Cada cierto tiempo, la República Dominicana se enfrenta al reto de evaluar a sus maestros. Es un ejercicio complejo y sensible: miles de docentes, repartidos por todo el país, se someten a un proceso que busca medir su desempeño y orientar decisiones sobre la calidad del sistema educativo. La última experiencia de alcance nacional, en 2017, dejó más dudas que certezas. Se cuestionaron los instrumentos, la validez de los resultados y, sobre todo, su utilidad para mejorar lo que realmente importa: lo que ocurre en las aulas.

Este año 2025 el Ministerio de Educación ha puesto en marcha una nueva Evaluación del Desempeño Docente (EDD-2025). Se espera que esta vez el proceso no se limite a un registro de formularios, sino que sirva para transformar la práctica educativa. Pero la pregunta de fondo persiste: ¿qué significa realmente evaluar a un docente? ¿Y cómo hacerlo de manera justa y útil?

La respuesta es simple en apariencia, pero difícil en la práctica: la evaluación docente solo tiene sentido si se conecta con los aprendizajes de los estudiantes. Cualquier intento de medir el desempeño sin atender a lo que los alumnos aprenden corre el riesgo de convertirse en un ritual burocrático.

La evaluación docente solo tiene sentido si se conecta con los aprendizajes reales de los estudiantes

Si la EDD-2025 pretende ser un instrumento legítimo y transformador, debe apoyarse en tres pilares: las pruebas nacionales, las pruebas diagnósticas y el desempeño institucional de los centros educativos. Estos tres elementos, articulados, permiten leer la calidad de la enseñanza a lo largo del tiempo y en su contexto.

Las pruebas nacionales son el principal instrumento estandarizado para conocer el nivel de logro de los estudiantes al final de la educación secundaria. Por años, su uso se limitó a determinar la promoción o no de los alumnos, lo cual distorsiona lo que debe ser su propósito fundamental: ser un espejo del sistema, no un examen de castigo.

Incorporarlas a la evaluación de desempeño docente significa usar sus resultados como evidencia del impacto pedagógico colectivo, no como mecanismo de sanción individual. Si en una escuela los resultados muestran avances sostenidos, probablemente hay un equipo docente que planifica bien, evalúa con criterios claros y acompaña a sus estudiantes con eficacia.

En países como Chile, los resultados de las evaluaciones se devuelven a cada establecimiento para guiar la mejora institucional. En la República Dominicana, las pruebas nacionales podrían cumplir un papel similar: ser la brújula que oriente la reflexión pedagógica y las decisiones formativas.

Las pruebas diagnósticas completan la otra mitad del mapa. Aplicadas al final del primer y segundo ciclo de la educación primaria, miden las competencias básicas —lectura, escritura y matemáticas— que los niños deben dominar antes de avanzar a niveles superiores. A diferencia de las pruebas nacionales, no inciden en la promoción escolar; su finalidad es diagnóstica y formativa, no selectiva.

Estas pruebas ofrecen una visión temprana del aprendizaje y permiten identificar brechas desde los primeros años. En conjunto, las pruebas diagnósticas y las nacionales conforman un sistema de medición longitudinal que muestra la evolución del aprendizaje desde la infancia hasta la adolescencia.

Incluirlas en la EDD-2025 permite situar la labor docente en una perspectiva de continuidad: cada maestro contribuye a un tramo del proceso formativo que debe asegurar la progresión del estudiante a lo largo de todo el ciclo educativo.

El tercer pilar del modelo es el centro educativo como unidad de análisis. Las aulas no son islas; las prácticas docentes están mediadas por la cultura, la gestión y el liderazgo de la escuela. Evaluar únicamente al maestro, sin considerar el entorno institucional, sería fragmentar la comprensión del fenómeno educativo.

Por eso, la EDD debe incorporar indicadores de desempeño institucional: resultados globales del centro en las pruebas estandarizadas, coherencia curricular, clima escolar y efectividad del liderazgo pedagógico. Esta lectura permitirá elaborar informes institucionales, donde se combinen los resultados de la observación docente y la planificación con los logros de aprendizaje del estudiantado.

De esta manera, la evaluación no se limita a individuos, sino que fortalece a las escuelas como comunidades profesionales de aprendizaje.

En todos los casos en que el aprendizaje de los estudiantes se integra al modelo que se adopte de evaluación de desempeño docente, el denominador común es claro: la evaluación docente y los resultados de aprendizaje deben leerse en conjunto, bajo una lógica de corresponsabilidad entre maestros, escuelas y sistema.

En este marco, la EDD-2025 debería concebirse como un proceso de tres etapas:

  1. Entrada: Resultados de pruebas diagnósticas, pruebas nacionales y desempeño institucional.
  2. Proceso: Evaluación integral del docente mediante observación de clases, revisión de planificación, autoevaluación, encuestas a estudiantes y familias, y evaluación del superior inmediato.
  3. Salida: Informes individuales para los maestros, informes institucionales para los centros e informes de distrito y región para la política educativa.

Esta arquitectura permitiría que la evaluación tenga sentido en todos los niveles: el docente recibe retroalimentación, la escuela obtiene evidencia para planificar mejoras y el sistema obtiene información para orientar políticas y formación continua.

La evaluación docente no debe ser un castigo ni un simple requisito administrativo. Debe ser entendida como un pacto social entre el Estado, los docentes y la sociedad. Los maestros tienen derecho a recibir retroalimentación profesional justa, basada en evidencias; los estudiantes y las familias, a que el Estado garantice docentes competentes y en desarrollo continuo; y la sociedad a saber si los recursos invertidos en educación están generando resultados reales.

Una evaluación bien diseñada puede fortalecer el prestigio del magisterio y renovar la confianza pública en la escuela como institución.

La EDD-2025 no solo mide el desempeño; redefine la carrera docente. Bajo este nuevo modelo, la evaluación se convierte en el eje articulador del desarrollo profesional, el ascenso y la mejora continua del maestro.

El cambio más profundo es cultural: la evaluación deja de ser un evento esporádico de control y pasa a ser un proceso continuo de crecimiento profesional. Cada docente recibe retroalimentación detallada y diseña, junto con su director o supervisor, un plan de mejora individual.

Estos planes se conectan con la oferta formativa del sistema —instituciones formadoras, INAFOCAM, universidades, programas de actualización—, lo que transforma la evaluación en una ruta de desarrollo profesional. El maestro deja de ser un sujeto evaluado y se convierte en protagonista de su aprendizaje.

Los resultados de la EDD permitirán construir una carrera docente basada en el mérito. La información sobre desempeño, observaciones y resultados de aprendizaje servirá para diferenciar niveles profesionales.

  1. Docentes sobresalientes podrán acceder a funciones de liderazgo pedagógico, mentoría y coordinación académica, así como a incentivos y becas.
  2. Docentes satisfactorios se mantendrán en la carrera ordinaria, con acompañamiento y formación continua.
  3. Docentes con desempeño insuficiente activarán rutas de apoyo intensivo, antes de considerar medidas administrativas.

Así, la EDD se convierte en la base de una carrera que reconoce la calidad, no solo la antigüedad.

Cada tramo de la carrera puede definirse por evidencias concretas:

Nivel Evidencia principal Vinculación con la EDD
Docente Inicial Observación de clase y planificación Mide dominio básico del currículo y la práctica
Docente Experto Resultados de aprendizaje sostenidos Evalúa impacto pedagógico y liderazgo en aula
Docente Mentor Resultados institucionales y acompañamiento a pares Mide contribución al desarrollo de otros docentes

Esta articulación convierte la EDD en el motor de movilidad profesional dentro del magisterio.

El impacto no se limita al maestro. Los planes individuales de mejora deben integrarse a los planes de mejora institucional de las escuelas. Si los resultados de las pruebas diagnósticas muestran debilidades en lectura en el primer ciclo, todo el centro debe actuar: rediseñar estrategias, fortalecer acompañamiento y dar seguimiento.

En la siguiente ronda de evaluación, la mejora en las prácticas y los resultados del centro se valora conjuntamente. De esa manera, la EDD impulsa un proceso de aprendizaje profesional colectivo.

Durante años, el magisterio dominicano ha reclamado un sistema de evaluación justo, libre de arbitrariedades. La EDD, si se aplica con criterios públicos y evidencias verificables, puede restituir la confianza en la carrera docente.

Los resultados deben usarse con prudencia: no para castigar, sino para acompañar y reconocer. Las decisiones de ascenso o incentivo deben basarse en estándares y procedimientos claros, auditables y consensuados con la comunidad educativa.

El nuevo modelo impacta de manera estructural la carrera docente:

Dimensión Antes Con la EDD-2025
Lógica de evaluación Eventual, centrada en control Continua, centrada en desarrollo
Base de ascenso Antigüedad y credenciales Desempeño y resultados verificables
Relación con la escuela Individualista Integrada al desempeño institucional
Uso de resultados Administrativos o sancionadores Formativos, de mejora y reconocimiento
Vínculo con aprendizajes Indirecto o inexistente Directo, con pruebas nacionales y diagnósticas

En síntesis, la evaluación deja de ser un trámite para convertirse en una palanca de desarrollo profesional y de mejora sistémica.

Implementar un modelo así no es sencillo. Requiere capacidad técnica para procesar y cruzar datos de distintas fuentes; ética profesional para usar los resultados con responsabilidad; y voluntad política para sostener el proceso en el tiempo.

También exige un cambio cultural profundo: entender que evaluar no es castigar, sino ayudar a crecer. Cuando la evaluación se asume con esa mirada, deja de generar miedo y se convierte en un motor de aprendizaje.

Una evaluación bien diseñada puede fortalecer el prestigio del magisterio y renovar la confianza pública en la escuela

La EDD-2025 es una oportunidad histórica para transformar la profesión docente en la República Dominicana. Pero su éxito dependerá de que se fundamente en lo que verdaderamente importa: los aprendizajes de los estudiantes.

Evaluar a los maestros sin mirar lo que aprenden sus alumnos sería como evaluar a un médico sin considerar la salud de sus pacientes. Las pruebas nacionales, las pruebas diagnósticas y el desempeño de los centros educativos no son complementos: son los cimientos de una evaluación justa y útil.

Si el país logra articular estos pilares con una carrera docente basada en el mérito, la retroalimentación y la mejora continua, la evaluación dejará de ser un trámite y se convertirá en un acto de confianza social: la garantía de que cada maestro dominicano está mejor preparado para cumplir la misión más noble que tiene la educación: hacer que todos los estudiantes aprendan.

Radhamés Mejía

Académico

Educador. Profesor Emérito de la PUCMM ExVicerrector de la PUCMM por más de 35 años y exrector de UNAPEC. Actualmente es Coodinador de la Comisión de Educación de la Academia de Ciencias de la República Dominicana (ACRD). En la actualidad es Director del Centro de Investigación y Desarrollo Humano (CIEDHUMANO)-PUCMM.

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