El patriotismo y el nacionalismo han resurgido con fuerza en los últimos años en República Dominicana. Y todo por la dejadez de los gobiernos de turno en aplicar las medidas migratorias tal y como lo mandan las leyes establecidas en la Constitución.
Para nadie es un secreto que la masiva entrada de ilegales de nacionales haitianos a territorio dominicano, sin que fueren molestados por las autoridades, obedecía a órdenes y recomendaciones de la pasada administración demócrata de Joe Biden en los Estados Unidos y el Foro Económico Mundial del cual Abinader es miembro.
Estados Unidos junto al a Unión Europea son los responsables del desorden político, económico y la desgracia existente en la nación de Toussaint Louverture, líder de la revuelta que llevó a cabo la primera emancipación en este hemisferio, en 1804.
Más que enfrentar con rudeza el problema de la delincuencia que llevan a cabo bandas armadas, pareciera que las promueven y la financian secretamente para que el caos prevalezca.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha demostrado no tener influencia ni voluntad para resolver conflictos que destruyen países que forman parte de esa organización.
En múltiples sesiones convocadas con carácter de urgencia para buscar una solución diplomática a la crisis en Haití, sus resoluciones administrativas, no han servido de nada.
Tanto el presidente de la República Luis Abinader, y su canciller Roberto Álvarez, en múltiples ocasiones y en varios foros internacionales, han rogado con vehemencia ayuda inmediata para Haití.
Las bandas delincuenciales avanzan en sus propósitos de dominar todo el territorio haitiano, afectando las relaciones bilaterales con República Dominicana.
La inseguridad, el crimen, los asaltos, asesinatos, secuestros y las violaciones aumentan cada día.
Más de un millón de desplazados por la violencia buscan refugio en territorio dominicano al cruzar por la frontera de forma masiva e ilegal.
Según estadísticas de las Naciones Unidas (ONU), más de 5,500 personas murieron y cerca de 3,000 heridos se produjeron en 2024 por la violencia creciente en esa nación.
En lo que va de año unas 4,000 personas han sido asesinadas y más de 1,500 han sido heridas según dicha organización.
EEUU, la Unión Europea y la ONU saben que la situación en Haití ya es incontrolable. De continuar, un conflicto internacional es inevitable.
La permisividad que tuvo el gobierno de Abinader de no enfrentar el ingreso de miles de indocumentados haitianos por la frontera con Haití provocó el surgimiento de movimientos patrióticos que han salido a protestar para que estos sean expulsados del territorio de forma inmediata.
La alteración del orden público por los movimientos de protestas a nivel nacional se le está escapando de las manos a Luis Abinader. Las protestas son masivas y auténticas.
Ante el letargo y la inacción de los países comprometidos a buscar una solución al problema de Haití, el gobierno dominicano ha decidido enfrentar el problema con rudeza, aunque lo critiquen.
Aprovechando el visto bueno de la administración republicana de Donald Trump, el presidente Abinader ha decidido erigirse como un verdadero defensor de la ciudadanía dominicana aun tenga que coincidir con la organización Antigua Orden que dirige Ángelo Vásquez.
Abinader se pronunció anunciando medidas en contra de los indocumentados haitianos, y ha puesto en marcha las acciones de repatriación de miles de ciudadanos haitianos que llevan a cabo las fuerzas del orden y del departamento de inmigración considerada muy efectivas y aplaudidas por la sociedad dominicana.
Los dirigentes de la Antigua Orden y grupos antiinmigrantes están envalentonados, entusiasmados por las efectivas acciones del gobierno en contra de los indocumentados del vecino país.
Como dos grandes aliados por una misma causa, el gobierno y la Antigua Orden siguen recibiendo apoyo de la población por su lucha contra la emigración haitiana en República Dominicana, ahora bajo el visto bueno de la administración de Donald Trump, en los Estados Unidos.
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