Emilia Pereyra nació en la ciudad de Azua de Compostela en 1963. Es novelista, cuentista y periodista, siendo esta última la labor que desempeña a nivel profesional. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde se graduó en 1987. Posee una Maestría en Periodismo Multimedia por la Universidad del País Vasco, España.
En literatura, la calidad de sus obras narrativas le ha merecido reconocimiento nacional e internacional. Con la novela "Cenizas del querer" (publicada en 2000 y 2007), fue finalista del Premio Planeta en 1998. Sin embargo, su primera novela fue "El crimen verde" (1994), una obra interesante porque introduce una nueva línea temática hasta entonces ausente en nuestro medio literario. Otras obras suyas son "Rasgos y figuras" (2000, perfiles biográficos); "El inevitable designio de Dios" (2007, cuentos), y una última novela de tema histórico, titulada "Cuando gemía la patria" (2025). Esta última ha sido muy ponderada y publicitada por la crítica, ya que aborda el tema haitiano y la lucha por la Independencia de la República Dominicana en 1844.
En el área escritural, el estilo y el abordaje temático, junto con el particular dominio de la lengua, son detalles formales que contribuyen a redefinir la imagen y la mirada del sujeto-creador. Ella combina muy bien la forma dialogada, la narración y la modalidad descriptiva, lo que permite al lector una lectura dinámica, activa, de buen gusto, comprensiva y conmovedora, llevándolo a vivir con pasión el desenlace final. Es decir, una lectura para degustar con placer, gracias al buen manejo de las oraciones breves, más bien brevísima, e igualmente en la construcción de los párrafos cortos.
Con esta segunda novela, que la autora titula "Cenizas del querer" —con ilustración de cubierta a cargo de Isabel González Sanz, y diseño y diagramación no expresados, impresa en Laguna Ediciones S. L., Zaragoza, España, con 219 páginas—, Emilia Pereyra redefine y afianza su legado en la historia narrativa dominicana.
Esta obra de Emilia Pereyra, con una trama sentimental turbulenta, critica ciertas creencias conservadoras y caducas que, con sus ideas conformistas, solo sirven para engañar e infundir miedo. La novela no tiene dedicatoria y consta de treinta y nueve (39) breves capítulos, cada uno subtitulado, que le sirven de soporte a la autora para plasmar en la hoja en blanco su andamiaje de hechos que, al leerse, parecen reales y no una obra de ficción.
La portada y la contraportada son de color negro con una imagen muy llamativa de dos personas en forma caricaturesca; es decir, enmascarados con vestimentas pintorescas, más una silueta satánica en el centro y dos palmas a los lados, lo que nos presenta un referente sobre el tema central de la novela, Cenizas del querer.
En la solapa tiene una brevísima biografía de la autora y una foto suya, mientras que la contraportada nos introduce un pequeño y significativo comentario, sin firma del autor, el cual transcribo a continuación:
“Cenizas del querer se desenvuelve en un escenario caribeño donde la magia, la pasión, el fuego, el esoterismo y la falsa religiosidad rodean a los personajes. Doña Beatriz es la representante por excelencia del universo femenino en el que progresivamente nos va introduciendo Emilia Pereyra. Este personaje sufre un proceso de madurez ascendente: felizmente casada, sumisa a una moral estrecha y coactiva, fervorosamente religiosa y madre sin llegar a serlo. Doña Beatriz es víctima de las apariencias y del engaño que se ciernen sobre ella. Tras sucesivos intentos de adaptación a una realidad cada vez más oscura y caduca, nuestro personaje solo alcanzará la plenitud abriéndole la puerta a la llamada de la belleza y de la seducción. Atrás quedará un mundo vacío, ensombrecido y expulsado, definitivamente, del tiempo vital. La trayectoria de cada uno de los personajes está sellada por su actitud ante la vida: algunos sucumben ante los sentimientos de culpa que los tiranizan, otros renuevan el trágico destino que han heredado, desprovistos de ilusiones y perdida ya la inocencia. Solo una minoría enterrará su pasado y romperá las cadenas de la cárcel que los rodea sin poder ahuyentar del todo los fantasmas del pasado, porque, de algún modo, han hollado su memoria.
La prosa ágil y eficaz de Emilia Pereyra abre fuego a las cenizas de pasión, a las cenizas de antiguas creencias, a las cenizas de podridas losas… ¿Quién puede destruir los restos de un incendio? Siempre quedarán las cenizas que nos recuerden que allí brilló nuestra existencia.”
Personajes
Los personajes centrales de la novela son la pareja de esposos, Don Demóstenes Rivera y Beatriz de Rivera, residentes en el barrio La Estancia, que es el espacio geográfico donde ocurren los hechos y se desarrolla la novela.
- Demóstenes Rivera. En la región nadie ignoraba su fama. Demóstenes era lo que muchos llamarían un hombre de sangre pesada. Antipático con las mujeres, en especial con Florita, su segunda pareja, a quien maltrataba de manera despiadada y encerraba en su cuarto, custodiada por un grupo de peones que solo le obedecían a él. Nunca se divorció de Beatriz de Rivera, la única mujer que lo "metía en un bolsillo", y peor aún después, cuando supo de su infidelidad con Gloria, la puta y madre de su única hija, la niña Divina Pastora. Murió quemado y estrangulado a manos de Florita en el hospital.
- Beatriz de Rivera es la esposa de Demóstenes. Vivían en el barrio La Estancia sin hijos propios. Adoptó a Divina Pastora, la hija adúltera de su esposo con Gloria la prostituta del pueblo. Era una fiel creyente de la ley cristiana y la cumplía aparentemente para evitar el qué dirán de la gente. Al final, después de varios encuentros sexuales con su pretendiente de varios años, Luis Caro, queda embarazada y lo muda a su casa. De esta manera, bajo presiones de chismes, rechazos de las directivas del club y de la alta sociedad, las amigas de su hija y de don Aridio Guzmán (el gobernador y su esposa), el padre Juan Solano, y las monjas (ver págs. 201-205), quien la llama pecadora, canalla y perdida, rompe con las costumbres y tabúes tradicionales de la iglesia católica y emprende una nueva vida libre de prejuicios y ataduras, con un marido fiel y el hijo tan esperado salido de su vientre, después de varios “embarazos frustrados y de largos sufrimientos infligidos por el amor pésimamente correspondido” (p.133).
- Los otros personajes son: Gloria Brito, la rompe-matrimonios y madre de Divina Pastora, que termina suicidándose al lanzarse al mar (Pág. 140); Divina Pastora, la niña hija de Demóstenes y Beatriz, que se enamora del joven Manuel López y, por rechazo de la madre adoptiva, termina fugándose con él y al final se suicida tomando veneno, aun estando embarazada (Ver págs. 215 a 217); Maritza, amiga de Divina Pastora; Doña Dulce, la tía de Daniel; Manuel López, joven pueblerino que atraía la atención de las jóvenes por su talante y llamativa vestimenta. Era rechazado y odiado por doña Beatriz como novio de la hija; los amigos de Manuel López, Raúl y Pedro Caminero; Vanessa, la joven que pretendía Manuel López; Ramona y Dinda, las sirvientas y trabajadoras domésticas de la casa de Beatriz; Ricardo, el limpiabotas que le lleva mensajes a Divina Pastora a cambio de unas monedas (Pág. 175); Florita era, primero, compañera de Dinda como criada de Beatriz y después, la segunda mujer de Demóstenes y la ejecutora del incendio y crimen contra Demóstenes, como venganza por los maltratos de que era víctima. Termina huyendo para refugiarse en el barrio llamado La Cuchilla, allá la consideran bruja y de chupar sangre de los niños; el doctor Alcibíades de la Torres, el médico del pueblo de Azua, es quien atiende a Beatriz, anunciándole el embarazo y aconsejándole que se alegre y “Deje de pensar en el pueblo, en sus amistades” (Ver 186-188 y las páginas 203 a 209); Doña Lolita Comas del Orbe, prima lejana de Beatriz, otra de las murmuradoras cuando supo del embarazo fuera de matrimonio; las rezadoras y rezadores son: doña Altagracia, doña Cándida, don Eusebio y la señorita Enriqueta, más la costurera, señora Martina de Miranda. Otros personajes menores, apenas de paso: la comadre Luisa Antonia; la beata de falda larga y zapatos de charol, doña Severina; Damián Cruz, el capataz de la finca; Mery Carmen y Mechy, amigas y compañeras de cuarto curso de la niña en el Colegio; Pedro, el chofer de la casa; Nando, el hombre que encontró y entregó a Florita cuando se le escapó a Demóstenes; doña Aminta Lemonier de Carpio era la operadora de la central telefónica que pasaba el tiempo haciendo anotaciones e informaciones de todas las conversaciones y lo que acontecía en la vida de un puñado de familias privilegiadas del pueblo azuano (Págs. 157-161); Virginia es la hija de doña Aminta Cosme de Lemonier; Doña Ernestina, la dueña de la fritura; Magnolia Agramonte, la fervorosa devota de la virgen de Las Mercedes, vecina de Beatriz; doña Lila, comadre de Dinda y su marido Pedro; Marco el carpintero y Toña; Chelita la que vivía del callejón parte atrás y Toño que fue el más abusador golpeando a Florita causándole la muerte y padre de la niña Sorita, la recién nacida. Milqueya y Carmencita son las vecinas de Gloria Brito, la puta. Milqueya es quien lleva los pasquines a Beatriz, poniéndola al tanto de los encuentros de ambos y del embarazo. Son tres los pasquines.
- “Sepa usted, doña Beatriz, que su marido la engaña con Gloria. Son dos bandidos. Si usted se respeta bótelo, pero a esa sinvergüenza hágale pasar un mal rato. Se lo merece por roba-maridos” (Pág. 9).
- Un segundo pasquín dice: “Doña Beatriz, la mujer está preñada. Usted perdió. Después no diga que no le avisó” (Pág. 129).
- El tercero afirma: “Gloria y don Demóstenes vivirán juntos. Le comprará una casa en el pueblo. Pobre de usted, doña Beatriz” (pág. 13).
¿Qué nos cuenta Emilia Pereyra en la novela Cenizas del querer?
Cenizas es el polvo sobrante de lo que existía y ya no existe. Donde antes hubo fuego, y que con el tiempo, con el soplar del viento o la lluvia desapareció, quedando al final las frustraciones y los traumas como producto del pasado, en este caso lleno de fracasos, amor y desamor, creencias y dudas.
Sus gentes son cautivos del resentimiento, encerrados en un mundo pueblerino, sin cambio hacia la modernidad. Un mundo estático, donde el ambiente familiar, la naturaleza, los mitos, las supersticiones, la crítica a las iglesias, las decepciones amorosas y los chismes entran y funcionan como un balance narrativo de lo vivido y configurado, dentro de una trama conflictiva.
En el fondo, cada uno de los 39 capítulos, narrados y distribuidos en 219 páginas, tiene su arquitectura narrativa diferente, teniendo en común el recurso de las anécdotas y las bromas con un único interés: sembrar dudas en las creencias religiosas establecidas por siglos y siglos, y el manejo de la temporalidad en pasado, así como la presencia del narrador omnisciente que tiene dominio de todo cuanto ocurre en el contexto de la narración inmediata.
"Cenizas del querer" nos relata una historia fascinante utilizando una prosa activa y elegante que le sirve para entramar un mundo cargado de conflictos internos que sacuden a sus protagonistas, inmersos en las limitaciones que les impone el ambiente provinciano en que discurren sus vidas.
Doña Beatriz es la esposa fiel y devota cristiana que al final sucumbe al caer víctima de la pasión carnal. Es el eje central de la ficción junto a su esposo, Don Demóstenes. Luego siguen, Luis Caro, Manuel López, Divina Pastora (el producto de la infidelidad), Florita y Dinda (las trabajadoras domésticas) y Gloria (la famosa prostituta del pueblo con quien don Demóstenes engaña a doña Beatriz). Estos personajes se enfrentan a estremecedores problemas y a sus propios demonios en la sureña Azua de Compostela. El amor, la pasión, el odio, las creencias mágico-religiosas, los prejuicios sociales y morales, y la visión limitada de la sociedad aldeana de la época sumergen a los protagonistas en turbulencias existenciales de las que intentan salir airosos, pero a las que sucumben. "Cenizas del querer" irradia la destrucción de un incendio que devora a gran parte de su elenco protagónico. Una novela difícil de olvidar para el sujeto que se arriesga a leerla, y que yo recomiendo leer.
Un evento que me llamó la atención, y veo que es común en todos los pueblos y campos del país, es que los vecinos y parroquianos aldeanos en esos velorios de gente pudiente, aprovechan y se mudan en familia completa para no cocinar y así saciar su barriga al máximo a costa del difunto. Veamos:
“Doña Beatriz destinó una buena suma para adquirir enormes ollas, bandejas gigantes, cientos de tazas y decenas de servilletas, a fin de satisfacer las demandas gastronómicas del ritual de los responsos. Las diligentes ayudantes tenían que preparar litros de café, sándwiches y galletas barnizadas de mantequilla, que algunos visitantes devoraban en el acto, mientras aguardaban la hora de la cena.
Con motivo de la proximidad del último novenario, fueron sacrificados tres becerros, dos chivos, tres cerdos y diez gallinas. La familia Rivera esperaba que llegaran amigos y conocidos de campos y provincias distantes, tal como aconteció en el más concurrido novenario del pueblo” (Págs. 179-180).
Referencia:
Pereyra, Emilia. Cenizas del querer. Laguna Ediciones S. L., Zaragoza, España, 2000.
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