Alain de Benoist no escribía manifiestos. Escribía detonaciones.

"Contre tous les racismes" (Contra todos los racismos) fue una línea divisoria trazada bajo los pies de la modernidad. Publicado en 1974, el ensayo se negó a aceptar los guiones prescritos por la moral de la posguerra: que uno debe elegir entre las grotescas teorías desacreditadas del racismo biológico y los gestos “agradablemente” sofocantes del antirracismo liberal. Él eligió un tercer camino. Una ruptura. La destrucción del espejo en el que Occidente se veía a sí mismo como salvador y juez.alan-de-benoit-728x524

De Benoist rechazó la idea de que la historia debe ser purgada de identidad para ser moral. En una época en que el antirracismo se había convertido en una religión cívica – con sermones, rituales y excomuniones -, él hizo lo impensable: cuestionó sus fundamentos. No defendió los viejos dogmas raciales, que también repudiaba abiertamente, más bien pudo ver que la nueva fe en la uniformidad era más insidiosa. Esta pretendía oponerse al odio mientras aplanaba el mundo hasta volverlo monótono. Él afirmó el derecho a ser diferente.

El ensayo se despliega como una declaración de guerra intelectual. De Benoist comienza con un rechazo preciso: el racismo biológico es insostenible, científicamente absurdo, corrosivo para la integridad del pensamiento y la comunidad. El no moraliza, sino disecciona. Su preocupación es la devastación causada por el reduccionismo – la forma en que aplasta las diferencias humanas en categorías sin sentido, despojando a las personas de su forma cultural y su profundidad histórica. Reducir a una persona a un genotipo, un pigmento, un tamaño de cráneo es la primera traición a la condición humana. Pero una segunda traición también la sigue, y llega vestida de virtud y enmascarada de benevolencia: la exigencia de que todos seamos intercambiables.

De Benoist utiliza un escalpelo y diseca el cadáver de la ciencia racial del siglo XIX, sin molestarse en suturarlo. Escribe que el racismo biológico es un lenguaje muerto, una taxonomía de fantasmas – formas de cráneo, linajes, jerarquías imaginarias talladas en carne que nunca significaron nada real. No lo lamenta. Lo atraviesa como un cuchillo en la niebla. No hay razas superiores, solo culturas con su propia gravedad, sus propias historias, sus canciones intraducibles. Lo humano no es un cromosoma. Es un mito, una memoria, una forma. De esta manera escupe los mapas genéticos y se vuelve hacia el mapa sagrado de la diferencia, no para dominar, sino para recordar: somos lo que heredamos, no en huesos, sino en significado.

La raza fue un andamiaje erigido por mala ciencia y peor metafísica, una categoría que pretendía explicar pero solo reducía. Gobineau y Chamberlain ordenaron a las personas como especímenes en cajones, confundiendo orden con comprensión, confundiendo diferencia con valor. Ahora sus jerarquías se desmoronan, artefactos de una cosmovisión que no puede hablar de las complejidades propias del ser humano. Se debe cambiar el lente – lejos de la biología, que aplana, pero hacia la cultura, que moldea, recuerda y da forma. La identidad emerge no de la sangre, sino del significado compartido, de las estructuras que habitamos, las tradiciones que llevamos adelante, los patrones que nos negamos a abandonar.

El mundo liberal se convierte en el gran nivelador. De Benoist lo vio claramente. En nombre de la tolerancia, borra las distinciones. En nombre de la apertura, disuelve fronteras – políticas, espirituales, simbólicas. La diferencia, antes vista como fuente de belleza y tensión, se renombra como desigualdad y se marca para su erradicación. La meta se vuelve la neutralidad. La asimilación reemplaza al respeto. Las culturas sobreviven como contenido, despojadas de sustancia.

En este clima, el antirracismo se convierte en el martillo del imperio del mal. Ya no se necesitan banderas ni soldados. Los mercados y los valores hacen el trabajo. El nuevo imperio del mal exige que todos los pueblos hablen el mismo idioma de "derechos" y "desarrollo". De Benoist entendió esto como una traición a la pluralidad. Los ritmos antiguos – tribales, nacionales, sagrados – se reempaquan para ser exportados. Lo sagrado se vuelve exhibición. Lo extranjero, un festival. La cultura perdura en simulacros.

De Benoist propuso el etno pluralismo como principio. Una visión del mundo compuesta por comunidades arraigadas. Cada pueblo lleva una historia, una forma, un lenguaje del ser que no se puede trasladar. Borrar esto en nombre del universalismo evoca la violencia de la conquista. El etno pluralismo afirma la diferencia sin invocar superioridad. Reconoce la coexistencia en voces distintas. La armonía emerge a través de la multiplicidad.

De Benoist no miró hacia atrás. Estaba trazando líneas de defensa. La memoria, la continuidad y la identidad surgen de la herencia, no de la selección. En un mundo cautivado por la elección, él giró hacia su pasado: el lenguaje, la ascendencia, la inmersión en la profundidad histórica. Esto ofrece un tipo diferente de dignidad. El yo crece desde un lugar, formado a través de la transmisión.

El ensayo habla contra dos formas de tiranía. Una llega mediante la exclusión y la dominación. La otra llega mediante la abstracción, profesando amor mientras disuelve toda forma. Ambas borran lo particular. Ambas tratan la diferencia como una amenaza. De Benoist se alejó de esos puntos de fuga, y giró hacia el pertenecer, hacia la preservación de la forma y la fidelidad al lugar.

Las implicaciones van más allá de la filosofía. Una sociedad que abandona la diferencia se abre a la indiferencia. De Benoist identificó el multiculturalismo como un síntoma, no como una cura. Cuando todas las culturas se mezclan sin medida, ya no expresan mundos coherentes. Un mosaico necesita claridad, contorno, distinción. La identidad sostiene la paz mediante la orientación. Un pueblo arraigado en sí mismo no necesita subyugar a otros.

Autor: Constantin von Hoffmeister

Traducción: Edward Cott Tolentino

Fuente: https://www.eurosiberia.net/p/against-all-racisms

Edward Cott Tolentino

Interprete legal y traductor político

Interprete legal graduado en EE.UU. Traductor político con enfoque en proyectos de historia, geopolítica, e integración regional.

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