Hace algo más de tres años, Giorgia Meloni —una política curtida en el posfascista Movimiento Social Italiano y líder del derechista Hermanos de Italia— sacudió el tablero europeo al ganar las elecciones y llegar al poder en este país del G7 y una de las grandes economías del continente.
Entonces cundió el temor a un giro radical: un enfrentamiento abierto entre Italia y la Unión Europea (UE) y una deriva que incluso pudiera arrastrar al país a la inestabilidad política y económica.
Sin embargo, nada de eso ocurrió y la realidad tomó un rumbo bastante distinto al que se temía. Así, sobre todo fuera de Italia —aunque en menor medida también dentro—, hoy no faltan voces que alaban con entusiasmo la aparente pujanza que la actual primera ministra ha proyectado sobre el país.
En el frente económico, Meloni sí ha logrado resultados que no son poca cosa y ha dado estabilidad al país, como sugiere Marina Brogi, catedrática de la Universidad de Milán-Bicocca.
"El balance es positivo, como confirman la mejora de la calificación crediticia y la reducción del diferencial entre el bono italiano (BTP) y el alemán (Bund). El contexto externo desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022 ha sido especialmente complicado", afirma esta especialista.
"Las decisiones prudentes en materia de finanzas públicas, que han priorizado la sustentabilidad de la deuda y concentrado los incentivos y las intervenciones posibles en unas pocas prioridades, son defendibles y han sido recompensadas por los mercados", prosigue Brogi.
Los logros
Varios indicadores confirman esta visión. En noviembre, la agencia de calificación Moody’s elevó la calificación a largo plazo de Italia de Baa3 a Baa2, la primera mejora en 23 años. La prima de riesgo se encuentra en mínimos y el Gobierno prevé que en breve Italia logre reducir el déficit por debajo del 3% y salir del procedimiento de infracción de la UE.
Además, el país ha sorprendido con algunas medidas, como la decisión de ofrecer un régimen fiscal especial para grandes fortunas, conocido como la "ley CR7″, que permite pagar una tarifa fija anual de 200.000 euros —desde agosto de 2024— por todas las rentas extranjeras durante un periodo de 15 años, "que es particularmente ventajoso", según confirma el economista y experto en derecho tributario Eugenio della Valle.
El futuro también podría deparar datos favorables, sobre todo a la luz de la gran inyección de fondos pospandémicos de la UE que ha recibido Italia, fruto en parte de la buena relación que Meloni ha mantenido con Bruselas, como añade la catedrática Brogi.
Estos fondos han sido "un conjunto amplio de medidas que persiguen objetivos diversos y movilizan cantidades muy significativas, de varias decenas de miles de millones", señala la analista. "El diseño de las intervenciones del PNRR (Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de Italia) fue acordado con la Comisión y tiene como objetivo mejorar de forma estructural la competitividad".
"Dado que el desembolso de los distintos tramos ha estado —y está— supeditado al cumplimiento de un complejo conjunto de indicadores (hitos y objetivos) que acreditan su aplicación efectiva conforme a lo pactado con la Comisión, cabe esperar que sus efectos se dejen sentir también en los próximos años", añade.
Sin embargo, un análisis más detenido introduce matices en ese balance aparentemente positivo. De hecho, analistas y economistas subrayan que el resultado del Gobierno de Meloni es, en el mejor de los casos, agridulce.
Desde el punto de vista de las finanzas públicas, el panorama es hoy en conjunto más favorable que en 2022, lo que contribuye a una mayor estabilidad institucional y a una percepción de menor riesgo en los mercados. Pero, en el plano macroeconómico general, la comparación con el panorama de hace tres años resulta más ambivalente.
Crecimiento débil
"Por un lado, la inflación ha vuelto a niveles más fisiológicos, el sistema productivo ha resistido en términos generales el impacto de la crisis energética y de la guerra en Ucrania, y el sistema financiero se encuentra en una posición sensiblemente mejor de la que se anticipaba hace tres años. En ese sentido, el país presenta hoy una mayor estabilidad que entonces", razona Paolo D’Imperio, investigador especializado en Política Económica de la Universidad La Sapienza de Roma.
"Por otro lado, el contexto coyuntural es ahora más débil. En 2022, la economía se beneficiaba de un rebote pospandémico más intenso que el de otras economías europeas. Pero, de cara a 2025 y a los años siguientes, las previsiones apuntan a un crecimiento modesto, inferior a la media de la zona euro", apunta el experto.
D’Impero también apunta que "el consumo sigue lastrado por unos salarios reales claramente inferiores a los de 2020 y por una elevada propensión al ahorro; la industria atraviesa dificultades, y el sector exterior comienza a acusar el impacto de factores geopolíticos y comerciales, incluidos los nuevos aranceles" (introducidos por el mandatario estadounidense, Donald Trump).
"El mercado laboral, por su parte, ofrece señales contradictorias: aunque el número de ocupados ha aumentado en torno a un millón desde 2022, ese crecimiento se concentra casi exclusivamente en los mayores de 49 años", continúa D’Imperio.
Ya ahora, de hecho, el crecimiento de Italia puede calificarse, en el mejor de los casos, de débil, como subrayaba recientemente la página de verificación de datos Pagella Politica. “En 2025 se espera que la economía italiana crezca un 0,5 %, con una ligera desaceleración respecto al 0,7 % de 2024”, subrayó la organización, en un informe publicado esta semana.
“Se trata de un crecimiento que representa un tercio de la prevista para la Unión Europea, que según la Comisión Europea debería situarse en el 1,4 %. Entre los principales países europeos, se espera que Francia crezca un 0,7 %, España un 2,9 % y Polonia un 3,2 %. Solo Alemania lo hace peor, con un 0,2 %”, continuó la plataforma.
Otros economistas advierten de riesgos adicionales, como que los actuales resultados moderadamente favorables en términos macroeconómicos no se traduzcan a largo plazo en una mejora de la situación socioeconómica de los ciudadanos e incluso erosionen los avances logrados en materia medioambiental.
"Según un informe reciente de la OCDE, Italia no destaca por la eficiencia de su sistema sanitario, situándose en una posición intermedia y, en cualquier caso, por debajo de varios países europeos; su gasto sanitario per cápita se sitúa en torno al 6,3%, por debajo tanto de la media de la OCDE (7,1%) como de la europea (6,9%)", denuncia Mario Della Torre, catedrático y experto en intermediación financiera y finanzas sostenibles de La Sapienza de Roma y autor del blog Good in Finance.
"Las fuentes de Eurostat dibujan además una Italia que destina a educación solo el 4,07% del PIB, frente al 6,9% de Suecia, el país europeo que más fondos públicos dedica a este ámbito. Resulta difícil ser competitivo con una ciudadanía poco formada y con una salud precaria", prosigue Della Torre.
El experto señala, además, que todo esto se produce en un contexto de aumento récord del gasto en armamento como consecuencia de la estrategia de Italia y de la UE para hacer frente al conflicto con Rusia y de la anunciada decisión de Estados Unidos de "divorciarse" de sus históricos aliados en Europa.
"En este escenario, el previsto aumento del gasto en defensa, y en particular en armamento, genera un cortocircuito en la búsqueda de la competitividad económica", afirma.
Los perdedores
Los datos sobre la pobreza en Italia desdibujan el escenario social y revelan asimismo la extrema fragilidad que sufren millones de ciudadanos. De hecho, si bien es cierto que en el último año el número de personas pobres no ha aumentado, también lo es que, según el último informe del Istat, tampoco ha disminuido.
En concreto, el año pasado, en Italia, 5,7 millones de personas vivían en situación de pobreza absoluta, es decir, el 9,8% de la población. Estos números confirman además uno de los lastres más persistentes —y estructurales— del país: la brecha entre el rico norte y el empobrecido sur, donde se concentra la población más vulnerable.
La intensidad de la pobreza absoluta aumentó en el sur, pasando del 17,8% en 2023 al 18,5% en 2024, con una renta per cápita de apenas unos 1.400 euros en regiones como Calabria.
Otro lastre es que, en un país envejecido, las franjas más pobres sean precisamente los menores de 18 años: en 2024, de hecho, el 26,7% de los menores se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social, una proporción que aumenta de forma marcada entre los menores que residen en el sur y en las islas (43,6%).
Además, los más pobres siguen produciendo otros pobres. Según un estudio de la Universidad de Oxford de finales de 2024, en Italia quienes crecen en una familia pobre siguen teniendo una probabilidad 15 puntos porcentuales mayor de permanecer en situaciones de pobreza en la edad adulta que sus pares nacidos en familias no pobres.
Con ello, también la brecha entre la tasa de ocupación entre hombres y mujeres es de las más bajas de Europa: la tasa masculina es del 71,2 %, mientras que la femenina es del 54,2 %.
Algunos expertos también expresan dudas sobre determinadas medidas adoptadas por el actual Gobierno. En el caso, por ejemplo, de los incentivos fiscales para grandes fortunas, "es difícil hacer hipótesis del impacto de esta medida en la economía nacional y en la competitividad del país", afirma Della Valle.
"Según consta, no se tiene conocimiento ni del importe de los ingresos extranjeros sobre los que actúa el impuesto sustitutivo, ni de los impuestos ordinarios que deberían haberse recaudado efectivamente sobre dichos ingresos en ausencia del régimen sustitutivo", apunta el experto.
"Tampoco se han puesto en marcha investigaciones específicas para evaluar la real correspondencia de la medida con su finalidad, que, como se ha señalado, es la de ‘favorecer las inversiones en Italia por parte de sujetos no residentes’”, concluye.
La pregunta, por tanto, quizá también sea a quién beneficia realmente la actual aparente estabilidad y cuánto tiempo puede sostenerse sin un crecimiento que incluya a todos.
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