«En fin, es un país de manzanas: las mujeres no comen más que manzanas,
no beben más que jugo de manzanas; lo que da ocasión a que muerdan tan a
menudo la manzana prohibida».
Inquisidor Lancre
La prosa de Pío Baroja en esta novela corta es rica en recursos literarios, narratológicos e históricos, pero a la vez es un reclamo social. Es importante recordar que este escritor perteneció a la Generación del 98, siendo allí uno de los miembros más destacados.
En esta novela buscaba colocar como una identidad sólida a la España en decadencia pues es importante citar que para entonces, 1998 exactamente, los ingleses destruían el poco poder colonial que le quedaba a España, y ésta se sumía en un desprestigio y empobrecimiento grave que los aisló y denigró socialmente. Por ello el escritor nos sumerge en las tradiciones, creencias, ambiente, etc., español dos o tres siglos anteriores a él, interesado en resaltar la identidad marcada española, su herencia pura medieval, de frente a la francesa y cualquier otra novedad modernista.
Y a pesar de ser una historia de ficción los recursos que utiliza para enriquecer la obra son hechos históricos, y referencias reales.
La historia de romance se desarrolla entre una localidad vasco-francesa y un asentamiento español llamado Zugarramurdi. En esta novela el autor presenta una orientación notoria hacia el liberalismo a través de la mujer, pues incluso dedica varios párrafos para devolver la dignidad y y endiosamiento perdido que sufre la mujer luego del judeocristianismo:
Cito:
En las dos vertientes del Pirineo vasco, desde Fuenterrabía hasta el Roncal y desde Bearn hasta Hendaya, las hechiceras imperaban, mandaban, curaban y hacían sortilegio. Como en todas las zonas selváticas de Europa no dominadas por la ideología del semitismo en el país vasco existía un culto en donde la mujer era sacerdotisa: la sorgiña. En las religiones africanas nacidas en el desierto, el hombre es el único oficiante, el profeta, el salvador, el mesías el mahdi. La mujer está relegada al harén, la mujer es un vaso de impurezas, la mujer es un peligro; en cambio, en las regiones de las selvas europeas la mujer triunfa, es médica, agorera, iluminada; se sienta sobre el sagrado trípode, habla en nombre de la divinidad y se exalta hasta la profecía. En los cultos semíticos, la mujer aparece siempre proscrita de los altares, siempre pasiva e inferior al hombre; en cambio, en las religiones primitivas de los europeos, aun en aquellas más pobres y menos pomposas, aparece la mujer grande y triunfadora. En la vida resplandeciente de los griegos es sacerdotisa y sibila; en la vida oscura y humilde de los vascos es sorgiña. La hostilidad del semita por la mujer se advierte en los primeros cristianos; para los evangelistas, María tiene una importancia secundaria; en el suplicio de Cristo no se indica su presencia en las relaciones de San Mateo, de San Lucas ni de San Marcos; ninguno de ellos habla de sus dolores de Madre, ni cita la fecha de su muerte. Estos primeros cristianos, de raza judía, no tuvieron, no pudieron tener el culto de la Virgen; fue necesario que el cristianismo tomara carácter europeo, se injertara en una raza politeísta, que había adorado a Venus, a Ceres y a Minerva, para que glorificase a la Madre de Dios.
Fragmentos como el anterior son desarrollados por toda la historia, y el autor se mofa del racionalismo, crítica esa época su actitud fanática, y llena de estupidez, donde todo era obra de Satán según la iglesia. Asimismo, nos explica los eventos reales donde a principios del siglo XVII, la secta de las sorgiñak tomaba un incremento extraordinario en el Labourd, el Bearn y Navarra pues las reuniones que organizaban ellas, las sorgiñak, eran más que bailes desenfrenados, o una inclinación hacia lo maravilloso, estas reuniones eran una especie, según relata el mismo Pío Baroja, de protesta social, donde se reunían los desamparados, los desgraciados y desdichados, los que clamaban por amor, atención, distracción e insultaban abiertamente al rey, a la Iglesia y a los poderosos. Estas reuniones se volvieron anárquicas y revolucionarias pues eran el producto de reunión de las razas despreciadas como los agotes del Baztán, los húngaros y los gitanos, una mezcla de pueblos gitanos con la brujería francesa, y todo ello dio como resultado ritos totalmente revolucionarios donde también se refugiaban los perseguidos por la justicia y despreciados por el pueblo. El aumento que tomaron estás reuniones o sectas llegó al punto de que el gobierno español y el francés tomaron cartas en el asunto y los inquisidores de Logroño juzgaron a lo de Zugarramurdi y el juez de Burdeos, Pierre de Lancre, enjuiciaba a los de San Juan de luz de forma cruda, y cruel.
Pío Baroja se encontraba en el pleno apogeo histórico de las sufragistas, y ello se evidencia en la novela cuando nos sumerge en la liberación de la mujer, segura de sí misma y de su derecho a asumir sus propias elecciones amorosas, como una amazona, profunda, sabia, individual. En la historia se desarrollan las escenas donde Miguel, su héroe amado, la salva de Saint-Pee un desgraciado que buscaba embaucarla, llevándola a un aquelarre, para sedarla y violarla. Representando Miguel, el inicio de un romance o amor cortés verdadero, pues se supera así mismo y asciende a caballero soldado por ella, y la espera casi dos años luego de salvarla. Y cuando éste rechaza vivir en el castillo del señor Urtubi, nos enseña ese paradigma y valor burgués de entonces. Así mismo redacta utilizando como paralelismo, el castigo de Graciana, la cabecilla del aquelarre, y muestra cómo la Inquisición española reasumía a esos descarriados insertándolos en el catolicismo.
En cuanto al estilo narratológico del autor, es una prosa hermosa, conmovedora y fantástica.
Cito:
“En las espesuras brillaban los gusanos de luz como estrellas azuladas, y los sapos lanzaban su nota de cristal en el silencio de la noche serena”.
“Era un espectáculo extraordinario, una fiesta de los instintos de la libertad, del amor… Era la rebeldía contra la negación de la vida, representada por la Iglesia poderosa y tiránica; era la protesta oscura de las selvas, de los arroyos de las fuentes contra los mitos sombríos y secos ideados en los desiertos.”
“Las ramas de los árboles temblaban con un ruido misterioso en la noche tibia y húmeda; el agua, en los regatos, parecía cantar en el silencio solemne del campo.”
En toda la obra hubo referencias mitológicas y medievales, así como una muestra de la evolución desde la divinidad hacia lo humano y la identidad nacional. La verosimilitud es tan fuerte que casi se percibe como un hecho real, donde los personajes parecen ser personas históricas pues el autor utiliza testimonios, describe detalladamente los paisajes, y desarrolla durante toda la novela eventos reales, históricos de brujería en el País Vasco.
Censura y señala duramente a los jueces inquisidores por las injusticias cometidas hacia los pueblos vasco-franceses y españoles, pues los jueces no conocían ni su idioma, ni su contexto cultural.
El autor como español que era, trata a través de la obra de recuperar el orgullo y la dignidad de su pueblo (recordemos el contexto de decadencia de España), y por ello creó escenarios donde nuestra a Miguel Machain, como un héroe español que a pesar de su origen humilde, derrota al francés aristócrata Saint-Pée, así mismo da protagonismo a su pueblo, y coloca a los franceses inquisidores como seres más crueles, al tiempo que desmitificaba la brujería explicándola racionalmente, incluso explica el uso de hierbas para alucinar e iluminar las cuevas, sin embargo, siempre mantiene elementos fantásticos para conservar el tono mágico de la novela. Critica el judeocristianismo como religión de culpa, oponiéndole el erotismo y la alegría de la fe popular, así también como el feminismo incipiente donde la mujer elige a quien amar, y cuándo amar.
Esta novela, La dama de Urtubi, es una obra profundamente ideológica que cuestiona las historias oficiales, reivindica la visión del pasado vasco popular, reconstruye la identidad española e intenta presentar a una España más igualitaria, libre y moderna.
Bibliografía
barbe, N.-B. (s.f.). Hal.OpenScience. Obtenido de https://hal.science/hal-03184923/document
Baroja, P. (1966). Cuentos. Artifex.
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