Este ensayo propone una lectura del poemario Porque hay huellas tuyas en mi jardín de Tulio Cordero desde la noción de poética de la interrogación sostenida, entendida no solo como procedimiento estético, sino como método ético de conocimiento. El libro construye un universo donde la huella —evidencia activa de una ausencia— organiza una triple exploración: la memoria como territorio habitado por el otro, la crítica del simulacro social e histórico y la búsqueda de una verdad paradójica que emerge de la herida y el silencio.

La escritura rehúye toda clausura del sentido. La poesía no comparece como respuesta, sino como vigilia: preguntar se convierte en una forma de responsabilidad ante lo real. En este sentido, el poemario se inscribe en una tradición lírica donde la pregunta no es carencia, sino conciencia.

La huella como método

El verso que da título al libro —Porque hay huellas tuyas en mi jardín— opera como una declaración de principios poéticos. No se trata de una constatación, sino del punto de partida de una interrogación radical: ¿qué significa habitar un espacio transformado por el paso del otro?, ¿cómo se constituye el yo desde una ausencia activa?

Esta poética se anuncia de forma concentrada en el poema homónimo, texto fundacional del conjunto:

“Porque hay huellas tuyas en mi jardín”.

Dudas.

Porque anoche vi manchas en una luna que suponía impoluta.

Pobre mirada, la mía.

 

Miedo.

Porque mastines fuera de sí ladraban.

Y querían comerse las madreselvas de mi huerto.

 

Calma.

Porque no ha pasado nada.

A pesar de los ladridos, ninguno ha podido amedrentar.

Las mariposas que retozan entre mis flores.

Aquí se establece el programa ético del libro. La duda nace de una mirada que descubre imperfección donde esperaba pureza; el miedo se encarna en una violencia latente que amenaza lo frágil; la calma, finalmente, no niega el peligro, sino que lo atraviesa. El jardín queda definido como un espacio expuesto, no como refugio: un territorio donde la vida persiste sin garantías.

Desde este punto, la poética del libro se articula en tres ejes interdependientes:

1.    La memoria como espacio habitado por la huella.

2.    La denuncia ética del simulacro social e histórico.

3.    La búsqueda de una verdad herida que se revela en el silencio.

1. El jardín interrogado: memoria, huella y constitución del yo

El jardín no es un lugar bucólico, sino una metáfora compleja de la interioridad: psique, memoria afectiva y territorio del yo alterado por la presencia del otro. La huella no remite a una presencia recuperable, sino a una ausencia que sigue operando.

En “Mysterium”, el amor y el sentido aparecen condicionados por un orden previo e inefable:

Tú no me amarás si las coordenadas del silencio.

No se hubiesen posado sobre aquella rosa.

El silencio no es vacío, sino lenguaje extremo, espacio de espera y potencial sagrado. La verdad solo se ofrece a una mirada no instrumental, comparable a “la mirada de un niño que no sabe por qué llora”.

En “GRIS”, la sinestesia organiza esta memoria sensorial. El gris no anula los colores, los contiene: es el tono de la melancolía reflexiva, donde la tristeza no oscurece, sino que afina la percepción. La referencia musical final no ilustra el poema, sino que refuerza su concepción del arte como experiencia compartida.

2. La ética de la mirada: simulacro, violencia y memoria histórica

Desde la intimidad del jardín, la interrogación se proyecta hacia lo social. En “Verdad y sueño”, la oposición entre autenticidad y simulacro se formula a través de imágenes como la “moneda falsa” o la “risa teatrera”. La verdad se define como coherencia entre gesto y sentido, frente a un mundo de máscaras.

Esta crítica alcanza su mayor intensidad en “Visiones” para no olvidar, poema de clara vocación testimonial:

Yo quiero, en este instante, abrazar a ese niño.

Que burló el fuego y la alambrada…

Recordar se convierte en una obligación moral frente a la seducción del olvido. La misma exigencia recorre “Un día de estos”, donde la reiteración de “Ya era tarde” subraya la irreversibilidad del crimen histórico y afirma que la memoria es una tarea siempre inacabada.

3. Te pregunto: la interrogación como responsabilidad ética

En “Te pregunto” culmina y se sintetiza la poética de la interrogación que vertebra Porque hay huellas tuyas en mi jardín. Si el libro entero se construye como una pregunta sostenida, aquí esa pregunta alcanza su forma más desnuda y compleja: ya no se interroga solo la huella íntima o el simulacro social, sino el fundamento mismo del sentido ante un mundo herido.

La escena ocurre “desde mi ventana”, un locus liminar que niega tanto el repliegue intimista como la evasión. La ventana no es refugio, sino punto de exposición: lugar donde el yo se hace vulnerable a lo real. La enumeración inicial —río perezoso, verde tísico, risa no correspondida— no describe un paisaje, sino un estado moral del mundo. La belleza persiste, pero lastimada.

El giro decisivo se produce con la aparición del “tú” con mayúscula:

Esto es lo que tú querías que yo viera.

Ver deja de ser un acto pasivo y se convierte en misión ética. Incluso lo oscuro participa de una economía del sentido:

El temblor oscuro de hojas

Protegiendo la humedad luminosa de la espera.

La imagen de la “doncella de mis espejos” condensa identidad, conciencia e inocencia interior violentadas por “monedas falsas”, símbolo del simulacro ya establecido en el libro. La violencia ha alcanzado el núcleo del yo.

La respuesta del hablante no es grandilocuente: postrarse, cubrirse el rostro, frenar la ira. El tránsito es del juicio a la responsabilidad. La pregunta final:

¿Qué puedo hacer yo con mis llagas?

No busca consuelo, sino orientación ética. Las llagas son propias y ajenas; preguntar por ellas es aceptar el compromiso de ver. El número final, “33”, refuerza esta lectura simbólica: edad del sacrificio, umbral de madurez y testimonio.

“Te pregunto” funciona así como centro gravitacional del poemario. Aquí la interrogación deja de ser solo método estético y se revela como forma de habitar el mundo.

4. La verdad herida: silencio, alumbramiento y espera responsable

El tercer eje del libro concibe la verdad no como certeza, sino como epifanía dolorosa. En “Ritual” y “Mysterium”, el silencio es espacio de gestación. En “Alumbramiento” y “Fondo de paisaje”, la herida se vuelve condición de la luz: la espada que hiende no solo destruye, también revela.

Esta ética culmina en Apuntes para una canción de amor, donde el lirismo tradicional se subvierte:

Despiérteme tu llanto.

Despiérteme la sequedad de este día.

Aturdido y famélico.

Despiértame tú, / olvidada de tu imagen y tu nombre.

El verso clave —“Poca cosa es que yo te mire solo a ti”— declara que el amor cerrado sobre sí mismo es estéril. Amar es vigilia compartida frente al dolor del mundo.

En Pronto será la luz, la espera se convierte en forma de fe laica. Las negaciones iniciales no excluyen, preservan. La afirmación final —“Nada de lo que hemos amado / se perderá”— propone una esperanza sobria, sin estridencia.

Conclusión: el jardín como cosmos interrogado

Porque hay huellas tuyas en mi jardín, construye una poética de la interrogación sostenida donde la escritura actúa como método ético: mirar, recordar y nombrar, incluso cuando lo nombrado es el misterio mismo. Memoria, crítica del simulacro y verdad herida se entrelazan en una estrategia común: negar la respuesta fácil para mantener despierta la conciencia.

En un tiempo marcado por la posverdad y el olvido acelerado, la poesía de Tulio Cordero afirma la vigilia como resistencia. El jardín no es refugio: es un cosmos interrogado. Y la huella, lejos de cerrarse, continúa exigiendo lectura. En esa exigencia —en esa herida abierta del sentido— reside la potencia estética y moral de este poemario.

Ike Méndez

Poeta, educador y ensayista

Ike Méndez es ensayista y metapoeta dominicano. Coautor de obras como *"San Juan de la Maguana, una Introducción a su Historia de Cara al Futuro"* (Primer premio en el Concurso Nacional de Historia 2000) y *"Símbolos de la Identidad Sanjuanera"* (Segundo premio en 2010). Ganó el Segundo premio en el Concurso de Literatura Deportiva “Juan Bosch” (2008) y colaboró en la serie *"Fragmentos de Patria"* de Banreservas. También coeditó las antologías *"Voces Desatas"* (poesía, 2012) y la primera antología de cuentistas sanjuaneros (2015). Ha publicado seis poemarios: *Al Despertar* (2017), *Flor de Utopía* (2018), *Ruptura del Semblante* (2020), *Baúl de Viaje* (2022), *Al Borde de la Luz* (2023) y *El Joyero de Ébano* (2024), que reflejan una evolución poética constante. E-mail: jemendez@claro.net.do

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