El coronel Emilio Ludovino Fernández, explica que su hermano Rafael, sabía que él era opuesto al presidente y que por eso no lo incluyó en sus planes de luchar por la reposición del gobierno constitucional. La causa de su oposición al gobierno, la cuenta de la siguiente manera:
"…Bosch no me agradaba y todo lo que hacía era para agravar mi impresión negativa". "Rafael, que lo sabía, no me incluyó en ninguno de sus planes para restituirlo". Pero cuando Lachapelle le preguntó por qué no incluía a su hermano milito, le contestó: "Deja a Milito tranquilo, de él me encargo yo, a la hora buena estará con nosotros".
(Página # 40-41.
"Ya es hora de hablar)
Entre los agravios, aparte de la negativa de una exoneración para un vehículo cuenta lo siguiente:
1- "Antes de partir, de regreso a México, como era mi deber le pedí una audiencia al presidente con el fin de presentarle mis respetos. Bosch me recibió con dos desconsideraciones: ¿Usted es hermano del Coronel Rafael Fernández Domínguez? me preguntó. ¡Sí Señor! "¿Cómo se explica entonces que siendo Ud. mayor de edad él le lleve un rango?" "Seguramente porque él es más meritorio que yo, le respondí. No tenía por qué darle ninguna explicación. Aun cuando era mayor que mi hermano, lo cierto es que él ingresó mucho antes que yo en el ejército".
Esa "desconsideración" está unida a un resentimiento. Milito lo cuenta:
"La hora buena se presentó el día 24 de abril de 1965″. "Ese día yo borré todos mis agravios con Bosch. Comenzando por el que le dio origen a mi resentimiento, porque de eso se trataba. Las cosas habían sucedido así: lo contaré tal y como me lo contó la persona que asistió a la reunión. Cuando se encontraba en la Habana (1946, creo) participó en un encuentro de antitrujillistas donde cada quien juzgaba a su manera los principales "personeros" más cercanos del Generalísimo. Cuando alguien mencionó el nombre de mi padre, Ludovino Fernández, Juan Bosch se levantó de su silla y alzando los dos brazos dijo ¡ "Ese me lo dejan a mí ! Para ese tengo yo un cementerio aparte!".
(Páginas 40- 42 "Ya es hora de hablar"). Los falsos agravios lo llevan a un rencor y ese rencor lo tomará de pretexto para conducir su vida por una senda sinuosa.
Aquí Milito, se quita el caso de la exoneración del vehículo y toma una excusa por resentimiento, no por egoísmo y ambición. Pero todo el que recurre a trucos de palabras en justificación de una conducta sinuosa, va cayendo poco a poco en las redes de su propia mentira.
Efectivamente, el 24 de abril, llegó la hora buena para el coronel Emilio: renunciar al resentimiento y al odio infundado y abrazar la causa de su hermano, que era la causa de la patria.
¿Qué dijo y qué hizo?
Veamos:
"Llegué a la conclusión de que no tenía otra alternativa que no fuera de sumarme a los rebeldes. Mi hermano Rafael era quien conducía el movimiento. Era su idea. Su lucha. Su razón de ser. Mi hermano Juan que ya estaba claramente definido había sido apresado y era de los que le dio inicio al desate de los acontecimientos. Mi tío José Mauricio estaba con los rebeldes, mis hermanos Caonabo y Mauricio también estaban con ellos así como mi primo y hermano de crianza mayor Juan Ramón Fernández. Todos estaban con los insurrectos.
De manera que prácticamente mi familia completa menos yo pertenecía al Movimiento encabezado por mi hermano, Rafael. Tomé pues la decisión de sumarme a los rebeldes".
Argumenta que aunque no simpatizaba con el retorno de Bosch a la presidencia "…más "odioso "le" resultaba el golpe de Estado militar que lo había derrocado". Y al llegar la hora buena, escribe: "Cogí mi ametralladora y cuando salía de mi despacho me encontré con Donald Reid, quien presidía el gobierno y el general Félix Hermida hijo, Donald me preguntó
"¿¡Oh! Milito y para dónde vas?
Le contesté: "A sumarme a los rebeldes. Tanto el general Hermida como Donald Reid echaron una gran carcajada. No me creyeron".
(Páginas 57-58. "Ya es hora de hablar").
Imposible creerle a un hombre que tenía fama de escurridizo y sinuoso.
Aquí, nuestro valiente y dispuesto coronel dio un fabuloso salto, pasando de instrumento y beneficiario del régimen ilegal del Triunvirato a "luchar en su contra", lo que no quiso hacer nunca, llegando incluso a delatar el complot del 6 de enero del 65. La fuerza familiar, pero sin duda alguna, el poderoso empuje del pueblo, lo llevó a darse cuenta que sus cargos o posiciones en el gobierno derrocado el 24 de abril se esfumaba a toda prisa. Los tres cargos que poseía eran:
1- "Jefe de la Sección de Agregados Militares".
2-"Encargado de Relaciones Públicas de la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas".
3- "Oficial de Enlace entre el presidente del Triunvirato y los Militares Pensionados".
En verdad era una hora mala para Milito, pero al ver la avalancha popular, pensó que debía convertirla en una hora buena para él. Decidió hacerlo con todo el sentimiento que poseía.
En su libro construye la historia de su yo heroico. Se convierte en el más destacado dirigente de la revolución. Lo describe con estas palabras:
– "Fui al puente para quitarle las llaves a los vehículos y lanzarlas al río a fin de taponarlo y así evitar el paso de los tanques de guerra que venían de San Isidro". Cerró el paso a los tanques.
– Fui 7a "Radio Televisión Dominicana y se llevó los cristales de la emisora para que Donald Reid no transmitiera".
– Es el oficial que "rinde, toma o convence al Campamento 27 de febrero con su batallón de artillería, explicando que de "esa manera, "… nosotros incorporamos a nuestro movimiento ese poderoso equipo que ya no sólo era un arma en contra nuestra sino que ahora nos fortalecía".
Vamos a dejar de citar los tantos actos heroicos del coronel. Son muchos. Caamaño, Montez Arache, Lora Fernández y todos los oficiales de abril, quedan empequeñecidos ante la gran estatura militar y combativa del coronel Milito Fernández. Sus proezas son dignas de reconocimiento, pero con el resentimiento característico de su personalidad se lamenta:
*"El que no tuvo más que un papel discreto, pero honroso si no cuenta con nadie, no solamente no se le reconoce su aporte, sino que es vilipendiado".*
Pero él mismo se descubre en el papel de quinta columna en favor de la Junta de San Isidro.
Cuando la "hora buena" se apretó y la situación parecía perdida, y se produce una debacle momentánea por los bombardeos de la Fuerza Aérea y la Marina, el destacado coronel Emilio Fernández, dejó todo. Soltó la ametralladora que nunca disparó y se entregó a la Junta de los genocidas. Sus razones fueron las siguientes:
" yo estaba convencido de que el movimiento constitucionalista había fracasado. Regresaba pues dispuesto a dialogar con mis compañeros de las fuerzas regulares". Ya aquí, sus compañeros no son los que están con su hermano Rafael Tomás Fernández Domínguez, Francisco Caamaño, Lachapelle Díaz, Montez Arache, Lora Fernández, Peña Taveras y todos los "soldados del pueblo y militares de la libertad". Ahora, sus compañeros son los regulares, los genocidas. Esa hora mala, que llegó, gracias a la intervención de los agregados militares de Estados Unidos, quienes ordenaron a Pimpo de los Santos Céspedes y a Rivera Caminero, bombardear el Puente Duarte, el Palacio Nacional y los Campamentos 16 de agosto y 27 de febrero; provocando un breve desbande en las fuerzas militares constitucionalistas; la quiere convertir en buena hora para él. Vamos a descubrir cuál fue el papel real que estuvo realizando en los días del 24 al 27. Tres días de sabotaje y traición. Dejemos que sea él mismo que lo confiese:
*"Yo estaba haciendo un trabajo limpio pero muy difícil para convencer a mis compañeros de que Bosch no podía volver a la presidencia de la república con unas Fuerzas Armadas intactas que se le oponían. Como no podíamos diluirlas, ni hacerlas desaparecer, había que tomar una decisión política. Era lo que hasta ese momento habíamos venido haciendo. Y en eso contábamos con el apoyo del pueblo. Inútil. Se exigía a Juan Bosch. Que era precisamente lo que las Fuerzas Armadas rechazaban en forma categórica. Y se entiende, si lo acababan de derrocar mal podían aceptarlo de nuevo como su Comandante en Jefe”.
("Página #68. Ya es hora de hablar". Emilio Ludovino Fernández. Primera edición, 1977.Impresión Editora de Colores. A.).
Ese era el trabajo de nuestro coronel Milito. Nunca estuvo del lado de su hermano ni del pueblo. ¿Qué hizo en contra del proyecto de su hermano? ¿Qué detalles ignoramos? Sólo él y sus compañeros de aquella Junta de Benoit y de Imbert lo supieron.
Faltan dos entregas de esta desnudez. La cuarta, tratará la actitud del coronel Milito en los sucesos del Matum y la quinta su estelar y confusa participación en el proyecto de la guerrilla del coronel Caamaño.
Continúa….
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