El planteamiento que particulariza una semiosis y una poiesis de la pintura dominicana parte de una productividad-producto cuyos signos son representativos de un modo de pintar y mirar en un proceso de la ejecutoria pictórica, una hechura y un resultado del pintar y lo pintado en el contexto de la historia del arte dominicano.

Se observa que en este proceso la pintura dominicana, no solamente como un sistema de signos y mensajes específicos, sino además como una manifestatividad etnoartística y etnosimbólica, se advierte un fundamento cultural explicable de manera diacrónica y sincrónica en el espacio artístico dominicano.

Se trata, pues, de particularizar un proceso en el cual la pintura se vuelve acción, movimiento y acto de subjetividad visual. La dialéctica ver-producir se singulariza no solamente en la pintura, el pintar y lo pintado, sino en la necesaria relación del artista con el espectador que resignifican la cultura dominicana en el contexto del cuadro-visión.

Una semiosis de la pintura dominicana se define a partir de los signos, cromías, símbolos, figuralidades y esquemas pictóricos cuyo fundamento encontramos en el orden mismo de la creación pictórica, pero también en los diferentes discursos pictóricos materializados por los artistas dominicanos en sus diferentes prácticas particulares.

Existe en el desarrollo de la pintura dominicana un proceso de antroposemiosis artística representativo de la manifestación pictórica en contexto. Dicho proceso parte del esquema-desarrollo de los diferentes modos de producir lo pictórico a partir de la noción misma de sujeto histórico-cultural que, en el caso dominicano, se va articulando en la función pictórica y estética del pintor, así como en sus diferentes mundos simbólicos. (Colson, Hernández Ortega, Giudicelli, Clara Ledesma, Nidia Serra, Yoryi Morel, Cándido Bidó).

Obra de Cándido Bidó. (Archivos del autor).

Podemos observar en este proceso de creación pictórica la existencia de un campo de materialidades donde lo antropológico, lo etnoartístico, lo simbólico y lo cromático adquieren valores estilísticos en la obra entendida como marco de lenguaje, identidad y diferencia. Tanto la identidad como la diferencia se expresan en variedades discursivas, donde lo pictórico semantiza un mundo de contradicciones axiológicas reales y un espacio donde las oposiciones generan virtualidades, acciones, temas, cualidades y sentidos que adquieren valor, no solamente en la pintura, sino en los diferentes desarrollos artísticos representativos de la República Dominicana.

Y es que la visualidad pictórica dominicana es multifocal, intertextual, polifónica y polisémica. Lo que da lugar a una explicación que, en el marco de la crítica de arte, es casi siempre insuficiente, por cuanto la misma, en el caso dominicano y caribeño, no ha llegado a una explicación suficiente del registro propiamente artístico de tal manifestación.

La discursividad pictórica se pronuncia en el caso dominicano en diferentes experiencias etnopictóricas que se explican en:

· Lo formal

· Lo estético

· Lo etnocultural

· Lo antropológico

· Lo social

· Lo histórico

· Lo identitario

· Lo político

· Lo productivo

· Lo material

· Lo psicológico

· Lo urbano

· Lo rural

· Lo etnorreligioso

· Lo económico

· Lo festivo

· Lo ecológico

· Lo popular, lo antropológico

· Lo intencional

· Lo visual

· Lo pictorial

Estas conceptualizaciones, categorías y subcategorías implican un entendimiento de la práctica misma de la pintura reconocida como acontecimiento, el modo de ser de lo artístico y desde cuya visión el artista-pintor produce o reproduce lo significativo en diferentes instancias de participación estética:

· Gráfica

· Dibujística

· Pictórica

Estas instancias se reconocen en lo que entendemos como modo de reproducción de lo pictórico y como “sentido de la pintura” y del pintar. En el caso dominicano, el pintor forma parte de un proceso abarcante de cualidades y sistemas de representación donde lo que se ha pretendido representar y se representa es la llamada realidad visional y la subjetividad abierta del artista creador.

El pintir Guillo Pérez. (Archivos del autor).

Desde esta vertiente, la realidad pictórica dominicana es un mundo de mundos posibles, en una definición abierta y en un orden interpretativo. Este concepto azaroso le permite no solamente al pintor, sino también al artista plástico dominicano, significar o resemantizar un orden que admite toda mirada y toda discursivisación pictórica posible del sujeto cultural dominicano significado y expresado en la pintura, donde se reconozca en los mundos particulares el pintor, el pintar y lo pintado.

Reproducir la realidad cromática, desestructurarla, transformarla, sustituirla, interpretarla o diluirla conduce a un proceso de semiosis ilimitada en el sentido peirceano de la palabra, esto es, aceptar que el signo pictórico adquiera un tipo de movilidad cromática abierta, en el marco de la producción-recepción de sentido.

La tematización observable a través de la pintura dominicana permite entender que en este siglo que empieza, la productividad artística dominicana se inscribe en el dialogismo de las artes visuales, desarrollando esquemas conceptuales que se instalan en los diferentes modos de percibir lo cultural y la antroposemiosis artística.

En el caso dominicano, la antroposemiosis pictórica es una categoría de manifestación, de manipulación estética y de conformación humana que se explica en la representabilidad y en el valor social del sujeto cultural dominicano. Una estética particular de lo pictórico dominicano que se pronuncia en los variados orígenes y significaciones de la obra pictórica se expresa por lo mismo en los diferentes discursos o propuestas de algunos pintores (vid. Abelardo Rodríguez Urdaneta, Luis Desangles, Alejandro Bonilla, Celeste Woss y Gil, Yoryi Morel, Juan B. Gómez, Jaime Colson, Gilberto Hernández Ortega, Paul Giudicelli), en un primer momento, y en un segundo momento pintores como Elsa Núñez, Dionisio Blanco, Cuquito Peña, Fernando Peña Defilló, Jesús Desangles, Mariano Sánchez, Iván Tovar, José Ramírez Conde, Marcos Lora Read, Geo Ripley, José Rincón Mora y otros, que en sus diferentes modos de particularizar el sentido de la visión pictórica del mundo dominicano hace posible una creación y una poética de la diferencia y de la identidad pictórica dominicana.

Desde luego, necesitamos entender que, en este proceso de desarrollo del arte pictórico dominicano, la pintura es un arte y un discurso artístico poblado de representaciones míticas y sígnicas, cromáticas, simbólicas y significantes, pues el pintor organiza su mundo desde la imagen que él mismo advierte y singulariza en la tela o en otros soportes.

En un momento en que la actividad pictórica dominicana se reconoce como una actividad cromático-discursiva y sobre todo semiopoética, las diversas productividades y los diversos mecanismos de significación pictorial se observan en la movilidad creadora de la pintura dominicana. De ahí que mundo, sentido y conocimiento testimonian lo cultural como dinámica de lo policultural y como conjunción dialógica de signos representativos de un mundo posible y cultural como el dominicano.

La oposición evolución/productividad pictórica dominicana permite que las explicaciones diversas de la artisticidad-pictorialidad representen modos de percibir, caracterizar y categorizar la pintura dominicana en sus diversas modalidades formales y materiales.

Desde el punto de vista cromático-pictórico, se puede explicar el fenómeno dominicano en series de componentes y subcomponentes culturales y semioestéticos. Lo que da lugar a “estados de significación” que pretenden, en el proceso cromático figural, el significante artístico en tanto que materia perceptiva o mundo del sujeto, justificar la mirada bioicónica y su juntura formal.

El sujeto de la pintura y el espacio plural de la misma se incorporan en la dialéctica propia del producto y el movimiento de la subjetividad que produce el ser y ver-representar la concepción de la pintura dominicana asumida como investigación de particularidades, conceptualizaciones y significaciones estético-pictóricas y antropológicas concretizadas en la práctica cromática y en la tematización de su proceso.

Mundo de la forma, mundo de lo cultural, social y cromático, dinamiza su identidad y su diferencia mediante el lenguaje y el modo de escogencia del mundo histórico, social y cultural dominicano. La discursividad, la espacialidad y la temporalidad de la pintura dominicana de los últimos treinta años justifican un soporte de valores tematizados en la superficie y la profundidad de los discursos y sistemas de percepciones propios de los artistas-pintores que en estas décadas han asumido la pintura y el pintar como un arte y una investigación temático-formal (Vid. Silvano Lora, Dionisio Blanco, León Bosch, Amable Sterling, Alonso Cuevas, Manuel Montilla, Rosa Tavárez, Vicente Pimentel, Jesús Desangles, José Perdomo, Carlos Santos, Elvis Avilés, entre otros).

El valor de la discursividad pictórica dominicana de los últimos treinta años reclama una lectura de cualidades cromáticas y de proceso y análisis, donde las categorías significantes, los índices estéticos, los lenguajes de formación y las estructuras cromáticas míticas sean sometidas a un proceso de comparación, decodificación y transcodificación, asumido por el artista investigador de la productividad pictórica dominicana, en un marco de apertura significante, el cual motiva el evento pictórico significativo y su incidencia en la tradición sociocultural dominicana.

Un proceso de invención y transformación metacultural hace que el pintor dominicano de nuestros días dialogue con otros ámbitos culturales, asimilando perspectivas que van más allá de la inscripción en mercados diversos.

La automotivación desde perspectivas propias de la cultura dominicana hace que el artista dominicano produzca relatos y metarrelatos cromáticos que no son solamente testimonialistas, sino diferenciadores. Por lo que lo pintado, el producto pictórico y pictorial, se convierte en texto artístico-cultural (Vid., referencia propia en Lotman (referencial final).

Así como aparece el texto y las texturas pictóricas, se reconoce como un relato cromático de mundo, siendo así que, en el caso dominicano, el mundo pictórico es una visión y propiedad que engendra posibilidades de diferentes tipos:

Posibilidades de:

· Afirmación

· Animación

· Procesualidad

· Identidad

· Diferencia

· Cualidad

· Finalidad

· Transformación

· Recepción

· Estado formal

· Espacialidad

· Culturalidad

· Subjetividad

· Posicionalidad

· Conjunción

· Artisticidad

· Recursividad

· Polaridad

· Sensorialidad

· Singularidad

Estas posibilidades permiten entender modos de categorizar y singularizar lo pictórico, a partir de una socialidad de la mirada que produce y asimila niveles de inscripción cromática reconocidos y reconocibles en el proceso artístico-cultural aceptado, unas veces como pronunciamiento identitario y metaidentitario. Lo que en el conjunto bioartístico e icónico pronuncia entidades apoyadas por conceptualizaciones de tipo inductivo o deductivo, así como metainductivo o metadeductivo.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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