose o abandonando el lugar. Ella ya exhibía algunas canas y la gente le repetía que no esperara a ese señor, y ella seguía. El novio volvió y apenas la reconoció. Él procreó varios hijos con otra mujer y ella solo tenía dos lágrimas de desconsuelo.
Haciendo una analogía, nos remontaremos al mito griego de Penélope cuando Ulises se fue a pelear a Troya. Ante tanta insistencia del pueblo de que se olvidara de Ulises, que él no volvería vivo de esa guerra tan larga, decidió tejer un paño. Cuando lo terminara de tejer, desistiría de su idea de esperarlo. Pero los engañó; ella tejía por el día y destejía por la noche, para seguir esperando a su amado. Ese mito de Penélope y Ulises se repite en nuestro mundo y no solo en parejas, sino también en otros actos humanos; ya unos escritores dominicanos escribieron un libro titulado El síndrome de Penélope en la poesía dominicana, mostrando la influencia del relato en el mundo de la poesía.

Al leer los mitos griegos, hebreos, africanos, americanos, romanos y escandinavos, principalmente, se comprueba su reproducción en el drama humano. ¿Acaso el mito de Sísifo, que carga la piedra a la cima de una montaña por mil años, no se cumple entre nosotros? El sinsentido de la existencia planteado por Albert Camus, cuando alude a Sísifo como una metáfora de la vida del hombre. O el mito de Narciso, al que Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. ¿Acaso no se repite ese mito cuando ataca a las personas el síndrome de mirarse al espejo? También se interpreta este mito como ejemplo de aquellos que nunca pueden consumar su amor.
Los mitos griegos y romanos han tenido influencia en la conformación del pensamiento occidental y encontramos algunas similitudes en el drama humano de nuestros contextos. Pero sería limitado si solo nos acogemos a los mitos griegos y romanos. Los mitos del mundo, no importa cuáles sean sus orígenes, pueden aparecer reproducidos en la vida si los grupos humanos entran en contacto cultural. Sin embargo, hay temas dignos de estudios en ese sentido, ¿Cómo se explica la relación del diluvio universal de los hebreos y el presentado por Fray Ramón Pané en el relato taíno de Yaya y Yayael?
Las religiones y los otros sistemas morales de la antigüedad apoyan sus ideas en mitos, parábolas, códigos, misterios, secretos y arcanos, influyendo en las maneras de pensar en el individuo y la sociedad como ya se ha expresado. Generan estilos de vida individuales, sociales y espirituales, con ciertos grados de comprensión de misterios universales.
Estudios esotéricos y religiosos hablan de que todo el drama de Jesús, su vida, pasión y muerte, representan simbolismos de iniciación y redención. La búsqueda de la verdad por los senderos espirituales y apoyados en dogmas filosóficos aporta esperanzas de vida eterna al creyente. El drama de Jesús, paso a paso, tiene significación en el pensamiento cristiano y místico. Cada apóstol o personaje bíblico tiene su representación en el drama de la vida y de la muerte… En la familia, en el club, en el partido político, en el lugar de trabajo en donde hay asociación de personas, el drama de Jesús está presente. ¿Acaso no aparece una persona en estos grupos que traiciona? ¿No será este la representación del Judas en el drama de Jesús? El desempeño de Judas en el drama de Jesús siempre ha sido origen de sentidos y controversias. El modelo de imagen impuesto sobre Judas es el de la traición. Una desmitificación de este hecho es presentada por el escritor dominicano Juan Bosch en su libro Judas Iscariote, el calumniado.
Ahora bien, la traición no nació a partir de Judas; sin embargo, este hecho bíblico imprimió una carga ideológica de inconducta moral en la sociedad cristiana. Hasta el momento no han importado las ventanas abiertas por los estudios de los Manuscritos del Mar Muerto. No han bastado las nuevas versiones, el descubrimiento del texto gnóstico denominado El Evangelio de Judas, probablemente escrito en el siglo II de la Era Cristiana, para intentar desmitificar el papel de Judas en la crucifixión de Jesús, ni las múltiples creencias sobre la vida, pasión y muerte de este. Eso no ha sido significativo para borrar la versión de la “traición” de Judas, debido a factores religiosos, culturales, doctrinales y políticos que no desarrollaremos en este texto.
Así cada apóstol, hecho, milagro o palabra de Jesús se reproduce en la vida misma; por eso no es raro escuchar la frase: “¡Cristo vive!”. En el drama humano no solo observamos la representación de Judas, sino a María de Magdala, a Simón Pedro, a Saqueo, a la Verónica, a Simón de Cirene, al Pedro quien lo niega, a Pilatos lavándose las manos, etc.
La pregunta obligada es, ¿el drama de Jesús podría ser considerado como un mito? Coincido con estos estudios y juicios de que la vida de Jesús es tan simbólica como mítica, mística y esperanzadora. La cultura cristiana aporta al pensamiento todas estas posibilidades de conformación divina y humana. De la misma manera que el cristianismo lee la vida, también lo hacen otras religiones y sistemas morales.
El mito de las cavernas de Platón, incluido en el Libro VII de República, ha servido para interpretar rasgos de la condición humana; “metaforiza el mundo de las ideas, el conocimiento y el reflejo de la realidad”. En la vida misma se manifiesta el mito de Quimera, criatura representada con una mezcla de busto de cabra, cola de serpiente y cabeza de león vomitando fuego… Esta mixtura horrenda figura en comportamientos múltiples de las personas. ¿Acaso no pensamos con múltiples cabezas y tenemos reacciones primitivas? Pero uno de los mitos más populares en el psicoanálisis es el mito de Edipo, utilizado por Sigmund Freud para elaborar su tesis del complejo de Edipo para referirse a los sentimientos y emociones infantiles caracterizados por los deseos amorosos a los padres, los cuales podían tornarse hostiles.
Diversos mitos representan la seducción; el de las Sirenas, mujeres hermosas con cola de pez que vivían en la isla de Artemisa y con sus cantos hechizaban a los marineros para engañarlos. ¿Cuántos cantos de sirena no escuchamos a diario, seducidos por los múltiples deseos? Una versión del canto de las Sirenas alude a un relato misógino.
Probablemente el mito es un reflejo de la vida misma o la vida misma un reflejo del mito. Su construcción tiene cuatro componentes: imaginativo, temporal, individual y colectivo. Muchos historiadores, religiosos, filósofos y literatos han creado todo tipo de mito. La imaginería colectiva, el temor, la esperanza, la libertad han sido fuentes, y los mitos han sido fuente de imaginería colectiva, temor, esperanza y libertad.
Algunos autores petrifican el mito en el tiempo de su origen. Imprimen ideologías conservadoras, dogmáticas y subyugantes. Al mismo tiempo se convierte en una ventana hacia la búsqueda de la libertad, hacia la definición de las identidades. Cada persona y sociedad está compuesta por múltiples identidades y los mitos forman parte de esa conformación. Sin embargo, cada día las dinámicas de la vida, del mundo, de los avances, trituran mitos y conforman otros. No se sabe si en el mundo moderno existen más mitos que en el mundo antiguo. Ahora se han democratizado, como se democratizó en la antigüedad el concepto de la inmortalidad del alma, cosa esta que estaba reservada a faraones o dignatarios (Morín, 2009) y que el cristianismo contribuyó con esa ruptura.
Lo racional y lo irracional, lo estético y lo prosaico, lo bueno y lo malo, lo lejano y lo cercano, la paz y la violencia, son componentes del mito. De forma simple y compleja a la vez; cada uno de ellos se manifiesta de forma contundente y clara, por eso influye tanto en las mentalidades. Aunque el estudio de género de los personajes mitológicos no es materia de este escrito, la presencia de la mujer en muchos de los mitos griegos y romanos, por ejemplo, está asociada al amor, a la guerra, los males y a la violencia. No hay nacimiento donde se exprese más violencia que el de la diosa Minerva, una violencia entre los límites de lo horrendo, el amor y la ternura. Ella surge producto de la petición hecha por Júpiter a Vulcano de abrirle el cráneo de un hachazo, surgiendo Minerva. O el caso de Pandora, que abre su caja y de ella “salen todos los males” y se esparcen por la tierra. O el ahorcamiento de Freda, víctima del remordimiento. O el drama de Medea y Antígona, para nombrar solo unos casos. Tanto Deméter/Ceres, Hera/Juno, Hestia/Vesta, Artemisa/Diana, Atenea/Minerva, Afrodita/Venus, Selene/Luna, de la mitología griega y romana, influyeron o han creado paradigmas y modelos, no solo del pensamiento occidental, sino mundial.

No todo en la vida es explicado por medio de los mitos porque la vida tiene múltiples explicaciones desde varias dimensiones y ópticas. Existen variantes y juicios sobre ellas. Recordemos el caso del diluvio universal relatado por los hebreos, los orientales y los aborígenes de América. Y esta riqueza nos permite darle razón a la identidad individual y social.
Las maneras de interpretar la vida y el mundo son inagotables; los sentidos son infinitos, conducen a verdades que sobreviven a demostraciones sociológicas, filosóficas, fenomenológicas y cualquier otra disciplina. Nadie está libre de la influencia de los mitos. En todas las conformaciones mentales y espirituales del hombre y la mujer observamos su impronta. Mientras más se desarrolla la creatividad humana, más mitos aparecerán.
Siempre existirán encuentros y desencuentros por parte de los mitólogos porque el mito no está exento del misterio de la creatividad humana. Las elucubraciones y la ingeniería para estructurarlo y desentrañar sus porqués traen consigo permanentes debates. Su comprensión siempre tendrá sus aciertos y desaciertos infinitos. Será un tema inagotable.
Domingo 23 de noviembre de 2025
Publicación para Acento.com No. 171
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
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