La inteligencia artificial no solo piensa: también devora energía con un apetito insaciable. En este 2025, cada nuevo modelo desarrollado, cada imagen creada o algoritmo ejecutado consume cantidades descomunales de electricidad, poniendo a prueba la resistencia de nuestras redes eléctricas globales. Según recientes informes de la Agencia Internacional de Energía, tan solo este año, los centros de datos dedicados a la IA consumirán cerca de 1,200 teravatios-hora, una cifra superior al consumo combinado de países altamente industrializados como Japón y Alemania. Y esto podría ser solo el principio.
Imagina miles de servidores trabajando sin descanso, generando tanto calor que los ventiladores luchan constantemente para enfriarlos. Esa visión ya es una realidad diaria en 2025. Durante la última Conferencia Global de Energía e Innovación, Elon Musk lanzó una advertencia contundente: si no se toman medidas inmediatas, es probable que enfrentemos apagones masivos dentro de los próximos dos años. Y sus palabras no son una exageración. Las proyecciones muestran que entre 2025 y 2030, la demanda energética impulsada por la inteligencia artificial podría aumentar hasta en un 50% anual, mientras que la capacidad de crecimiento de las energías renovables apenas alcanzará un 12%. Este déficit inevitablemente será cubierto por combustibles fósiles, agravando aún más la crisis climática global.
Pero la crisis energética es solo una parte del problema. Detrás del avance tecnológico hay costos humanos y ambientales enormes que a menudo permanecen invisibles. La creciente demanda de litio, clave para las baterías, continúa devastando regiones enteras en América Latina, África y Asia, agotando recursos vitales como el agua y desplazando comunidades enteras. Además, la cantidad de residuos electrónicos generados por servidores y componentes obsoletos se está convirtiendo en un problema crítico de escala global. La reconocida especialista en energía sostenible, Amy McCarten, señaló en su informe de enero de este año: “Estamos frente a un punto crítico; o la IA se vuelve sostenible, o nos llevará a una crisis sin precedentes.”
Sin embargo, detener la IA no es la solución. La inteligencia artificial es indispensable para nuestro futuro, pero también lo es transformar nuestra forma de producir y consumir energía. Se requiere urgentemente invertir en redes eléctricas inteligentes capaces de gestionar eficientemente la demanda energética, desarrollar baterías con mayor capacidad y rendimiento, e impulsar tecnologías innovadoras como los mini-reactores nucleares modulares. Estas innovaciones podrían ser la clave para satisfacer el voraz apetito energético de la IA sin destruir el planeta.
La decisión sobre cómo enfrentar esta crisis está en manos de todos nosotros. Si no actuamos de inmediato, la próxima vez que pulses un interruptor podrías encontrarte en la oscuridad definitiva.
Compartir esta nota