Recientemente se anunció con mucho regocijo que cerca de setenta legisladores presentaron un proyecto de ley con la justa propuesta de designar a la laboriosa comunidad de Baní y sus municipios como Provincia Máximo Gómez, digno ciudadano que en playas extranjeras colocó en alto el internacionalismo solidario de los dominicanos. De  repente todo se derrumbó, se ha producido una  insólita estampida, que nos deja entrever esa propuesta estaba contaminada de “peste”, se abrió una caja de pandora que laceraba el “nacionalismo”. Esas tenemos…

En mi artículo anterior evocaba la célebre frase metafórica que José Martí le manifestó a Gómez a modo de compensación por asumir la jefatura del Ejército rebelde cubano, su remuneración sería la ingratitud probable de los hombres. Al margen de la visionaria  expresión del genio preclaro de Martí, es pertinente preguntarse: ¿Qué ha pasado?  ¿Se enteraron ahora que Gómez como militar siguió en las filas anexionistas en el país? ¿Desconocen la historia recompensa a los combatientes que a partir de actitudes atrasadas con valor-autocritico asumen ideas progresistas? ¿No entienden una cosa es nacionalismo y otra chovinismo?

Esto es deplorable, se trata de una actitud risible, de Máximo Gómez no hay nada que esconder, como muchos dominicanos desde Gaspar Polanco a Francisco Caamaño de posiciones conservadoras transitaron a posturas avanzadas en condiciones estelares, no importa el escenario. ¿Acaso no existe el internacionalismo solidario?

Confieso ignoro las causas de esa inesperada reculada parlamentaria. La personalidad político-social de Gómez  no se puede comparar en lo más mínimo  con la cuasi ficción que se atribuye al vocablo Peravia.

Tratando de entender la nueva situación hemos indagado informaciones sobre el particular, una de ellas nos dice se trata de una escaramuza entre los partidos de la clase dominante contemporánea. Se alegan varios conflictos, entre ellos que Gómez es un héroe de uno de esos partidos hoy en la oposición, porque su mentor el profesor Juan Bosch supuestamente le adjudicó el célebre sobrenombre de «Napoleón de las guerrillas», en un libro de su autoría.Captura-de-Pantalla-2025-03-23-a-las-4.59.49-p.-m-728x620

Este argumento es inadmisible, Bosch por encima de las banderías políticas fue un prestigioso y respetable intelectual, además al igual que cualquier ciudadano tenía derecho a titular su libro como lo considerara pertinente. Hace bastante tiempo esta aclarado ese título heroico a Gómez en su momento se lo otorgó el diario inglés  The London News,  cuando el generalísimo y sus mambises mal armados lucían invencibles en las lomas cubanas. Exhibiendo  avezadas  técnicas de resistencia contra una poderosa maquinaria militar colonial.

Ese partido gobernó el país por dos décadas, y no fue capaz de promover o imponer el mencionado proyecto de ley. Es decir que ambos sectores están en deuda con el héroe dominicocubano.

Es posible que sea una especulación, y ojalá así sea, pero personalidades vinculadas al partido gobernante han aparecido de modo público cuestionando el proyecto de Provincia Máximo Gómez, al mismo tiempo debemos recordar que en diciembre de 2023 en Santo Domingo Este, se inauguró un bulevar en homenaje a los dominicanos destacados en el exterior y se excluyó la personalidad histórica de Gómez. ¡anja!

Debe quedar claro que han sido los partidos de la clase dominante quienes se han mostrado apáticos o como quiera llamársele, a la memoria internacionalista del inmenso Máximo Gómez.  A estos partidos no les luce el traje chovinista, porque participaron unificados en la Guerra Patria de Abril de 1965, donde los dominicanos lograron la colaboración de expertos militares extranjeros que se inmolaron en defensa de la dominicanidad como el italiano Illio Capocci y el francés André Riviere. También el   poeta y profesor haitiano Jacques Viau.

El asunto ha llegado tan lejos, que sectores que no hemos podido identificar convocaron un mitin para repudiar a Máximo Gómez, en abierta contradicción con los antecedentes que nos dejaron los coetáneos del héroe, que desafiando las tiranías de Buenaventura Báez y Ulises Heureaux de manera pública siempre se identificaron de modo entusiasta con sus jornadas guerreras.

“Gómez es cubano no dominicano”, “que lo reconozcan en Cuba”, parece son los argumentos soterrados de estos “nacionalistas”, que precisamente coinciden con el otro extremo, los adversarios del héroe en las dos guerras cubanas que este participó, siempre lo tildaron de dominicano, extranjero y aventurero.  Denuesto que Gómez  nunca aceptó, en ningún instante renegó de su nacionalidad dominicana, siempre lo manifestó con orgullo.

Veamos una breve muestra como la prensa ministerial al servicio de la monarquía hispana, en no pocas ocasiones lo tildaba de dominicano como un agravio  . En los meses primarios de la guerra, un periódico reaccionario comentaba:

“Máximo Gómez es uno de los veteranos del separatismo. El cabecilla dominicano frisa en los sesenta años, y su historia militar esta llena de valerosas hazañas. Como Martí es el «alma ideal» por así decirlo de la subversión”. (Nuevo Mundo.  Madrid, 24 de abril 1895).

Mientras otro periódico al calificarlo de aventurero extranjero, acotaba:

“En cambio, todos los aventureros de las diferentes porciones de tierra que forman el seno mejicano han acudido a la lucha y al desbordamiento. Máximo Gómez es un dominicano, Quesada de Costa Ricas, los Maceo no tienen patria, Moncada es un negro, y de los cabecillas que ostentan nombres españoles, sólo dos son peninsulares”. (La España Moderna.   Madrid, 1 de junio 1895).

La Epoca   el principal vocero ministerial, resaltaba que el reaccionario medio de prensa  habanero Diario de la Marina,  había llamado a Gómez el señor don, añadiendo: “No podrá quejarse el cabecilla dominicano de falta de respeto y consideración que merece al decano de los periódicos habaneros”. (La Epoca.  Madrid, 1 de junio 1895).

En septiembre varios medios colonialistas en la metrópoli imputaron a Gómez que durante la campaña de la invasión, estaba atacando los ingenios azucareros para favorecer a los dominicanos:

[…] la influencia ejercida por Máximo Gómez en la gran Antilla, así en la pasada guerra como en la presente insurrección ha servido principalmente para favorecer los intereses y fomentar la riqueza de la República de Santo Domingo a costa de los intereses y de la riqueza de la isla de Cuba”

“El desarrollo que allí ha alcanzado el cultivo de la caña, a la guerra del 68 es debido, y entonces, como ahora, acudió a aquel país una colonia cubana inteligente y laboriosas”.

“De todo esto se desprende que el de Máximo Gómez es un patriotismo único y esencialmente dominicano”.  (El Estandarte.  Madrid, 23 de septiembre 1895.  La Publicidad.  Madrid, 24 de septiembre 1895).

Se trataba de una tergiversación, la campaña de la tea iba dirigida a los ingenios vinculados a la dominación colonial, que eran bastantes y es parte de la guerra debilitar la economía del enemigo. Se presentó un estado de guerra en los centros de producción azucareros y algunos propietarios cubanos optaron por trasladar sus ingenios a Dominicana.

Sus antagonistas llegaron hasta cuestionar que no era dominicano, como ocurrió durante ambas guerras cuando periódicos colonialistas conjeturaron esa posibilidad:

“Un periódico de Asturias acoge el rumor de haberse averiguado que el famoso cabecilla de la insurrección cubana, Máximo Gómez, no es dominicano, como se había asegurado, sino asturiano del concejo de Tineo, donde tiene su casa, que en tiempos pasados fue rica y grande, y en la que hoy vive un  hermano suyo, pobre labrador que con su rudo trabajo gana el sustento cotidiano”.

“El rumor debe ser inexacto”.  (El Siglo Futuro.  Madrid, 26 de septiembre 1895. El Correo Especial.   Madrid, 25 de septiembre 1895).

El archi reaccionario La Epoca  insertaba un reportaje del periódico monárquico El Progreso,  que se editaba en New York y tildaba  de “salvajes” a los patriotas que combatían por la independencia de Cuba, señalando: “Allí se enumeran: Máximo Gómez, dominicano, que estuvo al servicio de España y después se volvió contra ellas; Maceo, mulato cubano; Roloff y Merceroff,  emigrados polacos y aventureros de profesión”.  (La Epoca.  16 de noviembre 1895).

En enero de 1896, desde la metrópoli se cuestionaba la inoperancia del Gobierno de Cánovas del Castillo, que no había podido enfrentar la invasión a occidente de los rebeldes cubanos. El Estandarte  en su defensa desesperada del Gobierno, acotaba:

“Hablen, díganlo los vocingleros políticos, los jaleadores chiquilicuatros y los voceadores de crisis, si porque el dominicano Máximo Gómez y el mulato Maceo han entrado en la provincia de La Habana y escurren el bulto por los campos y arrabales de reducidos poblados, sin habérseles escarmentados desde los primeros momentos; […] (El Estandarte.  17 de enero 1896).

Cánovas del Castillo en su desesperación llegó a plantear que la guerra de Cuba se resolvía con dos tiros alegres, uno para Gómez y otro para Maceo. Lograron matar a Maceo en combate, pero no pudieron doblegar al pueblo cubano en armas.

Otro periódico ministerial se quejaba amargamente como se “había permitido” al “aventurero dominicano” pasearse a sus anchas con sus tropas en el territorio del occidente:

“Nadie se explica como el audaz aventurero dominicano ha podido efectuar una marcha tan larga, sin encontrar serios obstáculos, jugando la cabeza a una docena de generales, correteando por las cuatro provincias más pobladas, y dejando en pos de si un reguero de ruinas, escombros y cenizas, sin que la acción militar haya sido bastante a impedir y ni siquiera  aminorar tanta ruina”. (El Siglo Futuro.  4 de febrero 1896).

En el mes de mayo la prensa ministerial anunciaba por nueva ocasión la supuesta muerte del “viejo dominicano”. Varios días después se veían obligados a desmentir la información: “Dice, en fin  el corresponsal del Times, que Máximo Gómez avanza nuevamente por Matanzas hacia La Habana y Pinar del Río”.  (El Liberal.  Madrid, 23 de mayo 1896).

Filipina que también era una colonia española, y tenía varios voceros de prensa colonial,  uno de ellos publicaba una nota asegurando que el represivo Valeriano Weyler, gobernador de Cuba,  logró conseguir una supuesta carta del héroe criollo que  manifestaba “desanimo”, dirigida al general insurgente Roloff”:  […] es decir del dominicano al que nada importan Cuba ni su riqueza, al polaco aventurero que solo va a pescar lo que pueda al arruinar a Cuba”.  (El Comercio.  Manila, 22 de junio 1896).

La Correspondencia de España   se quejaba de la fama que se le otorgaba a Gómez, que amenazaba con tomar la provincia de Matanzas y de nuevo aproximarse a  La Habana:

“Además de la tendencia que se observa en Cuba de dar a Máximo Gómez el carácter de figura de leyenda, tan pronto ofreciendo pelos y señales de su muerte acaecida en combate o por resultar de padecimientos crónicos, o más tarde suponiéndolo dirigiendo importantes operaciones de la guerra; aun cuando se confirmase esa presencia del cabecilla dominicano en Saratoga, no es su propósito variar de situación […] (La Correspondencia de España.   Madrid, 15 de julio 1986).

Otro periódico ministerial en Manila, publicaba una carta de un agente monárquico situado en Cuba, quejándose de las actividades bélicas del “fantasma insurgente”: “Henos aquí tras el mismísimo Máximo Gómez, fantasma ayer, resucitado hoy, reventador siempre de la energía española, que no se como no se rinde con tanto caracoleo, tantas idas y venidas como emplea el zorro dominicano para despistar y no combatir”. (La Oceanía Española.  Manila, 15 de agosto 1896).   Gómez aplicaba una táctica que luego Mao Tse-Tung, definía como: “No lanzarse al combate temerariamente, sino con la seguridad de vencer”.

Gómez ocupó centenares de cuartillas de la prensa colonialista tratando de fastidiarlo, aventurero, dominicano, extranjero. El internacionalista siempre sereno, firme, persistió en sus exitosas tácticas de desgate al enemigo, y sin inmutarse por los epítetos en su contra, y mucho menos sin renegar de su nacionalidad dominicana.

A los antagonistas contemporáneos de Gómez es pertinente advertirles que su legado no se va esfumar por el desplante que pretenden hacerle a su memoria.  Lo que deploramos es que a estas alturas del juego se intente desvirtuar la verdad histórica, y se tergiverse el espíritu de reivindicación de un humilde soldado, con escolaridad precaria, que cuando alcanzó un verdadero signo de responsabilidad política y social se colocó en el lugar de avanzada que en aquellos momentos le correspondía.

Los “nacionalistas” a rajatablas con o sin partidos, que pretenden llevar a Gómez al patíbulo histórico obviando su transformación revolucionaria, deben demandar que un pueblo tan combativo como Cotuí, y sus municipios, la provincia no lleve el nombre de un enfermizo españolizado como Juan Sánchez Ramírez, quien en sus afanes hispanófilos llegó a fusilar y ahorcar criollos comprometidos en la Revolución de los Italianos.

Sánchez Ramírez nunca se sintió un criollo, sino un español-monárquico como lo declaró en su testamento político, cuando afirmaba que en su recorrido de villa en villa, persiguió: […] conseguir que renaciese en nuestra patria  el agradable día de nuestra libertad, y el de vernos incorporados en la Corona de España, por lo que mucho tiempo suspiramos”.  (Juan Sánchez Ramírez. Diario de la Reconquista.  Academia Militar Batalla de Las Carreras.  Santo Domingo, (C. T.) 1957. p. 356).

Situación similar debe ocurrir con el municipio de Gaspar Hernández, este sacerdote nunca fue asesor de los trinitarios, sino su crítico furibundo, porque su objetivo era que  Santo Domingo volviera a ser colonia española.

En la misma tónica deben emprender una campaña por el desahucio de los homenajes  que han designado calles y parques con los nombres de reconocidos genocidas colonialistas, como Cristóbal Colón, Nicolás de Ovando y Vasco Núñez de Balboa.

También deben solicitar se derogue el nombre del Canal Marcos A. Cabral de Baní, porque este individuo de militar dominicano pasó a ser un connotado anexionista cuando encabezó en el Sur las huestes baecistas que se planteaban la anexión a los Estados Unidos en el llamado periodo de los seis años, convirtiéndose en uno de los agentes más represivos y nunca se autocriticó por su perversa actitud.

Estos “nacionalistas” deben disponer que aunque sea un callejón se designe con el nombre de Ramón Emeterio Betances, Padre de la Patria de Puerto Rico, quien formó un comité clandestino de apoyo a los Restauradores dominicanos en la isla vecina, acción por la que fue apresado y deportado, luego fue delegado político de Luperón en la lucha contra el anexionismo baecista en el periodo de los seis años de Báez  e hizo los arreglos para que Luperón obtuviera el vapor Telégrafo, también diplomático honorifico en Europa de los gobiernos Azules. Debemos aclarar que la calle doctor Betances de la capital, es un homenaje a un distinguido médico criollo, que trajo al país el primer laboratorio de microbiología.

También deben desagraviar al comandante Enrique Jimenes Moya, que para atropellar su memoria durante el balaguerato cuando se extendió la avenida prefirieron ponerle el nombre de Winston Churchill, quien no mantuvo ningún vínculo con los dominicanos. Al tiempo que deben hacer un homenaje con la designación en vida de una avenida con el nombre del comandante Delio Gómez Ochoa, único sobreviviente de la invasión patriótica del 14 de junio de 1959 contra la tiranía trujillista.

Otra tarea patriótica pendiente, realizar el desagravio a los restos de los héroes que descansan en el Panteón Nacional, trasladando a uno de los cementerios convencionales de la Capital los restos del anexionista  por antonomasia Pedro Santana.

Es posible que estos aspectos no les interesen a los enemigos del legado de Gómez, sino perseguir su memoria histórica, que solo pertenece a los pueblos dominicano y cubano. Sigan adelante, pero tengan presente que no lograran destruir el recuerdo imperecedero de su  internacionalismo revolucionario. Esos yerros no son nuevos, ya en 1894 el Congreso lilisista mediante una ley negó el permiso para la erección de la estatua de Duarte, fue necesario esperar 36 años para lograr inaugurar una estatua del Padre de la Patria.

Gómez como muy bien le advirtió Martí, vivió esas ingratitudes, cuando los burócratas de la Asamblea del Cerro, terminada la Guerra Necesaria por sus esfuerzos, como los de Maceo y Martí, quedando vivo solo Gómez,  lo destituyeron de su cargo de comandante en jefe, porque no quiso plegarse a mezquindades políticas que habían aceptado los asambleístas.

No obstante, el generalísimo pudo observar de inmediato el homenaje apoteósico del pueblo de La Habana, que de modo multitudinario le ofreció su respaldo, como apuntó para la historia su más importante biógrafo Benigno Souza:

“Pocas horas después recibió Máximo Gómez su desagravio con la más enorme, con la más clamorosa manifestación que jamás haya visto el pueblo de La Habana, a cuya cabeza iba la generosa juventud, los estudiantes de nuestra Universidad. La inmensa muchedumbre estuvo desfilando tres días seguidos por la quinta de los Molinos. Los veteranos de toda la Isla, con raras excepciones, en cálidos telegramas, le proclamaron su legítimo jefe y los asambleístas, despectivamente silbados en algunos de los lugares donde aparecían y fueron conocidos, se disolvieron poco después, […] (Benigno Souza.   Máximo Gómez, el Generalísimo.  Editora Universitaria UASD. Segunda edición. Santo Domingo 1992. pp. 296-297).

El legado histórico de unidad antillana promovido por Luperón, Hostos, Martí, Gómez, Betances, Maceo, Saget y sus compañeros, es inmortal y está por encima de todas las majaderías políticas del pasado y el presente.

Santiago Castro Ventura

Médico e historiador

Médico, historiador.

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