No lo entienden los pobladores de Herculano. No es el miedo lo que los inquieta. Algo pasa, algo distinto. Estaban acostumbrados a vivir entre cosas que habían sucedido hace mucho tiempo. Y no era el Monte Vesubio esta vez, no era la pómez ni la ceniza, tampoco la lava enterrándolo todo. Era otra cosa.

Un estallido de formas, un derrumbe de color proveniente de las antípodas, desde un mar más ardiente y salado, colmado de soles. Julián Kundhart, su curador puertoplateño, lo llamó Danza de Color, garante de la saciedad de sentido que ahora cae sobre la villa en un silencio lleno de luces.

La Villa Campolieto, con sus aires de emperatriz jubilada, engrandecida por los vestigios borbónicos y la elegancia, de casa que alguna vez supo ser el centro de la llamada Milla de Oro, recibe la primera embestida en su terraza. Desde allí, en lo alto, cae Ella. Soraya Abu Nabaa, la virtuosa dominicana desciende liviana, como una figura lóbrega envuelta en telas, un murciélago herido que, al tocar el suelo, deja escapar un riachuelo de colores radiantes que nadie veía venir. Y allí inicia la danza: la caída, el cuerpo en el aire, la tela, la tela negra que se enreda y, al soltarse, escupe espuma de colores, historias descosidas.

El espectador entra en las alas gigantes proyectadas por Vanvitelli, los tótems de Juan Trinidad le dan la bienvenida con su presencia invicta. La madera, fragmentada y fisurada, se eleva y cuenta las leyendas de otra villa, la de Las Hortensias. En las grietas, en el vacío, laten voces de un Caribe remoto, confundidas con su propio pasado, el de sus ancestros, indios y africanos, respirando bajo capas de barniz y sombras. Porque Trinidad hace eso, que la madera no sea solo madera, ni ébano su grafía: la convierte en grieta, en tokonomas de recuerdos perfumadas de café y prolijidad.

En la sala de los affresco, el color trepa por las paredes intricadas, son los retazos de Soraya Abu Nabaa que vibran fusionados con el estuco neoclásico carcomido. Es la tela del Cibao creando un diálogo inesperado con la piedra, de pasado y presente, es el mangle que emerge en el rectángulo de oro, retozando con los niños dormidos de un fresco cuarteado.

Los espectadores, adormecidos en este nuevo universo, caminan entre formas que saludan desde otro lado de la materia y la memoria. La Villa, ahora, respira el salitre antillano, y afuera, el cielo de Herculano permanece gris. Los que entran no son los que salen. Y los que salen nunca vuelven a ser los mismos.

Catorce artistas dominicanos dejan su rastro en el metal, poderosamente suspendidos insinúan arquitecturas improbables; en la pintura, que reinventa la ciguapa; en la madera, con sus fisuras uniformes; en la fotografía, que congela lo efímero; y en el tambor, que mece la salve, y arrastra el cuerpo de una Maboya, danzarina aturdida.

Y afuera, Herculano sigue existiendo, pero con un aire distinto. La ciudad advierta a las ruinas que algo ha cambiado, algo ha purificado sus piedras antiguas. Los transeúntes, caminan por sus calles y no saben, pero lo sienten. Su paso es más liviano, acompasado y tumbado. Es el ritmo que los empuja, es el tambor su aliado. Es la integración de una cultura intrusa, que los perfuma de orégano brujo y menta, y les contagia con danzas, de areito y yoruba, tiñendo de turquesa sus negras calles de tufo flegreo.

Joaquín Fernando Taveras Pérez

Diplomático

El autor es diplomático, comunicador, mediador lingüístico, egresado de la Universidad de Palermo en Buenos Aires, Argentina, maestría en mediación intercultural en el campo diplomático, en el Instituto CIELS de Milán, Italia. Ha realizado cursos de literatura en el Cambridge Education Group, actualmente trabaja para el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Dominicana, ejerciendo las funciones de Consejero, encargado de cooperación académica y cultural en la Embajada dominicana en Roma. Creador del Ciclo de Literatura Dominicana en Italia, en el Instituto Cervantes de Milán. Ha elaborado y coordinado acuerdos de cooperación ministerial, cultural, técnico y científico. Ha publicado en varias revistas, como la neerlandesa “Diplomat Magazine”, creador de las guías de gestión y comunicación para la Universidad de Palermo, guía para gerencia y dirección de la comunicación publicitaria en televisión, para el canal Teleantillas, donde fue director de promociones durante dos años.

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