En esta época del año todo el Caribe entra en la temporada ciclónica. Pero aquí, en República Dominicana, esta media isla que no se rinde, el drama meteorológico tiene un guion secreto. Del cielo caen grandes cantidades de lluvia, y a raíz de las mismas, los charcos se multiplican, las calles se inundan y nuestro país entra en pausa. Mientras los gobernantes se reúnen y trazan planes para prevenir desgracias tanto humana, como materiales, una gran parte de la población se llena de ingenio, sazona la adversidad y disfrutan la situación como niños en Día de Reyes.
Para mucha de nuestra gente, la temporada de ciclones trae: sancocho, alcohol, música. Una reinvención colectiva que desafía toda lógica meteorológica.
En días pasados, calles y avenidas se convirtieron en ríos y lagos. Mientras algunas personas temían por la perdida de sus pertenencias, otros practicaban deportes acuáticos a gran escala. En los noticieros y redes sociales podíamos ver las diferentes actividades, desde paseos en botes hasta ejercicios de natación casi dignos de los próximos juegos panamericanos.
De mi parte, trato de colaborar con limpieza de la ciudad, doy vueltas por mi vecindario y recojo ramas que se han caído de los arboles. Se ven hermosísimas en jarrones.
Y así, entre charcos, caldos, romo y música, el país se reinventa y disfruta como si fuera el fin de sus días.
Mientras este nublado solo se recurre a los Hospitales y otros centros de salud en caso de emergencia. Casi nadie recuerda los problemas de este tipo. Todo está suspendido por lluvia.
En medio de esa crisis climática los caldos son los medicamentos esenciales, tanto para el alma, como para el cuerpo: el sancocho se vuelve protagonista, el asopao se sirve con reverencia, las sopas de diferentes sabores y los espaguetis se preparan tantas veces, que ni en Italia que estuviéramos. Las dietas mantenidas por varios meses para estar más delgado a fin de año, se archivan sin culpa. Porque cuando el cielo llora, el dominicano come. Y come bien.
La lluvia en grandes cantidades tiene su magia. Los dominicanos buscamos conversaciones triviales, algunas empiezan con:, ¿y tú qué crees de fulano?, y continúan en,"vamos a pedir otro el otro pote de romo”.
El béisbol se suspende por el agua, pero los debates sobre el tema, se defiende con honor, después de todo ese es nuestro deporte nacional. Los amores se improvisan y casi nadie se queda estancado en primera base, todos tratan de anotar carreras. Lo que importa es el calor humano, aunque venga empapado.
Y así, entre charcos, caldos, romo y música, el país se reinventa y disfruta como si fuera el fin de sus días. Lo interesante es que sabemos que todo esto se repetirá el año que viene: las inundaciones, las harturas, los amores fugaces y los famosos teteos, y cada temporada trae su chispa, su drama y una buena excusa para volver a empezar. Y en eso, querido lector, los dominicanos somos expertos.
Merliz Rocio Lizardo Guzmán.
Aprendiz de la conducta Humana
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