Cuando leo un libro con el tema del mar, evoco lo que nos dijo Franklin Mieses Burgos ―autor de Elegía a la muerte de Tomás Sandoval―, una tarde mientras caminábamos desde su casa en la calle Espaillat hacia el Mar Caribe. Expresó:
El mar es una muchedumbre de aplausos.
Se lo atribuyó, en ese momento, a Esquilo. Confieso que no me he detenido a comprobar la autoría de ese verso, pues siempre pensé que pudo ser del mismo Franklin, quien en su juego de ironías y sonrisas nos conducía hacia los caminos de la alta poesía. De ahí que también hablamos del libro Marinero en tierra, de Rafael Alberti y nosotros, miembros del grupo La Antorcha: Rafael Abreu Mejía, Enrique Eusebio, Alexis Gómez, Soledad Álvarez y yo, luego tratamos casi con devoción el poemario Arde el mar, de Pere Gimferrer, uno de los miembros más destacados del grupo de los novísimos de España.
En fin, si se liga el tema del mar con el del amor, estaremos llegando a Isla Negra, acompañados de Pablo Neruda, y eso es lo que ha hecho el multipremiado profesional del área jurídica en varias facetas con reconocimientos que prestigian a nuestro país y ahora presidente de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (LIDOM), Vitelio Mejía Ortiz. Todos advertíamos su presencia en los festivales de poesía, en las puestas de circulación de libros, pero quien nos comunicó a los miembros de esa agradable presencia fue el poeta Basilio Belliard; hasta que, en una mixtura tertuliana de poesía y béisbol, nos enteramos de sus visitas a las residencias del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada y de la anécdota, cuando siendo estudiante, una maestra llevó a su aula a Domingo Moreno Jimenes, nuestro sumo pontífice del postumismo.
Ese ámbito decididamente literario iba a traer a las manos de uno de nosotros en algún momento la recolección de sus textos (como era natural en alguien con tanta pasión compartida entre poesía y deporte), y no hay que sorprenderse, pues en la tradición poética dominicana hay muchos abogados poetas, pensemos en casi una generación la del 48, casi todos del ámbito jurídico compartiendo su condición de connotados poetas: Lupo Hernández Rueda, Víctor Villegas, Abelardo Vicioso, Rafael Valera Benitez, Abel Fernández Mejía, para mencionar solo algunos de ese periodo, pues lo hubo antes y después siendo quizás la profesión tradicional con mayor cantidad de escritores del verso, porque también en profesiones como la de medicina, tenemos diversos autores y quizás como símbolo a alguien que ejerció con brillantez, tanto las ciencias de la salud como la más alta poesía, don Mariano Lebrón Saviñón.
El libro que ahora tengo en mis manos y que sintetiza sus incursiones en este género con un poemario que no desdice de la seriedad con que él asume su accionar en los retos que la vida le ha deparado. Por eso me satisface decir unas palabras a título de prólogo en esta obra escoltada por la siguiente sentencia:
Como Neruda confieso que he vivido; como Sabina, lo niego todo.
Sin duda, la poesía en su esencialidad pero también como forma de la canción son sus grandes pasiones, lo pudimos comprobar quienes tuvimos el privilegio de estar en su casa como invitados en una jornada donde lo primero que advertimos en su residencia que nos mostró, junto a su esposa Marilyn, y ahí vimos como ese hermoso lugar sintetizaba una réplica de Isla Negra junto a una vellonera y karaoke y el mar de Salinas. Nos hizo pensar que él se unía con este libro a una tradición de poetas que no han resistido la presencia de un elemento que ocupa la tres cuarta parte de la superficie de la tierra que han cantado entre otros, además de Neruda, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Federico García Lorca, Octavio Paz, Antonio Machado, José Gorostiza, Juana de Ibarbourou, Idea Vilariño, Rosalía de Castro, Alfonsina Storni y el inmenso Walt Whitman entre los internacionales y entre los nacionales para mencionar algunos: Manuel del Cabral, José Mármol, Soledad Álvarez, Plinio Chahín, Basilio Belliard, Frank Báez para señalar algunos de diversas generaciones. Es emblemático y se constituye en un recuerdo inolvidable del primer libro publicado del grupo literario La Antorcha y que fue precisamente: “Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida”, de Enrique Eusebio. En fin, como dijo alguien: “Todos los poetas de una u otra forma se han referido al mar, pero cada uno lo ha hecho con su individualidad y originalidad, por eso, en esta obra que nos acoge no solo se confirma esta sentencia de que también Vitelio ve el mar desde su visión y además para que no quede duda, no solamente se queda en esa temática universal sino que agrega “y otros amores” ampliando la dimensión y dándonos un texto que todos debemos leer y seguro que disfrutaremos.
Como sabemos, la poesía nació con los seres humanos, desde que alguien comparó una montaña con la majestuosidad de un ser humano, quizás, de un hombre y este respondió, mirando el mar que los ojos de la mujer que tenía enfrente se movían al compás de las olas. En el momento en que empezaban a construir un espacio amoroso sabíamos que había nacido la poesía y que una simple comparación anunciaba el inicio en su forma más primigenia de la metáfora.
No era necesario que se inventara la escritura para que lo literario formara parte de la cotidianidad de los seres humanos, naturalmente, aunque parezca contradictorio, los lingüistas y los antropólogos llamarían a esto literatura oral; así se construyeron de boca en boca los monumentos literarios de la antigüedad, recogidos en obras como Las mil y una noches, La Ilíada y La Odisea, el Ramayana, el Mahabhárata y La Biblia para citar algunos de los más emblemáticos.
Ya, con la literatura en forma escrita, se tendrá que enfrentar el autor en forma individual a la página en blanco y ahí expresará su pensamiento y sentimiento a través de diversas formas que Benedetto Croce fue clasificando en géneros literarios, fundamentalmente para fines didácticos y sobre todo, en Occidente, pues en Oriente la dinámica evolucionó de forma distinta.
Cuando hablamos hoy de poesía, sabemos que nos enfrentamos a una diversidad que se va transformando en diferentes épocas, pero que parece tener dos vertientes indiscutibles que son el sentimiento y el pensamiento, a veces cohabitando y en otros, tomando un sendero preferencial indiscutible. También, lo que hemos llamado poesía, a veces se ha acercado tanto a las artes visuales que parece formar parte de este mundo y en otros a la música como sucedió en Grecia con el nacimiento de la poesía lírica.
Precisamente no se trata en este caso, de expresar la diferencia entre el Romanticismo y el Clasicismo, entre poesía tradicional y poesía de vanguardia. El género poético ha seguido buscando camino y encontrando meandros que le dan complejidad y sobre todo, diversidad.
Solo pensemos al presentar un libro que opta por la visión romántica y por la tendencia nerudiana, más si recordamos a Mario Benedetti en su compendio Letras del continente mestizo y en el ensayo Vallejo y Neruda: dos modos de influir, donde divide a los escritores, entre los que siguen al autor de Trilce y a los que privilegian la poética del bardo de Odas elementales.
Podemos detenernos momentáneamente para responderle al autor del Cumpleaños de Juan Ángel, con el libro de Saúl Yurkievich, Fundadores de la nueva poesía latinoamericana, en que agregará además a: Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, en nuevas ediciones incluirá a Oliverio Girondo y a Lezama Lima.
Vitelio Mejía Ortiz, aunque en cada uno de sus textos busca su temática y su camino propio, ha optado por seguir esa atmósfera que ha cubierto a tantos poetas de nuestra lengua sin menoscabo de su originalidad.
A propósito de que todos venimos de una tradición expresada en diversas investigaciones y textos y donde sobresale en el libro La angustia de la influencia, de Harold Bloom y agregaría la anécdota que algunos atribuyen a Rubén Darío; pero parece que hay experiencias parecidas porque también se habla de esta referida a otros escritores.
En una ocasión un grupo de jóvenes escritores le pidió una cita al maestro del modernismo y este lo recibió por un día en su casa y escuchó sus creaciones, los alentó a continuar, eso llenó de entusiasmo a esos noveles visitantes, pero al despedirse, uno de ellos expresó:
―Maestro, usted no nos ha dicho de quiénes tenemos influencia.
Y este le contestó:
―De más de 2,000 años de creaciones.
Lo que confirma que ninguno de los que hemos tomado la nave de la creación literaria lo hacemos desde cero y eso es lo que le da perpetuidad y riqueza a la expresión literaria. Nuestro autor claramente expresa su admiración por el autor de Crepusculario, para citar dos textos, ahí tenemos el poema: Como Neruda y Oda a Neruda.
Al agradecer la distinción de decir estas palabras para un libro que he disfrutado comparto tres poemas que son de mis predilectos: Mar Amante, Hábitat y Quisiera.
Mar Amante
El mar inmenso se vistió de noche,
con peces de plata cubrió su espalda,
se entregó a la luna y después de amarla
de espumas y estrellas adornó sus faldas.
Mientras yo, testigo de ese amor en calma,
procuré encontrarte entre los recuerdos,
suponerte mía y entregarte el alma.
El mar infiel se vistió de luces al despertarse el sol,
con peces multicolores cubrió su espalda,
se entregó al alba, se metió en su lecho, se hizo su dueño,
y después de amarla, de gaviotas y redes le adornó la falda.
Mientras yo, testigo de ese amor intenso,
te miré dormida, te apreté a mi pecho, respeté tu sueño
y en lugar de amarte, con mis deseos te cubrí la espalda.
Hábitat
Hoy habita el mar en mí por tus ojos profundos,
tus recuerdos y mi poesía.
Algún día yo habitaré en el mar por mis cenizas esparcidas,
por tus lágrimas en la arena y mi melancolía.
Algún día yo habitaré en el mar por mis amores
o por uno que otro sueño a la deriva.
Algún día yo habitaré en el mar por mis temores
o simplemente porque ahí he estado toda la vida.
Algún día yo habitaré en el mar,
pero sin rumbo, sin anclas, ni ataduras,
libre como el viento, navegando a vela entre las olas,
los cuatro puntos cardinales.
Y concluyo con esta síntesis de densidad y precisión que se expresa en brevedad, sol, velero y miradas de amor
Quisiera
Quisiera ser velero
y navegar de uno a otro entre tus ojos profundos,
y cuando el sol se ponga
recoger mis velas, anclar el alma
y dormir en tu mirada.
¡Muchas gracias!
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