La bandera de un país representa uno de sus principales símbolos de la construcción de una nación junto al himno y el escudo, constituyendo una trilogía indispensable en el reconocimiento de su soberanía, identidades y valores patrios indiscutibles. Por tanto, mi reconocimiento es reverencial y valorativamente patriótico y cultural, pues sin identidad no hay patria.
Cada país norma a su manera su uso, protocolos, espacios sociales y reverencias. Por tanto, es menester entender esta variada de interpretaciones que los países pueden tener respecto a un icono tan significativo para los pueblos y su reafirmación.
En nuestro caso, la Bandera Nacional Juega entre distintos escenarios de la vida pública, pues está presente en los actos solemnes de la patria, las instituciones constitutivas de sus órganos de gestión como el Congreso, gobierno y sus instituciones y las Fuerzas Armadas. Se hace presente en muchos actos públicos significativos, en la Escuela par su reconocimiento y respeto y en los Desfiles militares y honras fúnebres de personalidades.
Igualmente y muy atípico, nuestra Bandera es parte de nuestro carnaval, lo cual ha sido motivo de controversia y cuyas razones de molestias causadas, no las entiendo porque sin identidad no hay patria, y la nuestra , por decisión de su presidente de turno, Pedro Santana, se inauguró, dentro de las festividades del primer aniversario de la República, con festividades, bailes y carnaval por orden del poder ejecutivo del momento, o cual indica que la patria y su significación está muy relacionado con el carnaval.
Por lo tanto, no es mi preocupación su presencia en el carnaval, actividad popular lúdica, y de gran sentido patriótico, popular e identitario. Me preocupa que, en los últimos Desfile de Carnaval, su presencia es reiterada, frecuente en demasía y saturante en su carga visual.
Esto podría interpretarse a que me opongo a su presencia en el Malecón, nada más incierto que eso, solo me preocupa, como estudioso de la cultura. Su simbología semiótica u su dimensión igualmente ideológica, cómo esto podría introducir un tema exageradamente delicado, en un espacio crítico, lúdico y de divertimento, sin que se quiera condicionar a nadie no censurar tampoco las iniciativas.
Sin embargo, las iniciativas no son tan espontáneas y cuando para ce el analista critico del hecho social, que, como dice la sociología no es nada fortuito.
Las implicaciones de todo tipo de una iniciativa considerada espontanean, reviste un nivel de observación y estudio que la explique, porque hasta lo espontaneo, es producto de condicionalidades sociales, culturales, políticas y personales. Con influencia social.
Demasiado Bandera para un Carnaval, esa es mi mirada. No olvidemos que el carnaval es también creatividad, color, variedad, sonido, burla y, lo mucho hasta Dios lo ve, como dice el refranero popular, por lo que llamó la atención cómo viene creciendo el uso de la Bandera si no como representación de ella en sí, como parte de los colores y trajes que han de lucirse para llamar la atención visual del público.
Me pregunto dónde está la creatividad de los portadores tradicionales del carnaval, si la Robalagallina que tiene vestuario muy propio de ella, se viste con los colores de la bandeara nacional, Por que los Diablos Cojuelos, que también tienen sus trajes, deben colocarse la bandera como arte de su vestimenta rompiendo la tradición, por qué debe aparecer una participación individual con un traje de la bandera nacional, por qué las comparsas de los africanos, loa indios, y otras temáticas deben incluir la bandera como parte de su ajuar o parafernalia…no será que el tema del nacionalismo está presente y siendo como es el carnaval una narrativa, lo incluye de manera inconsciente o conscientemente, a su recorrido.
En tal caso , podría ser algo entendible, pero preocupante la desviación, pues el carnaval es un escenario para muchas cosas en la que igualmente entra la crítica social, pero no es una manifestación política propiamente, ni religiosa, porque el carnaval posee su propio lenguaje y simbología para representarse, su propia naturaleza de interactuación y su propia significación e iconos, sino se confundiría con cualquier otra manifestación popular, pero el carnaval tiene su propio lenguaje y códigos semióticos de reapretarse. Cuidémoslos de este atisbo de nacionalismo que lo amenaza, sin censura, pero retomando el camino de la catarsis que representa y forzando más a la creatividad, al ingenio, a la inventiva, al imaginario popular, porque la bandera ya fue creada en el 1844, y el carnavalero debe presentar cada vez nuevos rostros, nuevas narrativas, y nuevas originalidades.
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