Aunque se habla de diversificar la matriz energética, apostar por la movilidad sostenible y disminuir las emisiones de carbono, los países aún se enfrentan a importar combustibles fósiles que conlleva destinar cuantiosas sumas de dinero y ponen el reto de cumplir con las metas energéticas.
Países como Cuba, Jamaica, Belice y República Dominicana dependen de la importación de combustibles fósiles, principalmente diésel, fuel oil y gas natural para satisfacer sus necesidades eléctricas.
De acuerdo con la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), esta dependencia de fuentes externas expone sus sistemas energéticos a la volatilidad de los precios internacionales, tensiones geopolíticas y disrupciones logísticas.
A pesar de contar con una matriz de generación cada vez más diversificada, República Dominicana, continúa dependiendo en gran medida del petróleo y el gas natural importados, manteniendo su exposición a fluctuaciones de precios.
De hecho, el informe “Desarrollo depurativo: reorientación de los subsidios perjudiciales para el ambiente”, publicado por el Banco Mundial (BM), señala que, para subsidiar el consumo de combustibles fósiles, los países gastaron alrededor de seis veces el monto que prometieron movilizar al año en favor de las energías renovables y el desarrollo con bajas emisiones de carbono del Acuerdo de París.
Entre enero y mayo de 2025, el país destinó US$ 2,053.6 millones a la compra de derivados del petróleo, siendo Estados Unidos el principal suplidor, con importaciones que alcanzaron los US$ 1,449.1 millones, es decir, el 70.5 %.
Según la Dirección General de Aduanas (DGA), la gasolina premium representó la mayor parte de las importaciones, con un 19.38 % del total adquirido, equivalente a US$ 365.8 millones.
En 2024, el país gastó US$ 4,706.6 millones para comprar hidrocarburos, monto que es US$ 562.7 millones más respecto al 2023, aumento que según el Ministerio de Energía y Minas se debe “al aumento de las cantidades importadas”.
El 85.6 % de las importaciones provino de Estados Unidos, siendo el petróleo de Texas, con US$ 4,031.4 millones. En menor porcentaje, Colombia con 3.4 % y Países Bajos con 2.4 %, en términos absolutos fueron US$ 162.1 millones y US$ 115.9 millones, respectivamente.
Además, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destaca que la transición a las energías renovables permitiría a República Dominicana ahorrar un promedio de US$ 5,800 millones en costos de combustibles fósiles.
En el informe “Evaluación económica de la descarbonización del sector eléctrico en la República Dominicana” se hace referencia a que la producción de energía renovable generaría beneficios de US$ 2,700 millones para la década del 2050, cuando el país tiene la meta de tener diversificada en un 30 % la matriz energética, de acuerdo con el Plan Energético 2022-2036, del Ministerio de Energía y Minas.
¿Qué sucede en las naciones caribeñas?
La Olade indica, por ejemplo, que en Cuba, los combustibles fósiles representan el 95 % de la generación eléctrica, pero el suministro es irregular debido a sanciones internacionales, reservas de divisas limitadas e infraestructura envejecida.
De acuerdo con la Olade, esta situación significa apagones y escasez de electricidad.
Jamaica enfrenta algunos de los costos eléctricos más altos de la región, impulsados principalmente por los costos de importación de combustibles fósiles y la volatilidad de los precios globales.
Belice depende de la electricidad importada desde México, “lo que genera preocupaciones nacionales en torno a la soberanía energética y la confiabilidad del suministro”.
Asimismo, el organismo internacional ejemplificó que el contraste entre Barbados y Haití pone el foco en la diversidad de la dependencia fósil en el Caribe.
Haití depende de productos petroleros importados y sin capacidad de refinación ni producción interna, enfrenta “inseguridad sistémica cada vez que se interrumpen las cadenas de suministro global”.
Por su parte, Barbados, donde el 94 % del suministro energético primario aún proviene de hidrocarburos, está redirigiendo las inversiones hacia energías renovables y movilidad eléctrica, con el objetivo de reducir su factura de importación y fortalecer su independencia energética.
Trinidad y Tobago representan la forma más directa de dependencia de los combustibles fósiles. Como país rico en hidrocarburos, produce y consume grandes volúmenes de gas natural, el cual representa el 100 % de su generación eléctrica.
La Olade indica que si bien esto ha garantizado seguridad de suministro y precios relativamente bajos a nivel nacional, también ha anclado la matriz energética del país en una alta intensidad de carbono, lo que complica sus compromisos climáticos y sus esfuerzos de diversificación.
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