El plan de implantación secuenciada define el orden lógico y técnico para ejecutar las mejoras o renovaciones en una instalación, de manera que los trabajos se realicen sin interrumpir el funcionamiento del edificio, optimizando recursos y garantizando la seguridad de los usuarios.

Este método, basado en una planificación por fases funcionales, se aplica tanto en proyectos nuevos como en rehabilitaciones o adaptaciones energéticas, según RITE y CTE DB-HS ( normativa española). La secuencia debe partir siempre de un diagnóstico técnico y concluir con la verificación de los resultados en uso real.

a) Etapas recomendadas

1. Auditoría técnica. Detección de focos de insalubridad o disconfort. Antes de iniciar cualquier actuación, se debe realizar una auditoría técnica del edificio o instalación existente. Este proceso incluye inspección visual, toma de datos ambientales (temperatura, humedad, caudal, ruido, presiones) y análisis de las causas que generan insalubridad o disconfort térmico.

En instalaciones de fontanería, esta fase sirve para detectar zonas con riesgo de contaminación, baja presión, estancamiento de agua o falta de retorno de ACS, conforme al CTE DB-HS 4 y el RITE IT 1.1.4.1. Los resultados se recogen en un informe técnico que servirá de base para priorizar intervenciones.

La auditoría técnica permite detectar focos de insalubridad y disconfort antes de iniciar cualquier intervención en el edificio

2. Priorización de actuaciones según impacto en salud. Una vez identificados los problemas, se establecen prioridades basadas en su impacto sobre la salubridad, confort y seguridad de los usuarios. Se atienden primero los elementos que puedan afectar directamente al agua de consumo o al aire interior (riesgo de Legionella, baja renovación de aire, fugas en ACS). El criterio sigue la jerarquía: salud → seguridad → eficiencia → confort → estética.

Este enfoque, alineado con la filosofía del RITE (art. 2 y 11), permite asignar recursos a los puntos de mayor relevancia higrotérmica y sanitaria.

Priorizar las actuaciones según su impacto en salud garantiza una mejora efectiva en la calidad de vida de los usuarios y en la eficiencia energética del espacio

3. Prototipado o piloto en zonas críticas. Antes de extender una solución a todo el edificio, se recomienda ejecutar un piloto controlado en una zona representativa o de mayor riesgo (como un núcleo de baños, un colector principal o un sector con mala circulación de ACS). Esta etapa permite validar el rendimiento hidráulico o térmico del nuevo sistema, comprobar compatibilidades entre materiales (cobre, multicapa, acero inoxidable) y ajustar protocolos de montaje. Además, el ensayo ofrece información sobre los tiempos reales de instalación y sobre posibles interferencias con otros servicios (ventilación, climatización o electricidad).

Seguiremos con el punto 4a y el final de la serie en la próxima entrega.

 

Juan C. Sánchez González

Arquitecto

Doctor Arquitecto. Especialista en Arquitectura Bioclimática y Eficiencia Energética en la Edificación.

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