En este nuevo ciclo de barbarie capitalista donde la solidaridad, la cultura y la vida misma están bajo la mirilla represiva de los explotadores y los indignos, la canción “Gracias a la vida” de la autoría de Violeta Parra, la cual fue interpretada también por Mercedes Sosa, sirve de recordatorio de lo vital que son nuestras pequeñas resistencias cotidianas.
Gracias a la vida evoca el agradecimiento desde lo más profundo del alma. La canción es un gesto fraternal del cual estamos en la obligación de escuchar detenidamente y compartir con amistades, compas, amiguis y enllaves que nos acompañan en la faena diaria de nuestra existencia.
En este fin de semana del mes de marzo del 2025 doy gracias a la vida, con todos sus gozos, pruebas y tribulaciones, y también doy gracias a aquellos libros que han sido llaves maestras a otras puertas y a puertas detrás de otras puertas y ventanas.
Libros-fuentes que han saciado mi sed como el frescor del agua de coco caribeño o el frío-frío rojito (con ñapa incluida) en las tardes de recreo bajo el sol picante en nuestra añorada escuela República de Panamá (La Panamá) en la capital dominicana.
Libros grabados a mano, marcados por la musicalidad de los caminos concéntricos; moldeados como cajitas de añoranzas y guardianes de moralejas, lecciones de vida y muerte, historias de amor y desamor, historias de las fuentes vivas, esos fuegos subterráneos que mueven a los pueblos a resistir; libros-mapas que nos conducen a conocimientos ancestrales, a secretos silenciados; anecdotarios y memorias fragmentadas sobre la guerra y la condición humana así como buenos y malos recuerdos. En fin, puntos de encuentros en el firmamento de la memoria o huellas en un laberinto que muchas veces cumplen la función de guiar los procesos de construcción personal y colectiva.
Libros que reúnen todos los estados sensoriales y otros estados inexplorados, desconocidos e indescriptibles que los textos y las imágenes suelen evocar a veces de forma clara y directa y muchas otras veces en forma de siluetas y sombras.
Una vez más, agradezco el atrevimiento de tantas escritoras/res que dejaron o siguen dejando sus proclamas plasmadas en papel en su paso por este mundo ancho y ajeno:
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Aída Cartagena Portalatín con Yania tierra: poesía al rescate de las resistencias populares que conforman la memoria colectiva de Santo Domingo. De Aída recomendamos Escalera para Electra, novela experimental; Tablero: Doce cuentos de lo popular a lo culto y Culturas africanas: Rebeldes con causa, libro autobiográfico que aporta detalles claves sobre la influencia del surrealismo en su vida y obra.
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Enriquillo Sánchez con Pájaro dentro de la lluvia, portal lúdico, cancionero romántico y popular. Gestor de nuevas formas de ser y estar en Santo Domingo.
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Hilma Contreras con la colección de cuentos Entre dos silencios y la novela La tierra está bramando. Obras literarias rescatadas de la hoguera del deseo y la prohibición. Y al igual que Aida, Hilma también fue gestora de obras anti-canónicas en esta media isla.
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Johan Mijail con sus textos poéticos y de disidencia queer en Pordioseros del Caribe y la novela Chapeo. Johan es de los pocos seres y artistas que poseen los códigos barriales/caribeños que construyen la memoria travesti en un medio tan hostil. Su obra parte de la performance como puerto de embarque traducida en neorama citadino en un Santo Domingo que arde en llamas.
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Rita Indiana y su novela La estrategia de Chochueca: punto de inflexión de la nueva narrativa dominicana. Generadora de luces en el camino en los años más duros de los gobiernos peledeistas y la mediocridad cultural que caracterizaron ese período político y social.
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La antología Última flor del naufragio: antología de novísimos cuentistas dominicanos de Pedro Antonio Valdez publicada en 1995 y hasta el día de hoy mantiene en sus páginas la vigencia de la apertura cultural que le dio origen. Leer y releer esta antología (ver el cuento Invi’s Paradise de Aurora Arias por ejemplo) sigue siendo toda una delicia.
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Haití ha producido grandes artistas y escritoras/res entre los que se encuentran Jacques Stéphen Alexis, de ascendencia dominicana por parte materna. Su libro L’espace d’un cillement publicado en 1959 y traducido al español como En un cerrar y abrir de ojos, es a nuestro entender una obra vital y fundamental de la novelística haitiana y caribeñ
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Marcio Veloz Maggiolo con su “proto-novela” Materia prima, parte memoria de la nación dominicana, parte memoria del barrio Villa Francisca desde lo personal y la divagación ensayística de un antropólogo que también fue poeta. La vida no tiene nombre, novela publicada a mediados de la década de 1960, es un libro fundamental que hay que leer y estudiar a fondo.
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Juan Goytisolo con la novela Reivindicación del conde don Julián, obra punzante con final estructurado en forma de una serpiente que se come su propia cola y en el proceso denuncia la islamofobia y destruye la falsa historia nacionalista e hispanista, cimiente de tanta violencia y de las practicas autoritarias del Estado Español y los gobiernos espurios de Nuestra America.
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Anaïs Nin con su novela Una espía en la casa del amor colocó detenidamente con sus dedos diminutas letras de plomo como si fueran cuerpos transparentes, libres, abiertos y sinceros. Anaïs Nin, amiga del pueblo dominicano y el pueblo vietnamina quien en 1965 rubricó su firma en una declaración del Comité de Protesta de los Artistas estadounidenses en rechazo a la intervención militar yanqui en Santo Domingo y la guerra de Vietnam.
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Mariana Enríquez con su libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego. Obra feminista, reveladora; mezcla de la mirada punk y el género de terror: el texto dibuja de forma sutil la cruda realidad de la violencia politica y social en la Argentina del ayer y la Argentina de hoy.
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Zora Neale Hurston con su novela Sus ojos miraban a Dios (Their Eyes Were Watching God) publicada en 1937, es un libro atrevido y fundamental de la literatura estadounidense. Documento vital de una escritora afroamericana que supo retratar la sociedad moderna anclada en el pasado colonial en una época significativa en cuanto a la lucha anti-racista y anti segregacionista de los Estados Unidos.
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Publicado en 1978, el poemario Babel de Patti Smith sigue teniendo esa potencia de rebeldía que descubrí en el apogeo de la cultura grunge (años 1990s) cuando la juventud miraba hacia atrás con el objetivo de reivindicar la rebeldía que alguna vez representó la música rock y los movimientos de disidencia cultural de la década de los 60s y 70s. Poemario acompañado de fotografías y manifiesto de una generación que se atrevió a denunciar el orden establecido, los señores de la guerra, la frivolidad cultural, etc.
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Julio Cortázar con su novela Rayuela (una suerte de compendio enciclopédico del jazz, amor por París y los gatos y la experimentación lingüística y veinte mil cosas más) y el collage escritural conformado por la pareja de libros La vuelta al día en ochenta mundos y Último round.
De la diáspora dominicana
La lista de libros más arriba es solo un breve bosquejo de algunas obras literarias pero también hay una producción cultural de la diáspora dominicana que ha enriquecido nuestro ser y accionar a través de los años. Nos referimos a la nueva ola cultural dominicana en el exterior que ha tomado impulso en este milenio, echando traste con la práctica literaria de tinte convencional así como la tradición, conservadurismo y racismo de buena parte de los historiadores dominicanos.
El aporte de escritoras/es disidentes ha enriquecido tanto la literatura dominicana escrita en inglés y español asi como las distintas áreas del pensamiento social desde una postura crítica, feminista, experimental y anti-racista: Josefina Báez, Lorgia García Peña, Yaissa Jiménez, Camille Gomera-Tavarez, Neici Zeller, Sophie Maríñez, Ochy Curiel, Ana-Maurine Lara, Amarilys Estrella, Elizabeth Acevedo, Elissa Lister, Angie Cruz, Edward Paulino, Nelly Rosario, Dixa Ramírez-D’Oleo, April Mayes, Carlos Decena, Dió-genes Abréu, Dagoberto Lopez Coño, Brenda Peynado y Ginetta Candelario entre otras. Y por último, hay dos nombres claves que con su aporte literario sembraron las semillas de la literatura diaspórica dominicana: Loida Maritza Pérez, autora de la novela Geographies of Home (traduccion literal: Geografías del hogar o Geografías de mi tierra) publicada en 1999; y Junot Díaz, autor de Drown (traducido como Negocios pero en realidad el título pudo haber sido traducido como Ahogar o Ahogado), colección de cuentos publicada en 1996. Consciente de que no están todas/os los que deberían estar, estos dos libros desgarradores, crónicas de la inmigración, representan a la misma vez dos hitos de la literatura dominicana y estadounidense.
Apendice
Mil gracias a Edward Said (1935-2003), intelectual estadounidense de origen palestino, quien en sus libros pudo esplorar a fondo la centralidad del discurso colonialista europeo en buena parte de la producción literaria de las grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, por ejemplo). Pero también sus libros alientan a otras lecturas como por ejemplo la obra novelística de Paul Scott por solo mencionar un ejemplo.
Gracias a Celsa Albert Batista por rescatar la negritud dominicana y la centralidad de la mujer africana en nuestra sociedad. Su libro Mujer y esclavitud en Santo Domingo, publicado en 1990, es una obra de referencia para las nuevas generaciones.
Mil gracias por Pueblo, sangre y canto, poemario publicado en 1965 por el Frente Cultural, por dejar un registro acerca de la centralidad de la poesía y la cultura en la revolución de abril de 1965. El artista y militante revolucionario Silvano Lora fue una pieza clave de esta publicación. Recordemos su legado.
Gracias por los diccionarios, los libros de cocina, los libros apócrifos, censurados y prohibidos; los libros que reúnen refranes populares y decires de antaño, gracias por las historietas, por Toda Mafalda de Quino y por todos los libros que registran lo absurdo de la vida y el diario vivir.
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