La vida en las comunidades rurales de Hato Mayor, El Seibo y Elías Piña solía transcurrir entre sombras. Para Evarista de la Rosa, de 80 años, cada tarea cotidiana era un desafío adicional por la falta de electricidad.
“Antes compraba cada día RD$ 100 de hielo para tener, aunque sea un poco de agua fría”, recuerda. Su noche se iluminaba únicamente con la tenue llama de una lámpara de gas o con velas que compraba para ver algo”.
Para Evarista, aquel primer encendido fue un momento de alegría colectiva que no olvida: “Ha sido una felicidad. Porque con luz uno tiene de todo: su nevera, su jugo y su carne guardada sin que se dañe”. Ahora, incluso después de las labores del día, puede disfrutar de un momento de tranquilidad viendo su novela en la televisión antes de acostarse.
Pablo Mercedes vivía una rutina similar. “Principalmente leía la Biblia, pero tenía que agarrar una linterna y veía muy poco”, dijo. Para él, la falta de luz no solo dificultaba la vida diaria, sino que limitaba también la interacción familiar y los momentos de esparcimiento.
Todo cambió con la llegada de la electricidad.
AMANCIA ZORRILLA
Las experiencias de Evarista y Pablo reflejan una realidad aún presente en algunas zonas de República Dominicana: la pobreza energética.
El término es definido como la falta de energía adecuada, confiable y asequible para la iluminación, la cocina y otras actividades diarias esenciales para el bienestar social y el desarrollo económico, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En el país, unas 64,144 viviendas carecen de energía eléctrica, lo que representa el 1.72 % del total a nivel nacional, según el Viceministerio de Energía Eléctrica.
La Región Este concentra 20,027 de estos hogares, superior a la Región Norte (18,705) y a la Región Sur (18,768), mientras que el Distrito Nacional registra 6,644 hogares sin acceso a electricidad.
Estas cifras muestran que, aunque República Dominicana ha logrado reducir su dependencia de los combustibles fósiles y ha creado un marco regulatorio (Ley 57-07) que atrae inversiones privadas en fuentes renovables, el acceso a la electricidad sigue siendo un desafío en comunidades rurales.
Garantizar la energía para disminuir la pobreza multidimensional
El Foro Económico Mundial (FEM) establece que el acceso a la energía es fundamental para mejorar la calidad de vida y es un “imperativo clave” para el desarrollo económico.
En tanto, la ONU apunta a que los hogares de los quintiles más vulnerables son los que tienen menos acceso a servicios energéticos de calidad, debido a problemas de accesibilidad y asequibilidad.
Los organismos internacionales indican que la pobreza multidimensional es un renglón que abarca más que el ingreso per cápita; mide e identifica la educación, salud, empleo, condiciones de la vivienda y el acceso a servicios básicos como agua y energía.
Según la Encuesta Nacional Continua de Fuerza de Trabajo (ENCFT), publicada por el Banco Central dominicano (BCRD), la pobreza multidimensional en el país alcanza un 12.3 %. Este índice varía según la zona geográfica: en las áreas urbanas es de 11.4 %, mientras que en las rurales se eleva a 17.3 %, en 2024.
Para tener una idea del tipo de alumbrado que utilizan los hogares dominicanos, el 98 % cuenta con energía eléctrica proveniente del tendido público. En contraste, un 0.1 % emplea lámparas de gas propano y un 0.3 % utiliza gas kerosene. Además, el 1.5 % recurre a otras fuentes de alumbrado y el 0.1 % no reportó información, según la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar) 2018.
En cuanto al uso de lámparas de gas propano, las regiones El Valle (0.6 %) y Cibao Noroeste (0.3 %) registraron los porcentajes más altos. El Yuma, el 1.8 % de los hogares indicó usar lámparas de kerosene como principal fuente de iluminación.
El informe destacó que en las regiones Enriquillo y El Valle, un 6.3 % y 6.2 % de los hogares, respectivamente, señalaron utilizar fuentes distintas tanto a la energía eléctrica como a las lámparas.
Existe una meta: garantizar el acceso universal a la energía. Este es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que los Gobiernos deben cumplir para la década del 2030.
Antes de la llegada del tendido eléctrico, la vida de Marcelina Vázquez y su familia de hasta tres nietos estaba marcada por la oscuridad y el esfuerzo. Dependían de lámparas de gas y velas para alumbrarse durante la noche, lo que implicaba un gasto constante y una rutina agotadora en el Batey I de Matapalacios.
Su esposo compraba galones de gas a RD$ 120 y las lámparas, que debían armar pieza por pieza, costaban alrededor de RD$ 175, en Hato Mayor. Las noches se iluminaban apenas desde las siete hasta las once, en medio de un ambiente de penumbra que hacía más difícil cada tarea.
Todo cambió en 2021, cuando se llevó electricidad a su comunidad.
El tendido convencional presenta otras complejidades. “Depende mucho del terreno y de los equipos. En algunos puntos las grúas pueden entrar y se instalan los postes fácilmente, pero en otros hay que hacerlo a mano, a fuerza y a puro pulso”, comentó Rodolfo, de la entidad estatal.
De acuerdo con la ONU, los gobiernos no deberían tener que hacerlo todo. El sector privado debe ejecutar proyectos, bien sea de energías renovables a gran escala para llegar a la red o bien de soluciones energéticas descentralizadas.
Establece que los gobiernos deberían centrarse en crear un entorno en el cual pueda florecer al empresariado. Eso significa contar con políticas, normativa y subvenciones necesarias.
Una referencia de ello la destaca el ministro de Energía y Minas, Joel Santos: el crecimiento de la inversión extranjera directa (IED) en el sector energético recibió el 25.7 % del total de la IED, unos US$ 743 millones en los primeros meses del año.
Fuentes renovables, un punto de partida
Amancia Zorrilla se levanta cada mañana alrededor de las seis. Lo primero que hace es oler su cafecito y luego empieza el oficio de la casa. En la tarde busca agua, se baña y vuelve a preparar café. “Yo me acuesto tardecito, por ahí por las nueve o las diez”, reveló.
Durante años, su única fuente de iluminación fue una lámpara de kerosene. Madre de seis hijos, la fémina confesó que desconocía los paneles solares hasta que fueron a instalarlos. Ahora su cotidianidad tiene otro ritmo. Puede escuchar la radio, usar un abanico y disfrutar de la noche sin prisas.
Unos dos kilómetros del hogar de Amancia está el de Rosa Amelia de la Cruz, de 64 años. Nunca había conocido lo que era tener electricidad. Nació y ha vivido toda su vida en El Cuey, una comunidad rural en El Seibo, donde la oscuridad acompañó las noches desde siempre.
“Yo soy de aquí, nativa de pura cepa”, dijo. “Me crié alumbrándome con una lamparita de gas. Y no fue hasta el otro día (septiembre 2025) que se dio este logro”.
Recordó que por décadas se alumbraba con velas, velones y linternas de pila, algo que describe como “una cosa tan peligrosa”. “Y ahora, gracias a este proyecto (paneles solares), tengo mi luz, puedo cargar mi teléfono, tengo mi radio, escucho mis emisoras y las noticias”.
El cambio ha sido profundo. De hecho, la ONU específica que los países pueden acelerar la transición hacia un sistema energético asequible, seguro y sostenible al invertir en energías renovables, priorizar la implementación de prácticas de eficiencia energética y adoptar tecnologías e infraestructuras de energía limpia.
República Dominicana avanza con esta meta. Al cierre del 2024 se generó una energía total de 25,397.1 gigavatio-hora (gwh), de las cuales, el 16.6 % provino de fuentes renovables. Este porcentaje se traduce a 4,220.8 gwh, conforme la Oficina Nacional de Estadística (ONE).
Casi un tercio proviene de fuentes renovables
En tanto, la capacidad instalada en el Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI) que corresponde a fuentes de energía renovable fue de 31.3 % al cierre del 2024; es decir, 1,812 megawatts (MW) del total de 5,795.9.
Por ejemplo, durante enero-abril del 2025, el SENI reportó en promedio 1,943.8 gwh, siendo el 28.6 % de carbón, el 41.1 % de gas natural y 8.7 % fotovoltaica (solar).
Sin embargo, el trabajo no termina cuando se enciende la primera bombilla. “Después de que dejamos la luz en las comunidades, se da seguimiento. En los casos de energía convencional, los proyectos se entregan a las empresas distribuidoras, que se encargan del mantenimiento y del cobro, porque no es un servicio gratuito”, explicaron los técnicos ministeriales.
El comité, añadieron, mantiene contacto continuo. “Cada mes envían un reporte al Departamento de Gestión Social. Si hay algún percance, como una bombilla dañada o un problema con el panel, se les da seguimiento y mantenimiento”.
Con los paneles solares, el proceso es distinto. Es un sistema autogestionable. “Se les instruye que los paneles no son propiedad del beneficiario, sino del Ministerio. Si alguien se muda, tiene que notificarlo, porque no se los pueden vender ni dejar abandonados”.





Zona rural: el reto de la distancia y el acceso a las comunidades
A sus 67 años, Fermín decidió volver a su tierra natal (Elías Piña) después de décadas viviendo en Santo Domingo. Lo que encontró a su regreso fue una comunidad sin acceso a electricidad.
Su historia, la ONU le pone cifras: de los 16.1 millones de personas que no tienen conexión a electricidad en América Latina y el Caribe viven en zonas rurales y remotas, donde los costos de ampliación de las redes e infraestructuras son elevados.
Hoy, gracias a una pequeña hidroeléctrica, su vida y la de sus vecinos ha cambiado por completo.
Hace apenas dos meses que la hidroeléctrica comenzó a operar y los cambios son evidentes. “Antes tenía que viajar 12 o 13 kilómetros hasta el pueblo de Bánica para comprar hielo, solo para poder tomar un vaso de agua fría. Ahora abro mi nevera y tengo hielo y agua fresca en casa”, aseguró.
Para Fermín, el acceso a la electricidad no solo significa comodidad, sino también dignidad y desarrollo.
El reporte Sustainable Development Goals 2023 estableció que para garantizar que todos puedan acceder a la energía eléctrica para el 2030 se debe acelerar la electrificación, aumentar las inversiones en energía renovable, mejorar la eficiencia energética y desarrollar políticas y marcos regulatorios apropiados.
La electrificación y su poder reproductivo
“La electrificación puede ayudar a aumentar los logros en la enseñanza, mejorar la atención médica, apoyar el desarrollo agrícola, reducir la desigualdad de género, mejorar la acción por el clima y crear oportunidades comerciales y puestos de trabajo”, desglosó el organismo internacional.
El Ministerio de Energía y Minas destacó que cuentan con la iniciativa de electrificación que tendrá una inversión de US$ 130 millones con un tiempo estimado de cinco años.
Esto, según el viceministro de Energía, Alfonso Rodríguez, es con el objetivo de alcanzar el 99.5 % de la población dominicana con cobertura eléctrica y “posicionar al país como líder en acceso a la electricidad” en la región de América Latina y el Caribe.
El Gobierno, con el programa de electrificación rural, ejecuta tres tipos de energía a nivel nacional: hidroeléctrica, tendido convencional y paneles solares.
Rodolfo Báez, técnico de la Dirección de Electrificación Rural y Suburbana (DERS), explicó las razones detrás de esa decisión.
“El tendido tradicional o red convencional depende de la distancia en que se encuentra la comunidad. A partir de ahí se hace un estudio para determinar qué es más factible: si instalar la hidroeléctrica, los paneles solares o aprovechar los afluentes”, comunicó en conversación con ACENTO.
“Cuando las viviendas están muy distanciadas unas de otras, y la red convencional queda demasiado lejos, se opta por los paneles solares”. La instalación, aseguró, es más rápida que la de un tendido eléctrico.
A pesar de que se hace casa por casa, es más rápido. Electrificar una vivienda puede tomar unas tres horas con el equipo que tenemos, dijo. “Lo más difícil no es la instalación, sino el desplazamiento. Hay viviendas a las que se llega después de caminar una o dos horas, incluso a caballo. A veces se pasa medio día entre una casa y otra”.
La electrificación rural continúa siendo uno de los principales retos para el país. Alcanzar la meta del ODS 7 exigirá acelerar las inversiones en energía renovable, fortalecer la infraestructura eléctrica y garantizar que los proyectos lleguen a las comunidades más apartadas.
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