"¿Cuánta tierra necesita un hombre?": Todas las que herede, todas las que le regalen, todas las que pueda comprar y todas las necesarias… o solo dos metros para el entierro. Decía en una canción el inolvidable Alberto Cortez que «ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida».

En sus cuentos más importantes, Tolstói siempre iba a lo seguro: lograba definir con simpleza y precisión el camino a recorrer y, como si estuviera guiado por una brújula, después del inicio lograba un desarrollo claro, que incluía un clímax, y culminaba con un final reflexivo que dejaba una moraleja. (Ver en este mismo periódico el artículo Un cuento perfecto: La riña del huevo, donde se analiza la estructura del cuento según los entendidos en la materia).

¿Cuánta tierra necesita un hombre? Es un cuento que  pone a pensar al lector, diría que aleccionador.

¿Cuánta tierra necesita un hombre? es uno de los cuentos más conocidos de León Tolstói. Veamos qué piensa el autor al respecto.

León Tolstói

León Tolstói (1828-1910) fue un escritor ruso de trascendencia universal. En sus obras refleja inquietudes sobre la justicia, la moral y el sentido de la vida. Estas temáticas están presentes en sus novelas más importantes, Guerra y paz y Anna Karénina, donde aborda conflictos sociales, la psicología y el destino humano.

Tolstói llevó una vida de sencillez, promoviendo valores como el amor al prójimo, la no violencia y la autosuficiencia. Sus cuentos y relatos, en su mayoría, contienen un mensaje moral o filosófico. Ejemplo de ello son ¿Cuánta tierra necesita un hombre? y Dios ve la verdad, que tratan sobre la avaricia y la paz interior. Para Tolstói, la verdadera grandeza radica en la bondad y la sencillez del ser humano.

Inicio

«Érase una vez un campesino llamado Pahom, que había trabajado dura y honestamente para su familia, pero que no tenía tierras propias, así que siempre permanecía en la pobreza».

“Ocupados como estamos desde la niñez trabajando la madre tierra —pensaba a menudo—, los campesinos siempre debemos morir como vivimos, sin nada propio. Las cosas serían diferentes si tuviéramos nuestra propia tierra”».

«Ahora bien, cerca de la aldea de Pahom vivía una dama, una pequeña terrateniente, que poseía una finca de ciento cincuenta hectáreas. Un invierno se difundió la noticia de que esta dama iba a vender sus tierras. Pahom oyó que un vecino suyo compraría veinticinco hectáreas y que la dama había consentido en aceptar la mitad en efectivo y esperar un año por la otra mitad».

«—¿Qué te parece? —pensó Pahom—. Esa tierra se vende, y yo no obtendré nada.»

Así que decidió hablar con su esposa:

«—Otras personas están comprando, y nosotros también debemos comprar unas diez hectáreas. La vida se vuelve imposible sin poseer tierras propias».

«Se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar. Tenían ahorrados cien rublos. Vendieron un potrillo y la mitad de sus abejas; contrataron a uno de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre la paga. Pidieron prestado el resto a un cuñado, y así juntaron la mitad del dinero de la compra. Después de eso, Pahom escogió una parcela de veinte hectáreas, donde había bosques, fue a ver a la dama e hizo la compra».

Se convirtió en propietario, obtuvo buena cosecha y, en un año, pagó sus deudas. Estaba contento. Cuando veía la fertilidad de sus tierras, el corazón se le llenaba de alegría.

«Un día Pahom estaba sentado en su casa cuando un viajero se detuvo ante su casa. Pahom le preguntó de dónde venía, y el forastero respondió que venía de allende el Volga, donde había estado trabajando. Una palabra llevó a la otra, y el hombre comentó que había muchas tierras en venta por allá, y que muchos estaban viajando para comprarlas. Las tierras eran tan fértiles, aseguró, que el centeno era alto como un caballo, y tan tupido que cinco cortes de guadaña formaban una avilla. Comentó que un campesino había trabajado sólo con sus manos, y ahora tenía seis caballos y dos vacas».

El corazón de Pahom se colmó de anhelo:

“¿Por qué he de sufrir en este agujero -pensó- si se vive tan bien en otras partes? Venderé mi tierra y mi finca, y con el dinero comenzaré allá de nuevo y tendré todo nuevo”».

Vendió sus tierras, compró otras y se mudó con su familia. Ahí compró y arrendó más tierra, además de ganado. Sin embargo, se sentía insatisfecho por los inconvenientes de arrendar tierras cada año:

“Si todas estas tierras fueran mías -pensó-, sería independiente y no sufriría estas incomodidades.”

Logró vender las tierras y compró las otras y se mudó con la familia. Ahí compró y arrendó más tierra y compró más ganado. Al tiempo se sentía insatisfecho por los inconvenientes de arrendar tierras todos los años.

En esta parte Tolstoi va aumentando el interés y buscando el desarrollo del cuento, que es donde se va a producir el clímax. Continúa:

Desarrollo

«Un día un vendedor de bienes raíces que pasaba le comentó que acababa de regresar de la lejana tierra de los bashkirs, donde había comprado seiscientas hectáreas por sólo mil rublos».

«-Sólo debes hacerte amigo de los jefes -dijo- Yo regalé como cien rublos en vestidos y alfombras, además de una caja de té, y di vino a quienes lo bebían, y obtuve la tierra por una bicoca».

«“Vaya -pensó Pahom-, allá puedo tener diez veces más tierras de las que poseo. Debo probar suerte.”»

Pahom llegó donde los bashkirs y le contó de las razones de su viaje.

El jefe le dijo que no había inconvenientes que escogiera todas las tierras que le interesara.

«-¿Y cuál será el precio? -preguntó Pahom».

«-Nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día».

Pahom no comprendió la medida y le dijeron que vendían por día.

«Todo lo que puedas recorrer a pie en un día es tuyo, y el precio es mil rublos por día».

Pahom quedó sorprendido porque en un día se podía recorrer grandes extensiones de tierra y toda era de él. Pero si no regresas antes de que se ponga el sol, lo pierdes todo.

El clímax

Pahom inició su recorrido decidido a abarcar la mayor cantidad de tierra posible. Se maravillaba ante lo que veía y no quería dejar fuera ninguna zona fértil. Su ambición crecía, y con ella la tensión narrativa.

“Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder. Tengo que llegar antes de que se ponga el sol.”

Al final, exhausto y al borde del colapso:

“Hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará Dios vivir en ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!”

El sol desaparecía. Sus piernas fallaban. Miró al cielo… y emitió un alarido.

Luego se produce un giro que termina con el final de la historia.

El final

El final es dramático, trágico, concluyente y aleccionador.

En conclusión

Esta historia, contada con estilo sencillo y directo por un narrador omnisciente, al igual que La riña del huevo, deja una enseñanza clara sobre la ambición desmedida que termina por destruir la estabilidad emocional.

Pahom, un campesino común, tuvo la brillante idea de adquirir su propia tierra. Sus primeros esfuerzos fueron valiosos y justificados: actuó de manera inteligente. Dio un paso importante hacia la independencia económica. Pero luego, «la codicia rompió el saco».

A Pahom se le abrieron los ojos, pero se le obnubilaron los sentidos. Mientras más tenía, más quería.

Habría que preguntarse: ¿qué busca el hombre, tener para vivir o llenar un vacío imposible de colmar? ¿Compiten esos deseos de crecimiento con la vida misma? Si compiten, entonces no tienen sentido, porque la vida es la esencia de la existencia. Nadie apuesta a una carrera para triunfar y morir al mismo tiempo.

Paradoja de la vida. Qué ironía del destino. Pahom no necesitaba tantas tierras: solo dos metros desde la cabeza hasta los pies.

EN ESTA NOTA

José D. Espinosa Féliz

Ingeniro y escritor

José D. Espinosa Féliz es ingeniero civil, escritor, conferencista. magister ejecutivo en gestión de proyectos. Tiene especialidad en Alta Gerencia, diplomados en relaciones públicas, en maestría de ceremonias y en oratoria. Además, es Locutor profesional. Por más de veinte años ha sido articulista de temas técnicos, sociales y políticos. Libros publicados: Fundamentos básicos y guía en la construcción de carreteras, El éxito integral, una obra de autoayuda; A corazón abierto, libro de poemas; La extraña obsesión de Waldo Tenerife, (Novela); Héroes en tiempos de coronavirus (cuentos, Decisiones extremas (novela); “Espermatozoides con inteligencia artificial” (cuentos) y “Olor a ti” (poemas). josedespinosa@gmail.com

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