He defendido la participación de la izquierda revolucionaria en la democracia capitalista. Porque considero que, en este tramo histórico por el que atraviesa la sociedad dominicana, es necesaria y prudente su presencia en los «cambios» que se están produciendo para pretender su consolidación institucional.

Su presencia histórica está fundamentada en que ella es portadora de la nueva sociedad, que tarde o temprano sustituirá el sistema capitalista. En su plenitud de progreso, bienestar, avances científicos e innovaciones tecnológicas. El nuevo orden continuará, de manera ininterrumpida, con el crecimiento y desarrollo de su economía y elevando el nivel y la calidad de vida de la población.

No existe una fórmula preconcebida para incursionar en la democracia, tampoco justificación para copiar experiencias internacionales. Es preciso estudiar la realidad histórica en constante evolución y desarrollo de nuestra sociedad. Que permitan sintonizar correctamente con las fuerzas motrices que producen los cambios económicos, políticos y sociales. Y elaborar una acertada táctica coyuntural que sirva de soporte a la creación de un nuevo país. Y, sobre esa base, echar a andar la maquinaria política.

La izquierda revolucionaria debe mostrar una originalidad honesta, responsable y solidaria que la distinga de los partidos tradicionales

Las ideas, el pensamiento y el comportamiento de los revolucionarios deben tener coherencia ideológica y política que facilite a la población distinguir las diferencias con los que tradicionalmente nos han gobernado. Parecernos a ellos es un error. Mostrar una originalidad honesta, responsable y solidaria le suma valor a la causa democrática y revolucionaria.

La izquierda revolucionaria debe ser parte del cuadro político que exhibe la sociedad dominicana. Su presencia histórica es incuestionable. Y, además, debe impulsar alternativas electorales y políticas, democráticas y progresistas, para participar en las elecciones celebradas en el país; particularmente las próximas del 2028. Guardando, por supuesto, las diferencias en el contenido, forma y en la aplicación de los recursos a utilizar en el proceso electoral.

Los partidos tradicionales (PRM, FP, PLD, PRSC, PRD, etc.) que participan en la vida política nacional y en las elecciones están desacreditados, acompañados de un desgaste ético y moral indefendible, por más maniobras mediáticas utilizadas para confundir a la población. No le ha valido de nada. Todos han cruzado por el poder y han salido manchados de corrupción e impunidad.

Ahí radica la razón, entre otras cosas, de las abstenciones electorales, altas y sorprendentes, registradas en las últimas elecciones celebradas. El descontento es de película. Solo lo salvan las precarias condiciones económicas y materiales de existencia de la gente, las expectativas inciertas de la población que observa el proceso electoral y sus elecciones como una forma de conseguir un empleo o una ayuda gubernamental para intentar mejorar su condición de supervivencia. Una desgracia.

Participar en democracia es delicado para los revolucionarios; todos los ojos están sobre ellos, cualquier error, la maquinaria mediática de la derecha es implacable. Obstaculizan los planes de unidad, izquierda y progresista. Por consiguiente, no se justifica, por el momento, alianzas, pactos puntuales o compromisos con sectores tildados de corruptos.

Participar en democracia exige coherencia ideológica y táctica para construir una alternativa política con credibilidad y compromiso histórico

Por ese camino jamás tendrán personalidad propia, ser independientes y tener compromisos históricos con gobiernos corruptos. Reconozco que no es fácil y es denigrante conservar la personalidad jurídica con ellos y conseguir una colocación oficial. Y el pueblo observando este triste y desagradable espectáculo que los hace parecer a las bisagras electorales que abundan en los procesos electorales.

¿Qué son las «bisagras electorales» en países como el nuestro? Son partidos y movimientos políticos y sociales que se dedican a buscar, sumar votos al candidato presidencial a cambio de cargos públicos y otras desvergüenzas. Hay que tener mucho cuidado con separar la participación electoral, izquierda y progresista, congresuales y municipales de las presidenciales. No vaya a ser que salga más cara la sal que el chivo. Desarticulando, de esa manera, la unidad electoral integral, participativa y de masas alrededor de un programa de gobierno y de la figura central a nivel nacional. Y ponerla al servicio de intereses inconfesables. Olvidando las recientes experiencias

El profesor Juan Bosch y el PLD en el 1978 obtuvieron 18,375 votos (1.1%) y, partiendo de esa fecha, participaron seis veces hasta el 1996 con triunfo electoral de Leonel Fernández Reyna. En el ámbito internacional, América Latina y el Caribe, expongo a dos de muchos candidatos a la primera magistratura que lo han intentado en repetidas ocasiones: Salvador Allende, socialista, de Chile, y Andrés López Obrador, progresista, de México, rompieron récord proyectando sus figuras presidenciales y participando en las elecciones nacionales hasta coronar.

Fortune Modeste Valerio

Economista

Estoy de regreso a la patria después de permanecer más de 35 años en el exterior. Estudié Contabilidad Superior, Auditoria Interna y Economía en la O y M.

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