A 10 años de su firma por 193 países tras la Cumbre climática COP21 que se llevó a cabo en la capital francesa en 2015, ha llegado la hora del balance para el Acuerdo de París. RFI consultó a cuatro expertos en política climática para responder a las preguntas esenciales sobre lo que queda hoy del pacto.
1. ¿Por qué el Acuerdo de París de 2015 fue un hito de la diplomacia climática?
Eran un poco más de las 7 de la noche el sábado 12 de diciembre cuando el canciller francés Laurent Fabius pronunció una frase que para muchos defensoras y defensores del clima significó un punto de inflexión: “¡El Acuerdo de París fue aceptado!” concluía la Cumbre Climática COP21 de París, y el diplomático que presidió los debates golpeó simbólicamente su mesa con un martillo verde de madera para dar por terminados los debates.
“Fue la primera vez en la historia que obtuvimos un acuerdo universal. Esto suponía una gran diferencia con respecto a los acuerdos anteriores que solo afectaban a los países ricos y desarrollados”, destaca Emmanuel Guérin, uno de los diplomáticos franceses que elaboró el Acuerdo de París.
Además, el texto abarca “la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la adaptación al cambio climático, el financiamiento y la tecnología”, recuerda.
En cuanto a su estructura. “Es muy sencilla,” enfatiza Guérin. Tiene un objetivo principal “que es limitar el aumento de las temperaturas muy por debajo de los 2 °C y hacer absolutamente todo lo que esté en nuestra mano para limitar ese aumento a 1.5 °C con respecto a los niveles preindustriales”, un umbral definido por los científicos como clave para evitar catástrofes irreversibles en el planeta tierra como sequías, huracanes o aumento del nivel del mar.
El texto ratifica además el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. “El cambio climático es una consecuencia de un sistema inequitativo que no ha reconocido los límites del planeta (…), un sistema que tenemos que cambiar, pero reconociendo que los grandes emisores tienen una mayor responsabilidad ello”, resume Manuel Pulgar-Vidal, ex ministro de Ambiente de Perú y entonces presidente de la COP20 de Lima que precedió la Cumbre climática de París.
Según este principio, los 24 países del Anexo II de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CNUCC) reconocen su mayor responsabilidad en el financiamiento de los países en desarrollo.
“Hay gente que se pregunta, ‘¿cómo un acuerdo de base voluntaria, que no establece metas precisa sin mecanismo de sanciones, puede ser tan valioso?’”, reconoce Manuel Pulgar-Vidal. Y responde: “Primero, el Acuerdo tiene un umbral máximo de aumento de la temperatura de 1.5°C de aquí a finales del siglo. Tiene un objetivo de mitigación para reducir las emisiones y un objetivo de adaptación al cambio climático”.
Para ello, todos los países del mundo se comprometieron entonces a entregar planes climáticos nacionales según sus respectivos niveles de desarrollo, rendir cuentas y actualizarlos cada 5 años en función de las recomendaciones científicas.
“El objetivo de 1.5°C no es vinculante per se. Lo que es vinculante es el hecho de presentar públicamente planes climáticos cada 5 años más ambiciosos”, aclara el asesor diplomático Emmanuel Guérin.
Sin embargo, el Acuerdo de París se ha convertido en un referente del derecho internacional, como lo recordó la Corte Internacional de Justicia en su fallo de julio de 2025. Los magistrados de la Corte dictaminaron que el cumplimiento del Acuerdo de París forma parte del corpus de las obligaciones de los Estados en materia climática.
Y aunque Estados Unidos se retiró nuevamente del acuerdo, el texto sigue siendo una fuente de inspiración en muchas áreas. Esto explica por qué, a pesar del climatoescepticismo del presidente Milei, Argentina no ha abandonado el Acuerdo de París, constata Emmanuel Guérin: “En el proyecto de acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, existe una mención explícita al Acuerdo de París. Y para obtener beneficios de este acuerdo comercial, hay que cumplir con el Acuerdo de París. Por eso Argentina no se ha retirado del proyecto”.
3. Las temperaturas globales están a punto de superar 1.5°C de aumento. ¿Ha quedado en papel mojado el Acuerdo de Paris?
No. Según indican las previsiones de calentamiento global, el boom de las energías renovables que se observa desde la firma del Acuerdo de París ha permitido limitar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y, de esta manera aplanar la curva del calentamiento global
“Desde la adopción del Acuerdo de París hace diez años, las previsiones de alza temperaturas globales han pasado de alrededor de 3,5 °C a 2,5 °C a finales del siglo”, indica Naciones Unidas. Como cada grado de calentamiento cuenta, el mundo experimenta ahora una media de 11 días calurosos adicionales al año con un calentamiento adicional de 0,3 °C desde 2015, constatan los científicos de World Weather Attribution.
Y en un mundo con 2,6 °C más, eso supone un aumento de 57 días calurosos adicionales al año en comparación con la actualidad, mientras que, con 4 °C de calentamiento global, el aumento sería de 114 días calurosos adicionales al año.
Actualmente, el mundo se encamina a una reducción de las emisiones mundiales de un 15 % en 2030 con respecto a los niveles de 2019. Esta reducción sigue estando muy por debajo del 55 % de reducción necesario en 2035 para alinearse con el objetivo de 1.5°C.
Esta ambición insuficiente se debe a nuestra “adicción” a los combustibles fósiles, según denunció el secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres.
La expansión de la producción de combustibles fósiles y la falta de recursos financieros de muchos países en desarrollo para financiar su transición verde explican este atraso en el cumplimiento del Acuerdo de París. Naciones como Ecuador, Nigeria, Irán o México- aún dependen de los ingresos petroleros para sus ingresos nacionales.
“Hace más de diez años, los países ricos se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares al año hasta 2020 para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los efectos del cambio climático y reducir sus emisiones. Pero el balance de estos compromisos es hoy muy desigual. No solo no se ha alcanzado la cifra de 100 000 millones, sino que además esta financiación se concede en gran medida en forma de préstamos”, lamenta la ONG de lucha contra la pobreza Oxfam. El financiamento sigue siendo uno de los retos pendientes de la diplomacia climática.
4. ¿Cuáles han sido los efectos más concretos del Acuerdo de París?
"El Acuerdo de París fue muy importante para dar una señal. Y hay países y regiones que han actuado en base a este acuerdo”, se alegra el climatólogo peruano Eduardo Calvo-Buendía. “Es el caso de China que está revirtiendo sus emisiones urbanas e industriales. Están los esfuerzos de la Unión Europea y los países latinoamericanos de la alianza Ailac con alta ambición. No estuviese sido posible sin el Acuerdo de París”.
En concreto, esta ambición se traduce con el boom de la instalación de paneles solares fotovoltaicos en China, nación que se ha convertido en la primera potencia en materia de tecnologías verdes. Los costos de dicha energía han bajado un 80% desde 2014.
"El mayor impulso que dio el acuerdo de París es económico”, confirma el exministro de Ambiente Manuel Pulgar-Vidal. “Hay un boom de la tecnología solar, eólica, el hidrógeno verde y países están haciendo pruebas para la fusión nuclear que podría ser una fuente de energía para el futuro, que es sin residuos”, observa.
Para el director del laboratorio de ideas Iniciativa Climática de México (ICM) Adrián Fernández Bremauntz, el pacto firmado en París llevó al “acta de defunción del automóvil de combustión interna. Ya tiene una fecha de muerte: después de 2035, en prácticamente ninguno de los grandes mercados del mundo se venderán vehículos que tengan un motor de combustión interna”. En Noruega, por ejemplo, 9 de cada 10 nuevos vehículos vendidos son eléctricos.
“Por supuesto que los vehículos eléctricos no son la panacea, pero en términos de emisiones tanto de gases que afectan la salud como de CO2 que afecta el clima, van a desaparecer. Entonces tenemos que asegurarnos que la producción de estos vehículos, de sus baterías tampoco llegue asociado a emisiones de CO2”, advierte Fernández Bremauntz.
“Así también tenemos que existir el carbón, los combustibles fosiles y el gas”, concluye el experto en transición energética.
5. Ahora que EE.UU., segundo emisor global de CO2 se retiró del Acuerdo de París, ¿sigue siendo válido el pacto?
Donald Trump, presidente climatoescéptico y partidario de los combustibles fósiles, retiró su país del Acuerdo de París tan pronto como volvió al podern en enero de 2025. Su administración retiró también los incentivos financieros a la ciencia climática y boicoteó la COP30 de Belém. Pero una alianza de políticos y gobernantes locales ha tomado el relevo para mantener firmes los objetivos del Acuerdo de París y hasta ahora, ningún otro país ha seguido los pasos de Estados Unidos.
“Estos 24 estados (de Estados Unidos) han reducido las emisiones de gases de efecto invernadero un 24 % por debajo de los niveles de 2005, al tiempo que han aumentado el PIB colectivo en un 34 %”, afirmó Gina McCarthy, ex asesora del gobierno de Joe Biden para los asuntos climáticos y codirectora de America is All in, una alianza de gobiernos locales que mandaron representantes a la Cumbre Climática de Belém, para reiterar que la transición energética puede generar beneficios económicos.
Las circunstancias geopolíticas actuales, sin embargo, son “retadoras”, reconoce Manuel Pulgar-Vidal, veterano de las cumbres climáticas. “El negacionismo climático que se ha incrementado fundamentalmente por partidos de extrema derecha, las guerras militares, completadas por las guerras comerciales y el incremento de los presupuestos de defensa definitivamente amenazan el cumplimiento acelerado de las metas climáticas”, detalla Pulgar-Vidal. "Hoy, un acuerdo como el de París sería imposible", concedió a RFI el entonces presidente de la COP21 Laurent Fabius.
“Pero el proceso multilateral sigue siendo importante. El Acuerdo de París se sustenta en metas muy concretas de mediano plazo, como tener emisiones netas cero de CO2 en 2050, mientras que los problemas de geopolítica tienen una temporalidad más corta”, confía el exministro peruano Pulgar-Vidal.
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