Invertir en lo que somos
[Dedicado a mi hermano Freddy Ginebra, cuya vida entera ha sido una incubadora de sueños, un escenario para los otros, y una prueba luminosa de que la cultura no solo se gestiona, se vive.]
Montreal fue un espejo
Acabo de regresar de Montreal, invitado por mi hijo Danilo.
Pero no fue solo un viaje.
Fue un espejo.
Un espejo alto y limpio, de esos que no solo reflejan lo que somos, sino lo que podríamos ser… si tuviéramos el coraje de mirarnos sin miedo y de creer con decisión.
Allí, en esa ciudad que armoniza lo moderno con lo humano, descubrí algo elemental:
la cultura y el deporte no son lujos, ni gastos, ni adornos.
Son columna vertebral de la convivencia.
Son política pública.
Son industria. Y son alma.
Allí, el arte no pide permiso. Se organiza, se respalda, se respira.
Nos acompañó Pavel Pérez, un dominicano emigrado, ingeniero y amante de la cultura canadiense.
En sus gestos vi una patria posible: una donde el talento no se desperdicia, donde la pasión encuentra estructura, y donde la creatividad no es mendiga, sino motor.
Antes de que nos pusieran nombre, ya éramos creación
La llamada economía naranja no nació en un foro internacional ni en un documento del Banco Mundial.
Nació —y sigue viva— en los callejones de nuestros pueblos.
En los patios donde se afinan guitarras.
En los carnavales que tejemos con manos artesanas.
En los cuentos contados al pie de la cama.
En los sabores que se heredan, no se enseñan.
En las parteras que cantan para dar vida.
En las casas de colores pintadas a brochazos cada domingo.
Somos un país hecho de talento.
Lo que nos falta es estructura.
Lo que nos duele es que no hemos sabido creer en lo que somos.
Por eso tantos se han rendido: el músico que empeñó su instrumento, la diseñadora que migró, el poeta que calló por falta de apoyo.
No fue por falta de vocación. Fue por falta de condiciones.
La creatividad no es lujo: es un recurso natural
Tenemos sol, cacao, playas y azúcar.
Pero también tenemos danza, teatro, palabra, ritmo, cocina, canto, artesanías, imaginación.
Y eso, como el oro o el agua, es riqueza.
La creatividad no es un privilegio de artistas.
Es una energía social.
Una forma de construir país desde lo simbólico, desde lo invisible que nos une.
Pero como toda energía, necesita canales.
Inversión. Reglas. Continuidad.
No basta con admirarla.
Hay que sembrarla.
Hay que protegerla.
Hay que convertirla en política pública.
Una alianza urgente: Estado, banca y sector creativo
Lo entendí en Montreal:
cuando el Estado, la banca y el sector creativo reman juntos, el arte florece como industria.
Cuando no, sobrevive como resistencia.
Países como Colombia, Brasil, Chile o México ya entendieron esto.
Crearon leyes, fondos, redes de apoyo.
Invirtieron en su alma.
Y les ha funcionado.
Aquí, en cambio, seguimos improvisando.
Nuestros artistas llegan al estreno sin haber cobrado.
La actriz que nos hizo reír, quizá no desayunó.
El escritor que firmó libros, tal vez duerme con la ansiedad de las cuotas.
Lo que el público aplaude como magia, muchas veces es precariedad sostenida.
Procreatividad: política pública para emprendedores del alma
Así como nacieron las Propymes, urge una Procreatividad:
una estrategia nacional que respalde a quienes crean, a quienes inventan país.
No hablamos de subsidio.
Hablamos de visión.
Formación. Financiamiento.
Asesoría legal.
Propiedad intelectual.
Acompañamiento estructurado para proyectos creativos.
Acceso a exportación.
Procreatividad no es solo un juego de palabras
Es una estructura.
Una forma de transformar el talento en sustento, y el arte en economía nacional.
Porque detrás del merengue hay exportación.
Detrás de una novela, identidad.
Detrás de una receta, memoria ancestral y valor agregado.
Invertir en creatividad es invertir en cohesión, innovación y futuro.
La banca: de mecenas a arquitectos de país
Banreservas y el Banco Popular han hecho mucho: han patrocinado, han dignificado.
Pero el tiempo exige más que gestos: exige arquitectura.
Un Fondo Naranja Banreservas.
Un Programa de Procreatividad Popular.
Créditos, seguros, capital semilla.
Una banca que, además de casas y carros, financie sueños, filmes, libros, escenarios.
La mirada sensible de Wilson Rodríguez en Banreservas y la visión humanista de José Mármol en el Popular pueden encontrarse en una causa común:
darle al arte la dignidad de una política sostenible.
Pero más allá de personas, necesitamos estructuras.
Más que filantropía ilustrada, necesitamos visión compartida.
Una banca que no patrocine arte: lo impulse como columna del desarrollo.
Un consorcio nacional para invertir en lo intangible
Ya no podemos actuar por separado.
Es hora de convocar.
Fundación León Jimenes, INICIA, Resek, universidades, editoriales, gobiernos locales, ministerios.
Un Consorcio Nacional de Inversión Creativa
Una mesa común para pensar un país desde lo que somos, no desde lo que nos sobra.
Desde el alma, no desde el margen.
Porque tenemos la materia prima.
Nos falta la convicción.
Invertir en cultura no es gasto: es respeto
La economía naranja no es eslogan.
Es una política de dignidad.
Representa más del 2% del PIB en América Latina.
Más del 6% del empleo en países que la desarrollan.
Pero más allá de cifras, representa una verdad más honda:
Un país que invierte en su alma, se respeta más a sí mismo.
Y hoy, tenemos una oportunidad histórica:
-No solo financiar sueños, sino volverlos industrias.
-No solo patrocinar conciertos, sino edificar futuro.
– No solo actuar por separado, sino imaginar juntos un país que invierte en lo que es.
Porque antes de que lo llamáramos naranja, ya éramos profundamente creativos.
Ya sembramos identidad.
Ahora nos toca cosechar futuro.
Ahora nos toca hacer de esa creatividad una política de Estado,
una economía organizada,
y una fuente compartida de dignidad.
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