Enantes, detonó en la atmósfera una potente bomba de racimos, cuyas imágenes muestran, según la frase dada, una “lluvia de agujas”. ¿Pero cuál lluvia?, ¿cuáles agujas? ¿Podrá esa locución materializarse destruyendo, como se alega, búnkeres fortificados? De la palabra al acto, solía bañarme con la primera lluvia de mayo, y mi abuela frecuentaba remendar mis pantalones con las agujas. En tanto, allá, sosegados, en la hondura del fundo, los racimos de plátanos crecían.