El Instituto Smithsonian es el complejo de museos más grande del mundo: 21 sedes ubicadas en Washington D. C., Virginia y Nueva York, que además alberga 14 centros de investigación y el Zoológico Nacional. Recientemente, la Administración Trump acusó a la institución de difundir ideología ‘woke’ y de “resaltar aspectos negativos” de la historia del país. ¿Qué hay tras los dichos del presidente? ¿Por qué es tan importante el Smithsonian en EE. UU.? ¿Son los museos otra trinchera en la lucha por el relato? Lo analizamos.
Quizás reconozca la foto que acompaña la portada de este artículo por alguna película. O quizás ha sido uno de los 30 millones de personas que ha visitado los museos de manera gratuita cada año. Se trata del Museo Nacional de Historia Natural, ubicado en Washington D.C. y que hace parte del reputado Instituto Smithsonian.
Además de este último, en el perímetro del National Mall es posible encontrar una vasta red cultural: el Castillo Smithsonian; el Museo de Historia y Cultura Afroamericana; el Museo de Arte Americano; el Museo de Arte Africano; el Museo de Historia Americana; Museo del Aire y el Espacio; Museo del Indio Americano; el Museo de Arte Asiático; el Museo Hirshhorn y Jardín de Esculturas y los Jardines Smithsonian.
Pero su proximidad no es garantía de que pueda visitarlos todos en poco tiempo porque albergan aproximadamente 155 millones de obras de arte y artefactos y, sus bibliotecas aguardan más de dos millones de ejemplares.
Por otro lado, sus centros de investigación –ubicados en Maryland, Florida, Massachusetts y uno más asociado en Panamá– están enfocados en áreas que abarcan desde la astrofísica o la ecología tropical hasta la cultura y la propia museología.
En palabras de la directora del programa de Historia de la American University, MJ Rymsza-Pawlowska, “los museos Smithsonian son los más prestigiosos e influyentes en Estados Unidos, son los 'museos de la gente' en el sentido más puro: cuentan la historia de la nación y son accesibles para todos (…) Su influencia se extiende mucho más allá de Estados Unidos (…) están a la par del Louvre, el Museo Británico y el Museo Nacional de China en una lista muy corta de instituciones de primera categoría”.
El Instituto Smithsonian fue fundado en 1846 por el científico británico James Smithson, que utilizó su patrimonio con el objetivo de constituir un lugar para facilitar el “incremento y la difusión del conocimiento”.
Un objetivo que se convirtió en la misión que ha dirigido los destinos del Instituto hasta hoy.
Para garantizar el cumplimiento de su misión -de manera gratuita y permanente a lo largo de los siglos- el Smithsonian se financia a través de fondos públicos y privados.
El presupuesto anual es de alrededor de 1.250 millones de dólares, dos tercios de los cuales provienen de capital federal –que debe ser aprobado por el Congreso– y el resto es producto de obras filantrópicas, patrocinios y membresías.
Los dineros son utilizados para el mantenimiento de las inmensas instalaciones, la curaduría de las exhibiciones y el pago de los salarios del personal. Sin embargo, parte de su fuerza laboral proviene de voluntarios.
“Es costoso salvaguardar artefactos cuyo valor es incalculable; investigar y construir exhibiciones impresionantes y mantener inmensas instalaciones y, además, hacerlo sin cobrar la entrada, con el fin de que cualquier persona pueda ver arte y artefactos de primera categoría. La accesibilidad del Smithsonian -así como su calibre- son lo que lo hacen grandioso y la pérdida de financiación pone esto en peligro”, agrega la doctora MJ Rymsza-Pawlowska en conversación con France 24
El Instituto Smithsonian no es una agencia federal, sino un organismo independiente dirigido por una Junta de Regentes de 17 integrantes –entre ellos el vicepresidente J.D. Vance– y que es liderada por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado John Roberts.
El esfuerzo por controlar la narrativa de la historia
El 27 de marzo, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que le encomendó al vicepresidente J.D. Vance “eliminar la ideología antiestadounidense” en el Instituto Smithsonian y ordenó al Congreso congelar los fondos para exhibiciones que "dividan a los estadounidenses por raza”.
El decreto, bautizado 'Restaurando la Verdad y la Cordura en la Historia Estadounidense', no define qué es “ideología antiestadounidense”, pero sus directrices apuntan contra los cuestionamientos a la narrativa dominante de la historia y que reivindican a las víctimas del racismo sistémico y la inequidad social.
Según la doctora MJ Rymsza-Pawlowska, “la gente que usa esa frase está interesada generalmente en contar historias más breves que no contemplan la complejidad del pasado de Estados Unidos y las contribuciones de toda su gente”.
Trump también instruyó al secretario del Interior, Doug Burgum, restaurar los monumentos "que han sido removidos en los últimos cinco años para perpetuar una falsa revisión de la historia".
Como trasfondo, están los numerosos cambios de nombres de instalaciones federales hechos durante la Administración de Joe Biden, así como el retiro de estatuas y monumentos confederados que surgieron como respuesta al estallido social que inundó las calles del país, de la costa oeste a la este en 2021 tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco y en plena pandemia de Covid-19.
De hecho, al inicio de su segundo mandato, el propio presidente Trump restauró los nombres de al menos dos bases del Ejército estadounidense (Fort Lee, originalmente llamada así en honor al comandante confederado de la Guerra Civil, Robert E. Lee y el de Fort Moore a Fort Benning) a pesar de una ley federal que prohíbe honrar a los generales que lucharon por el Sur (esclavista).
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Meses después, el 12 de agosto, la Administración Trump ordenó revisar las exhibiciones actuales, las páginas web y las redes sociales del Instituto Smithsonian para que se alineen sus directivas, en lo que para algunos expertos constituye un esfuerzo por influenciar en la forma en la que la historia es contada.
En total, son cinco las acciones planteadas y las dos primeras ya están en curso: la mencionada revisión del contenido y el someter a los curadores y al personal directivo a una serie de entrevistas, directiva que se materializó con una visita del secretario del Smithsonian, Lonnie Bunch III, a la Casa Blanca el 28 de agosto.
A partir de allí, en tercer lugar, se revisarán las exposiciones actuales y futuras, para hacer especial énfasis en la planeación del aniversario número 250 de la Declaración de Independencia, que tendrá lugar el 4 de julio del próximo año.
Como cuarto punto se evaluarán los materiales y colecciones existentes para identificar cómo se pueden utilizar mejor para “destacar los logros y el progreso estadounidenses”.
Por último se buscarán “nuevos estándares narrativos” para el futuro que estén en línea con el objetivo de divulgar el conocimiento.
Gina León Cabrera, PhD en Ciencias Políticas y Sociales, dice a France 24 que “la intervención en las políticas de exhibición al servicio de un gobierno representa la instrumentalización de la cultura para lograr un rédito político y en esa medida, significa privilegiar una visión particular del mundo sobre un patrimonio que supera las formaciones políticas, que es la propia relación de la sociedad con su cultura”.
El Instituto Smithsonian “rechazó amablemente” la invitación para comentar este artículo, pero divulgó un comunicado en el que reiteró que sus funciones “se basan en un compromiso profundo con la excelencia académica, la investigación rigurosa y la representación precisa y factual de la historia” pero reiteró que continuará trabajando con la Casa Blanca y el Congreso.
“Tanto museos como universidades, periodistas y representantes electos deben mantenerse independientes de este tipo de presiones. La libertad de consultar y de expresión son la base misma de la grandeza estadounidense”, remarca la doctora MJ Rymsza-Pawlowska.
¿Es el Smithsonian ‘woke’?
El término ‘woke’ proviene del inglés y se popularizó en el siglo XX para hacer referencia a la conciencia sobre los prejuicios raciales y la discriminación, en una frase que en español puede interpretarse como 'mantenerse despierto'.
En la actualidad, se asocia a los movimientos progresistas y que promueven la diversidad y la inclusión.
Pero más recientemente se ha convertido en un arma política. Algunas medidas son consideradas por parte de la población como excesivas y divisorias, mientras que quienes las defienden argumentan que es racista y discriminatorio eliminarlas.
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De acuerdo con Rivka Maizlish, analista senior del Centro Legal para la Pobreza Sureña, una organización no gubernamental, “como no hay un término claramente definido, Trump puede nombrar cualquier cosa que no le guste como ‘woke’, lo cual ha hecho con cuatro exhibiciones sobre el ‘impeachment’ y los presidentes que han sido sometidos a un juicio político en el Senado (…) así que claramente solo está tratando de deshacerse de lo que no le gusta, no encaja con su ideología o lo hace ver mal”.
Como argumento para tomar acciones contra el Smithsonian, la Casa Blanca publicó una lista de obras de arte, textos educativos y eventos que acusa de ser “divisorios” y/o de estar "permeados por pensamientos de izquierda".
Entre las obras listadas está la de Felipe ‘Feggo’ Galindo, “Cuatro de julio, Vista Desde La Frontera Sur”, que hacía parte de una exhibición del futuro Museo Nacional del Latino Estadounidense -cuyos fondos fueron aprobados por el Congreso en 2020- pero que ya fue cerrada.
El medio conservador 'The Federalist' –citado por la Casa Blanca– considera que “promueve una política de fronteras abiertas”.
Galindo creó la imagen en 1999 y explica, en conversación con France 24, que se trata de un proyecto dedicado “a explorar el intercambio cultural, la memoria y la identidad a nivel global” y que estas medidas constituyen un ataque “absoluto” a la libertad de expresión.
“Es dolorosamente indignante convertirse en blanco de la censura porque el arte es la expresión más pura de la libertad; suprimir es actuar en contra de los mismos valores que esta nación dice defender (…) Para mí, este incidente es un recordatorio más del poder del arte. Los artistas nunca deben ser silenciados ni acosados por presentar ideas que nos desafían, nos incitan a reflexionar o nos inspiran a reconocer y honrar la humanidad de los demás”, dice a este medio el artista.
El presidente Trump también acudió a su red social Truth Social para atacar al Smithsonian, particularmente al Museo de Historia y Cultura Afroamericana, al que señala de hacer mayor enfásis sobre la esclavitud.
“Los museos en Washington y en todo el país son el último remanente del WOKE. El Smithsonian está FUERA DE CONTROL, todo lo que se discute es lo horrible que nuestro país es, lo mala que fue la esclavitud y lo poco que han logrado los oprimidos. Nada de éxito, nada brillante, nada de futuro. No vamos a permitir que esto suceda", remarcó el magnate republicano.
Sin embargo, al recorrerlo, el área dedicada a esta parte de la historia está restringida al subsuelo, mientras que la primera, segunda y tercera planta destacan los aportes de los afroamericanos en la música, la cultura, la cocina, el entretenimiento, entre otros.
León Cabrera considera que “afortunadamente, las exhibiciones en los museos son sobre todo actos comunicativos, cuyo mensaje se construye en diálogo con los espectadores. En ese sentido, será la mediación y la recepción en los públicos un punto de fuga clave que permita seguir cuestionando las narrativas y poner en duda la jerarquía y la imposición de una noción de verdad desde los gobiernos”.
A pesar de los intentos por maniobrar la narrativa histórica, el arte y la memoria, defienden museólogos y artistas, siguen siendo espacios de resistencia. Las críticas a la ideología ‘woke’ plantean preguntas legítimas sobre cómo contar la historia, un debate que medios como 'The New York Times' han reconocido como necesario y complejo.
En efecto, de acuerdo con la analista senior Rivka Maizlish, hay “muchas comunidades locales luchando en respuesta y contando su propia historia y la de sus luchas por la democracia y la inclusión. En todo el país hay personas que están diciendo ‘puede que quiten esta exhibición en el Smithsonian (…) pero mi comunidad va a poner un mural o un monumento por la lucha interracial o un héroe que nació en esta ciudad o por los esclavizados’”
El debate en torno al Smithsonian no es simplemente sobre museos o ideologías, sino sobre quién tiene el poder de decidir qué hechos merecen ser recordados, qué voces se escuchan y qué versiones del pasado se legitiman.
Más que una discusión sobre lo ‘woke’, se trata de una pugna por la narrativa: quién cuenta la historia y con qué propósito.
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