En un mundo donde el lucro se le considera más valioso e importante que la supervivencia humana y la de nuestro planeta las expresiones solidarias sufren de un continuo revés cotidiano.

Hoy en la mañana un hondo sentir en mi interior me animó a tararear Gracias a la vida, la canción de la cantante y artista visual chilena Violeta Parra (1917-1967) interpretada por ella y por la cantante argentina Mercedes Sosa (1935-2009) que hoy da sentido a esta entrega dominical. La canción cuelga como telón de fondo en el proceso que conduce a la construcción de mi propia cartografía personal.

Gracias a la vida es un recordatorio íntimo y colectivo acerca del simple acto de agradecer como gesto fraterno, tierno y humano olvidado muchas veces a causa del agobiante ajetreo cotidiano.

Lo tenemos bien claro: vivir no es una papita, en cambio, es en cierta forma un viaje largo y difícil.

En nuestro recorrido nos hemos tropezado y caído varias veces en calles empedradas, sin salida; oscuras y aprisionadas por cerraduras oxidadas y maldecidas por espectros que habitan un sepulcro colonial. Pero a pesar de todo, la vida misma, es decir, la necesidad de luchar y respirar, nos convoca a hacer un mayor esfuerzo, a reservar un espacio (nuestros espacios) y a celebrar a nuestra gente más cercana, seres queridos, amigues/amiguis, enllaves, amantes, colaboradores, compas y cómplices del sueño y la rabia. Y también a festejar y a gozar las pequeñas cosas que alegran y dan sentido a nuestra existencia.

En este fin de semana, en el mes de febrero del 2024, y bajo la rúbrica de mi firma le doy gracias a la vida pero no sin antes expresar mis agradecimientos a varias personas que me han dado una mano en mis trabajos de investigación histórica y traducción los cuales he ejecutado sin ningún apoyo institucional, es decir, de forma independiente como siempre ha sido mi intención desde un principio.

Todo lo que hemos hecho, por mínimo que sea, ha sido una gran labor colectiva con el objetivo de cuestionar la historiografía tradicional dominicana y construir pensamiento crítico, a contracorriente. La lista de nombres representa (por ahora) una lista parcial: Nelson Santana, bibliotecario y acucioso investigador de la historia y la cultura dominicana; Nelly Zeller, historiadora del feminismo dominicano, Raj Chetty, investigador, traductor y catedrático; El Compadre, editor y apasionado de la música típica y cantidad de cosas; Daniel Huttinot, revolucionario haitiano, trabajador de la cultura y amante de la música dominicana y la poesía de nuestro Jacques Viau; Sarah Aponte, bibliotecaria e investigadora. Ella solita, con sus propias manos, erigió la Biblioteca de Estudios Dominicanos en Nueva York; Michele Hehn, revolucionaria, amante de la música clásica y experimental, escritora y narradora de la historia social y revolucionaria de Québec, su país natal. Inés Rivera Prosdocimi, poeta, investigadora de las vanguardias dominicanas y catedrática de primer orden de origen dominico-argentino. Johan Mijail, poeta, novelista y artista de la disidencia sexual dominico-caribeña y continental. Amín Pérez, catedrático, escritor y pensador crítico dominicano. Graciela Azcarate, artista y escritora de historias de vida, investigadora clave en torno al exilio español en Santo Domingo, caribeña-argentina, modelo de la otra dominicanidad posible. Virgilio Aran, organizador laboral, escritor dominicano e impulsor del rescate del idioma judeoespañol o ladino. Genesis Lara, historiadora con enfoque en la historia social dominicana y el rol de la mujer; Amarilys Estrella, catedrática, editora y activista social; Sophie Maríñez, poeta, traductora y catedrática dominico-francesa conocedora a fondo de la literatura haitiana. Gracias a todas aquellas personas que desafiaron la pandemia y juntos en un monte asistieron a las reuniones o jornadas de discusión que llamamos Grupo de Estudios Dominicanos Crítico; y por último, Víctor Antonio Estrella Rodríguez  o VICI (1942-2015), poeta, músico, antiguo militante del 14 de Junio, artista cibaeño y gestor del Museo la Serpiente entre otras muchas cosas; y Hancy Martínez (1991-2021), revolucionario dominicano, pensador crítico, gran amigo, cómplice y lector.

No puedo ser sin ti: dentro de mi formación social e intelectual hay muchas voces y aristas. Es por esa razón que hay otros nombres de gente querida de otras épocas y latitudes con los que siempre estaré agradecido: mis tíos Winston y Henry Santos, este último apasionado lector de Jorge Luis Borges y de Julio Cortázar (de algún lado debe venir la pasión por la literatura); Artnoose, Teresita (mi lechuza querida), Leslie Pulé, Ruth Nesi, Delisa Brown-Guc, Larry Reid, Barbara Komansky y Daniel Loo fallecido en el 2017.

Gracias a la música

Mil gracias a la gente y a los pueblos que fabrican y tocan con sus manos instrumentos musicales en ritos iniciáticos, en celebraciones de la cosecha, en bodas y cumpleaños, en funerales, en carnavales, en comparsas de robalagallina, en fiestas de fin de año y en otros encuentros anuales o festividades o congregaciones comunitarias y masivas de origen desconocido y oculto.

Desde mi ventana agradezco a los músicos de la calle, de los subtes y del barrio y después de tanto escuchar música en vivo y grabada estoy en deuda con la exploración sonora de artistas que desafiaron el medio hostil, la tradición, el ostracismo y, en la mayoría de los casos, le hicieron frente a la burla de los mercaderes del arte.

En ese sentido, gracias al periodista y crítico de música Rafael Mieses, de estirpe antitrujillista, conductor del exquisito programa musical Mar Afuera desde la Florida para el mundo.

Y para finalizar, gracias por las palabras y por los actos de liberación que ahora forman parte de mis memorias sonoras, una mezcla de la cultura barrial y la cultura alternativa en general: Sun Ra, Nina Simone, Concon Quemao, Billie Holiday, RAM, Hache ST, Moondog, Antibalas, Luis Días, el amargue de los ochenta con Luis Segura a la cabeza, Expresión Joven, Nurse with Wound, Black Uhuru, calypso del viejo, Klenex/LILIPUT, Harry Partch, los jóvenes trompetistas y saxofonistas de Los Mina en práctica después de la comida y el Show del Mediodía, SonAbril, la música cubana, The Raincoats, Rita Indiana y los Misterios, Yamantaka Eye, Sonic Youth, El Cirujano Nocturno, The Moldy Peaches, Monkey Black, Popol Vuh, Tokischa, Jazz Des Jeunes, Mula y Biota.  

Apéndice

Somos hijas e hijos de Aleister Crowley. Gracias por la magia, el antifascismo y la risa.

Gracias a la tayota por representar el sentir culinario de una nación en el mismo trayecto del sol.

Gracias por los suplementos culturales que ya no están pero aun así dejaron su impronta en la gente y en la sociedad.

Gracias por la lluvia y los baños bajo la lluvia en Los Mina.

Gracias por el Mercado Modelo y las botellas de medicina popular que sanan las aflicciones físicas y penas del alma.

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