Violeta del Carmen Parra Sandoval, mejor conocida solo como Violeta Parra, folclorista y cantautora chilena, nos deleitó y generó en muchas generaciones de latinoamericanos, como de muchas otras partes del mundo, el aprecio por la vida, por aquellas cosas sencillas de la vida, que nos hacen humanos dignos y agradecidos.
En ella lo humano y la divino se hizo poesía. Tras su muerte por suicidio, el gran poeta latinoamericano, Pablo Neruda, expresó: “De cantar a lo humano y a lo divino, voluntariosa hiciste tu silencio, sin otra enfermedad que la tristeza”. Ella, ya antes a su comadre Margot Loyola le había dicho: “…decidiré el momento en que quiero morir”.
A pesar de lo desgarrante y contradictorio que esto pueda parecer, nos regaló una de las más hermosas y bellas canciones a la vida y que tituló sencillamente “Gracias a la vida”. Su interpretación ha estado en muchas voces, siendo una de ellas, la que más profundamente me ha comprometido con este agradecimiento, la de Mercedes Sosa.
Amar la vida es disfrutarla día a día con aquellas personas que son razones para vivirla. Aquí se las dejo como agradecimiento a la vida de tantas personas que tienen un significado especial para mí, como para ti, por agradecimiento a sus vidas que han dado tanto a pesar de lo poco que tal vez les haya ofrecido yo en su vida propia.
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me dio dos luceros, que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo, su fondo estrellado
Y en las multitudes, el hombre que yo amo
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
Graba noche y días, grillos y canarios
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos
Y la voz tan tierna de mi bien amado
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él, las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos, anduve ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me dio el corazón, que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto
Gracias a la vida
Un canto a la vida y a todo aquello que ella nos ofrece y regala. A las pequeñas y grandes cosas que le dan sentido. A la amistad que nace de sus vivencias, con lágrimas o sonrisas, con tristeza o gozo. En fin, de todo lo que ella nos da y nos permite vivirla plenamente.
Vivamos la vida cada minuto, pues en cada un de ellos se nos ofrecen sesenta oportunidades para disfrutarla y convertirla en fuente de recuerdos y satisfacciones que son, lo que al final de cuentas, apuestan por nuestra felicidad y nuestro bienestar, tan preciados hoy día.
Tal y como expresaba el filósofo Soren Kierkegaard, “la vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada”. Y experimentada tan profundamente como sea posible y la vida misma lo permita, y seamos capaces de darnos cuenta.
Como nos dejó Violeta Parra “demos gracias a la vida que nos ha dado tanto, nos ha dado la risa y nos ha dado el llanto; así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman el canto, el canto tuyo, del otro y el mío propio, que al final de cuentas, es nuestro propio canto”.
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