Cuando se es mezquino con la historia, la convertimos en leyenda. Tal proceder nos priva de la sagrada fragancia de la verdad. Por eso se debe ser justo al enjuiciar el avance del proyecto de desarrollo urbano del Centro Histórico de Santo Domingo que patrocina el binomio MITUR/BID. Sus resultados son hasta ahora más positivos que mancos. Con casi un 80% de los trabajos programados terminados, el equipo del proyecto merece una sincera felicitación por haber creado más hermosura que fealdad. Sin ánimo de desmeritar, sin embargo, conviene acompañar los elogios con antojos de rasgos que podrían enriquecer un producto dual que combina historia y turismo.

Lo logrado hasta ahora ha resultado en una reconfiguración del Centro Histórico que dista mucho de lo que era previo a las intervenciones. Antes teníamos un ambiente construido y ruinas históricas que se veían desaliñadas. En el recinto imperaba, en aquella famosa observación del cardenal López Rodríguez, una “mansa anarquía”. Eso no ha desaparecido por completo, pero la faz del recinto es hoy esplendorosa y alberga algunos entornos mágicos que han sido embellecidos por las intervenciones. (Basta con mencionar el ejemplo del espléndido Parque Duarte, el cual exuda un mágico encanto.) Después de 6.5 años de los trabajos de restauración de monumentos y fachadas, rehabilitación de calles y parques y el comienzo de la remodelación de viviendas en los barrios menos favorecidos, hay que concluir que las molestias a residentes y visitantes han valido la pena.

Este testimonio podría sorprender a lectores que conocieron mi inicial oposición al proyecto. En aquella ocasión me pareció que el financiamiento de US$90 millones del BID no compaginaba con lo que eran las mayores prioridades del Estado, además de que lo turístico no podía sobreponerse a la trascendencia de la misión identitaria que debían jugar nuestras raíces históricas. En agosto del 2019, fecha en que se firmó el préstamo, era más prioritario invertir en el desarrollo del potencial turístico del suroeste, especialmente en el área de Cabo Rojo y Bahía de las Águilas. Es decir, por razones de equidad en el gasto público, esa región merecía la más alta prioridad. Afortunadamente, el nuevo gobierno acometió el proyecto Cabo Rojo en el mismo inicio de su gestión y, al proyecto del Centro Histórico estar llegando a su fin, ya no vale la pena validar esa crítica.

Calle Arzobispo Meriño con jardineras y sin bolardos (dibujada por ChatGPT-4)

Pero la inconformidad de observadores calificados a las intervenciones en el recinto comenzó con el inicio de las intervenciones que patrocinó el gobierno del presidente Balaguer (a partir de la creación de la Oficina de Patrimonio Cultural en el 1967). A partir de los años setenta se iniciaron incursiones en la restauración de monumentos que fueron acremente criticadas porque, según esos observadores, ponían más atención en el embellecimiento que en la reproducción de los rasgos históricos. Más adelante surgieron en el anterior gobierno que paralizaron las pretendidas intervenciones en ruinas como las del Convento de San Francisco y el Hospital Nicolás de Bari. El repudio de entidades como ICOMOS, la UNPHU y el CODIA, por ejemplo, demostró que las visiones de los expertos extranjeros no pasarían sin una validación local. Otra escuela de pensamiento hoy día critica lo logrado por el proyecto BID/MITUR porque le ha dado al recinto un aspecto de parque temático en detrimento de las fachadas y ambientes de un centro genuinamente colonial que respondiera a su rol identitario.

Las consultas informales con una pléyade de residentes y visitantes hoy indican que la crítica más urticante que se hace al proyecto es que no ha resuelto el problema del estacionamiento. El ingrediente más notorio de subsanación ha sido el de los “odiosos bolardos” que desfiguran las calles y los entornos. Aunque los bolardos son comunes en ciudades europeas de raigambre histórica, no por eso debemos replicarlos aquí. Si de evitar el parqueo en las calzadas se trata, opciones más agradables serían las pequeñas jardineras y los árboles (ver gráficos). Por otro lado, si las aceras y calzadas rehabilitadas hubiesen sido hechas con ladrillos en vez de hormigón, serían más estéticas y congruentes con los ambientes históricos.

Por supuesto, aunque el proyecto BID/SECTUR aparenta estar en su etapa final, le quedan tareas pendientes. Un par de calles emblemáticas (Sánchez, José Reyes) esperan su terminación, incluyendo el soterrado del cableado eléctrico —enterrando los cables en las tuberías que se han colocado en las calles intervenidas— y la incipiente remodelación de casi todas las viviendas seleccionadas. Mientras, ya se han recibido algunos de los autobuses eléctricos que se vislumbran para mejorar la movilidad y conectar con la Plaza de la Cultura, pero no se ha programado su uso. Para atisbar cuáles otros complementos futuros serán necesarios, habrá que esperar a que el puerto de cruceros sea funcional y que la ciudad tenga un centro de convenciones.

Al ponderar el futuro del recinto, quedará obvio que siempre será una obra en desarrollo. Son muchas las opiniones de nativos inspirados que señalan faltas en su configuración. Más allá del reemplazo de los bolardos por árboles y jardineras, algunos opinan que deberán desplegarse estatuas de los personajes históricos más relevantes en esquinas estratégicas (y parques) para remarcar la historicidad del recinto. Otros preferirían una masiva arborización en que la Plaza España sea convertida en un bosque y también que se lleve a cabo una masificación de la presencia de flores por doquier. El enlace con la Plaza de la Cultura, por su lado, requerirá de una preparación de la Plaza y sus contenidos. “Para que la ciudad proyecte mejor sus tesoros culturales, sería deseable entonces que, como parte de la reingeniería, se conectaran los dos recintos.”

Todavía así se excreta la observación de que al Centro Histórico “le hace falta alma”. Se alega que los gobiernos y los intelectuales que han intervenido en las tareas de la conservación han soslayado la parte cultural. La recreación y conservación de las leyendas y tradiciones del Centro Histórico debe ser parte de un programa de animación. Por ejemplo, La Noche Larga de los Museos o los esporádicos desfiles de carnaval. Lo que no perciben esos críticos es que en el Centro Histórico se dan frecuentemente un gran número de conciertos, obras de teatro, ferias, rituales religiosos y otras manifestaciones artísticas, algunas con sello privado. Estas no siempre apelan a los extranjeros, sino a residentes y visitantes.

La tarea de crear los atractivos que le den “alma” podría reclamársele al Ministerio de Cultura. Hay varios reportes de consultores extranjeros, encargados por el Clúster Turístico de Santo Domingo o el MITUR, que han propuesto un sinnúmero de actividades para esos fines: “Centro de Experiencias Dominicanas”, T&L Europraxis, 2013; “Proyecto de Turismo Experiencial para Santo Domingo”, MITUR/BID/Clúster SD, 20??; Diagnóstico del Destino Turístico de Santo Domingo, THR Barcelona, 2012. Otros reportes de consultoría de diversa índole están también repletos de sugerencias para hacer al Centro Histórico más atractivo.

Pero para engalanar el recinto no se puede depender de las iniciativas gubernamentales. Después del gasto que representa el proyecto BID/MITUR, es preciso que se mire a barrios como Capotillo y/o Gualey para consumir nuevos fondos oficiales. Los empresarios y residentes del Centro serán los encargados de privadamente poner ese toque de “alma” por ellos mismos. Y la mejor manera de emprender tales iniciativas es impulsando la creación del Municipio Especial que se ha propuesto para el Centro.

Juan Llado

Consultor económico

Con entrenamiento universitario en los campos de la psicología, las ciencias políticas, la educación y la economía, obtuvo títulos universitarios en EEUU y se desempeña actualmente como consultor económico y articulista. Su experiencia de trabajo ha sido diversa, incluyendo misiones de organismos multilaterales y gerencia de proyectos internacionales. El principal hobby es la investigación y las tertulias vespertinas en el Centro Histórico de Santo Domingo. Aunque no partidarista y un libre pensador, ha abrazado últimamente la causa de la alternancia en el poder como requisito cumbre para fortalecer la democracia dominicana.

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