Mañana, miércoles 7 de mayo, comienza el cónclave que elegirá al sucesor de Pedro. Desde la muerte de un papa hasta la elección de uno nuevo, la incertidumbre se apodera del mundo entero y lo paraliza, sobre todo en estos tiempos en que la tecnología nos permite seguir, segundo a segundo, lo que sucede en el Vaticano, convirtiéndonos en parte de ello.
Y es que, en un contexto de duelo y luto, con las diferentes reuniones y ceremonias previas al cónclave, coexisten lo humano, lo político y la fe.
Lo humano, ya que cada persona —de manera particular o sectorial, sin importar si es o no elector, e incluso creyente o no— comienza a observar los diferentes cardenales y adopta a su candidato, los llamados “papables”, según su perspectiva y gusto. Aunque, para ser electo papa, no es necesario ser cardenal.
Lo político, porque dentro del colegio cardenalicio, que está compuesto por los verdaderos electores, existen las diferentes corrientes, desde las más conservadoras hasta las reformistas y progresistas, pasando por los sectores moderados, teniendo cada una su candidato.
También están las reglas político-legales, que dicen quiénes son los electores, dónde y cómo es la elección y qué porcentaje de los votos es necesario para proclamar a un nuevo papa.
La fe, porque para nosotros, los creyentes católicos, todo esto está con la anuencia y bajo la dirección del Espíritu Santo, quien guía a cada cardenal elector a despejar dudas a la hora del sufragio, al margen de ideologías y gustos personales, y así se elija al papa correcto.
Es muy probable que esta misma semana se tenga un nuevo papa. Miles de personas se congregarán en la Plaza de San Pedro, a la espera del humo blanco que pondrá Rin al dolor que embarga a cientos de millones de católicos por la muerte del papa. ConRieso que la tristeza invadió mi alma cuando murieron san Juan Pablo II y Francisco. Ese humo marcará el inicio de la alegría por la elección de un nuevo pontífice.
El cardenal Mamberti, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, en la fachada principal del templo, que da a la plaza, saldrá y pronunciará la icónica frase:
“Annuntio vobis gaudium magnum: habemus papam”
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