Mientras los grandes medios occidentales ignoran o distorsionan el nuevo despertar africano, una carta enviada por el presidente de Burkina Faso al papa León XIV ha revelado una verdad incómoda: los pueblos del Sur global claman por justicia, y algunas voces del poder espiritual están dispuestas a escucharlos. La respuesta del pontífice no solo conmovió, sino que incomodó a quienes controlan el relato global. Porque cuando África habla con dignidad, la narrativa dominante calla o caricaturiza.

A sus apenas 36 años, Ibrahim Traoré encarna una nueva generación de líderes africanos que desafían el neocolonialismo con un discurso claro, una práctica política de ruptura y una mirada continental que reinterpreta el panafricanismo a la luz de los desafíos contemporáneos. Desde que asumió el poder en octubre de 2022, tras el derrocamiento de Paul-Henri Damiba —quien a su vez había llegado por golpe de Estado— Traoré no solo ha sobrevivido a atentados y conspiraciones, sino que ha profundizado una agenda nacionalista, popular y soberanista que lo ha convertido en referente dentro y fuera de África.

Sankara, Lumumba y los nuevos símbolos de descolonización

Traoré no oculta sus fuentes. Habla de Thomas Sankara como el padre de la dignidad africana moderna, y cita con frecuencia a Patrice Lumumba como ejemplo de integridad revolucionaria frente al saqueo imperial. Su lenguaje remite a la autodeterminación, a la soberanía de los recursos naturales, a la recuperación de la identidad cultural y a la necesidad de una ruptura total con las estructuras de dependencia impuestas por Occidente.

No es casual que Burkina Faso haya comenzado a retirar tropas extranjeras de su territorio, suspendido acuerdos con Francia y optado por alianzas estratégicas con países como Mali, Níger o incluso con actores extraoccidentales como Rusia y China. Para Traoré, la multipolaridad no es una consigna geopolítica sino una urgencia histórica: África no puede seguir siendo territorio de extracción, campo de prueba militar ni laboratorio de sumisión.

Una carta que desborda diplomacia: esperanza en tiempos de asedio

En medio de ese contexto, y tras nuevos ataques y desplazamientos de comunidades en su país, Traoré envió una carta al papa León XIV, recién electo. En ella le hablaba, no solo como jefe de Estado, sino como hijo de una nación cercada por la guerra, el hambre y la pobreza inducida. Le pedía “una palabra de esperanza para un pueblo que resiste desde el fondo del abismo”.

León XIV respondió con una contundencia que desbordó los protocolos: “La esperanza no se predica desde el confort, sino que se construye al lado de quienes más sufren”, escribió. Y añadió que la Iglesia no puede limitarse a elevar plegarias mientras los pueblos son masacrados y saqueados, que debe estar “donde el mundo tiembla y donde el pan falta, no donde sobran las alfombras rojas”.

Esta correspondencia no solo fue un acto de reconocimiento mutuo entre dos figuras poco comunes —un papa que habla como profeta, y un presidente que gobierna como revolucionario—, sino también un gesto que conecta las luchas de África con los valores universales de dignidad, justicia y resistencia. Para miles de jóvenes africanos, esta carta es hoy un símbolo: hay un papa que escucha, y hay un líder que habla en su nombre.

Traoré: entre el fuego y la esperanza

Desde su llegada al poder, Ibrahim Traoré ha sobrevivido a varios atentados. El más reciente, frustrado por las fuerzas leales a su gobierno, evidenció que las amenazas no vienen solo del exterior. Dentro del país, sectores vinculados a las viejas estructuras militares y económicas buscan neutralizar su liderazgo. Pero Traoré ha optado por no gobernar desde el miedo, sino desde el ejemplo: viaja sin grandes caravanas, escucha a los desplazados, duerme en campamentos y afirma que “la soberanía no se delega, se defiende con el cuerpo si es necesario”.

Su administración ha nacionalizado recursos estratégicos, iniciado proyectos de educación comunitaria, fortalecido alianzas regionales con gobiernos igualmente desafiantes y relanzado el sueño de una moneda africana soberana. Aunque muchos analistas occidentales lo ven con desconfianza —algunos incluso lo caricaturizan como populista o autoritario—, para amplios sectores populares representa el renacimiento de la dignidad africana.

Un nuevo lenguaje entre el sur oprimido y el poder espiritual

La carta entre Traoré y León XIV representa más que un gesto de cortesía. Es la posibilidad de un nuevo lenguaje entre los pueblos saqueados y las instituciones globales. Un lenguaje que no se somete al cinismo diplomático, sino que brota de las trincheras del sufrimiento humano y de la memoria de los mártires.

Mientras en África, Asia y algunos círculos europeos la carta circula, se analiza y se celebra, en América Latina y otras regiones bajo influencia directa de los grandes medios, apenas se ha mencionado. No porque carezca de relevancia, sino porque la narrativa dominante prefiere silenciar lo que desestabiliza sus esquemas.

Quizás por eso la respuesta del papa ha retumbado más allá de Burkina Faso. Porque en su afirmación de que la Iglesia debe estar “donde el mundo tiembla”, no solo reconoce el drama africano, sino que devuelve centralidad a la política espiritual como herramienta de justicia. Y en la figura de Ibrahim Traoré, el continente africano vuelve a tener un rostro joven, digno y peligroso para los imperios.

En un mundo donde se impone el relato único, este diálogo entre un pastor y un insurgente del poder puede ser el principio de algo mayor: un mensaje de que no todo está perdido, si hay quienes aún se atreven a hablar con verdad y gobernar con coraje.

Rafael Méndez

Periodista

RAFAEL MENDEZ. -Periodista de profesión. Diputado al Congreso durante 14 años. Director Ejecutivo-Internacional Antimperialista de los Pueblos. Coordinador-Capitulo Dominicano-Internacional Antifascista. Miembro Dirección Central-Partido Fuerza del Pueblo. Ex presidente del Colegio Dominicano de Periodistas. Pasado Secretario General de los Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, así como miembro de los Consejos Directivos de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y de la Organización Internacional de Periodistas (OIP). Político, ex diputado durante 14 años.

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