El gobierno del presidente Luis Abinader, y su Partido Revolucionario Moderno, tienen una alta responsabilidad con el mantenimiento del orden democrático en la República Dominicana.
Desde hace un tiempo el país ha visto el crecimiento en las calles y medios de comunicación de las campañas de odio y persecución de un grupo fascista que promueve el rechazo a los migrantes haitianos y a los dominicanos de ascendencia haitiana.
Ese grupo paramilitar, que se arropa con indumentaria militar, que hace honor a las imágenes de Hitler y de Trujillo, se ha creído en condiciones de agredir e insultar toda manifestación de reclamo de derechos humanos en favor de los dominicanos de ascendencia haitiana y de los haitianos migrantes en la República Dominicana.
La propia Organización de las Naciones Unidas, sede la República Dominicana, ha sido agredida por ese minúsculo grupo de presión. Y lo mismo ha pasado con organismos como Organización Internacional para las Migraciones, el Programa de Naciones Unidas para los Refugiados, y un medio de comunicación, como Diario Libre.
Engreído porque las autoridades le han permitido realizar actividades de agresión, este grupo no ha parado de presionar. Se creyeron que eran triunfadores por sus manifestaciones políticas de adhesión a la campaña del candidato triunfador en las elecciones de los Estados Unidos. Se envalentonaron por las políticas anti-inmigrantes de Donald Trump, y han promovido su reproducción en la República Dominicana.
Han atacado directamente al presidente de la República, y a la ministra de Interior y Policía, llamando traidor a la patria al primer mandatario, con el interés de reforzar las políticas de persecución y violación de derechos humanos a los migrantes y trabajadores haitianos.
Hace unas semanas organizaron una marcha en la región este del país, en Friusa, en procura de la deportación de los haitianos que trabajan en esa zona. El odio es más que elocuente. Tienen guaguas anunciadoras y reclaman a los ciudadanos en los barrios no alquilar casas a los descendientes de haitianos, no negociar ni vender productos, no permitir la escolarización ni brindar servicios de salud a los migrantes y sus descendientes.
Aparte de las implicaciones económicas y sociales que tuvo esa marcha, que puso en duda la idoneidad del turismo en el este, también organizaron una manifestación en frente del Palacio Nacional. Y se entiende, no hay otro modo de interpretarlo, que han convencido al gobierno de que la presencia de migrantes haitianos es un riesgo muy alto contra la nacionalidad y la soberanía dominicanas. El Estado tiene ahora dos versiones: las bandas haitianas que controlan parte del territorio de ese país, podrían entrar y deteriorar nuestro régimen, como se ha dicho en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, o las bandas no representan ningún riesgo, como ha dicho el ministerio de Defensa.
Otra cosa: El riesgo democrático está en crecimiento. Estos fascistas y engreídos han atacado este domingo una manifestación de recordación de la contienda de abril de 1965, en su 60 aniversario. Diversas organizaciones políticas, en su pleno derecho, se reunieron y realizaron una marcha pacífica y de repudio a la intervención militar de los Estados Unidos, que cambió el curso de los acontecimientos para reponer el gobierno democrático del profesor Juan Bosch, destituido por golpistas antidemocráticos en septiembre de 1963.
El gobierno del presidente Abinader y el PRM tienen que preservar el régimen democrático y no permitir un mayor deterioro del ambiente social y político que se está viviendo, limitando las expresiones de organizaciones nacionales, internacionales, y de personas, que reclaman una postura democrática del gobierno y de todos sus mecanismos de protección, frente a la agresión de los fascistas y promotores del odio. Ya el gobierno decidió destruir las casas y casuchas del barrio Mata Mosquito en Friusa, cumpliendo con un reclamo de estos promotores del odio.
El gobierno está en el deber de reflexionar sobre el curso de los acontecimientos, y el empoderamiento de estos grupos desmemoriados y fascistas, que reivindican a Trujillo como una figura heroica y protectora de la sociedad dominicana frente al supuesto peligro haitiano.
Si el gobierno permite que estos grupos continúen afectando el ambiente político, estaría dando paso a mercenarios y delincuentes, que jamás apoyarán al gobierno ni al PRM, y que limitarán las libertades públicas, tratarán de sepultar la democracia, al tiempo que pondrán como bandera de los dominicanos el lado más temerario y de canibalismo de los herederos de Trujillo, que hoy reviven en un engendro antiguo, que reivindica el orden de la dictadura de 30 años que sufrimos entre 1930 y 1961.
Noticias relacionadas
Compartir esta nota