Recientemente me topé con un programa transmitido por YouTube bajo el nombre Revista 110, moderado — o, mejor dicho, conducido— por el señor Julio Hazim. El tema en cuestión era la visita del ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Serguéi Víktorovich Lavrov. Hasta ahí, todo bien. Incluso interesante el tema. Lo que vino después, no tanto.
En el set estaban presentes tres supuestos especialistas en geopolítica, encargados de analizar las relaciones dominico-rusas desde una perspectiva histórica, comercial y, con suerte, también política. Lamentablemente, el contenido del programa terminó pareciendo más un ejercicio de improvisación que un análisis informado. Uno no espera un seminario en Harvard, pero al menos un repaso al pasado, aunque sea por Wikipedia, habría hecho milagros.
Según las brillantes conclusiones del panel, las relaciones diplomáticas entre Rusia y la República Dominicana comenzaron durante el gobierno de Joaquín Balaguer, allá por los primeros años de los 90. Nada se dijo sobre los vínculos previos con la Unión Soviética, como si la historia hubiese empezado el día que el primer ruso aterrizó en Punta Cana.
En el panel televisivo nos informaron también que a los rusos les interesa nuestro café, nuestro tabaco, nuestro cacao, el azúcar de caña y, cómo no, el turismo. Básicamente, lo mismo que le interesa a cualquier turista con algo de dinero y una afición por el ron. Curiosamente, nadie mencionó que Rusia es autosuficiente en azúcar… aunque de remolacha. Tal vez los expertos pensaron que ese dato arruinaría la narrativa del intercambio bilateral.
Tampoco se explicó que la reciprocidad diplomática existe mucho antes de la inauguración de una sede física en Santo Domingo. Las embajadas concurrentes —esas que cubren varios países desde una misma ubicación— son prueba de ello. Y, por si fuera poco, los embajadores plenipotenciarios no son una invención tropical: su título implica representación oficial ante más de un Estado dentro una jurisdicción regional determinada. Pero, en fin, detalles.
Ahora bien, si de verdad queremos hablar con propiedad sobre las relaciones con Rusia, habrá que ir un poco más atrás. A esos años en que Rusia aún era la URSS y la geopolítica no se discutía en estudios de televisión, sino en despachos diplomáticos cargados de humo, telones pesados y palabras cuidadosamente medidas.
Porque, más allá de los clichés comerciales y los gestos protocolares, lo interesante sería entender cuál es la visión estratégica de Rusia al estrechar lazos con países como el nuestro. Y, de paso, si nosotros tenemos alguna que valga la pena mencionar.
Las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética (URSS) y la República Dominicana se establecieron oficialmente en 1945, durante el gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Esto fue un hecho particularmente sorprendente dada la postura ultraconservadora, anticomunista y pro-Estados Unidos del régimen trujillista.
Sin embargo, un año antes —es decir, en 1944— Rafael Leónidas Trujillo invitó a Dimitri Zaikin, representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) acreditado en Cuba, quien asistió en calidad de Enviado Extraordinario y ministro Plenipotenciario. Zaikin formó parte de las delegaciones internacionales presentes en los actos conmemorativos del primer centenario de la República Dominicana, celebrados en febrero de ese año por invitación del propio Trujillo.
Las relaciones diplomáticas entre la URSS y el régimen trujillista eran una mezcla táctica y simbolismo geopolítico. En uno de esos giros de la historia diplomática que solo el Caribe puede ofrecer, el dictador Rafael Leónidas Trujillo, en 1945, decidió legalizar el recién creado Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), un grupo de inspiración marxista que décadas más tarde se convertiría en el Partido Comunista Dominicano (PCD) — no representaba una súbita epifanía ideológica del régimen, sino una movida táctico-diplomática propia del manual trujillista: mostrarse pluralista en el exterior mientras se aplastaba toda disidencia en casa.
La legalización del comunismo bajo Trujillo, por irónico que suene, no tuvo nada de comunista y mucho de estrategia. Buscaba congraciarse con Moscú en el nuevo tablero global de la posguerra, obtener simpatías en organismos multilaterales y, por supuesto, confundir a más de un observador internacional. Con ese equilibrio fingido entre apertura diplomática y represión interna, Trujillo consiguió lo que mejor sabía hacer: mantenerse en el poder sin rendir cuentas a nadie. Pero ese, claro, es tema para otro artículo.
Volviendo al presente, el péndulo diplomático ha oscilado nuevamente hacia Moscú. La reciente visita del canciller Serguéi Lavrov a Santo Domingo para inaugurar la primera embajada rusa en suelo dominicano ha vuelto a poner sobre la mesa los intereses estratégicos del Kremlin en el Caribe y, de paso, la renovada relevancia de la República Dominicana en el ajedrez internacional.
A continuación, un análisis de los factores clave detrás de esta jugada:
Ahora, ochenta años después, Rusia y la República Dominicana reanudan —con más simbolismo que novedad— una relación que, aunque intermitente, nunca se extinguió del todo. La reciente visita del canciller Serguéi Lavrov a Santo Domingo para inaugurar la primera embajada de la Federación Rusa en el país reaviva una relación diplomática que mezcla intereses geopolíticos, turismo, educación y una cuota no menor de oportunismo mutuo.
Geopolítica y presencia en el Caribe
La apertura de la embajada responde a una clara estrategia de Moscú: ampliar su influencia en América Latina y el Caribe como contrapeso a su aislamiento internacional tras la invasión a Ucrania. La ubicación estratégica de la República Dominicana —puente natural entre el Caribe, Centroamérica y el Atlántico— convierte a Santo Domingo en una pieza útil en este tablero.
Reciprocidad diplomática y el Consejo de Seguridad
Con esta sede diplomática, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU ahora cuentan con embajadas en suelo dominicano, algo que la Cancillería local celebra como un logro de política exterior. Coincide, además, con el 80.º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS en abril de 1945, aunque pocos lo recuerden.
Comercio y turismo: oportunidades cautelosas
Previo a la guerra, Rusia fue uno de los mayores emisores de turistas a la República Dominicana, con más de 178,000 visitantes en 2021. Las sanciones internacionales frenaron ese flujo, pero la visita de Lavrov podría allanar el camino hacia acuerdos aéreos alternativos o programas turísticos dirigidos a mercados rusos aliados (siempre y cuando no les incauten sus aviones por órdenes del vigía del norte como le pasó a Maduro). El comercio bilateral —café, cacao, tabaco, fertilizantes— también está sobre la mesa, aunque con reservas por el contexto internacional.
Educación, becas y capital humano
Durante la Guerra Fría, cientos de dominicanos fueron formados en la URSS en medicina, ingeniería o ciencias militares gracias a programas de becas estatales. Muchos aún ocupan cargos estratégicos en el país. Reactivar esa cooperación educativa podría ser un canal eficaz —y poco conflictivo— para profundizar los vínculos.
Haití, el Consejo de Seguridad y el voto ruso
La crisis haitiana sigue siendo una preocupación de seguridad para la República Dominicana. Rusia, con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, se convierte en un interlocutor clave para influir en decisiones multilaterales que afectan a la isla. Tener una embajada rusa en Santo Domingo, en este contexto, no es solo cortesía diplomática, es pragmatismo puro.
BRICS, multipolaridad y nuevas alianzas
La visita de Lavrov también estuvo vinculada a la cumbre de los BRICS en Brasil, donde se exploran alianzas alternativas al eje occidental. Para la República Dominicana, entrar como observador en espacios como ese podría diversificar su política exterior y ganar margen de maniobra en un mundo cada vez menos bipolar.
¿Relación duradera o romance geopolítico?
El interés ruso en la República Dominicana no es una novedad, sino una relectura estratégica de viejos vínculos. Mientras Moscú busca aliados en regiones no hostiles, Santo Domingo intenta posicionarse como un actor con voz propia en el Caribe. Ambos países tienen intereses claros, aunque también riesgos diplomáticos que deberán navegar con cuidado.
El telón ya se ha levantado. Veremos si esta vez el acto dura algo más que una visita protocolar.
_______________________
Referencias bibliográficas:
- Archivo Histórico de la Cancillería Dominicana. Relaciones diplomáticas RD–URSS, abril 1945.
- González, Franklin (2014). Los partidos comunistas en República Dominicana: de la legalidad efímera a la clandestinidad permanente. Santo Domingo: Editora Centenario.
- Banco Central de la República Dominicana (2022). Informe sobre turismo y visitantes internacionales.
- Naciones Unidas (2023). Actas del Consejo de Seguridad: Resoluciones sobre Haití y posición de la Federación Rusa.
- Lavrov, S. (2023). Discurso en la Cumbre de los BRICS. Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa.
Compartir esta nota