Hoy se cumplen 64 años del magnicidio que puso fin a la dictadura de Rafael L. Trujillo Molina en la República Dominicana.
Fue un parteaguas en términos políticos. Una sociedad aterrorizada, pisoteada, acribillada, por una dictadura cruenta y asfixiante, renació y se lanzó a construir un proceso democrático al que no conocía había, pero que reclamaban sus hijos más informados. Unos héroes nacionales que se lanzaron en una trama riesgosa, a cortar de raíz las fuentes de la esclavitud.
Los héroes que complotaron resultaron identificados y fueron asesinados, en su mayoría y principalía, por los herederos del sátrapa. Lo hicieron al estilo sanguinario de su progenitor, con saña y villanía. Que el tirano haya sido asesinado tiene una razón existencial y fundamental para el surgimiento de un régimen democrático en el país. Con Trujillo vivo no era posible la democracia. Con él o sus familiares vivos y gobernando continuaría el crimen y la cárcel colectiva para todos, a plena satisfacción y gozo del dictador. Con Trujillo muerto era posible hacer elecciones, elegir un gobierno democrático, y echar el país hacia adelante, como parte del conjunto de naciones del Caribe.
El 30 de mayo es la fecha más importante en la historia democrática de la República Dominicana. Esa fecha fue la compuerta para empezar a dar pasos para abrir la libertad, la decencia, el derecho de decidir y de decir cuanto sintiéramos como país, como sociedad. El 30 de mayo nació una nueva República Dominicana. Sólo que la transición hacia la democracia fue dolorosa, trágica, amarga. Balaguer, como presidente títere del dictador siguió gobernando, y Ramfis Trujillo y sus tíos reclamaron su derecho a heredar el poder que -según su particular y enredado criterio- le correspondía.
El tiempo entre junio y noviembre de 1961 fue un infierno. Incluyó los crímenes contra los héroes nacionales que dieron el portazo para el inicio de la democracia. Incluyó el retorno de los partidos de oposición, y el celo de unos militares acostumbrado al poder absoluto del dictador y a la obediencia ciega, perdieron la perspectiva y se “creyeron” el cuento de la amenaza comunista, promovida por los Estados Unidos y la ultraderecha dominicana.
La elección del 20 de diciembre de 1962 las ganó el Partido Revolucionario Dominicano, con Juan Bosch como presidente, y a los 7 meses un golpe de Estado lo destituyó. Y los altos mandos militares se pusieron al servicio de la caverna, y no tuvieron la inteligencia ni la vocación de servir al país, y se dedicaron a la corrupción y al despilfarro, aparte de la represión que desataron.
Militares de mandos medios se empedraron y se aliaron a la vocación democrática y a las ansias de libertad. Pocas veces visto en la historia del continente, un grupo de militares democráticos se alzó el 24 de abril y entregaron muchas de las armas recuperadas al pueblo, y defendieron la democracia, el derecho del pueblo a la tranquilidad y felicidad. Pero los golpistas, apoyados por Estados Unidos, desataron la mayor traición a la patria: promovieron una intervención militar norteamericana. Esa es otra historia trágica y valiente.
Para alguna gente, incluyendo personeros en la política y en la intelectualidad, Trujillo no ha muerto, Trujillo es un espíritu vivo que deambula y aconseja decisiones, patrañas, rencores, odios y violencia, Y reivindican acciones como el corte de 1937, cuando más de 20 mil haitianos cortadores de caña, que habían venido al país a trabajar en la industria azucarera, fueron asesinados por la dictadura. Incluso, los hay que desean repetir esa acción inhumana, deleznable, de la dictadura.
Otros se jactan en proclamar que ningún partido o líder puede llegar al poder si no pacta con lo que denominan "fuerzas sociales del trujillismo".
Otros sostienen que a Trujillo hay que enterrarlo todos los días. Porque en cada ser dominicano, manipulado e influido por un espíritu maligno, le surge un Trujillo y sus actos se defienden como si no hubiesen sido crímenes de lesa humanidad. Claro, que quienes hablan de ello, lo hacen desde la ignorancia. Y en eso se resumen, en ignorantes y desquiciados. Aunque los hay con conocimientos, que siendo inteligentes, saben que aquella era la villanía y la maldad hecha persona, y aún así la reivindican. Apostamos para que Trujillo siga muriendo cada día.
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