La solidaridad es mi bandera es un lema con un profundo sentido que pone a pensar y unifica más allá de las diferencias políticas, sociales y raciales con las cuales se miden generalmente las personas.
Este lema fue el hilo conductor del acto organizado el pasado lunes por el Colectivo Migraciones y Derechos Humanos (CMDH) en el Paraninfo de la Facultad de Ciencias Económicas y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
El auditorio se llenó de un público diverso y eso a pesar de una promoción y publicidad que se quiso discreta, para evitar las posibles manifestaciones de odio neonazionalistas.
La acogida del público fue reconfortante y aportó una bocanada de aire fresco en medio de las noticias agobiantes de atropellos cotidianos a los derechos humanos.
Durante las más de dos horas que duró el evento el sentido de comunidad fue palpable, así como el ambiente festivo, a pesar de lo desgarrador de los temas evocados con mucha altura por los oradores.
No fue un acto más. Fue un encuentro “ecuménico” por la diversidad de los sectores representados: actores sociales, económicos, sindicales, religiosos, internacionales, académicos y comunitarios que solicitaron regularizar con sentido común, asumir pasos concretos hacia una política migratoria justa, transparente y sostenible y el cese de la discriminación.
Cada momento fue un llamado a la humanidad que existe en cada uno de nosotros, así como un reclamo a favor de una acción positiva y constructiva. Se demostró que muchos dominicanos y haitianos están dispuestos a ir de la mano en la búsqueda de soluciones comunes para resolver la crisis migratoria. Fue impactante la calidad de tantas intervenciones y se sintió la empatía, el compromiso y el calor humano tanto de los ponentes como del público.
El CMDH, con su esfuerzo para cambiar el imaginario de odio tan común hoy en día y hacer planteamientos coherentes, hizo en esta ocasión su presentación en sociedad y se colocó de entrada como un interlocutor con capacidad de convocatoria, con propuestas sólidas, a tomar en cuenta para la elaboración de una política migratoria que respete el Estado de derecho, con procesos transparentes, accesibles y ajustados a la legalidad nacional e internacional.
Fue una noche reconfortante y de grandes emociones después de meses de impotencia acumulada. La fuerza del colectivo unido por la solidaridad y la humanidad manda el mensaje de que hay una sociedad dominicana solidaria que se opone al escarnio, al absurdo, a lo inhumano.
La patria se puede construir de una manera distinta que enseñándose contra mujeres que acaban de dar a luz, deportando menores no acompañados, realizando detenciones arbitrarias de personas con documentos en regla y allanamientos sin orden judicial.
“Regularizar no es dar nacionalidad. Es establecer orden y reglas claras para todos. Sin regularización, solo hay mafias, abuso y descontrol”, dijeron los voceros del colectivo.
El lunes 2 de junio el miedo cambió de bando, se percibió que un nuevo camino es posible y que la unión hace la fuerza.
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